Entrevista | Manuel Durán Clemente Capitán gallego de la Revolución de los Claveles
«La rebelión del 25 de abril se gestó en las colonias de África»
De madre nacida en Pazos de Borbén, el coronel ya retirado estuvo en la génesis del Movimiento de los Capitanes que provocó la caída de la dictadura en Portugal

Manuel Durán, luciendo una de sus condecoraciones / FDV
También había un gallego entre aquel medio centenar de capitanes de las Fuerzas Armadas que constituyeron el núcleo fundacional de militares que gestaron, prepararon y pusieron en marcha, al son de los pasos de la canción «Grândola Vila Morena» de Zeca Afonso, la Revolución del 25 de Abril de 1974, de la que el pasado viernes se cumplieron 51 años. Se llamaba, y se llama, Manuel Durán Clemente, y allá por dónde va no se recata en dar vivas «á minha Galissa!» y manifestar que se siente «tan gallego como portugués», aunque no nació en Galicia, sino en Almada, ciudad lusa del distrito de Setúbal, región de Lisboa, capital en la que actualmente reside. «Mi madre -cuenta Manuel Durán- había nacido en Moscoso (Pazos de Borbén), se llamaba Aldina y era una de los seis hijos e hijas que tuvo mi abuela quien, como cerca de Lisboa tenía una hermana que era gobernanta de unas quintas, decidió enviar allí a mi madre, que por aquel entonces tenía 18 meses de edad, para que la criase mi tía-abuela, que no tenía hijos, mientras que mi abuela tenía muchos y vivía con dificultades económicas. A los 21 años, Aldina se casó con un portugués, Antonio Santos Clemente, y de ese matrimonio nací yo el 28 junio de 1942».
–Su padre era militar…
–Sí, de hecho cuando yo nací, en plena Segunda Guerra Mundial, él estaba destinado en las Islas Azores, así que no lo conocí hasta que terminó la guerra: hasta entonces él solo había sido para mí apenas la fotografía de un desconocido que todas las noches veía en un retrato que estaba en la mesa de cabecera de mi dormitorio, y ante el que todos los días Aldina me repetía: «Míralo, es tu papá». Bueno, eso es lo que me han contado, porque con la edad que yo tenía la verdad es que no lo recuerdo.
–¿Fue él quien le animó a emprender una carrera militar?
–Sí, claro. Me aconsejó, o más bien me ordenó, que, dadas las circunstancias, era lo mejor que podía hacer para labrarme un futuro, aunque yo no tenía precisamente una vocación militar. De hecho, siempre me destinaron para puestos administrativos.

Manuel Durán recién licenciado de la Academia Militar / FDV
–Sin embargo, muy pronto se destacó usted como un militar rebelde, muy crítico con el régimen dictatorial que regía en Portugal.
–Eso era producto de los tiempos, de lo que se vivía dentro del país y, por su puesto, en el mundo durante los años 60.En Portugal, la ceguera del «Imperio» (perdido e imaginario) había llevado a Salazar a no negociar una solución política digna para la independencia de las colonias, en el contexto del período posterior a la Segunda Guerra Mundial.El dictador logró sobrevivir a la derrota del nazifascismo, anclado en un discurso anticomunista que se volvió hegemónico y occidental. Y mientras tanto, en el mundo, grandes acontecimientos internacionales anunciaban rupturas y llamaban a la urgencia del cambio, con movimientos sociales contra el racismo y la guerra de Vietnam, por la libertad, la igualdad y los derechos humanos. Eran aquellos años prósperos en ideas y ricos en sueños, de luchas políticas y culturales libradas en Europa y el resto del mundo: Luther King, el Black Power , el Mayo del 68; los Beatles, el festival de Woodstock (en la estela de la contracultura, 1969)… Eran esos los gritos de rebelión que inspiraban a mi generación, amplificados en las canciones de Bob Marley, Angela Davis, Bob Dylan, Janis Joplin, Jimi Hendrix y tantos otros. En ese contexto, los militares de planta, forjados en una nueva cultura militar (y en la contracultura civil), no pudieron permanecer indiferentes a los vientos de cambio y, una minoría ilustrada, logró concienciar a los más «distraídos» y cautivarlos para la Revolución.
–También en España había una dictadura, pero aquí una revuelta militar contra el régimen resultaba hasta impensable. ¿Qué condiciones se daban para que jóvenes oficiales tuviesen la valentía de rebelarse contra la tiranía en Portugal?
– En aquella altura, algunos militares portugueses habían adquirido una cierta cultura por haber cursado estudios secundarios y superiores. Y a partir de los años 60, asistimos a un proceso de «democratización» que amplió el acceso a la enseñanza de los cadetes de las tres ramas de las Fuerzas Armadas. A ello contribuyó la reforma del Ministro del Ejército, Almeida Fernandes, y del Secretario de Estado, Costa Gomes, en la Escuela Militar y en la Escuela Naval, que se convirtieron en academias universitarias, ofreciendo a sus alumnos titulaciones en ciencias militares y otras áreas técnicas específicas. En este contexto, los hijos de la alta burguesía y de los oficiales generales dejaron de ser elegidos para las Academias Militares y se abrió una ventana de oportunidades para los hijos del pueblo. En el Ejército y en la Fuerza Aérea, donde la media de alumnos era de 80 cadetes hijos de la burguesía, hubo un aumento significativo hasta cerca de 400 hijos de clases sociales menos acomodadas.
–Es decir, una reforma desde dentro, desde el mismísimo estamento militar. ¿Cuáles eran los objetivos esenciales de los capitanes sublevados?
–Había dos muy claros: el primera era acabar con la Guerra Colonial que estaba desangrando el país y, el segundo, liberarlo de la dictadura. Algunos estaban más motivados por la primera de estas razones, y otros por la segunda, que en realidad era fundamental para la realización de la primera. La tarea de aunar esfuerzos y voluntades entre los militares comenzó a gestarse a mediados de 1973, tras el III Congreso de la Oposición y la Democracia en Aveiro, que tuvo como objetivo central elaborar un programa común y listas unitarias para enfrentar a la Acción Nacional Popular en las elecciones, así como el desafío de los futuros capitanes del MFA (Movimiento de las Fuerzas Armadas) al Congreso de Combatientes de Junio celebrado en Oporto.

Imagen tomada en Lisboa el 25 de abril de 1974 / FDV
–Ocurrió que su alineamiento con los militares rebeldes, le costó a usted el «destierro» a Guinea Bissau, pero eso no le hizo abandonar la «conspiración».
– No, claro, porque, entre otras razones, cuando llegué a Guinea Bissau me encontré con un grupo de oficiales muy afines al cambio. De hecho, la primera gran reunión de capitanes se celebró en allí en 1973, y de ella salió un documento firmado por 46 de ellos, todos jóvenes, que estaban hartos de la torpeza de aquel gobierno que enviaba a sus jóvenes a morir combatiendo en las colonias por una causa que ya resultaba absurda. Sin duda, se puede decir que en aquella reunión, y en otras que se celebraron también en Angola y Mozambique, se gestó el 25 de abril.
–En cuanto decidieron la fecha y la hora del levantamiento ¿estaban seguros de que el pueblo iba a responder como respondió, es decir, apoyando su rebelión?
–La seguridad absoluta es imposible tenerla en estos casos, pero digamos que para nosotros no resultó una sorpresa. Teníamos la ventaja de que proveníamos del pueblo, de la gente común, y sabíamos que el pueblo estaba harto de que enviasen a sus hijos a combatir en África, donde cayeron muchos, y que el culpable de eso era el régimen dictatorial que nos gobernaba. Por lo tanto, el pueblo también llegó a la misma conclusión que nosotros: había que acabar con la dictadura.

Manuel Durán, durante su intervención televisiva el 25 de noviembre de 1975 / FDV
–Después del triunfo de la Revoluçao dos Cravos, vino el denominado «Verano Caliente», con episodios que son mucho menos conocidos fuera de Portugal. ¿Qué fue el «Verano Caliente»?
– El llamado «Verano Caliente» de 1975 fue iniciado por una marcada disensión entre quienes querían reformas profundas en el sistema y quienes se contentaban con una ligera brisa de cambio. Algunos entendieron que las organizaciones de base, en armonía con los partidos y una disciplina militar consensuada, podían ser los pilares de la arquitectura de un nuevo sistema político-social, mientras que otros se conformaban con los modelos tradicionales de una Europa más rica y preparada. Paralelamente a los avances revolucionarios de los gobiernos del general Vasco Gonçalves, los militares llamados «moderados» y las fuerzas políticas más conservadoras lo que deseaban era dar freno a ese proceso, alentados, obviamente, por las clases más pudientes, más ricas, y por supuesto con el apoyo de Estados unidos.
«El culpable del auge de la ultraderecha es el sistema inhumano del capitalismo internacional que se ha instalado en todo el planeta»
–Y después vino el episodio del 25 de noviembre de 1975, que provocó que usted se exiliase, y que en algunos círculos fue entendido como un «golpe contrarrevolucionario». Pero usted, que participó en él, no lo ve así…
– Lo importante sería que se dijera la verdad sobre ese episodio y no la historia inventada por los contrarrevolucionarios o los asustados por Abril. En mi último libro describo la verdad citando el testimonio del general Franco Charais (ya fallecido). Por eso, me gustaría recordarle su correcta interpretación del 25 de noviembre, escrita en la página 153 de su libro «História Viva. 25 de abril: ¿Golpe militar o revolución?» (2013) donde se dice: «Evidentemente, para mí, el 25 de noviembre no fue un intento de golpe de Estado por parte de la izquierda revolucionaria y/o del PCP (Partido Comunista de Portugal), sino una simple rebelión de paracaidistas abandonados por sus dirigentes». El día 25 de noviembre, yo, como segundo-comandante da Escola Prática de Administração Militar (EPAM) acudí a los estudios de Radio Televisión de Portugal y sólo me limité a permitir que una comisión de paracaidistas aclarara públicamente los motivos de su rebelión, que no eran otros que las críticas a sus jefes, llamando a la serenidad y no a una «revolución popular armada», tal y como se dijo, una calumnia que se convirtió en un delito, por el que fui acusado injustamente por algunos de mis compañeros e, inmediatamente, me exilié del país, al sentirme traicionado por varios de mis antiguos camaradas.
–Ahora vuelve la ultraderecha a Europa, y en Portugal también, a través del partido Chega. ¿Dónde encuentra usted las razones de esta emergencia del neofascismo?
–Yo llevo llevo avisándolo desde hace años. Chega ataca todo y a todos, pero no propone soluciones.Para mí, resulta incuestionable que el culpable es el sistema inhumano del capitalismo internacional que se ha instalado en todo el planeta, descuidando la felicidad humana y jugando con ella sólo por el interés material y el beneficio. La demagogia y el populismo manipulan a los más desfavorecidos e insatisfechos. El actual sistema liberal y la mala actuación de los gobiernos electos, más preocupados por mantenerse en el poder que por los intereses del pueblo, son una bendición para la ignorancia de ciertas poblaciones invadidas por el populismo.
Estudió en el Instituto de Alumnos del Ejército (1953-1961), en Lisboa.
Miembro de la Asamblea de la República elegido por el Partido Comunista de Portugal P en la 16ª legislatura por la circunscripción de Setúbal, sustituyendo a Otávio Teixeira en 2001.
Elegido concejal de Lisboa en 2005, formando parte de la coalición entre el Partido Socialista y el PCP.
Autor, entre otros, de los libros Elementos para a (2023) Afecto e Consciência (2023), Crónicas de um insubmisso (2024) y O 25 de Abril que Novembro Traiu (2025).
Decoraciones y distinciones militares:
- Grado de Caballero de la Orden de Avis (1971, todavía bajo el Estado Novo )
- Gran Oficial de la Orden de la Libertad (2021)
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