Saltar al contenido principalSaltar al pie de página

Mujeres fuera de serie

Una maestra de novela

Fina Casalderrey, maestra pionera y escritora de más de sesenta libros, ha logrado contagiar el amor a la lectura y la pasión por lo propio a niños y jóvenes de varias generaciones. Miembro de la Real Academia Galega, la multipremiada y comprometida pontevedresa defiende el valor de la lengua y la cultura gallegas como llaves para conservar nuestra identidad y ser universales

Fina Casalderrey, en su casa, rodeada de libros

Fina Casalderrey, en su casa, rodeada de libros / Rafa Vázquez

Amaia Mauleón

Amaia Mauleón

Recuerda Fina cuando su padre, Xosé, le contaba cuentos de pequeña con aquella clara tendencia a la hipérbole que siempre la hacía reír: “Aquel coitelo era tan inmensamente grande que non cabería pola nosa porta”. Sin embargo, si hoy su padre dijera que Fina Casalderrey es una de las escritoras gallegas y españolas más importantes del país, no estaría para nada exagerando ni se podría achacar la afirmación al amor de padre.

La autora pontevedresa, maestra pionera, miembro de la Real Academia Galega, creadora de más de 60 libros y premiada con los más prestigiosos galardones literarios sigue trabajando cada día con una pasión arrolladora por promover la lengua, la educación y el valor de la lectura.

Ser escritora, sin embargo, no era algo que la pontevedresa tuviera en sus planes de una manera consciente, ni siquiera cuando las letras empezaron a bullir en su cabeza y a adquirir formas mágicas y emocionantes. “Eu nin soñaba con ser escritora...”, aseguró al recoger uno de sus más recientes reconocimientos, el que le entregó la AELG el pasado año de Escritora na súa Terra.

Fina no nació en un hogar donde el libro fuera un objeto cotidiano. Su primera biblioteca, cuenta, fue oral. Su padre trabajaba en los talleres Pazó de Pontevedra, donde construían motores de barcos, pero tenía una gran habilidad para contar historias: “Aínda me habitan os contos que me contaba nos que flotaban meigas, mouras, lobos, raposos, gabiáns, labradores...”. Y su madre, Teresa, que cosía para una fábrica y cantaba al son de la máquina, aportó a la niña “coplas, boleros e cantigas tradicionais da terra que forman parte da miña banda sonora vital”.

No había biblioteca en su casa, ni en la escuela, ni en el barrio, pero Fina recuerda su infancia -a caballo entre su Xeve natal y Lérez, donde fue a vivir cuando tenía un año- como muy feliz, más aún cuando nació su hermana Natalia, con la que se lleva casi ocho años y deseaba tanto tener.

Fina Casalderrey con 4 años en Santo André de Xeve

Fina Casalderrey con 4 años en Santo André de Xeve / Cedida

Fue a la escuela pública de la Porta do Sol de Lérez y al terminar la educación básica sus padres le dieron a elegir entre aprender a coser o estudiar Magisterio. Sin dudarlo, Fina eligió convertirse en maestra y, afirma convencida, la enseñanza se le reveló como “un descubrimento prodixioso”. Tanto es así que la pontevedresa, ya jubilada de las aulas, se define como “unha mestra que escribe” y una gran privilegiada por haber ejercido “unha das profesións máis fermosas do mundo”.

Fue Avelino Pousa Antelo, un galeguista histórico que ejercía de maestro en el mismo centro en el que comenzó a trabajar Fina, en Pontecesures, el que transmitió por primera vez a aquella jovencísima maestra la pasión por este oficio. “Inicioume na concienciación de que temos unha lingua e unha cultura de noso da que deberiamos sentirmonos orgullosos. Alí comecei a desprenderme da diglosia que me acompañaba dende nena con respecto á lingua que se falaba na miña casa e no meu contorno. Foi a primeira vez que oín falar de Castelao... Tiña 19 anos moi inxenuamente vividos”, reflexiona.

Fina se sumergió rápidamente en el entusiasmo colectivo de una gran parte del profesorado de los últimos años de la dictadura y primeros de la democracia que quería cambiar aquella escuela que ellos habían vivido de memorización constante y mapasmundi; docentes con ganas de desarrollar una nueva forma de enseñanza mucho más experiencial y con el protagonismo del gallego. “Un facía un método de lectura en galego, outra escribía unha historia en galego para compartir co alumnado, outros comezamos a escribir pequenas pezas teatrais... Viñeron as primeiras asociacións de ensinantes, revistas de educación, congresos do ensino...”, recuerda. Entre aquellos comprometidos maestros también estaba el que sería y es su compañero de vida, Mariano García.

Fina con su familia en Madrid en 1981

Fina con su familia en Madrid en 1981 / Cedida

En aquellos momentos, Fina no se planteaba publicar sus obras, tan solo las concebía como una herramienta para que los alumnos se soltasen a hablar en gallego y se sintieran orgullosos de su entorno y de sus tradiciones. Y esta táctica la desarrolló hasta que se jubiló en el IES Illa de Tambo de Marín, donde la última representación fue “As viaxes do Principiño”, una adaptación dramática que realizó de la pieza de Exupéry.

Pero los editores detectaron su talento y no lo dejaron pasar. Ya tenía Fina alrededor de 40 años cuando Xerais publicó siete de sus obras para representar en la escuela. Después Vía Láctea sacó a la luz su primera obra narrativa para adolescentes: “Mutacións Xenéticas”, que la editorial Bromera, de Valencia, quiso traducir al catalán y Fina creía que era una broma. Y cuando presentó al premio Merlín “Dúas bágoas por Máquina” y ganó, su carrera literaria cogió ya una fuerza imparable.

Fina Casalderrey con dos de sus libros en su casa de Pontevedra

Fina Casalderrey con dos de sus libros en su casa de Pontevedra / Rafa Vázquez

Casalderrey asegura que su compromiso con la lengua se fraguó desde sus mismos inicios en la escritura. “Se escribise en castelán, quizais tería acceso a outros recoñecementos, pero non me queixo, fun candidata aos premios máis prestixiosos de literatura infantil e xuvenil a nivel intenacional como o Andersen ou o Astrid Lindgren e gañei o Premio Nacional (en 1996 por “O misterio dos fillos de Lúa”); realmente creo que o galego nunca foi unha barreira”, considera.

Vendrían después otro tipo de obras, alrededor de la gastronomía, la etnografía e, incluso, hizo sus incursiones en el audiovisual, escribiendo los guiones de varios cortometrajes además de estrenarse como directora en “A última moeda”, un reto del que asegura sentirse muy orgullosa.

Confiesa Fina que nunca fue una escritora muy disciplinada. “Escribía dunha forma compulsiva cando podía, sobre todo en vacacións. Escribo cando a miña cabeza está despexada. Daquela, fágoo de forma constante e gózoo enormemente”, describe. Y es que Fina siempre ha compaginado la escritura con la docencia y, ahora jubilada de las aulas, tampoco su ritmo ha bajado ya que es raro cuando no está preparando algún proyecto para la Real Academia Galega, alguna presentación de libros, pregón, charla o como jurado de algún premio literario.

La Academia, en la que ingresó en 2013, le exige un tiempo importante, tanto como miembro de la ejecutiva -en la actualidad como “tesoureira” y en la legislatura anterior como “arquiveira e bibliotecaria”- y como coordinadora del proyecto “Primavera das Letras”, mediante el que la RAG pretende establecer un vínculo con el profesorado y alumnado de toda Galicia.

«Non formamos parte da Institución tan só por cumprir cunha cota. Igual que hai homes, que tamén, hai mulleres moi valiosas»

La institución cuenta con nueve mujeres frente a veinte hombres, una desproporción, advierte la escritora, “menor ca en calquera outra das Academias de España, pero aínda grande. Nos últimos anos téntase emendar esta inxustiza histórica, pero non podemos arranxalo de golpe. Non formamos parte da Institución tan só por cumprir cunha cota. Igual que hai homes, que tamén, hai mulleres moi valiosas para, co seu traballo, termar da lingua coas que, agardamos, se conte de maneira indiscutible”, opina.

La escritora explica que en su profesión el patriarcado también era una realidad. “Nos anos 70 e 80 era moi raro que as mulleres ocupasen postos directivos e, aínda que o soldo era o mesmo, optabamos a diferente número de prazas nas oposición, para os homes había un maior número”, explica. Como escritora también recuerda las tremendas injusticias que sufrieron mujeres como Rosalía de Castro. “Emociona ver como, no prólogo de ‘La hija del mar’, reivindica o dereito a escribir pedindo desculpas por ser muller e atreverse a facelo. Eu mesma participei no premio Barco de Vapor con pseudónimo masculino… Creo que as cousas cambiaron moitísimo e que fomos gañando un respecto impensable noutrora. Persoalmente, teño que dicir que nunca sentín ninguneada nin como escritora nin como mestra”, destaca.

Fina Casalderrey en la feria del libro en Cuba, en 2008

Fina Casalderrey en la feria del libro en Cuba, en 2008 / Cedida

Fina tiene dos hijos Marcos, que tiene 50 años y Rocío, de 46. Fue madre con solo 23 años: “Casabamos novos e non planeabamos se queriamos ser pais nese momento. Pero, sen dúbida, sinto aos meus fillos como apéndices de min, é dicir, aínda que por suposto voan independientes, se me faltasen, sería coma se me arrincasen un anaco de min mesma”, asegura.

Entre los pequeños “mimos” que confiesa la escritora regalarse alguna vez se encuentra uno tan sencillo como excepcional: “Ás veces non fago nada para poder reiniciarme, que iso tamén alimenta a alma”.

Y ni un segundo pierde su fe en el poder de la Literatura: “Quizais non poida cambiar o mundo, pero si que pode remover conciencias”, concluye. 

Las pioneras Gloria Giner de los Ríos: la maestra renovadora y feminista

Gloria Giner de los Ríos García

Gloria Giner de los Ríos García / FDV

Gloria Giner de los Ríos (Madrid, 1886 – 1970) pasó su infancia y adolescencia en Madrid, Alicante y Barcelona al albur del destino profesional de sus padres, Hermenegildo Giner de los Ríos y Laura García Hoppe. Tras cursar los estudios de Magisterio completó su formación en la Institución Libre de Enseñanza. Fue profesora de la Escuela Normal Superior de Maestras y de la Institución Libre de Enseñanza y autora de manuales dedicados a la enseñanza de la Historia y de la Geografía con vocación renovadora. Desarrolló junto con su amiga Leonor Serrano la “receta” educativa que llamaron “observación entusiasta.” Además, intentaron que el canon androcéntrico de los estudios geográficos incluyera a las mujeres. Contrajo matrimonio con Fernando de los Ríos Urruti, con quien tuvo una hija, Laura, que se casó con Francisco García Lorca, hermano del poeta Federico.

Gloria fue una de las mujeres que vivieron en el exilio durante la dictadura franquista, formando parte de la élite intelectual que llevó a cabo una fructífera labor educativa, filológica, literaria, jurídica y cultural. 

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents