Entrevista | María Jesús Álava Psicóloga

«Hemos fracasado con la educación de los jóvenes»

«No les hemos preparado para la vida al sustituir el esfuerzo por la sobreprotección»

«Lo que más nos preocupa ahora a los psicólogos es la manipulación emocional y lo fácil que es hacerla»

María Jesús Álava.

María Jesús Álava. / Manuel Castells

Más de cuarenta años de trayectoria profesional han convertido a María Jesús Álava en una de las referentes de la psicología en nuestro país, además de una de las Top 100 Mujeres Líderes en España y una gran divulgadora de obras que acercan los recursos de la psicología a la población. Ahora ha escrito el que anuncia como su último libro, Que nadie manipule tus emociones, que presentará mañana en Club FARO.

– En este libro se abre a hablar en primera persona y a compartir sus experiencias y vivencias, ¿qué le ha llevado a ello?

– Dos cosas: una fue pensar que este será mi último libro y en él quería reflejar las principales reflexiones de toda una vida dedicada a la psicología y del tema que más nos preocupa ahora a los profesionales, que es esa manipulación emocional tan fácil de hacer. Por otra parte, pensaba que le debía al lector, que se pregunta si los psicólogos nos aplicamos lo que sabemos a nuestra vida personal, contarle cómo en los momentos más difíciles de mi vida yo he aplicado los principios y los recursos de la psicología.

– Desde pequeña siempre ha tenido inclinación por ayudar a la gente, ¿con eso se nace o se aprende de lo que nos rodea?

– Las dos cosas. Nacemos con un  temperamento, algunos con mayor sensibilidad y mayor apertura a todo lo que nos rodea, y otros con más retraimiento e inseguridades. Pero el entorno, fundamentalmente durante los seis primeros años de tu vida, hace que esas bases de la personalidad se terminen configurando. Personalmente creo que mi entorno me ayudó muchísimo y sin duda la figura de mi madre, aunque también mi padre y mis hermanos, al ser la pequeña con tres hermanos mayores, todos chicos.

– Describe a su madre como una sabia en inteligencia emocional.

– Digo que es la persona con más inteligencia emocional que he conocido en mi vida y eso me ha ayudado a desarrollar recursos, primero por imitación a los adultos que tienes como referentes en la infancia y luego, a partir de la adolescencia, cuando escoges tus propios recursos. Tener una imagen de una persona con ese equilibrio emocional sin duda fue un privilegio.

– Psicología no fue la única opción que barajó para formarse, también le gustaba el periodismo.

– Podría haber sido periodista, incluso estuvo dándole vueltas a la medicina como opción, pero tuve muy claro en COU que si lo que quería era ayudar a las personas el mejor medio era a través de la psicología. Si alguien se rompe una pierna te la pueden curar y seguir, pero si eres infeliz lo importante es que trabajes desde dentro tu bienestar emocional, cómo eres, cómo puedes mejorar en tu forma de ser, cómo puedes alcanzar el mejor potencial y, en mi caso concreto, cómo puedes ayudar a los demás.

– Al acabar la carrera empezó a trabajar como psicóloga en la escuela infantil del CSIC, ¿cómo fue ese paso de la teoría aprendida en la universidad a la práctica en el mundo real?

 – La psicología me había enseñado algo muy importante, que era reflexionar, cuestionar y analizar todo lo que tienes alrededor. Cuando salí de la carrera y de repente me encontré con 180 niños de cero a seis años, con muchos profesores, auxiliares, padres y personal del CSIC me di cuenta de que lo que me tocaba era aprender, que lo importante no era lo que sabía, así que intenté tener la mente muy abierta, aplicar el sentido común, fijarme en las respuestas de los niños, que te dan pautas que te indican cómo actuar. Rápidamente perdí esa especie de inflexibilidad y de rigidez que te da tener solo formación puramente teórica. Creo que en mi vida si algo he hecho bien es que sigo aprendiendo cada día de todas las personas que me pueden ayudar. Y me ayudó tanto a mejorar como persona como a nivel profesional observar para saber cuáles eran las cosas que más tenía que trabajar: mi paciencia, la capacidad de autocontrol, esa capacidad de comunicación con los demás donde la escucha es infinitamente más importante que lo que puedas decir en determinados momentos ( y eso que a mí me encanta hablar). Tuve mucha suerte en tener un entorno muy rico que tuvo paciencia en ese crecimiento profesional, suplí la falta de experiencia con entusiasmo y dedicación absoluta.

– Por eso dice que quien vive de espaldas a la psicología vive de espaldas a la vida, ¿todos deberíamos estudiar al menos los principios básicos de la psicología?

 – Deberíamos tener unos principios de lo que llamamos educación emocional, que nunca nos la han dado y que yo después de tantos años sigo reivindicando. Cuando estuve en la escuela infantil del CSIC, luego en el Ministerio de Fomento y después a lo largo de todo mi trabajo siempre hemos intentado trabajar la inteligencia emocional de los niños desde que tenían meses de edad: trabajar su capacidad de atención, de retención, de comunicación. Todos deberíamos saber cómo aprender a conocernos mejor, a interactuar con los demás, a resolver conflictos, a hacer una buena gestión del tiempo, a poner la mente a nuestro favor, a no sufrir inútilmente pero sí a afrontar las dificultades y aprender de ellas, a actuar con las nuevas generaciones sin sobreprotegerlas, porque les estamos incapacitando para la vida. Sí, tendríamos que tener esa materia a lo largo de nuestra vida, desde que somos muy pequeños y luego continuar en toda la etapa educativa.

– Sin embargo en la última década o quince años se ha hablado mucho de la inteligencia emocional y actualmente de la salud mental.

– Hablamos pero no lo estamos llevando a efecto y la prueba es que estamos fracasando en la educación de las nuevas generaciones. Los psicólogos somos como una especie de radar de cómo está la sociedad y vemos con un antelación de cuatro o cinco años cosas que van a aparecer más tarde. Llevamos muchos años diciendo que estamos fracasando en la educación, que la sobreprotección ha sustituido al esfuerzo. La prueba la tenemos en que ahora mismo las personas que más vienen a las consultas de psicología son los adolescentes y jóvenes que llegan en las peores condiciones, diciendo que la vida no merece la pena, con intentos de suicidio, con autolesiones; uno de cada dos adolescentes y jóvenes nos dice que está mal emocionalmente, la cuarta parte de los estudiantes universitarios están tomando ansiolíticos, lo cual es una auténtica barbaridad. Los niños de ahora tienen menos recursos para afrontar las dificultades en la vida que los de hace veinte años.

– ¿En 40 años de profesión, cómo han evolucionado los problemas psicológicos de la gente, qué les preocupaba antes y qué ahora?

 – Hace 40 años a la gente le costaba venir al psicólogo y acudían cuando se encontraban fatal, en situaciones graves de depresiones profundas o crisis importantes, cuando ya estaban de baja laboral. Ahora afortunadamente la gente te viene para que les ayudemos en su vida diaria, te dicen te que quieren encontrarse mejor, que le ayudemos a conocerse pero también a quitarse tensiones, a saber desconectar de las preocupaciones, a no sufrir inútilmente, a llevarse mejor con su pareja, sus hijos, amigos o compañeros de trabajo, a aprender a vivir la vida de otra manera, a disfrutar, a no estar constantemente en situación de angustia en su vida cotidiana. Desde la pandemia la gente nos viene con menos esperanza, con más desánimo, con más situación de incertidumbre, con más tensión emocional. Hay unos niveles de ansiedad que antes no había.

– Cuando hablamos de la salud mental de los adolescentes solemos echarle la culpa a las redes sociales, ¿estamos eludiendo asumir nuestra responsabilidad como adultos o realmente son un factor tan determinante?

 – No son el único factor. El acceso que tienen ahora los adolescentes e incluso los niños a las nuevas tecnologías, muchas veces sin ningún tipo de filtro, está produciendo situaciones muy difíciles a nivel de conducta, ven en las redes sociales cosas que nada tiene que ver con la realidad y los modelos que tienen a seguir son absolutamente perniciosos. Nunca la gente ha tenido tanta información y ha estado tan desinformada. El 60 por ciento del tiempo libre que antes dedicábamos a la familia o a los amigos ahora lo dedicamos los adultos a internet, al móvil, a la tablet o al portátil, y el porcentaje en jóvenes supera el 70 por ciento. En el centro que tenemos de adicción a las nuevas tecnologías en colaboración con la Comunidad de Madrid cada vez vienen niños y niñas más pequeñas y sus padres, que se arrepienten del día que le dieron un móvil a sus hijos. Las nuevas tecnologías son un factor que multiplica, pero estamos fracasando en otras cosas muy profundas: no les estamos preparando para la vida ni para el uso de la tecnología.

– El diagnóstico es que hemos fracasado con la educación de los jóvenes, ¿cuál es el remedio?

 – Lo primero es reconocer que hemos fracasado, que la situación actual es muy preocupante desde el punto de vista de la salud mental y a partir de ahí dar los primeros pasos en todos los niveles: desde la escuela infantil al mundo laboral.

«Las empresas deben invertir en la salud mental de sus empleados; las que lo hacen ven descender el absentismo, mejoran la productividad y retienen el talento»

– Usted es coaching de ejecutivos, ¿cree que las empresas deberían invertir en la salud mental de sus empleados?

 – Sí. La sanidad pública está desbordada, tenemos un tercio de los profesionales que necesitamos en salud mental. Las empresas, que se enfrentan a unos niveles altísimos de absentismo, deben contribuir a la salud mental de sus trabajadores. En aquellas donde hemos empezado a trabajar con estos temas de bienestar emocional al cabo de unos meses baja el nivel de absentismo, sube la productividad y retienen el talento.

– ¿Por qué ha escogido el título de ‘Que nadie manipule tus emociones’ para un libro que resume su experiencia de 40 años de psicóloga?

 – Era uno de los dos títulos que tenía ( el que más me gustaba era ‘Cómo la psicología cambió mi vida’) y lo escogí porque refleja lo que más nos preocupa ahora a los profesionales de la psicología: lo fácil que resulta manipular las emociones y lo ingenuas que son la mayoría de las personas, y eso no depende de su nivel educativo. Hoy en día hay muchas instituciones o poderes que están utilizando los principios de la psicología para debilitar a la gente y hacer mucho más sencilla la manipulación. Por eso he intentando describir los perfiles de las personas más manipuladoras, cómo actúan y cómo podemos defendernos ante ellos para que la mayoría de la gente reflexione y no deje su bienestar emocional en manos de otras personas. Cuando la gente viene a consulta y profundizas, te das cuenta de que no son dueños de sus emociones; cuando les enseñas, la vida les cambia totalmente.

– ¿Cuáles son esos perfiles y patrones de conducta de manipulador y de víctima?

 – Víctimas podemos ser todos, Manipuladores son personas muy ágiles para escoger a sus víctimas, a personas generosas, sensibles y que se preocupan por los demás. En un primer momento te adulan y una vez que cogen nuestra confianza y bajamos las defensas, se dedican a ver nuestros puntos débiles para explotarlos y extorsionarnos. Y los vamos a distinguir por la inestabilidad emocional que nos causan, sentimos una falta de libertad en su presencia, nos provocan un malestar muy profundo. Los manipuladores se sienten superiores, tienen gran insensibilidad, cero empatía, son muy narcisistas y son personas que mienten sin piedad. Y en una sociedad como la actual lo que más nos preocupa a los psicólogos es que la mentira ha dejado de tener consecuencias, muchos piensan que para triunfar hay que mentir, coger atajos y no actuar con honestidad. Lo mejor que podemos hacer ante estas personas insensibles que disfrutan haciendo sufrir a los demás es no prestarles nuestra atención, alejarnos, si no se puede físicamente porque es un jefe o un compañero, sí emocionalmente. Además, actúan con un patrón muy claro: cuando ven que no tienen impacto contigo, te dejan en paz, entre comillas, y buscan otra víctima.

– Asegura que cuando decimos que nos conocemos bien solemos estar equivocados.

 – Es uno de los grandes mitos. La gente cree que se conoce, pero te aseguro que no. Quien dice me conozco, sé lo que me pasa y sé lo que tendría que hacer, yo te digo que ni se conocen en profundidad, saben muy poquito de los que les pasa y lo que tienen que hacer es más complejo de lo que creen. Lo que es cierto es que cuando le das los recursos, las técnicas que necesitan, afortunadamente la gente se aplica y consigue mejorar ­- la mayoría, porque algunos están instalados en el pesimismo, la tristeza profunda y el llamar la atención-.

– Aborda también el duelo y como superó la muerte de su madre, cuando usted aún no tenía los 30 ¿hay una fórmula que pueda compartir?

 – Lo primero es no ir dando consejos, lo que precisa una persona en duelo es tu cercanía y tu escucha, tu afecto, luego hay que darles el tiempo. Hay cosas que te ayudan, como volver a tu actividad diaria, a tus rutinas. En mi caso en concreto conseguí superar la muerte de mis personas queridas, especialmente la de mi madre, cuando sustituí la decepción que tenia, ese coraje, ese dolor, ese sufrimiento, por un sincero agradecimiento, cuando dije mi madre se ha muerto joven pero he tenido la suerte de disfrutar durante más de veinte años de una persona maravillosa. Sustituí el dolor por un profundo y sincero reconocimiento.

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