Entrevista | Dolores Redondo Escritora

«Vuelvo al matriarcado en que me crie»

La autora ha vuelta a colocar una novela suya en el número uno en ventas. Con «Las que no duermen NASH» regresa al valle navarro del Baztán y al crimen rodeado de mística

La escritora vasca Dolores Redondo.

La escritora vasca Dolores Redondo. / Carlos Ruiz

Once años después de haber inaugurado con «El guardián invisible» el género de novela negra que la crítica bautizó como mystic noir y haber apuntalado su éxito inicial más tarde con las dos obra posteriores que conforman la Trilogía del Baztán, traducida a 39 idiomas, y llevada al cine, Dolores Redondo (Donosti, 1969) es uno de los fenómenos literarios de España con mayor proyección internacional.

Su nueva novela, «Las que no duermen NASH», lleva varias semanas en el número uno de la lista de los libros más vendidos. Es el segundo relato de la serie de cuatro ‘Los Valles Tranquilos’ y en él vuelve al valle navarro del Baztán con una psicóloga forense que se enfrentará a un caso reciente y otra más antiguo, relacionado con la brujería.

– Otra vez lleva semanas siendo número en ventas en las librerías de toda España, ¿es algo a lo que ya está habituada?

– No me acostumbro, no es algo que vaya a pasar siempre así, cada novela es de nuevo un salto al vacío, aunque no tanto porque hay una red de lectores muy fieles que van a la novela en cuanto se publica y son los primeros que la ponen en número uno, pero luego cada obra tiene que caminar sola.

– Estrena protagonista femenina, Nash Elizondo, ¿qué aporta de nuevo este personaje respecto a Amaia Salazar, de la trilogía del Baztán?

– La creación de este personaje es una apuesta muy especial por refrescar el mundo de la novela negra y de los investigadores que estamos acostumbrados a ver habitualmente. Nash es una psicóloga forense y forma parte de un grupo de expertos que recorren lugares ligados a leyendas mágicas tan comunes en el norte de nuestro país, como cuevas de brujas o fosos del infierno. Y en uno de esos lugares hallan el cadáver de una joven que lleva tres años desaparecida por cuyo crimen ya hay alguien en prisión; y así arranca la novela: teniendo que reabrir un caso que ya parecía cerrado. Nash recibe su nombre del código forense internacional (Natural Accidental, Suicidio Homicidio, que son las causas de la muerte); ella es la psicóloga de los muertos, el trabajo que le van a encargar es al que los forenses normales, los patólogos clínicos, no son capaces de llegar con ese cadáver tan dañado. Tiene que averiguar cuál era estado psicológico de la víctima antes de la muerte, con quién tenía frentes abiertos, cómo ha podido llegar a ese punto y quién ha podido acabar con su vida. Se traslada al lugar donde vivía esa chica, un pueblo de trescientos habitantes, con el que ella también tiene unión de raíces familiares, y va creando un relación empática con los familiares y el entorno, pero lo más llamativo es que no importa tanto lo que le cuentan los testigos, sino qué pensaba la víctima, y qué pasó, y eso lo va a saber a través de legado que ha dejado: su ordenador, su teléfono, la ropa que ponía o la música que escuchaba. Va a abordar a esa joven como cualquier psicólogo abordaría a un adolescente cerrado en sí mismo y con torturas alrededor de su existencia.

– ¿Es una figura habitual en España?

– Sí, aunque no tanto en homicidios, es común verlos en los juzgados de lo social porque normalmente actúan como psicólogos de víctima que no tienen voz, es habitual encontrarlos en casos de maltrato a menores o a ancianos que tienen sus facultades cognitivas dañadas y no pueden comunicarse pero se sospecha que están sufriendo abusos. Son ellos los que tiene la capacidad de desentrañar la mente de alguien que no puede comunicarse, su trabajo es realmente fascinante.

– ¿El hecho de que la protagonista sea una mujer no es casualidad?

– Por supuesto, es una novela completamente matriarcal, vuelvo a mis propios orígenes: nací y me crié en un matriarcado, aunque el mío era de costa, los hombres de la zona donde vivía eran marinos o trabajaban en el puerto y las mujeres estaban al frente de su familia, de sus negocios, de la administración del dinero, del cuidado de la casa, y estaban solas para dar a luz, a veces en los funerales. Y eran otras mujeres, madres, hermanas, amigas y vecinas, las que estaban a su alrededor. Ese entramado femenino es muy potente y yo también he querido reflejarlo aquí, en los encuentros con Amaya Salazar, que es un personaje del valle de Baztán, pero sobre todo con las Mitxelena, una familia que regenta una pequeña funeraria rural, y también he querido rendir un homenaje a esa gente que cuando ocurre la novela, en marzo de 2020, en los días previos al confinamiento, fueron los primeros en ver que lo que estaba sucediendo no era normal en absoluto., junto con el personal sanitario.

La escritora vasca Dolores Redondo.

La escritora vasca Dolores Redondo. / Carlos Ruiz

– En la novela incluye también otro espeluznante crimen real ocurrido en 1936 y descubierto en 2006 en la sima de Legarrea: el de una mujer y seis de sus hijos.

– Ese lugar ha estado siempre ligado a historias de brujería, se dice que en el pasado se arrojó a varias brujas en distinto periodos de la historia, pero la leyenda más reciente se remontaba a 1936, a los inicios de la Guerra Civil, cuando, aprovechando la confusión de los inicios de la contienda, los vecinos de una mujer que vivía en un pueblo cercano se deshicieron de ella porque decían que era bruja. La historia tenía pocos visos de ser real porque se decía que junto a la mujer se habían arrojado también a seis de sus hijos, el mayor de 16 y el más pequeño de 18 meses, y que ella estaría embarazada. Se descartó que nada tenia que ver con odios por pertenencia a bandos porque su propio esposo y su hijo mayor estaban en el frente y en ese pueblo era todo el mundo del mismo bando. Ella era una mujer mística que practicaba la antigua religión que había en la zona antes de la llegada del cristianismo, que no había bautizado a los niños, que no iba a la iglesia y que practicaba hechizos y ritos. En 2016 un grupo de espeleólogos capitaneados por Paco Etxeberría, fueron a esa sima y lo primero que hallaron fue un cadáver reciente, que es como se inicia mi novela; cuando el juez les permitió bajar de nuevo a la sima y siguieron cavando hallaron los huesos de un niño y así poco a poco hasta encontrar a los seis menores y a su madre. Siendo real esta historia, que parece de la noche de los tiempos, me lleva a poder argumentar ese Mystic Noir en el que yo escribo, que novela negra y las razones del crimen vienen de lo místico y creencias que a muchos no les van a cuadrar, sin embargo todo apunta a que fue así.

– Es curioso que un sitio tan pequeño y aparentemente tranquilo, como el Valle del Baztán, en Navarra, esconda tantas historias misteriosas, ¿a qué puede deberse?

– Es un lugar extraordinario históricamente. En Zugarramundi hay un museo de la brujería, que os invito a visitar, en el que se pueden leer miles de actas de confesión de las personas que se declarar culpables de haber participado en aquelarres, de ser brujas, de haber inducido a otras a serlo, y de haber visto al demonio – aunque también hay que decir que esas confesiones las sacaba la Inquisición a base torturas o con amenazas de muerte –. El Inquisidor francés Adolfo Salazar Frías, de quien toma su nombre mi personaje de Amaya Salazar, en el año 1600 se trasladó al Baztán buscando al demonio y fue gracias a él, a su mente abierta y a su labor investigadora, cuando se supo que lo que ocurría ahí venia de unas raíces culturales basadas en una antigua religión y no tenían que ver con el demonio, sino con otro tipo de creencias más ligadas a la naturaleza.

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