Los otros Goya en manos gallegas
Los hermanos Flora y Manuel Iglesias, de Lesmes Fotógrafos, se alzaron con dos galardones que concede la Asociación de Fotógrafos Profesionales de Aragón, en las categorías de boda y postboda, respectivamente

Los hermanos Manuel y Flora Iglesias Vázquez con sus Goya. / Lesmes Fotógrafos
Aunque los más conocidos son los que concede la Academia de Cine, en España hay otros premios Goya más antiguos, los que otorga la Asociación de Fotógrafos Profesionales de Aragón desde 1983 cada dos años para distinguir las mejores obras fotográficas. La gala de la XXI edición de este certamen se celebró en Zaragoza el pasado sábado 2 de febrero y dos de las seis estatuillas recayeron en manos gallegas, en las de los hermanos ribeirenses Flora y Manuel Iglesias Vázquez, integrantes de la tercera generación de un estudio familiar, Lesmes Fotógrafos, fundado por su abuelo hace setenta años.
La primera en recoger su galardón, en la categoría de fotografías de boda, fue Flora. «Cuando escuché su nombre, dije: «Enhorabuena, hermana, trabajo hecho, ya tenemos el Goya», comenta Manuel Iglesias. Dos entregas después el nombre que anunciaban desde el micrófono era el de él, en la categoría postboda: «Fue algo inédito que no creo que se vuelva a repetir: dos hermanos que trabajan en la misma empresa familiar y que obtienen dos Goyas en el mismo año», manifiesta Manuel.
La imagen por la que Flora ganó el premio muestra a una novia acompañada del padrino y el cortejo de niños antes de entrar en la ceremonia. Ella deja caer la cabeza hacia su padre en ese momento de emoción mientras la luz entra por la ventana de la sala en el Concello de Santiago donde se va a celebrar la boda. El encuadre, la composición y el lugar hacen el resto para dar un subidón de arte a la obra. «Por mucho que quieras preparar una foto así, no te sale; es algo que se produce en el momento; cada novio te da algo diferente, y Elena (la novia de la foto) da ese toque de sensualidad y romanticismo», explica Flora Iglesias. «Acabábamos de llegar a la planta superior después de subir unas cuarenta escaleras y le dije a la novia: ‘Te paras aquí, respiras, y me das cinco segundos para que yo coja aire’. Y salió», recuerda.

Goya a la mejor fotografía de boda. / Lesmes Fotógrafos
Era la primera vez que esta fotógrafa se presentaba a un certamen de estas características, y lo hizo en cierto modo, alentada por su hermano. «Quizás sea poco competitiva, me puede la presión del trabajo del día a día y siempre me veo agobiada para escoger una obra y presentarla a un concurso», comenta.
De camino a Zaragoza pensaba que estar seleccionada entre las diez finalistas de un certamen al que se presentaron más de seiscientas obras era ya todo un logro. Por eso cuando oyó su nombre se quedó paralizada. «Es un reconocimiento al esfuerzo que realizamos todos los días, una recompensa a un trabajo en el que lo das todo y sacrificas mucho de tu vida personal al no poder estar con tus hijos o con tu pareja; de salir de casa un sábado a las seis de la mañana a hacer fotos de boda en Ourense, A Coruña, Lugo o hacia León y no volver hasta las tres de la madrugada, dormir y tener que estar el domingo a las diez en la iglesia para una comunión», relata. «Creo que mi padre me transmitió esa visión de la fotografía de meterte dentro de una boda y vivirla con pasión», añade.
Para su hermano Manuel, el Goya no es su primer reconocimiento, pues ya atesora varios premios a nivel internacional, pero sí uno de los más importantes y el que hasta ahora se le había resistido (en una convocatoria anterior quedó entre los diez finalistas). «Este premio tiene dos características que lo hacen diferente y más complicado: es cada dos años y tienes que presentar una foto que no hayas mostrado en ningún otro certamen ni concurso, algo que es difícil, porque cuando tienes una foto potente no sueles dejarla esperando dos años», explica.

Mejor fotografía de postboda. / Lesmes fotógrafos
Su obra, premiada en la categoría de postboda, muestra a una pareja de novios en el asiento trasero de un coche, a punto de besarse envueltos en el velo del traje de ella. «La lectura es que los dos de la pareja van juntos remando en la misma dirección, algo que indican las líneas de la carretera, dentro de un mismo núcleo, unidos en la especie de bolsa o burbuja que hace el velo», explica Manuel. La imagen tiene un poco de movimiento, justificado, porque la pareja va en coche, que transmite el dinamismo del momento y realidad. «No hay en ella nada previo ni preparado, no sabía que iba a vivir ese momento exacto; me monté en el coche, en el asiento del copiloto, de pie, y fue ver las líneas de la carretera y la composición. Al tener el ojo entrenado ves la foto en décimas de segundo», comenta. «Es raro que una foto de postboda sea vertical, en ella salgan dos personas y no sobre ni falte nada en el encuadre», añade.
Para este fotógrafo, ganar el Goya es una satisfacción personal y un modo de conseguir más trabajos, si bien «lo importante, más que ganar, es que todos los años sigues estando ahí, entre los finalistas, y eso significa que estás haciendo bien tu trabajo y disfrutando de la profesión».
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