Mujeres fuera de serie

La emprendedora al rescate

Diana Pereira levantó hace 30 años una de las empresas de asistencia en carretera más pujantes del sur de Galicia. En un sector totalmente masculinizado, la gallega demostró que el liderazgo y el emprendimiento no tienen género y celebra el aniversario con un lema que resume su filosofía vital: «Siempre podemos»

Diana Pereira, en las instalaciones de Asistencias Diana, en Lavadores.

Diana Pereira, en las instalaciones de Asistencias Diana, en Lavadores. / Pablo Hernández Gamarra

Amaia Mauleón

Amaia Mauleón

Comenzó su negocio con una grúa prestada y dos trabajadores y llegó a tener más de sesenta empleados y una de las empresas más pujantes del sur de Galicia en este sector, el de la asistencia en carretera, totalmente masculinizado.

Diana Pereira, CEO de Asistencias Diana, siempre ha tenido como referente el junco, una planta que se dobla ante el viento pero no se rompe y, cuando el viento desaparece, vuelve a su forma original. Pero esa capacidad de aceptar con flexibilidad las adversidades y sobreponerse a ellas también la lleva esta gallega en la sangre. «Nací en una familia humilde en Santa Comba; mi padre era un emprendedor ambulante que iba de feria en feria con su ferretería y mi madre, el motor de una familia con siete hijos que, además de cuidarnos, trabajaba en el campo», describe con orgullo la empresaria.

Diana descubrió su vocación de emprendedora precisamente acompañando de niña a su padre en las ferias. «Era capaz de vender cosas que ni siquiera sabía bien lo que eran», recuerda riendo. Ella era de las hermanas más pequeñas y se sentía «casi invisible» para el resto de la familia, lo que, considera, fue una ventaja ya que «me hizo desarrollar una gran capacidad de observación y esa soledad contribuyó a hacerme dura, fuerte y reactiva».

Sus padres, cuenta la empresaria, querían para sus hijos una vida mejor y más fácil que la suya y «nos insistieron a todos para que estudiáramos una carrera». Diana estudió Puericultura en Santiago y allí conoció a su primer marido –«un mal amor», advierte– se casó y, juntos, se instalaron en Vigo.

Diana (primera por la derecha), de joven, cuando jugaba al fútbol.

Diana (primera por la derecha), de joven, cuando jugaba al fútbol. / FDV

En su nueva ciudad y con solo 22 años, Pereira comenzó montando una guardería en Chapela, trabajo que compaginaba dando clases particulares a adultos que trabajaban en Citroën. «Fue muy satisfactorio, al cabo de los años, encontrarme con algunos de aquellos hombres que llegaron a tener puestos de responsabilidad y me enseñaron que nunca es tarde para aprender», relata. Tras separarse de su marido, Diana se mudó al centro de Vigo y montó una nueva guardería. «Disfruté unos años con aquel trabajo, pero llegó un momento en que me aburrí, ya que siempre he sido bastante ambiciosa», explica.

Tras cursar un máster en dirección de empresas, Diana conoció de manera casual a personas que trabajaban en el ámbito de la asistencia en carretera y enseguida vio que ahí había una oportunidad de negocio. «Era un sector completamente masculino, pero eso no me frenó en absoluto. Claro que tuve que enfrentarme a muchos hombres machistas, y también a mujeres, pero yo soy una líder innata y poco a poco me fui imponiendo», asegura.

«Soy una mujer con resiliencia y empatía que transforma desafíos en oportunidades»

En aquel momento, se contaban con los dedos de una mano las empresas de grúas que había en la zona. «Empecé con mi coche particular, una grúa que prestaron y otra que compré y vino defectuosa, ¡imagínate! Pero soy muy suertuda y me he sabido rodear de gente fantástica: mis trabajadores siempre han sido el valor más grande de mi empresa y, de hecho, muchos siguen conmigo desde el principio, hace ya treinta años», destaca la empresaria.

Diana compaginó la compleja tarea de levantar una empresa con la maternidad. Fue madre de dos hijos –«madre soltera, ya que los padres se desvincularon por completo», advierte– y los sacó ella sola adelante al tiempo que Grúas Diana iba creciendo y haciéndose fuerte en el sector. «Todo mi tiempo estaba centrado en el trabajo y en mis hijos. Salían del colegio y venían a comer a la nave en la que estaba la empresa y por la tarde hacían los deberes; ambos se han criado aquí y a los 12 años ya sabían conducir», relata. Grúas Diana, asegura su CEO, «llegó a copar el 80% del trabajo en la provincia de Pontevedra; fuimos evolucionando con grúas adaptadas a los distintos tipos de vehículos y, sobre todo, nuestro prestigio se basó en el buen trato que siempre hemos dado al cliente», asegura satisfecha.

Diana, con su familia.

Diana, con su familia. / FDV

El mayor bache que vivió la empresa llegó con la crisis nacional que sufrió España a partir de 2008 y, sobre todo, con el parón del Covid. «Nunca pensé en cerrar, eso nunca; mis trabajadores cobraron todos los meses, pero tras la pandemia decidimos reducir nuestra zona de actividad a Vigo y Porriño», indica.

Sus hijos, Antonio y Andrea, estudiaron Administración de Empresas y Bellas Artes, respectivamente, y en estos momentos ambos están al cargo de la empresa familiar. «Yo dejé de trabajar hace un año, pero nunca me he desvinculado del todo porque si lo hiciera moriría una parte de mí: sigo viniendo a reuniones mensuales y estando muy pendiente», advierte Diana. También su nieto mayor, Samuel, se ha involucrado ya en la empresa al tiempo que continúa sus estudios. «Tengo una relación muy cómplice con mis tres nietos: Samuel, Ismael y el pequeño Álvaro», dice Diana con una gran sonrisa.

Diana, con sus nietos.

Diana, con sus nietos. / FDV

Este año, Grúas Diana cumple nada menos que 30 primaveras y lo hace con un lema que resume bien la filosofía de su creadora, tanto en su vida profesional como en la personal: «Siempre podemos». «Nunca hemos dejado a nadie atrás, lo único que nos ha hecho decir a un cliente ‘no’ es su mala educación: la falta de respeto a mis trabajadores no la tolero de ninguna manera y, lamentablemente, en los últimos años notamos que la falta de empatía ha ido creciendo», lamenta Pereira.

Tras muchos años de trabajo intenso y de superar tres cánceres, Diana dispone ahora de más tiempo libre y asegura que, frente a esa cara de esfuerzo y sacrificio, también es «muy canalla y disfrutona». Lo pasa muy bien saliendo con sus amigos, cambiando de aires en su casa de Las Palmas, cuidando de su huerto y sus gallinas, leyendo libros de todo tipo y escribiendo poesía. «Siempre me gustó sentirme libre y vivir con mis propias normas y eso es algo que he transmitido a mis hijos: sed libres de pensamiento, no dejéis que nadie os maneje por la fuerza, pero siempre con respeto y sin hacer daño», concluye con esa mirada brava. 

Las pioneras: Luella Bates, la primera mujer transportista

Luella Bates.

Luella Bates. / FDV

Elinor OstrLuella Bates (Wisconsin, 1897-1985) fue posiblemente la primera mujer transportista a principios del siglo XX. Con la Primera Guerra Mundial, muchos hombres se vieron obligados a dejar sus puestos de trabajo, que fueron cubiertos por mujeres. Bates fue una de las seis primeras mujeres contratadas como conductora de pruebas para la Four Wheel Drive Auto Company en Clintsville, Wisconsin, y siguió trabajando allí una vez acabada la guerra, cuando las otras ciento cincuenta mujeres que habían sido contratadas volvieron a sus labores como amas de casa.

Luella se convirtió en la primera camionera con licencia en Wisconsin y desarrollaba su trabajo con entusiasmo.

Realizó tres viajes transcontinentales por Estados Unidos soportando condiciones climatológicas muy duras y demostró no solo su capacidad de conducción, sino también su amplio conocimiento en los aspectos mecánicos de los vehículos.

Luella quería demostrar que los camiones FWD eran fáciles de conducir y que las mujeres podían hacerlo tan bien como los hombres.

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