Gallegos a la vanguardia
«La danza es una obsesión. Al 2025 le pido bailar más y siempre mejorar»
El tudense Ángel Giráldez Varela forma parte del elenco del Sofia National Opera and Ballet

Ángel Giráldez, durante una representación de «El gran Gatsby» / FDV
Pasó las navidades lejos de casa, inmerso en una intensa programación de dobles representaciones diarias de «El Cascanueces». Pero, lejos de descansar, aprovechará el breve parón de este mes en el Ballet Nacional de Sofía, una de las mejores compañías de Bulgaria, para trabajar de forma temporal con otra de repertorio más contemporáneo. Se sumará al elenco de «El sueño de Dante», una obra que le permitirá explorar otros lenguajes. «La danza es una obsesión», admite Ángel Giráldez Varela (Tui, 2001), que tiene muy claros sus deseos para este año: «Al 2025 le pido bailar más y mejorar, siempre mejorar».
Llegó a Bulgaria tras remontar el inoportuno parón que supuso el COVID y con el aval de haberse graduado previamente en la Academia Vaganova de San Petersburgo, una referencia en la danza clásica a nivel mundial. Y, antes de fichar por su actual compañía, donde inicia su segundo año, trabajó en otra más pequeña, Plovdiv.
En el Ballet Nacional de Sofía ha participado en obras clásicas como «El lago de los cisnes», «Don Quijote», «Carmen» o «La bella durmiente», donde tuvo un papel de semisolista. Y también ha representado dos piezas neoclásicas del coreógrafo Leo Mujic, «El gran Gatsby» y «Anna Karenina». El tudense destaca especialmente esta última como producción, porque como bailarín asegura que ha disfrutado de todas.

En un ensayo de «La bella durmiente». / FDV
«El ballet clásico sigue presente, pero las compañías ahora tienden a introducir también el contemporáneo, que me parece cada vez más interesante. Y noto además que a la gente le gusto más en este tipo de danza. En todas hay cosas y movimientos por descubrir. Al final, un bailarín debe ser versátil y poder hacer lo que le pida el coreógrafo, no solo una especialidad», reflexiona.
En San Petersburgo aprendió la técnica Vaganova de clásico puro, aunque la danza contemporánea, puntualiza, también implica retos: «La clásica es más global porque recoge las tradicionales y les da una estética. Hay producciones clásicas muy buenas, por eso han perdurado durante siglos. Pero en todas hay unos niveles altos de técnica».

El bailarín en una de sus actuaciones / FDV
Ángel y su hermano gemelo Miguel, que actualmente se dedica a una disciplina totalmente opuesta, la robótica, siempre fueron deportistas, jugaron al baloncesto y practicaron piragüismo en su Tui natal. Pero fue a raíz de un crucero familiar cuando él inició su camino hacia la danza: «Siempre me había gustado bailar y hacer coreografías, pero en el barco había actuaciones casi todas las noches y descubrí que se podía vivir de esto. Se lo dije a mi madre y empezamos por la clásica».
Dio sus primeros pasos en la Escuela Paula Cobián de Tui, a los 11 años se fue a Madrid para estudiar en el Real Conservatorio Profesional Mariemma; y completó su formación en San Petersburgo con un curso durante el que logró hacerse hasta con el idioma. «Me interesó tanto la técnica Vaganova y todo lo que decían que necesitaba aprenderlo», asegura.
Y es que las lenguas, como el baile, compara Ángel, requieren de disciplina y práctica. Una filosofía que él tiene muy clara: «Cuanto más trabajes y más constante seas, siempre llegarás a un nivel mejor. Da igual de donde partas. Y los demás tampoco importan. Debes centrarte en ti. Incluso te puede venir bien tener compañeros buenos para ver qué cosas puedes intentar imitar. Pero todos tenemos cosas buenas y malas. Es verdad que en esta profesión siempre hay un poco de juicio, aunque yo prefiero ver lo positivo».
Con la perspectiva de los años, empieza a ser consciente de que su vocación le impidió socializar en mayor medida o disfrutar de más fiestas en su época de instituto. «Pero no sentía que me estaba perdiendo algo. Y ahora que ya tengo un trabajo formal, mi campo social es mayoritariamente de bailarines y vivimos casi en el teatro. Pero la danza es mi vida», reconoce.
También agradece el apoyo de su familia a la hora de perseguir este sueño. Un soporte anímico y también económico sin el que sigue resultando complicado iniciar una carrera como la suya en España. «Necesitas dinero para formarte en buenos centros y asistir a cursos de verano, que son muy importantes. Tuve compañeros que acabaron dejando la danza por este motivo. Si tienes un físico muy bueno y talento puedes ganar concursos y conseguir ayudas. Pero, en general, es difícil», lamenta.
También hecha en falta una estructura de compañías con auditorios propios y programación de forma continuada: «La Compañía Nacional de Danza, que tiene muy buena calidad, carece de teatro propio. Yo aquí veo el escenario todos los días. Lo pienso también respecto al Palacio de la Ópera de A Coruña o el Auditorio Mar de Vigo, que es un sitio muy bonito pero que no tiene una compañía dentro que lo utilice. Y esto permitiría generar público, iniciar una tradición, porque la danza se haría más popular y también se podrían llevar cosas nuevas».
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