El mundo surrealista de Max Ernst
El Círculo de Bellas Artes conmemora en Madrid el siglo del Manifiesto del surrealismo con una gran exposición del artista franco-alemán

«L'habillement de l'epousée», 1940 / Círculo de Bellas Artes de Madrid
Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial el alemán Max Ernst vivía en París con la pintora Leonora Carrington, que había sido su alumna, relacionado con los círculos del dadaísmo y el surrealismo. Cuando los nazis invadieron Francia, los franceses lo encarcelaron por considerarlo “extranjero enemigo”. Más tarde fueron los propios alemanes de la Gestapo los que lo detuvieron por ser judío y lo metieron en un campo de concentración del que consiguió fugarse. Viajó a Grenoble en busca de su amiga Peggy Guggenheim para que lo ayudase a trasladarse a Estados Unidos. Lo hicieron juntos en 1941 y al año siguiente se casaron en Nueva York.
En París, en los años treinta, Max Ernst se había convertido en uno de los creadores más revolucionarios del arte del siglo XX, experimentador infatigable y promotor de estilos y movimientos que protagonizaron las corrientes vanguardistas más destacadas: el “frottage”, una técnica inventada por el canario Óscar Domínguez que consiste en transferir al papel o al lienzo sombreados hechos con lápiz; el “graffage” (raspado de pigmentos secos sobre un lienzo o un soporte de madera), el “collage” (técnica en la que mezcla imágenes fotográficas con pinturas y dibujos originales) fueron algunas de sus aportaciones al mundo de las artes gráficas, aunque Max Ernst fue también escultor, dibujante, teórico del arte y poeta.
Nació en Brühl (Alemania) en 1891, pero su patria sentimental fue siempre Francia, sobre todo la ciudad de París. En Bonn estudió Filosofía, Historia del Arte y Literatura, y su amistad con August Macke, del colectivo “El Jinete Azul”, le facilitó entrar en contacto con las vanguardias artísticas de aquellos años y con artistas como Paul Klee y Tristan Tzara. Durante la Primera Guerra Mundial fue soldado y en 1922 se trasladó a París para conocer de primera mano el arte que en aquellos años se desarrollaba en la capital mundial de la cultura. En Colonia dejaba a Luise Straus, judía, profesora y crítica de Arte, con quien tenía un hijo, Jimmy, también artista, que años después escribió “A Not So Still Life”, un libro de recuerdos de los años con su padre (antes de morir en Auschwitz en 1944, Luise escribió “Nomadengut”, donde evoca también aquellos años). Con una de sus primeras obras de París, “L’éléphant célèbes”, Ernst ya consiguió introducirse en los círculos surrealistas, con cuyos protagonistas se relacionó intensamente. Fue amigo de Bretón y del poeta Paul Éluard y de su entonces mujer Gala, con quienes vivió un romance a tres.
En 1946, Ernst y Peggy Guggenheim se separaron y el artista se casó con la pintora Dorothea Tanning en la misma ceremonia que el fotógrafo surrealista Man Ray lo hacía con la modelo Juliet Browner.
La exposición
Se pueden ver aquí cerca de 400 piezas de Max Ernst relacionadas con todas sus facetas creativas: pinturas, óleos, esculturas, fotografías, libros y películas, procedentes de diferentes colecciones y museos, vertebrados en seis áreas que recogen producciones de todas sus facetas creativas. Están algunas de sus obras más conocidas, como los cuadros, “Las tentaciones de San Antonio” y “Las hijas de Lot” o la escultura “Homme”.
El montaje de la exposición está pensado para facilitar las conexiones de Max Ernst con temas como el exilio, el libro del Génesis, el medio ambiente y las ciencias naturales. Sus vínculos con el cine fueron intensos, y se recogen en esta exposición titulada precisamente “Surrealismo, Arte y Cine”, donde se pueden ver fragmentos de películas como “Un perro andaluz” y “La edad de oro” de Buñuel y Dalí (en la que Ernst interpreta un papel principal), “Una sonata de ajedrez en 8 movimientos” de Hans Richter y el propio Ernst o “Mi vagabundeo, mi inquietud”, de Peeter Schamoni, un documental estrenado en 1991 para conmemorar el centenario de nacimiento de Ernst. Fue actor, miembro de jurados de premios y de festivales importantes de cine y en su obra gráfica manifestó con frecuencia sus relaciones con el séptimo arte, como en “El imán está cerca, sin duda” y “La rueda de la luz”. La película “La mujer de cien cabezas” de Eric Duvivier, se inspira en el cuadro de Ernst del mismo título considerado como el manifiesto visual del surrealismo. Además hay aquí otros documentales sobre el artista, como “Portrait de Max Ernst” del galerista Julien Levy y “Dreams That Money Can Buy”, de Hans Richter en la que Ernst participa como actor y dirige un episodio. Las treinta y seis litografías de “La ballade du soldat”, de 1972, producidas para ilustrar el poema concreto de Georges Ribemont-Dessaignes, se presentan aquí en una instalación inmersiva que incluye la secuencia de la película “Histoires naturelle: Max Ernst” (1972), dirigida por Gérard Patris. Para Max Ernst el arte era la puesta en escena de la ficción y un elemento para relacionar la imagen y la percepción del observador. En esta exposición se puede ver en su totalidad su obra maestra “Une semaine de bonté”, cuya primera exposición pública se realizó en Madrid en 1936, y que se salvó milagrosamente de los bombardeos de la guerra civil.
Ernst valoraba la escultura porque obligaba a utilizar las dos manos, como en el amor. Sus piezas únicas para juegos de ajedrez, como la diseñada en madera de nogal y arce es un homenaje a este juego, del que era experto practicante. Diseñó también piezas escultóricas de bronce para premios.
Son de gran interés los libros que se muestran, como “Maximiliana ou L’Exercice illégal de l’astronimie”, donde combina imágenes, palabras, ciencia y poesía. También están los catálogos y las invitaciones para sus exposiciones que él mismo creaba.
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