Gallegas a la vanguardia
«Casi me creí que una mujer no podía ser astrofísica»
La viguesa Alba Covelo Paz investiga las galaxias lejanas a través de observaciones del telescopio James Webb en la Universidad de Ginebra

La astrofísica viguesa en el Observatorio de Alta Provenza, en los Alpes, donde descubrió su primera supernova / FDV
Se siente afortunada de haber iniciado su trayectoria científica en un momento único para el estudio del universo. Desde su lanzamiento en 2021, el telescopio espacial James Webb, el instrumento de observación más avanzado de la historia, está dando lugar a importantes hallazgos sobre sus orígenes o la evolución de las galaxias. Alba Covelo Paz (Vigo, 1997) explora estas valiosas imágenes desde la Universidad de Ginebra, donde está realizando su doctorado.
«El universo tiene 14.000 millones de años y con el James Webb podemos llegar cerca de los 0,5 millones, es decir, casi, casi al Big Bang. El universo se expande como un globo que inflamos poco a poco. Todo se va alejando entre sí y la luz se vuelve cada vez más roja hasta hacerse infrarroja. Este fenómeno es lo que conocemos como redshift. Cuando una galaxia está extremadamente lejana y, por tanto, extremadamente en el pasado, su luz ha pasado tanto tiempo viajando hacia nosotros que se ha inflado y se ha vuelto infrarroja. Y el James Webb nos permite observarlas por primera vez. En increíble, brutal, y poder estar haciendo esto me parece un privilegio», celebra.
Alba se graduó en Física en la Complutense y, tras cursar un máster en Heildelberg, trabaja desde septiembre de 2022 en el Observatorio de la Universidad de Ginebra. Su grupo está especializado en las primeras generaciones de galaxias o, lo que es lo mismo, el amanecer cósmico. «Actualmente estamos en el cosmic evening, que sería como a noitiña», bromea. «Mi objetivo principal en la tesis es entender cómo esas galaxias empezaron a formar estrellas y por qué unas son más activas que otras o dejan de serlo en algunos momentos, en definitiva, la historia de la formación estelar. Y también hago un poco de censo galáctico, es decir, cuántas galaxias había en cada momento del universo», detalla.
Además de conocimientos de astrofísica, su trabajo también implica «mucha informática» para poder interpretar elevadísimos volúmenes de información que hacen imprescindible además la colaboración entre países: «Las imágenes son muy pesadas, llegan en blanco y negro y hay que tratarlas y darles color. En nuestra principal colaboración, el programa Fresco, somos 40 personas de muchísimos lugares distintos. Y esto es una cosa también muy bonita de la ciencia, que en cierto modo une a la gente».
La Universidad de Ginebra es una de las mejores del mundo en astronomía y astrofísica. De hecho, Michel Mayor, ganador del Nobel como codescubridor del primer exoplaneta, sigue investigando, a sus 83 años ,«un piso por debajo» de Alba.

Alba Covelo, en el Observatorio de la Universidad de Ginebra / FDV
«No es fácil jubilarte cuando llevas tanto tiempo en ciencia, acostumbrado a exigirte trabajar muchísimas horas porque sabes que si no lo haces después será difícil encontrar trabajo», reflexiona. Aunque tanto esfuerzo, sin duda, tiene recompensa: «A veces se te olvida en el día a día, pero objetivamente tenemos un trabajo precioso. Es una suerte poder observar la imagen de una galaxia formada 200 millones de años después del Big Bang, cuando el universo aún estaba en pañales».
La investigadora viguesa también está convencida de la necesidad de divulgar y abrió un canal propio en YouTube, Astroalba, que prevé reactivar cuando acabe el doctorado. Le gusta impartir charlas porque el contacto con el público le da «perspectiva» y además le permite trasladar a los jóvenes que para ser científico «no necesitas tener un cerebro privilegiado como Einstein».
Y, sobre todo, quiere servir de inspiración y referente, algo que ella no tuvo siendo una adolescente: «Hace diez años yo también estaba en el instituto y me decían que nuestro cerebro no es igual que el de los hombres. Casi me creí que una mujer no podía ser astrofísica. Afortunadamente, soy terca y el tiempo me demostró que esto no era cierto.
Todavía le queda alrededor de un año y medio en Ginebra, pero ya está pensando cuál será su siguiente país de destino. Su objetivo es compatibilizar la investigación con la docencia, actividad por la que también siente auténtica pasión: «Siempre me ha gustado. Conozco a mucha gente en España a la que desmotivaron malos profesionales. Yo misma dejé la física al acabar la carrera por un problema con un profesor. La odiaba. Por suerte, se me pasó con el tiempo , volví y estoy feliz. Tengo la suerte de que se me da bien enseñar y me siento en la obligación moral de hacerlo. Aquí en Ginebra tengo alumnos de máster y llevarlos de la mano en la investigación es una maravilla».
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