Entrevista | Carlos Fernández Collado Presidente de la Asociación Iberoamericana de la Comunicación

«Las redes sociales están arruinando la conversación»

«Hay que defender a México de esta globalización que había convertido el país en una máquina terrible de hacer pobres; tengo mucha ilusión con la presidenta Sheinbaum, que va a seguir por el camino de la soberanía»

Carlos Fernández Collado.

Carlos Fernández Collado. / E.L.

Eduardo Lagar

Carlos Fernández Collado, nacido en México en 1953, es el presidente de Asicom, la Asociación Iberoamericana de la Comunicación. Ya está jubilado de una larga y prestigiosa carrera académica en su país, donde alcanzó un notable reconocimiento en el ámbito de la comunicación. Es licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Anáhuac y Maestro en Comunicación y Doctor en Sociología por la Michigan State University. Durante una década, entre 1997 y 2007, fue rector de la Universidad de Celaya, en Guanajuato, México.

–¿En qué época emigraron sus padres a México y por qué?

–Mi padre, Telesforo Fernández, se fue con 15 años, quizá un poco menos. Él ya tenía un hermano mayor en San Miguel de Allende, Guanajuato. Emigró alrededor de 1913.

–O sea, mucho antes de la Guerra Civil. Se fue por hambre, digamos.

–Así es. Hay una imagen recurrente que ahora tengo, y que me contaron, sobre la salida de mi padre de Sama de Grado. Al salir del pueblo hay que subir una cuesta. Y me contaban que él iba llorando y se detenía porque no quería marchar. Y la madre, que se llamaba Ramona y que siempre fue su adoración, lo empujaba, le daba ánimos. Esa imagen me ha atormentado un poco en el sentido de que es una salida forzada. Él era de los hermanos pequeños y estaba feliz en el pueblo. Y la madre decía: vete, porque aquí no tienes futuro...

–¿Por qué le atormenta esa imagen?

–En esas emigraciones forzosas uno ve la misma situación que ahora tenemos en México: emigrantes en tránsito a Estados Unidos. Soy muy sensible a ese tema. No es gente que se quiera ir. Es gente que ha tenido que irse. La emigración de mi padre era una emigración legal, muy diferente a la de alguien salvadoreño, por ejemplo, que tiene que emigrar caminando. Corren otros riesgos. En el caso de mi padre, lo recibía un pariente y el país le acogió a bien. Ahora por México transitan haitianos, venezolanos, colombianos, hondureños, salvadoreños, guatemaltecos… uno los ve y no deja de pensar que uno viene de ahí, de la emigración.

–La inmigración en México ahora se está convirtiendo en un auténtico problema.

–Sí, es un tema muy delicado. Poca gente se queda. Claro, buscan el sueño americano, ir a Estados Unidos, cruzar. Pero cada vez está más difícil poder hacerlo, entonces se asientan sobre todo en la zona fronteriza.

–¿A usted le marcó la experiencia de la emigración, de ser hijo de españoles?

–Lo tuve siempre presente. Esta colonia española que existe en México es una especie de reducto. Yo me di cuenta de que era diferente ya en la escuela. Lo que yo comía en casa no era lo que todo el mundo comía. Me di cuenta hasta por lo que hablábamos en clase. Nosotros éramos un poco duros para un país suave y de formas muy correctas en el sentido de no usar palabras fuertes, ni tonos fuertes. En casa se hablaba fuerte y directo, al punto. Y México es un país con mucho cuidado con las palabras, con los tonos, con la actitud. Uno tiene que ir aprendiendo a usar las palabras con mucha precisión para que no ofendan, para que realmente logre uno lo que puede lograr, cuidar las formas, proteger un poco el «yo» del interlocutor para que no se sienta agredido. Cuando empezaron estos exámenes de ADN, muchos amigos fueron a hacérselos y se sentían muy orgullosos de que les saliera un 98% español. Nunca me los hice porque sabía que también me iba salir el ADN un 98% español. Lo que no iba a salir es yo era mexicano, que yo soy un mexicano de origen español. Me decían: ¿por qué no te lo has hecho? Pues porque no va a salir lo que soy, les respondía.

–¿Y cómo es esa dualidad?

–Recuerdo que participé en una mesa con Sartori, el pensador italiano. Yo estaba muy contento porque me acaban de dar mi pasaporte de España, muy feliz. Finalmente había sorteado todos los papeles y había obtenido la documentación. Y le dije a Sartori: yo soy europeo. Me contestó Sartori: no, no eres europeo, tú tienes un pasaporte europeo, pero no eres europeo, tú eres americano. Y se me quedó muy grabado porque es verdad. Yo no soy europeo. Soy español, me siento español. Pero yo soy mexicano.

–¿Y qué es ser mexicano?

–Ser mexicano es estar en un país que habla diferente, que piensa diferente, que se relaciona diferente. Y entender que tú tienes que vivir en ese país. Y que tienes el otro componente, el español, porque lo viviste también en casa. Pero que con ese componente que tú viviste en casa, sobrevives al México. A mí me llamó muchísimo la atención una entrevista que leí de Paco Ignacio Taibo II. No sé ni siquiera si la voy a citar correctamente, pero él decía que cuando llegó a México le decían «Marisol». Probablemente porque era el único rubito de la clase y porque, de aquella, Marisol estaba de moda. Entonces eso siempre me daba mucha risa porque refleja muy bien cómo lo veían los demás. Y, sin embargo, con el paso de tiempo, Paco ha sido fundamental en la transformación de México. Ha impulsado el cambio, la cuarta transformación, con mucha pasión y mucho interés. Y tiene las dos identidades en equilibrio. Y se puede vivir muy bien así.

«Lo que veo en México es que los negocios de las empresas españolas están yendo muy bien»

–Usted lleva bien esa convivencia, pero la presidenta de su país ahora mismo no lleva muy bien el legado español. ¿Qué está pasando?

–Lo que veo en México es que los negocios de las empresas españolas están yendo muy bien. La cultura camina, los lazos se extienden. La vida sigue. La opinión de los mexicanos sobre los españoles es buena. En general, yo creo que esas cosas suceden a otro nivel. Ahora nosotros en Asicom acabamos de premiar a la Feria del Libro de Guadalajara, que este año tiene como invitado de honor a España. El ministro de Cultura de España le ha puesto el nombre a la exposición que organizarán «Camino de ida y Vuelta». Y yo creo que ahí va a haber una oportunidad para hablar de memoria y cultura, para hablar de historia. Creo que es importante historiografiar siempre, recontextualizar siempre. Y lo estamos haciendo. Es decir, revisar la conquista una y otra vez. Eso le hace bien a México.

–¿Y usted qué visión tiene de ese proceso?

–La conquista a mí nunca me ha causado ningún tipo de problema. Pero sí sé que constantemente se está revalorizando y recontextualizando y historiografiando. Creo que eso nos hace bien porque los contextos van cambiando. Y no hay más que ver más la cantidad de libros que se publican en España y en México sobre el tema, que está vivo.

¿Hay que pedir perdón?

–Bueno, pues siempre uno pide perdón. Yo recuerdo que, muy joven, llegó una persona muy humilde y seguramente yo no la traté bien. Y mi padre dijo: va si le pides perdón. Y fui y le pedí perdón. Todos pedimos perdón. En algo habrá, digo, que pedir perdón. Siempre los imperios hacen alguna cosa con la que se pueda pedir perdón. Y yo creo que todavía el tema está ahí, irresuelto en España y irresuelto en México. Eso tendrá que decidirlo España. Creo que en el perdón también va el reconocimiento del otro lado. Puede haber habido cosas malas, pero también se hicieron muchísimas cosas buenas. En fin, creo que tenemos que resolver eso y seguirlo resolviendo. Nos va a llevar muchos años. Y hay muchas opiniones y muchos puntos de vista. Y muchos enfoques históricos. Y eso nos enriquece. Estamos ahí.

–Pero, por lo que usted dijo antes, en la calle no hay ese encono con España. ¿Es así?

–Creo que nunca hubo una relación tan buena. Los jóvenes mexicanos buscan venir a estudiar a España. Hay un movimiento de españoles hacia México enorme y de mexicanos hacia España. De inversiones para allá, de inversiones para acá, de movimiento. No hace falta más que ver los vuelos, los aviones de Iberia y Aeroméxico están llenos, a tope.

–¿España podría mirar más a Hispanoamérica?

–A mí me gustaría. De hecho, lo que hacemos en Asicom es eso. Mirar hacia allá para acá y de acá para allá.

–Le quería preguntar sobre en el ámbito de la comunicación, su especialidad. La universalización de los móviles y la digitalización están operando una transformación profunda en el ser humano. ¿Qué opina?

–Se está produciendo un cambio. Lo veo en mis propios consumos de medios. Las redes sociales, los youtuberos ahora famosos… Todo el mundo tiene oportunidad de dar su opinión. Ahora las redes están ahí, las opiniones y el desconcierto. Hay mucho ruido, mucha algarabía. y el ruido es el enemigo de la comunicación.

–¿Le preocupa esa algarabía?

–Me preocupa porque tenemos que hacer un esfuerzo gigantesco en lo básico: en hablar, en escucharse. Hablando de mi padre, recuerdo lo más maravilloso que aprendí de él. Siempre me decía: escucha, trata de entender lo que quieren decir, no saltes a la conclusión, no interrumpas. Mi padre era un hombre que escuchaba mucho. Y me enseñó a escuchar y a observar. Escuchando y observando me di cuenta de que podía hacer mucho. Tratando de explicar y de hacer que las personas se entendieran. Hay que hacer un buen esfuerzo de escuchar. Si una persona está enfadada o desesperada, ¿por qué está así?, ¿cómo se puede calmar?, ¿cómo podemos hablar de lo que nos interesa hablar?, ¿cómo se puede serenar?

–Pero ahora, en las redes sociales, la participación se ceba con la ira…

–Es verdad. Hay mucha ira, hay mucho cabreo, mucha pasión y mucha ideología. Veo que hay muchas campañas pagadas por entidades, por grupos que intentan perjudicar. Campañas de bots y todo eso. Es decir, no con la buena fe del que se cabrea y da a su punto de vista. Eso echa a perder la conversación de las mismas redes.

–¿Usted cree que puede haber una conversación en las redes sociales, una conversación tal y como veo que usted la interpreta?

–Yo creo que se puede. Yo trato de tener la conversación evitando esos mensajes de odio, cancelando todo eso, no permitiéndolo y entendiendo que la gente que critica y comenta de buena fe siempre es buena y tenerla orgánicamente ayuda. Pero si yo busco el otro tipo de contenido y me enveneno con él, me estoy exponiendo.

–Usted también hizo asesoría política, ¿Cuánto ha cambiado la política con las redes sociales?

–Una barbaridad. Los medios convencionales han perdido mucho terreno. Las redes han ganado un enorme terreno y se están produciendo unas cosas que pueden ser negativas, pero son geniales de lo bien hechas que están políticamente.

–¿En qué sentido lo dice?

–En el sentido de producción de contenidos, de ejecución, de la gente a la que van dirigidas, etcétera.

–Genialmente diabólicas entonces.

–Genialmente diabólicas. Y están causando muchos problemas. Sí, la política ha cambiado radicalmente.

–¿Y la pandemia de mentiras digitales, cómo la frenamos?

–La mentira empieza a ser difícil de detectar. He visto mentiras tan bien construidas y tan bien articuladas, que hasta a uno que ha vivido eso que cuentan lo hacen dudar. Es terrible.

–¿Caminamos a un mundo en el que, con la tecnología digital, la verdad y la mentira nos resulten indistinguibles?

–Creo que sí. A mí me ha pasado en ocasiones. Bueno, ¿quién tiene tiempo para ponerse a investigar algo? Es decir, cada cosa que veo ¿voy a revisar si es mentira o es verdad? Es imposible, ¿no? Sí, vamos camino de que va a ser muy difícil de distinguir la verdad de la mentira.

–¿Y cómo volvemos a coger las riendas?

–Pues con valores, principios, autoconteniéndose, escogiendo bien las redes en las que uno participa. Pero están inundadas. No es fácil hacerlo.

–¿Hacia dónde va a México?

–Tengo mucha ilusión con la nueva presidenta (Claudia Sheinbaum). Creo que va a seguir con esta idea de soberanía, que es muy importante. Digamos que había habido mucho globalismo y poco soberanismo. Y hay que defender al país también, defenderlo de esta globalización que había convertido a México en una máquina terrible de hacer pobres. El neoliberalismo hizo pobres, la pobreza cada día era más y más. Ahora, bueno, vamos a parar un poco, y vamos a proteger el país, vamos a proteger nuestros recursos, vamos a ayudar a los mexicanos. Nueve millones de mexicanos han salido de pobreza. Somos un país con más empleo, tenemos un peso fuerte, la gente se siente orgullosa de ser mexicana. Nos habían hecho sentir un poco inferiores. También teniendo a Estados Unidos ahí al lado, que es un sol cegador. La gente empieza a recobrar orgullo.

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