Gallegos a la vanguardia
«Veo un cambio esperanzador en la ciencia en España»
El vigués Rubén González Miguélez estudia la evolución de los virus y sus interacciones en el prestigioso Instituto Pasteur de París

El investigador vigués Rubén González, en la terraza del Edificio François Jacob del Instituto Pasteur, en París.
Ni siquiera alcanzan un centímetro de envergadura pero pueden ayudar a los científicos a comprender, entre otras cosas, cómo se desarrollan ciertas enfermedades para trasladar después este conocimiento al ser humano. Rubén González Miguélez (Vigo, 1993) empezó utilizando los virus de plantas como modelo, después se centró en un pequeño nematodo para estudiar infecciones y su evolución y ahora, desde el prestigioso Instituto Pasteur de París, analiza el microbioma de la mosca de la fruta para descubrir cómo los virus afectan al envejecimiento.
«Son organismos ideales porque han conservado mecanismos similares a los del ser humano y, en este caso, nos resultan muy útiles porque solo viven uno o dos meses y puedes estudiar todo el proceso en un corto periodo de tiempo. Estudiamos el microbioma e intentamos ver cómo las infecciones virales impactan en el envejecimiento. Estamos a punto de publicar unos resultados muy interesantes», avanza.
Rubén, que estudió Biología en la Universidad de Vigo, recuerda cómo el profesor Emilio Rolán le despertó el interés por la investigación y los estudios sobre evolución. Después se trasladó a la Politécnica de Valencia, donde realizó una tesis sobre la dinámica de virus y su adaptación a la planta huésped bajo la dirección de Santiago Elena, al que define como «un segundo padre».
En 2021 consiguió una beca postdoctoral de la Organización Europea de Biología Molecular (EMBO) y se trasladó al Instituto de Biología (IBENS) de l’École Normale Supérieure de París. Y allí, en el laboratorio de Marie-Anne Félix, sentó las bases del Caenorhabditis elegans, un nematodo de apenas un milímetro, como modelo para investigar las infecciones y evoluciones virales.
Ya se había «enamorado» de este gusano en una estancia anterior en el mismo centro durante su doctorado y, al volver a Valencia, llevó a cabo un proyecto junto al profesor Elena financiado por la Agencia Espacial Europa (ESA) para estudiar su respuesta a la ausencia de gravedad.
En su segunda etapa en el IBENS se enfocó en el microbioma del nematodo. Fue una experiencia «muy enriquecedora» durante la que su mentora le ayudó a «madurar como científico» y, al acabar, consiguió una de las cotizadas becas del Instituto Pasteur, que suma diez Premios Nobel y muchos logros en enfermedades infecciosas como el haber aislado por primera vez el VIH.
«Después de l’École Normale, el siguiente paso solo puede ser el Pasteur. Me siento privilegiado de estar en un centro puntero, muy internacional y en el que hay un gran estímulo intelectual. Y en un laboratorio donde, además de calidad científica, hay mucha calidad humana. En esta clase de investigación es importante ser creativo y la creatividad requiere felicidad», destaca.
En el grupo dirigido por Carla Saleh ha vuelto a cambiar de modelo, esta vez, a la mosca de la fruta (Drosophila melanogaster), que además de tener la ventaja de su corta longevidad permite hacer estudios en vivo con muchos organismos para obtener resultados más robustos. Y todo este trabajo en el laboratorio se complementa con técnicas moleculares y bioinformática. «En la biología contemporánea también se escribe mucho código y siempre tienes que estar actualizado para mantenerte en la frontera», apunta.
Rubén apenas lleva un año en el laboratorio pero ha sido «muy productivo» y tiene varios artículos a la espera de ser publicados. El del envejecimiento lo está acabando en Toronto, donde se encuentra desde mediados de enero junto a su pareja, Anamarija Butkovic, de origen croata e investigadora del Pasteur, que está realizando una estancia en la universidad.

Rubén y su mujer, Anamarija Butkovic, en Toronto. / FDV
Los dos están contentos en París –«Una ciudad intensa pero que, cuando le coges el punto, se disfruta mucho», describe– y agradecen la acogida y las «buenas condiciones laborales» que les ha brindado Francia. Pero ya están dando pasos para poder regresar.
«Queda mucho camino por recorrer, pero veo un cambio esperanzador en la ciencia en España y en Galicia. Mi mujer está preparando la solicitud de una Ramón y Cajal por segunda vez y yo empezaré este año el proceso para pedir una beca del ERC (European Research Council) e intentar volver a Vigo. Sería estupendo que pudiésemos acabar los dos en mi ciudad e incorporar nuevos modelos y aproximaciones a los virus en Galicia. Mi mentora, Carla Saleh, es maravillosa, quiere que sus investigadores tengan sus propios laboratorios y me apoya mucho para ser independiente y volver», reconoce Rubén.

Rubén y sus compañeros del grupo de investigación liderado por Carla Saleh en el Instituto Pasteur / FDV
Admite que su «idea inicial» era quedarse en Francia, pero en sus últimas visitas a Galicia ha podido conocer el programa Oportunius de la Xunta y coincidir con investigadores del Cinbio, «un centro joven, con mucho futuro y oportunidades para crecer». «Y además noto que la gente valora más la ciencia y esto es una motivación para regresar. Mi padre tiene un bar y yo siempre he leído el FARO, y me hace muy feliz ver el interés creciente por este tipo de noticias», añade.
El agradecimiento es otro de los loables sentimientos que comparte con muchos expatriados: «Obviamente, las condiciones y el poder adquisitivo siempre serán mejores fuera, pero yo he podido ser el primer doctor de mi familia gracias a la educación pública y me gustaría volver para contribuir al sistema». Siendo vigués, el Celta tampoco podía faltar en la ecuación: «Quiero escuchar el himno en el estadio terminado».
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