«Hiela el corazón ver a la derecha española convertida en ultraderecha»
«Me alarman esos jóvenes que no han vivido el pasado, idealizando el franquismo y cantando el “Cara al sol”; por eso es necesaria la Ley de la Memoria Histórica, la Igualdad y los Derechos Humanos»

Carlos Núñez, sonriente en la viguesa Praza de Compostela / Marta G. Brea
Cuando el músico vigués Carlos Núñez iniciaba su rutilante trayectoria artística, en Vigo se le identificaba como «el hijo de Carlos Núñez (Ourense, 1941)». Pasados los años, sucede al revés, y ha debido ser ese irónico giro del destino el que convenció a nuestro hombre para aceptar la sugerencia del periodista Perfecto Conde, su entrevistador, y titular “O comunista que non foi gaiteiro” el «libro de conversas» que esta semana ha llegado a las librerías editado por Galaxia, cuyo protagonista, habitual articulista de FARO DE VIGO, figura en la memoria de mucha gente, y en algunos libros de Historia, como un esforzado militante comunista que tuvo gran relevancia en los acontecimientos de la huelga general viguesa de 1972, pero cuya biografía va mucho más allá: desde las torturas del franquismo, el exilio en París y Moscú o la fundación del Partido Comunista de Galicia, hasta sus innovaciones municipalistas durante la legislatura que se inició en 1979.
—¿Qué le influyó más a la hora de declararse comunista: las lecturas o la realidad social de lo que veía a su alrededor?
—La influencia de la educación de mi familia –de mi padre en particular– y también el ejemplo y dignidad de sus compañeros republicanos condenados.
—¿Recuerda el día en que se afilió al partido, a los 16 años de edad?
—A veces tengo la impresión de haber ingresado en el Partido Comunista nada más haber salido del vientre de mi madre, María.
—Su compañero en el PCE, ya fallecido, el también vigués Enrique Curiel solía puntualizar: “Yo soy un comunista español, de los que lucharon por la libertad”. ¿Suscribe la frase?
—Los comunistas españoles siempre hemos defendido las libertades políticas: en la Segunda República frente a la sublevación franquista, bajo la dictadura en la lucha por la democracia y hoy bajo los términos contemplados en la Constitución de 1978. Los comunistas tenemos cicatrices de lucha social y política, porque hemos sido y somos los principales adversarios del totalitarismo en España.
—¿Con qué argumentos le convencieron para hacer este libro?
—Xesús Alonso Montero, autor del prólogo, me animó a expresar en este libro la comunicación y el buen tono del mensaje con el que hemos defendido las libertades bajo la dictadura.
—Se lo he preguntado porque usted siempre ha querido ser discreto en lo que respecta a su trayectoria política, poco amigo de contar “batallitas” en la prensa.
—Cierto, pero es que en este libro no busco protagonismo por las represalias recibidas debido a mi militancia y responsabilidades orgánicas en el Partido Comunista. En mis respuestas a Perfecto Conde, advierto sobre la peligrosidad histórica que representa el olvido de aquel mundo de violencia, detenciones, torturas y falta de libertades del franquismo. Existe una política deliberada del olvido de la verdad histórica, del olvido de quienes defendieron duramente las libertades para poder amanecer en la nueva España constitucional.
—¿Se siente alarmado por el alza de la ultraderecha en Europa… y en España?
—Como escribe Alonso Montero en el prólogo, yo conozco el fascismo bajo el franquismo, y en estos momentos en los que la ultraderecha mundial toma auge, aparece efectivamente de nuevo el aura fascista en los entresijos de la sociedad española, un aura que añora no sólo el cambio de Gobierno sino la argentinización de los derechos y la supresión de libertades con motosierra. Nos dicen que olvidemos el pasado con la moda del silencio, pero con intenciones de retorno. Sin embargo, el silencio no puede seguir envolviendo las verdades de cómo Auschwitz fue liberada, junto con la obligación de revitalizar nuestra memoria histórica para no repetirla.

Carlos Núñez, caminando por la viguesa Praza de Compostela / Marta G. Brea
—Y lo preocupante estriba en que haya muchos jóvenes que, de repente, se han vuelto “nostálgicos” del franquismo.
—Pues sí, eso sí que es alarmante porque esos jóvenes que no han vivido el pasado, idealizan el franquismo y cantan el “Cara al sol” exaltando la figura del dictador; por eso es necesaria la Ley de la Memoria Histórica, la Igualdad y los Derechos Humanos. Personalmente he sufrido siete detenciones con tres de tortura e inyección, a la vez que pasado por las cárceles de Vigo, A Coruña, Zamora y tres años en el penal de Palencia, así como el exilio europeo. Por eso digo que la peligrosidad de involución hacia el neofascismo no se puede olvidar, para que no vuelva, a pesar de la ofensiva ultra contra la memoria histórica del franquismo.
—¿En cuál de sus encarcelamientos lo pasó peor o incluso llegó a pensar a pensar que le iban a ejecutar?
-Nunca he pensado en la ejecución –excepto en sus intenciones, cuando se publicó la lista de los dirigentes «peligrosos» tras el 23F–. Pero el penal de Palencia era duro, muy duro. Allí estuve mucho tiempo, casualmente en la celda 23, la misma en la que había estado el poeta Miguel Hernández.
—También estuvo preso en la antigua cárcel de Vigo, actual MARCO. ¿Fue Vigo una ciudad especialmente objeto de la represión?
—La policía político-social de Vigo, como la del resto del país, fue uno de los instrumentos más feroces de la dictadura. Un instrumento inquisitorial que, además, participaba en tareas de inteligencia y operaciones psicológicas para utilizar a determinados activistas de la ultraizquierda, junto con paramilitares neonazis, en operaciones terroristas en puntos de España, Vigo incluído, obviamente. Hechos y nombres son conocidos.

Historia de la cárcel de Vigo: así vivían (y viven) nuestros reclusos /
—Ha citado antes el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981. Visto con la distancia suficiente y obviando el miedo: ¿aquello no valió, entre otras cosas, para fortalecer a la democracia española?
—A mí ese episodio me pilló en mi etapa de concejal, y a fe que el comportamiento de la corporación municipal viguesa, al completo, fue ejemplar, de auténtica grandeza unitaria: nos encerramos todos en la Alcaldía y, tras el llamamiento a todo el país transmitido por emisoras nacionales, salimos a la calle a defender las libertades democráticas y la Constitución. Me dirán que estas palabras ya son viejas y que es necesario olvidar; pero lo cierto es que el 23-F actuó como un revulsivo, como una vacuna contra el golpe de Estado como el de Franco, y como punto final a las intervenciones de los militares en la política española. La sociedad española y su clase política supieron resolver uno de los problemas del país para asentar la democracia.
—Ahora que ya han transcurrido los suficientes años, creo que es hora de que nos cuente qué es lo que, básicamente, hacía usted en la clandestinidad.
—En mi exilio europeo tuve cometidos de inteligencia sobre indagación y comunicación encriptada, fundamentalmente de temas relacionados con la cartografía. Eran los tiempos de la Guerra Fría y una de mis misiones era diseñar y encriptar comunicación a través de códigos cifrados, como el VIC monoalfabético. Y así fue como llegué a formar parte de una gran cadena de inteligencia para ayudar a resolver enigmas desde Praga o París y desde otros lugares del Norte al Sur europeo.

Carlos Núñez, leyendo en un banco de la viguesa Praza de Compostela / Marta G. Brea
—Lo que cuenta parece propio de una película de espías. Por aquel entonces aún no existía Internet…
—Evidentemente. Estos servicios, como es lógico, cambiaron en la actualidad, porque la captación y transmisión son muy diferentes; la inteligencia actual opera con nuevos ecosistemas y abundancia de datos, aunque también menos peligrosos y de mayor impunidad legal. Hoy la tecnología artificial sustituye a la grandeza de la conciencia; nunca como hoy la verdad o la realidad han estado al borde de la mentira política o la evidencia científica.
—¿Cómo era la vida de una familia con un padre en la clandestinidad, como fue su caso?
—La memoria familiar desde la clandestinidad, en la prisión o exilio es de supervivencia humana y cultural. De esa época el recuerdo personal más amargo que tengo es el del intento de rapto de mi hija Helena.
—También mantenía usted una estrecha relación con las células clandestinas de Comisiones Obreras, desde las que se gestó la huelga general de 1972.
—La huelga general de 1972 en Vigo fue un hito en la historia del movimiento obrero europeo en plena dureza del franquismo, dirigido fundamentalmente, como usted dice, por el nuevo sindicato Comisións Obreiras, reconocido en los medios europeos por su contundencia y amplitud. Aquella movilización fue una expresión sociopolítica por las libertades democráticas y la readmisión de los despedidos.
—¿Por qué causas cabría hacer ahora una huelga general?
—Por el derecho a la vivienda, por la conquista de la habitabilidad urbana, por la defensa de los valores y los servicios públicos…
—Pudo usted aspirar a un puesto alto en las listas del PCE en las primeras elecciones al Parlamento durante la transición, pero ¿por qué decidió formar parte de la lista municipal en 1979?
—La década de los 80 era de gran importancia a nivel municipal por el desarrollo local y metropolitano. Significaba el trabajo más cercano a la comunidad para resolver los problemas más urgentes. Había que salir del erial de la especulación, la incultura social; era el fin del franquismo municipal. Si le soy sincero, yo colocaría este libro precisamente en el preámbulo de un estudio político y municipalista tras la dictadura, para mostrarnos aquellos movimientos sociales urbanos como un impulso hacia el actual escenario del Vigo metropolitano y como una de las realidades urbanas más cambiantes de nuestro país: por el tipo de aglomeración social y urbana, por la consolidación de nuevas industrias y mercados laborales, así como por la internacionalización productiva e incluso por la configuración del paisaje.
—¿Qué le dice la palabra eurocomunista? El término con el que el Enrico Berlinguer, secretario general del Partido Comunista de Italia, definió una nueva etapa en los partidos comunistas de Europa occidental?
—El eurocomunismo significaba la democratización de una sociedad capitalista avanzada y ejerció gran influencia en los posteriores avances unitarios hacia las democracias progresistas. Bien quisiéramos hoy, desde las izquierdas, tener en Europa una concepción del socialismo como fuente de emancipación moral y liberación cultural, no solo de progreso y bienestar material, ante los muros de la ultraderecha.

Carlos Núñez, sentado en un banco de la Alameda viguesa / Marta G. Brea
—Uno de los tics de la derecha y la ultraderecha es identificar comunismo y socialismo con los regímenes de la exURSS, Cuba, Venezuela, Nicaragua... ¿Cómo se contrarresta este argumento?
—La ultraderecha ya sobrepasó los límites de la derecha de convivencia, demonizando a los comunistas, socialistas y demócratas en general, para encerrarse en el bunker del ideario fascista utilizando el olvido histórico, el miedo y la mentira mediática. Aunque a veces, hiela el corazón ver a la derecha española convertida en ultraderecha.
—¿El PCE debería presentarse con sus siglas, tal cual, en unas próximas elecciones?
—Lo importante son las ideas, los programas de futuro, como diría Julio Anguita. Siempre he defendido la adaptación del Partido Comunista y de Izquierda Unida a los nuevos retos de la amplia sociedad, al igual que los demás partidos de izquierda.
—¿Dónde estaba usted el 19 de noviembre de 1975?
—Cuando murió Franco en la cama, yo estaba comprometido con mi actividad política en el exilio europeo.
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