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«Unha gran comunidade científica na ETEA sería un valor engadido»

Bieto Fernández Castro, profesor e investigador de la Universidad de Southampton, acaba de conseguir una prestigiosa Consolidator Grant del Consejo Europeo de Investigación para estudiar los procesos de mezcla oceánica con una tecnología experimental

Bieito Fernández, en el exterior del Centro Nacional de Oceanografía de Southampton

Bieito Fernández, en el exterior del Centro Nacional de Oceanografía de Southampton / Cedida / FDV

Sandra Penelas

Sandra Penelas

Nació al lado del mar, en una de las zonas más salvajes y hermosas de Galicia, pero convertirse en un científico marino no entraba en sus planes. Estudió Física en Santiago y probó suerte en diferentes áreas hasta que descubrió cómo aplicar sus conocimientos al medio ambiente y al océano. « Fun sabendo dos meus intereses a medida que ían emerxendo, pero ao final un atópase aínda que non se busque. E resulta que isto era o meu», bromea Bieito Fernández Castro (Valdoviño, 1986).

Hizo el máster y se doctoró en Oceanografía en la UVigo y, tras dos años en el Instituto de Investigaciones Marinas-CSIC, pasó una breve etapa en la Escuela Politécnica Federal de Lausana antes de volver a mudarse en 2020 a la Universidad de Southampton con una beca Marie Curie. Dos años después lo contrataron como profesor y acaba de conseguir una prestigiosa Consolidator Grant del Consejo Europeo de Investigación para estudiar los procesos de mezcla oceánica con una tecnología experimental. Su propuesta es una de las 328 seleccionadas entre más de dos mil ideas innovadoras lideradas por investigadores que trabajan en 25 países diferentes.

Aunque son claves en la circulación oceánica o la captación de carbono y calor, los investigadores no disponen de muchos datos sobre los procesos de mezcla porque es muy complicado obtenerlos: «Implica medir variacións de propiedades coma a temperatura ou a velocidade da agua a escalas moi pequeniñas, de centímetros. E hai que facelo desde barcos con equipos caros que se chaman perfiladores e facendo maniobras bastante complicadas».

El reto de Bieito será tomar estas medidas utilizando las boyas del programa Argos, una iniciativa internacional que desde finales de los años 90 recoge información en distintas zonas del plantea. «Durante este tempo medían temperatura e salinidade, as dúas variable principais que necesitamos para caracterizar o funcionamento do océano, pero agora comeza a haber solucións técnicas para medir tamén a turbulencia. E o meu proxecto é o primeiro que se fai en Europa con estas boias experimentais», destaca.

Así que a partir del próximo año desplegará diez de estos dispositivos en el Atlántico norte y el Océano Austral, dos áreas claves para los procesos que estudia. «As boias móvense entre os mil metros de profundidade e a superficie. Recollen datos mentres van subindo e mándanos a través de satélite antes de volver baixar. Elas fan o seu traballo de forma automatizada e supoñen unha gran ventaxa respecto aos barcos porque son moitísimo máis baratas e sostibles. Constitúen unha maneira moi eficiente de conseguir a información que necesitamos. A pegada de carbono da investigación oceanográfica é moi grande porque un barco consume 10 toneladas de combustible ao día aproximadamente», subraya.

De esta forma, el proyecto no solo ayudará a entender mejor los procesos de mezcla oceánica, sino que constituirá el primer paso para incorporar estos sistemas a la red Argos. «Eu creo que ao Consello Europeo de Investigación lle gustou esta compoñente tecnolóxica, porque ademais do argumento científico pode abrir unha nova posibilidade que antes non existía. Ten certo risco, pero hai certas garantías de que imos na boa dirección e seguro que saíran cousas interesantes».

Bieto Fernández, durante una campaña en el Mediterráneo con una de las boyas Argo

Bieto Fernández, durante una campaña en el Mediterráneo con una de las boyas Argo / Cedida

El estudio no arrancará hasta la próxima primavera y las primeras boyas podrían ser desplegadas a finales de 2025 en el Océano Antártico durante el verano austral. El proyecto no incluye las campañas, así que Bieito confía en la colaboración de otros investigadores para lanzar los dispositivos durante sus expediciones.

«En oceanografía resulta case imposible non colaborar. É unha das cousas que máis me gustan do que fago. Moita xente está interesada neste tipo de medidas para diferentes aspectos así que seguro que xurdirán moitas oportunidades», celebra.

Bieito también aprovecha estas sinergias en Southampton, uno de los principales centros mundiales en ciencias marinas. Aunque él pertenece al departamento de Ciencias de la Tierra y del Océano de la Universidad, trabaja en el edificio del Centro Nacional de Oceanografía, una institución independiente y en la que trabajan centenares de investigadores.

«Atopas expertos de calquera cousa e, ás veces, o difícil é conterse para non facer moitas cousas porque o día só ten 24 horas»

«Atopas expertos de calquera cousa e, ás veces, o difícil é conterse para non facer moitas cousas porque o día só ten 24 horas. É perigoso saír a tomar café porque sempre hai alguén que ten unha idea», exagera entre risas.

Bieito, que vivió casi diez años en Vigo trabajando entre la Universidad y el IIM-CSIC, compara el centro británico con el ansiado proyecto de campus científico para la ETEA, la antigua escuela militar de Teis «Unha gran comunidade científica alí sería un valor engadido bastante grande. Estar todos xuntos é moi valioso porque podes compartir recursos e colaborar», defiende.

«Gañar un premio IG Nobel foi unha experiencia moi divertida; está ben chegar á xente a través do humor»

El investigador mantiene la colaboración con los expertos del IIM-CSIC y del grupo de Oceanografía Biológica de la UVigo en el que hizo la tesis. Y con algunos de ellos y otros expertos del IEO, la Universidad de Southampton y un centro suizo comparte el honor de haber recibido uno de los premios IG Nobel de 2023 a las investigaciones más sorprendentes insólitas y divertidas.

Durante una campaña internacional liderada por la UVigo en la Ría de Pontevedra, los investigadores descubrieron, por primera vez en el mundo y fruto de la casualidad, que el frenesí sexual nocturno de las anchoas mezcla capas de agua y mueve nutrientes. «Marcará as nosas vidas, pero está ben chegar á xente a través do humor», reconoce divertido. Eso sí, habrá que buscar otra fórmula: «Foi unha experiencia moi divertida en realidade. Fun a Boston a dar unha charla con Miguel Gil (IIM-CSIC) e outra a Londres. Pero xa non podemos xogar a mesma carta». 

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