Mujeres fuera de serie

La madre que abraza al Sáhara

Maite Isla preside desde hace más de 30 años la asociación Solidariedade Galega co Pobo Saharaui, volcada en mejorar las condiciones de vida de esta población. Además, es la presidenta de la Coordinadora Estatal de Asociaciones Solidarias con el Sáhara, un cargo que implica una mayor responsabilidad y compromiso y que la activista asume con total entrega.

Maite Isla, esta semana en la entrada de la sede de Sogaps en Vigo

Maite Isla, esta semana en la entrada de la sede de Sogaps en Vigo / Alba Villar

Amaia Mauleón

Amaia Mauleón

Más de cien niños -gran parte hoy ya adultos- llaman a Maite “mamá”. Cinco son sus hijos biológicos; once, niños saharauis que acogió en distintos veranos y, los demás, niños y mayores de los campamentos de refugiados del Sáhara que encontraron durante años en esta mujer el abrazo, el cariño, la comprensión, el compromiso y la ayuda generosa de una verdadera madre.

Maite Isla (Mondariz,1955) preside desde hace más de 30 años la asociación Solidariedade Galega co Pobo Saharaui (Sogaps), que desarrolla numerosas acciones para mejorar las condiciones de vida del pueblo saharaui y defender su autodeterminación, entre ellas el exitoso programa de acogida de niños en verano “Vacaciones en Paz”. Pero, además, desde hace un año, preside CEAS-Sáhara, la Coordinadora Estatal de Asociaciones Solidarias con el Sáhara, un cargo que implica una aún mayor responsabilidad y compromiso que la activista cumple con una total entrega.

Maite asegura que los valores que guían su trayectoria vital los heredó de sus abuelos paternos, que fueron los que la criaron y a los que aún se emociona al recordar. “Mi madre murió al poco de nacer yo y fueron ellos los que se hicieron cargo de mí y a los que consideré siempre mis padres”, explica.

Palmira y Lisardo tenían una tienda en Mondariz de aquellas que vendían un poco de todo. “Era ferretería, ultramarinos, repartían pescado por los pueblos con un caballo… y, cada domingo, se convertía en casa de comidas y atendían a casi 300 personas que acudían al mercado, siempre con un menú único y muy rico: carne arreglada y xurelos guisados con patatas”, relata la activista. En aquel hogar, Maite asegura que era la “niña mimada” de sus abuelos y que fue muy feliz. “Ellos me enseñaron a compartir todo lo que teníamos, a ayudar a los mayores, a calcetar y a cocinar, a valerme siempre por mí misma”.

«Quizás porque mi abuela no sabía leer ni escribir me parecía tan bonito enseñar»

Estudió en el Instituto de Porriño y después eligió Magisterio en Ourense. «Quizás porque mi abuela no sabía leer ni escribir me parecía tan bonito enseñar», destaca. Aquellos años en la facultad, en los que vivió en el Colegio Divino Maestro, también los recuerda con mucho cariño. «Hice grandes amigos que conservo a día de hoy».

Pero al poco de terminar la carrera, Maite recibió uno de los golpes más duros de su vida cuando su abuela falleció y, solo un año después, murió su abuelo. «Me quedé sola casi de golpe y para mí fue muy difícil. Aún hoy, cincuenta años después, los tengo muy presentes», confiesa.

Maite Isla, esta semana en la entrada de la sede de Sogaps en Vigo.

Maite Isla, esta semana en la entrada de la sede de Sogaps en Vigo. / Alba Villar

Sin embargo, muy pronto formaría su propia familia ya que a los 21 años la gallega se casó con Nardo, al que conocía desde hacía tiempo del campo de fútbol de Mondariz, donde él jugaba y ella colaboraba. «Nos fuimos a vivir a Ponteareas, donde residimos desde entonces, y este año vamos a cumplir las bodas de oro», cuenta.

Su primer trabajo fue de administrativa en una autoescuela, y lo compaginaba dando clases particulares, pero pronto su alma emprendedora asomó con fuerza. “En Ponteareas no había ninguna ortopedia y me fui a estudiar a Madrid la carrera para, después, montar mi propia clínica, que tuvo mucho éxito. Recuerdo lo mucho que me enfadó que, por ser mujer, no me dejaran ponerla a mi nombre”, apunta.

“Me gusta escuchar a la gente y tengo capacidad para congeniar con ellos y conseguir lo que nos proponemos, pero siempre he tenido la suerte de contar con equipos excepcionales”

A Maite siempre le gustó implicarse en las actividades de su entorno y ser parte activa para mejorarlo. Fue presidenta de las asociaciones de comerciantes de Ponteareas y de Mondariz, presidenta de la Comisión de Fiestas de esta localidad y participante en mil y una actividades vecinales. “Me gusta escuchar a la gente y tengo capacidad para congeniar con ellos y conseguir lo que nos proponemos, pero siempre he tenido la suerte de contar con equipos excepcionales”, justifica.

La pareja tuvo cinco hijos, que en estos momentos tienen desde los 45 años de la mayor, Noelia, a los 22 de la más joven, Maitiña, pasando por Nardiño, Miguel y Lamina. Y son una verdadera piña. “Raro es el día que no comemos juntos”, apunta la orgullosa madre y abuela de tres nietos.

Y en medio de esta ajetreada vida, apareció el Sáhara, un encuentro casi casual que acabaría convirtiéndose en el más importante objetivo de su existencia. En un miembro más de su familia. “Mi primer contacto fue en los años 90, cuando asistí en Vigo a una conferencia sobre el Sáhara y Palestina. Tenía curiosidad y, cuando al poco tiempo me enteré de que iba a venir un grupo de niños en verano no dudamos en acoger a uno”. A partir de ahí, su compromiso no paró de crecer.

Maite Isla con varios niños en una visita a un campamento saharaui

Maite Isla con varios niños en una visita a un campamento saharaui / Cedida

Tras el pequeño Mohamed, que tenía 8 años cuando pasó aquel primer verano en casa de Maite y su familia, otros once niños disfrutarían con ellos los siguientes años. Pero la implicación de la gallega iba mucho más allá. No tardó en tomar las riendas de Solidariedade Galega co Pobo Saharaui (Sogaps) y dedicarse a ella en cuerpo y alma. La asociación colabora con los campos de refugiados en temas de sanidad, enseñanza, alimentación y, por supuesto, brindando a los niños cada verano este respiro durante las vacaciones que les permite conocer de cerca la cultura española y escapar de las altísimas temperaturas que se alcanzan en su tierra en los meses estivales. “Comenzamos trayendo a solo seis niños y ahora vienen más de 300: Galicia somos la comunidad, solo por detrás de Andalucía, que más menores acoge en verano”, destaca la responsable, que en estos años ha logrado traer a España casi 9.000 menores, muchos ya hijos de aquellos primeros niños que vivieron la experiencia.

Maite con el presidente del Sáhara

Maite con el presidente del Sáhara / Cedida

La magnífica labor de Maite Isla llevó hace un año a la Coordinadora Estatal de Asociaciones Solidarias con el Sáhara a elegirla como su presidenta. Esta nueva responsabilidad implica a la gallega habituales viajes a los campamentos, a Bruselas y a Madrid, un enorme esfuerzo que ella afronta con una sonrisa. “Estoy muy contenta porque tengo la gran suerte de contar con delegados estupendos en todas las comunidades; yo soy la cara visible, pero el trabajo es de todos nosotros”, reflexiona.

Y entre todas esas personas que forman este gran equipo, la propia familia de Maite tiene un papel protagonista. Su hija Noelia, enfermera y podóloga, es la responsable de la Comisión Sanitaria de Galicia, y sus otros hijos, que también son profesionales sanitarios, están todos implicados en la causa que mamaron desde niños. “El pueblo saharaui es extraordinario, comparte todo lo que tiene y he conocido a familias extraordinarias; soy muy afortunada”, destaca la presidenta.

Isla tiene además el mérito de haber logrado hacer partícipes de la causa a responsables políticos de todos los partidos e instituciones; desde Núñez Feijóo y Rueda en la Xunta, parlamentarios y alcaldes de todos los concellos, sobre todo Abel Caballero, ya que Vigo es la ciudad más implicada en este programa, y, especialmente, Maite se alegra de contar con el respaldo incondicional de Mohamed Zerga, delegado en Galicia del Frente Polisario. “Desde que soy presidenta a nivel estatal solo José Ramón Gómez Besteiro no ha respondido a mi petición de reunirnos”, critica, al tiempo que destaca su enfado actual con el presidente del gobierno, Pedro Sánchez, por plegarse ante el rey de Marruecos y cambiar la política española de equilibrio para aceptar el plan de autonomía que rechazan el Polisario y la autoproclamada República Saharaui. 

Maite junto a varias personalidades, recibiendo a los niños en el aeropuerto de Vigo

Maite junto a varias personalidades, recibiendo a los niños en el aeropuerto de Vigo / Cedida

La Xunta entregó el año pasado la Medalla Castelao a esta activista incansable, un homenaje que fue muy especial para ella. “No era consciente de lo mucho que significaba y fue uno de los momentos más bonitos de mi trayectoria”, agradece.

Maite sigue batallando. Ni siquiera los problemas que le provoca una enfermedad autoinmune que le diagnosticaron hace un año le hacen bajar la guardia. “Si me impiden visitar los campamentos me muero”, concluye.

Las pioneras: Rigoberta Menchú, la voz de los pueblos indígenas

Rigoberta Menchú

Rigoberta Menchú / FDV

Rigoberta Menchú (1959) es una líder indígena quiché y defensora de los derechos humanos reconocida a nivel internacional. Proveniente de una familia campesina, desde muy joven fue testigo de la opresión y violencia sufrida por las comunidades indígenas durante el conflicto armado interno en Guatemala (1960–1996). Su lucha se intensificó tras el asesinato de varios miembros de su familia, incluido su padre, quien murió en una protesta en la Embajada de España en 1980.

Menchú se convirtió en una voz fundamental para denunciar la represión del Estado guatemalteco y la discriminación histórica hacia los pueblos originarios. En 1983 publicó su testimonio “Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia”, obra clave para visibilizar las injusticias sufridas por las comunidades indígenas.

En 1992 recibió el Premio Nobel de la Paz, siendo la primera indígena americana en obtenerlo. Desde entonces, ha continuado su trabajo a través de la Fundación Rigoberta Menchú Tum, promoviendo la paz, la justicia social y los derechos de los pueblos indígenas.

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