Lee Miller, entre la guerra y el glamour
Cuando era modelo, llegó a ser calificada como “la mujer más bella del mundo”, pero decidió abandonar el posado y se convirtió en una de las grandes fotógrafas del siglo XX. La Galería FotoNostrum de Barcelona expone una selección de sus obras

Lee Miller, en la bañera de Hitler (1945) / David Sherman
Gracias a un inesperado hallazgo de su hijo Antony Penrose, más de 40.000 negativos de la fotógrafa Lee Miller, escondidos en cajas de cartón, fueron rescatados del ático de una finca familiar donde estaban olvidados, en el pueblecito inglés de Chiddingly, en el condado de Sussex. Allí se había retirado con su último marido, Roland Penrose.
Nacida en 1907 en una granja de Poughkeepsie, en el estado de Nueva York, Lee Miller tuvo una infancia difícil, después de ser violada a los 7 años por un amigo de la familia. Su padre, un fotógrafo aficionado que presumía de progresista, la retrataba desnuda para, según él, aliviarla del trauma. Lo hizo hasta que cumplió veinte años.
Condé Nast, el editor de la revista Vogue, salvó milagrosamente a Lee Miller de ser atropellada por un coche en una calle de Manhattan. En ese mismo momento quedó seducido por su deslumbrante belleza y le propuso ser modelo para las portadas de sus revistas. Se convirtió en una de las flappers de los años veinte y alguien la bautizó como “la mujer más bella del siglo”. Abandonó su profesión de modelo tras el escándalo desatado en 1928 por una fotografía de Edward Steichen en la que anunciaba tampones (la menstruación femenina era entonces un tabú social en los Estados Unidos). Al año siguiente se fue a París, convivió con la bohemia dorada de Montparnasse y se convirtió en musa y amante del fotógrafo Man Ray y se hizo amiga de Picasso y de su círculo: Dora Maar, Max Ernst, Paul Éluard… Jean Cocteau la convirtió en la estatua viviente de su obra “La sangre de un poeta”. Picasso la pintó seis veces. En su retrato más conocido la pone con una sonrisa burlona, los pechos descubiertos y un ojo en lugar de vagina. El surrealismo sedujo a Lee Miller desde que comenzó a hacer fotografías y en todas ellas, incluso en las que hizo durante la guerra, estaba la estética de aquel movimiento de vanguardia.
En 1932 Lee Miller regresó a Nueva York e instaló un estudio propio en la ciudad y dos años después se casó con un magnate egipcio, el príncipe Aziz Eloui Bey, con quien vivió en El Cairo cinco años. En el oasis egipcio de Siwa hizo en 1937 las fotografías de “Portrait of space”. En unas vacaciones en la Costa Azul conoció y se hizo amante del escritor y crítico de arte Roland Penrose, también del círculo surrealista.
Durante la Segunda Guerra Mundial consiguió que la revista Vogue, para la que había posado tantas veces, la contratara como fotoperiodista de su edición inglesa. Vestida con un uniforme que se hizo entallar en una sastrería de Saville Row, hizo fotografías entre mórbidas y fantasmáticas de los refugios subterráneos de Londres y de los trabajos de las mujeres inglesas durante la guerra. Con ellas publicó en 1940 “Grim Glory: Pictures of Britain Under Fire”. Durante 18 meses, con otro de sus amantes, el fotógrafo de Time y Life David Scherman, se empotró en el ejército estadounidense. Desembarcó en las playas de Omaha y fue la única periodista que estuvo en el sitio de Saint Malo para cubrir la última batalla de la resistencia en esta ciudad amurallada. Le censuraron las fotos que hizo allí porque los americanos habían utilizado por primera vez napalm, y la arrestaron por entrar en la zona de combate sin estar acreditada. Luego fue a Luxemburgo y Alsacia y fotografió la ciudad de Salzburgo destruida por los bombardeos. Retrató soldados muertos, fusilamientos, mujeres rapadas castigadas por colaborar con los nazis y cadáveres apilados en los campos de concentración y exterminio de Dachau y Buchenwald. Sus fotografías se aportaron como testimonio en los juicios a criminales nazis. Con ellas se ganó el aprecio del general Eisenhower. Entró con los aliados en París el 25 de agosto de 1944, y lo primero que hizo fue visitar a Picasso en su estudio de la Rue des Grands-Augustins. Aquel mismo día fue al apartamento de Paul Éluard, que se asustó al ver un uniforme de soldado aparecer en el umbral de la puerta. Éluard había cambiado siete veces de domicilio escapando de la Gestapo. Durante aquel mes de agosto Lee Miller se alojó en la habitación 412 del hotel Scribe con David Scherman, y allí escribía crónicas de guerra con una máquina Hermès. En aquel establecimiento también se alojaban Robert Capa y el editor de Life, John Morris, que en sus memorias dejó por escrito su fascinación tanto por la personalidad y la belleza de Lee Miller como por “su facilidad para cambiar de cama”. Recién llegada de Dachau se retrató en Munich en la bañera del piso de Adolph Hitler en el número 27 de Prinzenregentplatz y se acostó en la cama de Eva Braun. Fue el 30 de abril de 1945, el mismo día que Hitler se suicidaba en su búnker de Berlín.
Lee Miller fue también una excelente retratista, género que siguió practicando hasta que se retiró de la fotografía: Jean Cocteau, Marlene Dietrich, Mary Taylor, Paul Delvaux, Magritte, Miró, Picasso… Uno de sus últimos trabajos fue una serie dedicada a Tàpies en su estudio de Barcelona. Buena parte de la obra de Lee Miller se recoge en “Wrens in Camera” (1945).
Ayudó a su marido Roland Penrose a escribir las biografías de Picasso, Man Ray, Tàpies y Miró (con cuyo matrimonio les unía una gran amistad). En su retiro de Sussex divulgaba recetas de cocina que había aprendido en los cursos de la escuela Cordon Bleu de París: hay una famosa fotografía del matrimonio tomada por Cecil Beaton en la cocina preparando una tarta. Afectada por todo lo que había visto, en sus últimos años sucumbió a la depresión y el alcoholismo. Decía que nunca había podido olvidar el olor de Dachau. El hijo que tuvo con Penrose escribió su biografía, “The Lives of Lee Miller”, que fue novelada por Whitney Scharer en “La edad de la luz”, publicada en España por Salamandra. Kate Winslet la interpretó en una película reciente de Ellan Kuras.
Lee Miller murió de cáncer en 1977, casi olvidada. Cuando su hijo ofreció al MoMA los negativos encontrados, le respondieron que no tenían interés por ellos. Entonces, para los responsables del museo Lee Miller sólo era una nota a pie de página en la biografía de Man Ray. Hoy está reconocida como una de las grandes fotógrafas del siglo XX.
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