Mujeres fuera de serie

La visionaria de la moda nupcial

Pilar Etxeberría fundó en Vigo la prestigiosa marca Mundo Novias, que llegó a tener franquicias por toda España, México, Venezuela y Nueva York y enamoró a figuras como Carolina Herrera y Claudia Schiffer.

Pilar Etxeberría, en el puerto deportivo de Vigo

Pilar Etxeberría, en el puerto deportivo de Vigo / Jose Lores

Amaia Mauleón

Amaia Mauleón

Pilar se crió entre los hilos y tejidos del taller de su madre, modista en Rentería (San Sebastián), y con el repiqueteo mecánico de las máquinas como banda sonora. Única chica entre cinco hermanos, no era extraño que fuera a ella a quien Tomasa, su progenitora, dirigiera la mayor parte de las enseñanzas relacionadas con la costura. Pero las puntadas vitales de Pilar aspiraban a viajar mucho más allá de aquel pequeño taller.

Pilar Etxeberría fue una de las empresarias de moda de novia y fiesta más prestigiosas de Galicia y fundadora de Mundo Novias, una marca que llegó a tener franquicias en 17 ciudades de España y también de Europa e, incluso, en México, Venezuela y Nueva York.

Novias de todo el mundo cruzaron durante años el umbral de sus tiendas buscando algo más que un vestido: una elegancia, un trabajo artesanal y una seña de identidad que las hiciera realmente únicas. Ahora, años después de jubilarse, es envidiable la hermosa sonrisa que se dibuja en el rostro de Pilar al recordar sus años en lo más alto. “Cuánto disfruté de mi trabajo; fui muy feliz”, afirma.

La llegada de Pilar al mundo de la moda no fue, sin embargo, un camino en línea recta. Cuando su padre, Marcial, que trabajó en una mina y en una fundición, enfermó de silicosis, la empresa le dio la baja y ofreció a su hija la posibilidad de incorporarse a las oficinas. “Yo no me veía encerrada entre cuatro paredes, me sentía más como una vendedora”, cuenta la empresaria. Así, durante un tiempo trabajó en una frutería que le traspasó una tía suya.

Hasta que conoció a Ángel. “Él también era de Pasajes pero vivía en Rentería y coincidíamos muchas veces en el autobús. Empezamos a hablar, a salir… y cuando yo tenía 21 años, nos casamos”. Su vestido de novia de brocado lo diseñó la propia Pilar y lo cosió su madre.

Fue entonces cuando la empresa en la que trabajaba su marido le ofreció venir a Vigo para participar en la construcción de un barco en los astilleros Freire. “Lo que empezó siendo temporal finalmente fue definitivo y yo me mudé muy contenta porque me apetecía cambiar de aires y conocer algo nuevo. Nunca me arrepentí”, afirma convencida.

La pareja se instaló en Bouzas y después en Torrecedeira y durante catorce años Pilar trabajó en la oficina de los astilleros.

Sin embargo, el espíritu emprendedor de Pilar iba hilvanando un plan muy diferente. “Siempre que pasaba por la calle Príncipe me quedaba embobada mirando la tienda de moda de mujer que había en la esquina del principio (hoy Rosa Clará). Me parecía un espacio maravilloso y que estaba poco aprovechado. Un día cerraron y fui a enterarme, sin decir nada a nadie”, relata.

“Quería ofrecer unos vestidos de novia artesanales, muy personalizados y con gran atención a los detalles, algo que no había en esos momentos en Vigo"

La empresaria cerró finalmente un acuerdo con los propietarios y junto a su amiga y socia María Jesús González Carrera decidió abrir una tienda de vestidos de novia y fiesta. “Quería ofrecer unos vestidos de novia artesanales, muy personalizados y con gran atención a los detalles, algo que no había en esos momentos en Vigo. Nos fuimos a París a conocer las tendencias y comenzamos con una colección de una muy buena modista de San Sebastián”. Inauguraron Mariées Novias en 1977, con un escaparate muy atractivo que llamaba la atención de todos los viandantes. “El primer día, nada más abrir, ya había una chica esperando y compró un vestido malva. Y ese primer día ya vendimos otros cuatro vestidos. Fue todo un éxito y estábamos felices”, recuerda Etxeberría.

Pilar con Fraga en una reunión

Pilar con Fraga en una reunión / FDV

La emprendedora había acertado y el éxito de la tienda fue tal que acudían novias de toda Galicia y de fuera para comprar sus vestidos más especiales. “Fuimos aprendiendo poco a poco cómo gestionar el negocio porque para nosotras era algo nuevo… ¡la verdad es que era muy valiente!”, confiesa riendo la emprendedora.

Cuando abrió la tienda, Pilar ya era madre de Loreto y de Marisa y, después, llegarían Pili y Nerea. “Necesitaba ayuda en casa porque yo tenía que viajar bastante. Empezamos a comprar tejidos y a contratar a patronistas y modistas para hacer las prendas aquí. Llegamos a tener a 50 personas trabajando en los talleres, Bodoque, que ocupaban tres plantas, también en la calle Príncipe”, cuenta orgullosa. La mayoría de sus trabajadoras eran mujeres, pero también contó con Jimmy Marcos Bermúdez para sus espectaculares escaparates; con Gerardo Belloso para la elaboración de los delicados adornos de vestidos y complementos y con Luis Alcántara para desarrollar la imagen de la empresa. Y con ella se formaron también diseñadoras que luego tendrían su propia marca como Patricia Avendaño. “Formamos un equipo de gente increíble y eso fue clave para llegar adonde llegamos”, agradece.

Pilar Etxeberría con sus cuatro hijas

Pilar Etxeberría con sus cuatro hijas / FDV

Además, Pilar decidió formarse en Dirección de Empresas en la Escuela de Negocios. “Era la única mujer del curso”, apunta.

Su prestigio fue creciendo a base de mucho trabajo y constancia y, en 1986, Pilar decidió que había llegado el momento de dar un paso más. “La idea era trasladar nuestro éxito a tiendas en otras ciudades y así fundamos Mundo Novias, que llegó a contar con diecisiete franquicias en España y también se abrieron boutiques en Oporto, México, Noruega y hasta en Nueva York”, describe. Vendían al año más de 5.000 vestidos de novia y unos 3.000 de fiesta y Pilar mantenía firme su filosofía de crear prendas artesanales: “Siempre huí de la producción en serie”, advierte.

Su hija Marisa Otazo con la modelo Claudia Schiffer en uno de sus desfiles

Su hija Marisa Otazo con la modelo Claudia Schiffer en uno de sus desfiles / FDV

La creación de las prendas y los viajes son los momentos que recuerda con más cariño la empresaria. Su hija Marisa, que despuntó con un gran talento para el diseño, se unió al equipo y comenzó a acompañar a su madre en aquellos viajes. “Al principio iba sola, no me daba ningún miedo, y eso que no sabía nada de inglés. Recuerdo ir a Nueva York y presentarme a los principales fabricantes de novia. Incluso fui a ver a Carolina Herrera, que le encantó lo que hacíamos y cerramos una colaboración”. Junto a su hija Marisa visitó ferias para comprar tejidos en Italia, México y hasta en China. Ambas se parten de risa recordando situaciones que vivieron en aquellos viajes y coinciden de nuevo en lo mucho que disfrutaron trabajando juntas.

Recuerdan también el glamour de sus desfiles, aunque Pilar admite que era la parte del proceso que vivía con más nervios. “Al principio hacíamos dos al año, luego ya solo uno, normalmente en el Hotel Ritz de Madrid; era siempre un gran acontecimiento”, cuenta. Aunque fue en A Coruña el desfile que evocan ahora con una carcajada. “Iba a desfilar Claudia Schiffer con uno de nuestros vestidos y en el último momento se negó a salir de novia porque pronto se iba a casar y no quería aparecer así vestida. Menos mal que finalmente la convencimos porque el vestido era azul”, ríen las dos.

Imagen de archivo de un desfile de la firma Mundo Novias en 1999 en el entonces auditorio de Caixavigo

Imagen de archivo de un desfile de la firma Mundo Novias en 1999 en el entonces auditorio de Caixavigo / CAMESELLE

Durante un año Pilar se instaló con sus cuatro hijas en Venezuela, donde también abrieron una tienda. En aquellos momentos ya se había quedado viuda, con solo 42 años, algo que, asegura, “dio un vuelco a mi vida”, aunque fue capaz de sobreponerse y seguir trabajado.

Fueron la única marca de moda que se incorporó a Galicia Moda, de la mano de Luis Carballo, y Pilar recuerda que en aquellos momentos entre los diseñadores gallegos había una gran camaradería, algo que cree que se ha perdido en la actualidad. “Era habitual visitar las fábricas de otros compañeros, hacerles consultas… algo que hoy veo improbable”, opina.

Pero el cambio de milenio supuso el inicio del declive de la empresa. La llegada del mercado chino, que perjudicó a muchos sectores, al textil le afectó con gran crudeza y las franquicias comenzaron también a dar problemas. “Para que las franquicias vayan bien hay que tener mucho dinero, si no, al final pierdes el control. A ello se unió la entrada del mercado chino y, al final, no pudimos seguir adelante. Fue muy triste ya que habíamos creado todo con tanta ilusión…”. Sólo en este momento de la conversación se apaga la sonrisa de Pilar Etxeberría, pero en seguida la retoma al hablar de su extensa familia, a la que dedica ahora todo su tiempo.

Una de las nietas de Pilar, Araitz Otazo, con uno de los diseños

Una de las nietas de Pilar, Araitz Otazo, con uno de los diseños / FDV

“Al jubilarme me mudé unos años a Moaña con mi pareja pero yo soy muy urbanita y quería estar al lado de mis hijas y nietos, así que finalmente decidí volver a Vigo y ahora vivo en el Hotel Bahía, muy cómoda y con vistas al mar”, resume. Cada fin de semana se reúne a comer con sus cuatro hijas y muchos de sus nietos, que son ocho, y sus tres bisnietos. “Y tenemos dos en camino, gemelos de la hija de Marisa. Estoy muy contenta con esta gran familia que creamos”, concluye.

Las pioneras: Asunción Bastida, el algodón en la alta costura

Asunción Bastida

Asunción Bastida / FDV

Asunción Bastida (Barcelona, 1902-1995) fue una diseñadora de alta costura que introdujo en España el uso del algodón para la playa, la calle y los vestidos de fiesta, así como la apertura de boutiques de deportes.

Su padre le prohibió dedicarse a la costura y fue tras casarse con Marcelino Mases cuando comenzó a trabajar en el mundo de la moda. En 1926 abrió un negocio de género de punto en Barcelona y más tarde se amplió con el nombre «Modas Mases de Asunción Bastida», dedicada ya a la alta costura. El 1934 abrió una sucursal en Madrid pero con el estallido de la Guerra Civil tuvo que cerrar ambas tiendas.

El 1939 viajó a Italia y mantuvo contacto con las grandes casas de moda de Milán y Roma.

Fue miembro inicial de la Cooperativa de Alta Costura y llegó a tener la autorización de Christian Dior para reproducir sus modelos. Bastida trabajó para el cine español en los años 40 y 50 y presentó colecciones en Estados Unidos en los 60.

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