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Ana Cocho, experta en diseño híbrido: «La IA nunca tendrá la sensibilidad y capacidad crítica de un arquitecto»

La compostelana Ana Cocho Bermejo, experta en procesos de diseño híbrido, es profesora titular en Anglia Ruskin University

Ana Cocho, durante una graduación en Anglia Ruskin University.

Ana Cocho, durante una graduación en Anglia Ruskin University.

Sandra Penelas

Sandra Penelas

Cuando ella empezó a trabajar en inteligencia artificial, hace casi dos décadas, casi nadie entendía lo que hacía. Hoy, el acceso a este tipo de aplicaciones se ha generalizado y la sociedad reflexiona sobre sus implicaciones. «Hay mucho miedo, la mayor parte por desconocimiento. Los humanos somos válidos para una serie de tareas que no son sustituibles. Pero en el futuro todo el mundo deberá tener algún conocimiento sobre estas tecnologías para saber qué se puede hacer con ellas. Hay que educar en este sentido», defiende.

Ana Cocho Bermejo (Santiago, 1977) es experta en procesos de diseño híbrido para arquitectura y diseño urbano. Su trayectoria incluye estancias de investigación y experiencia docente en varias instituciones de España, EE UU, Alemania y Reino Unido. Y desde 2022 es profesora titular en Anglia Ruskin University.

Su tesis fue uno de los primeros trabajos publicados sobre la integración de redes neuronales artificiales en el diseño de fachadas dinámicas adaptativas al clima y el usuario. Y sus estudios no solo tienen impacto en el conocimiento científico, sino también en la práctica profesional. «La IA es aplicable a todas las escalas, desde una fachada al análisis de la trama de una ciudad para mejorarla, detectar zonas conflictivas o planificar el futuro. Mi último proyecto, de hecho, fue la ampliación de una app del University College of London para el análisis de tramas urbanas», detalla.

Ana se graduó en la ETSAC de A Coruña y, gracias a una beca Barrié, realizó un máster pionero sobre arquitectura y computación en la Architectural Association de Londres: «En realidad, empecé en este ámbito desde la crítica porque yo no compartía su punto de vista formal».

Doctora en Tecnología de la Arquitectura por la Politécnica de Cataluña (UPC) en 2012, su formación también incluye estudios de máster en la Bartlett School del University College of London (2011) y en Inteligencia Artificial por la UPC (2024), además de estancias en la Universidad de California-Santa Cruz y en la TU de Berlín e incluso un estudio propio que acabó cerrando para centrarse en el mundo académico.

También puso en marcha un máster en IA en la UPC y, tras dar «vueltas por el mundo», acabó consiguiendo una plaza en Anglia Ruskin, aunque sigue vinculada al Instituto de Arquitectura Avanzada de Cataluña (IAAC), donde imparte clase en los másteres de Inteligencia Artificial y Fabricacion Robótica.

«La IA son procesos matemáticos avanzados que se pueden aplicar a todo. Pero hay que tener cierta ética y consciencia de lo que estás haciendo. Es una tecnología transdisciplinar que ayuda, que está aquí y que en todas las profesiones tendremos que dominar un mínimo. No es necesario conocer lenguajes de programación, pero sí saber qué puedes hacer con ella», defiende Ana.

En el caso de los arquitectos, estas tecnologías podrán ayudar en tareas básicas, desde tomar minutas de reuniones a realizar procesos de diseño o comprobar si un proyecto cumple las normativas vigentes: «Pero no nos van a sustituir. Aunque la gente piense que puede diseñar su casa con una app, la IA nunca tendrá la sensibilidad espacial ni la capacidad crítica de un profesional. Es como si cuando te opera un robot consideras que el doctor no hace falta».

En todo caso, le preocupa «terriblemente» que la IA genere otra brecha en la sociedad: «Ya existe entre quienes tienen acceso a tecnologías digitales y quien no, pero en este ámbito será mayor. Y ahí hay una implicación ético-social muy importante para evitar que no sea excluyente».

Ana Cocho, durante una charla en Construmat.

Ana Cocho, durante una charla en Construmat. / FDV

Su impacto en la formación ya es una realidad y las universidades han comenzado a elaborar sus propias regulaciones éticas: «Lo que no va a funcionar es decirle a los alumnos que no la usen. Aquí no está prohibida la IA, lo que esta prohibido es hacer ciertas cosas con ella. Hay que adaptarse y pedirles ejercicios en los que apliquen su capacidad crítica y no un listado de datos de ChatGPT. Un ejercicio que me gusta mucho es que un alumno describa un edificio, por ejemplo, y que otro compañero lo dibuje. Y al compararlo con el resultado que da la IA se dan cuenta de que nunca se parecen. El ser humano lo entiende diferente».

El problema es que esto supone una «carga añadida» para los docentes y que la adaptación tiene que ser «muy rápida» para ajustarse al avance de las tecnologías. «Hay que revaluar lo que les pedimos para que aprendan, sobre todo, a pensar. Ocurrió lo mismo cuando aparecieron los softwares que calculaban estructuras. En la escuela teníamos que seguir haciéndolo a mano con una calculadora porque si hay un error tienes que ser consciente de ello. Y con la IA se necesita también esa capacidad crítica para entender si el resultado es válido o no. Nuestra generación y la de nuestros padres han vivido con tecnología y sin ella, por eso sabemos pensar. El peligro es no hacerlo», subraya.

A pesar de llevar veinte años fuera, Ana reivindica sus orígenes. Participa en un libro sobre defensa del patrimonio gráfico gallego que verá la luz este año y sigue solicitando becas para el retorno de talento. «Galicia está conmigo haga lo que haga. La Escuela de A Coruña es mi casa, siempre me han tratado muy bien y además la ciudad va a ser la sede de la Agencia Española de IA. Es muy difícil, pero ya lo han conseguido varias personas. Poder volver sería un sueño cumplido», asegura.

En Reino Unido vive con sus dos hijos y su pareja, un catalán con ascendencia gallega cuya familia emigró primero a la Alpujarra granadina y luego a Barcelona. Y como mujer profesional sigue viviendo en pleno siglo XXI situaciones «frustrantes». «La gente se sorprende de que la experta con la VISA en Reino Unido sea yo o de que él recoja a los niños. Mi hija de 4 años ha llegado a casa diciendo que el rosa es un color de niñas y he tenido que razonar con mi hijo que vaya a una extraescolar de cocina porque es muy útil. Nunca hablo de política, pero en esta lucha sí me enervo», reconoce.

Más aún, cuando Ana procede de una familia compostelana de gran tradición universitaria –su madre es catedrática y vicerrectora de la USC, su tía es una reconocida experta en medicina legal y su padre se acaba de jubilar como responsable del Laboratorio de Metabolopatías del CHUS– y cuyas mujeres contribuyeron durante generaciones a abrir camino. «Mis abuelos se conocieron en la universidad y mi tía abuela fue una de las primeras alumnas de la escuela normal. Siempre hemos llevado muy dentro esta lucha por el derecho de la mujer».

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