Saltar al contenido principalSaltar al pie de página

Figueroa, de Redondela a la élite mundial del adiestramiento canino

Creció con Moro, Fachuco o Terry. Ahora comparte su vida con Moi! y compiten en campeonatos del mundo. En la historia del entrenador Gonzalo Figueroa siempre ha habido un compañero canino

Gonzalo Figueroa, junto a su perro Moi!

FDV

A. Chao

A. Chao

Atletas, futbolistas, tenistas o incluso pilotos de Fórmula 1 o motociclismo. Cuando pensamos en deportistas de alto rendimiento todos somos capaces de lanzar algunos nombres de esos que ocupan portadas por sus logros. La mayoría de nosotros incluso recurriríamos a un catálogo similar de protagonistas. Sin embargo, la élite deportiva incluye muchas más disciplinas de las que, a priori, nos podemos imaginar.

Gonzalo Figueroa, un redondelano del 1976, dirige junto a su pareja un centro de alto rendimiento puntero en Italia. Con ellos trabaja la actual campeona del mundo en su disciplina. En época de competición entrenan de lunes a domingo de manera transversal, apoyándose en todo tipo de profesionales, desde nutricionistas a fisioterapeutas. Trabajan tanto la parte física como la mental del equipo. Desde hace más de dos décadas, Figueroa es adiestrador canino y en los últimos cinco años se ha centrado en el entrenamiento deportivo de alto nivel en uno de los países del top mundial: en 2024, la selección italiana de la que forma parte quedó tercera en el torneo internacional de obediencia.

Gonzalo Figueroa en la final del Mundial de obediencia en el 2024

Gonzalo Figueroa en la final del Mundial de obediencia en el 2024 / Cedida

Todo comenzó casi por casualidad. «Vivía en Londres y trabajaba de conductor de autobús. Me trasladé a Madrid y continué en la profesión, pero a los seis meses vi que aquello no era para mí», cuenta Figueroa. Era mayo y se pasó por una exposición canina. Ya había pensado que su nuevo futuro podría encontrarse allí, y así fue: «Estuve 8 meses a tiempo completo con la primera formación, de tipo más general, y luego fui especializándome sin dejar de actualizarme».

Tanto que durante el último lustro ha escalado hasta convertirse en referente dentro de la especialidad de obediencia de la mano de su escuela «Mind the Dog», como entrenador de otros equipos pero también compitiendo con su perro Moi!. La travesía hasta aquí lo ha llevado por diferentes países. Uno de los primeros fue Portugal. «Allí entré en contacto con otras filosofías, otras maneras de educar de manera más respetuosa» porque una de las condiciones indispensables en el oficio es el cuidado del animal. «Aprendemos a comunicarnos con ellos, que nos entiendan, pero jamás a través de las mal llamadas correcciones físicas», aclara. Ahora es él quien recorre Europa con sus formaciones: Lituania, Holanda, Austria, Francia o España. Incluso han trabajado en Japón.

Gonzalo Figueroa y el perro Moi!

Gonzalo Figueroa y el perro Moi! / Cedida

Entrenar a un campeón

Cuando Figueroa insiste en que trabajan como deportistas de alto rendimiento es porque así afrontan los entrenamientos y competiciones. Según la disciplina, existen razas de can con mayores aptitudes, «para la obediencia destaca el border collie, en otros deportes que incluyen pruebas por ejemplo de mordida deportiva, son más propicios los pastor alemán», explica.

Gonzalo Figueroa en la final del Mundial de obediencia en el 2024.

Gonzalo Figueroa en la final del Mundial de obediencia en el 2024. / Cedida

Los cachorros pasan 60 días con su madre, hasta el momento del destete natural. Desde los dos meses comienzan ya los entrenamientos. «La primera semana comenzamos a conocernos, que sienta que somos su referente, aquel que los cuida, los alimenta y les da cariño», cuenta el entrenador. Una vez establecida esa relación de confianza, introducen las primeras órdenes sencillas: «ven, no te marches muy lejos -también por tu seguridad-, sentado, quieto… lo que conocemos como obediencia básica». El objetivo es que asocie palabra, acción y recompensa. A medida que avanza el proceso, tal y como apunta Figueroa, «deben entender que no siempre se ofrece la recompensa y que tienen que reaccionar igualmente a la indicación».

El adiestramiento de los canes comienza a los dos meses de vida y compiten hasta los 8 o 10 años

Es a partir de los dos años cuando debutan en competición, alcanzando su punto de mayor rendimiento deportivo en la madurez, entre los tres o cuatro años. «Compiten como máximo hasta los 10 años. Igual que pasa en las personas, les toca descansar, física y mentalmente. Además, sus condiciones también se resienten», ahonda.

Cuando entran en el circuito de alto nivel, el mundial, que se celebra en julio, organiza su rutina. Desde diciembre se entrena diariamente, una intensidad que se incrementa a partir de mayo.

Gonzalo Figueroa como jefe del equipo italiano de obediencia en el Mundial de 2023.

Gonzalo Figueroa como jefe del equipo italiano de obediencia en el Mundial de 2023. / Cedida

Durante ese tiempo se apoyan en todo tipo de especialistas. «Recurrimos a nutricionistas, se les hacen analíticas, consultamos con fisioterapeutas si es necesario y también trabajamos la preparación mental», enumera.

El equilibrio con el descanso es fundamental, por eso, una vez pasado el torneo, el verano es tiempo de descanso, lo que definen como «recuperación activa». En esas semanas se multiplican los paseos por el campo o la playa y, sobre todo, se reduce la carga mental del perro.

El acompañante del animal completa el binomio ideal. En deportes como el agility debe someterse también a un entrenamiento físico intenso; en el caso de la obediencia, se trabaja más a nivel mental y de conexión con el perro. Es, y nunca mejor dicho, una carrera de fondo.

Figueroa, en una formación en Alemania

Figueroa, en una formación en Alemania / Cedida

En el caso de Gonzalo y su pareja, Valentina Balli -campeona del mundo en 2017 y 2018-, su estilo de vida gira en torno a los perros. Viven en casa con seis de ellos: cuatro que compiten, uno ya retirado y un sexto que siempre ha sido solo de compañía. A esta familia animal se le suman tres gatos y una lora. Disfrutan de ellos como familia y, en paralelo, se preparan para la competición de élite.

«Trabajamos en la escuela hasta las 13:00h y la sesión de tarde la dedicamos a entrenar con nuestros perros», cuentan. No es de extrañar que el amor surgiese, precisamente, de un primer vínculo entre sus profesiones: «El apoyo mutuo es muy importante ante la cantidad de horas que debes dedicar».

Y es que ese es el único camino: el tiempo y la entrega para lograr la conexión animal-humano. Así lo ha hecho Gonzalo, desde aquel niño que veía como Trosqui, el perro de sus abuelos, se transformaba al sentir libre hasta hoy, compitiendo en la cúspide mundial. Si algo ha permanecido con el paso de los años, es su devoción por los animales. 

De perros de cine a la obediencia

A lo largo de 20 años, Gonzalo ha tenido que escuchar decenas de veces aquello de «¿qué truco sabe hacer tu perro?». Sería algo así como, salvando las distancias, preguntarle a Iago Aspas si puede meter un gol.

Aunque la disciplina de obediencia no sea tan visual ni esté tan extendida como, por ejemplo, el agility, requiere de habilidad, concentración y destreza. Lo que se evalúa es que sean capaces de hacer carreras y frenadas de manera inmediata a la orden. También se examina la habilidad para realizar recorridos más largos junto al entrenador con diferentes cambios de velocidad, giros, vueltas o pidiéndole que mantenga una posición mientras la persona continúa la marcha.

Pero sí, Moi! también sabe hacer trucos. «Uno de los que más me gusta es el del oso, se sienta a mi lado y levanta las patas delanteras como imitando la postura de ese animal», apunta. De hecho, entre su amplia experiencia más allá del entrenamiento deportivo, Figueroa trabajó como entrenador de animales para cine y televisión, así que también sabe de ese tipo de habilidades.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents