ASCON: memorias de la lucha obrera

Se cumplen cuarenta años del cierre del astillero, víctima de la reconversión naval, y algunos más de las movilizaciones históricas de sus trabajadores. Manuel ‘Puxeiros’ y Manuel Meira, dos ex líderes sindicales de la empresa, recuerdan el conflicto

Manuel «Puxeiros» y Manuel Currás Meira, líderes sindicales de las movilizaciones de ASCON.

Manuel «Puxeiros» y Manuel Currás Meira, líderes sindicales de las movilizaciones de ASCON. / Marta G. Brea/FDV

«Hicimos alguna barbaridad de vandalismo que hoy no se te pasa por la cabeza: quemamos contenedores, autobuses, trenes... Y secuestramos un barco». Así responden Manuel Rodríguez Campo ‘Puxeiros’ y Manuel Currás Meira, ex líderes sindicales del astillero ASCON a la pregunta sobre las movilizaciones más duras que protagonizaron hace cuatro décadas cuando luchaban por la supervivencia del astillero y, por tanto, de sus puestos de trabajo y de los de sus compañeros. El conflicto del naval está muy presente en la memoria colectiva de Vigo, una ciudad especialmente activa en la lucha obrera durante los años setenta y ochenta, cuando el sindicalismo pasó de actuar en la clandestinidad de los últimos años del régimen franquista a estrenar democracia y tener que enfrentarse a la reconversión naval impuesta a España por la Unión Europea.

Quedamos con estos sindicalistas ya jubilados en la estación marítima de Vigo para coger el barco a Moaña y rememorar el proceso vivido hace años, que se saldó con el cierre del astillero y la lucha por la recolocación de los trabajadores que se habían quedado en la calle. Señalan el pequeño descampado colindante a la piscina del Club Náutico y recuerdan: «Durante años, desde 1979, veníamos cada día ahí (donde estaba la antigua estación marítima) como quien va a misa. Hacíamos la asamblea a las diez de la mañana y al acabar nos íbamos en manifestación a protestar a los espacios públicos: a la delegación de Trabajo, que estaba cerca, al Concello de Vigo, a los Fondos de Promoción de Empleo... Nuestro lema era ‘Ascón, solución’, nuestro objetivo era mantener el astillero abierto (nunca se tuvo que cerrar porque era de los más modernos de Europa) y que se fueran los que eran propietarios en ese momento», relatan.

La empresa de construcción naval ASCON, nació en 1969 de la fusión de las empresas Construcciones (un astillero en Meira-Moaña capaz de construir buques de hasta 4.500 TRB) y de F. Yarza (situada en la zona viguesa de Ríos con posibilidad para construir buques de hasta 1.000 TRB). La fusión es obra de la familia Davila y de Alejandro Barreras y en ese momento la nueva compañía dispone de una superficie de 56.000 metros cuadrados en Meira y otros 50.000 en Vigo. En 1970 el astillero ocupaba a 781 personas, que llegarían a ser 1.889 trabajadores en 1978 y quedarían en 1.642 en 1984, año en que el gobierno del PSOE decreta el fin de su actividad productiva.

Los inicios como aprendices

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Puxeiros y Meira, en la época en que eran representantes sindicales de ASCON. / Cameselle

Manuel ‘Puxeiros’ y Manuel Meira, ambos de 72 años, entraron en la empresa en 1967 con quince años como aprendices, el primero en el departamento de mecánica, de ajustes, en Ríos, y el segundo en el área de trazado, de diseño de barcos, en Meira. Los dos eran hijos de trabajadores del astillero y esa ocupación les permitía trabajar durante las mañanas y asistir por las tardes a clases de bachillerato en la escuela aledaña a la factoría de Meira. «Venía la lancha de Pitillos a buscarnos a Ríos y nos llevaba a la escuela a Meira», relata Puxeiros. En 1972 los dos trabajadores cumplen el servicio militar en la Marina en Ferrol cuando se producen las muertes de los sindicalistas Amador Rey y Daniel Niebla por disparos de la policía cuando se manifestaban por mejoras en las condiciones del trabajo en los astilleros de Ferrol. «Nos prohiben salir del cuartel durante unas semanas por el conflicto laboral. Era cuando empezaban los sindicatos clandestinos y el naval era muy reivindicativo», narran.

La situación de ASCON a finales de los 60 y principios de los 70 es de creciente actividad, con una incremento sostenido de la demanda y, por tanto del cuadro de personal. «La crisis empezó en 1976, tras la apertura del canal de Suez, y la depreciación de unos arrastreros que estábamos construyendo para Cuba, que causó una merma de doscientos millones de pesetas en cada barco. Luego vino la reconversión naval, que a ASCON la cogió muy moderna, de las más punteras de Europa, pero con una deuda de 500 millones de pesetas, y eso hizo que la señalaran, pese a que otros astilleros como Unión Naval de Levante, el más parecido en tamaño, nos triplicada la deuda y se salvó».

Empieza el «calvario»

El verdadero calvario para los trabajadores comienza con la venta de la empresa a los propietarios de Astilleros del Atlántico, la familia Pérez Maura, y la llegada al astillero gallego de Robert J. Slinin, que inicia la primera reconversión, adelantándose a la que posteriormente sufriría todo el sector naval en España, trasladando a personal de Ríos a Meira, haciendo cambios de turnos y ejecutando despidos. «Lo primero que dijo al llegar fue que los trabajadores eran como sacos de patatas, su plan era controlar el Banco de Crédito de la Construcción Naval para doblegar al gobierno con la amenaza de que cerraba sus tres astilleros, incluso intentó comprar Unión Naval de Levante pero fracasó».

El ensayo de 1978

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Una asamblea de 1978. / Magar

Un paro de los obreros como protesta por el despido de un compañero en febrero de 1978 desemboca en un cierre patronal del astillero, en base al bajo rendimiento, que se prolonga durante casi ocho meses. En ese periodo que dura el conflicto se ensayan las movilizaciones, negociaciones y herramientas de solidaridad que años más tarde estarán presentes en el largo conflicto. «Durante esos ocho meses nos manifestamos sin parar, llegamos a ir a Pontevedra a pie, y recibimos la solidaridad, tanto económica como de apoyo a nuestras reivindicaciones, de las centrales sindicales que convocan paros en toda España. Era mucho tiempo sin cobrar y los trabajadores, sobre todos los que vivían en la ciudad y eran proletariado puro, no tenían recursos. Montamos un economato en el local de la USO en O Calvario, creamos una comisión para recaudar dinero, íbamos todos los días a O Berbés a buscar pescado y también a los supermercados».

En esos momentos el sindicato USO controla el comité de empresa, que venía del jurado vertical, y como el conflicto se prolonga, se forma un comité de huelga en el que entran, entre otros 40 representantes, Puxeiros y Meira, si bien la USO continúa en mayoría . El primero de ellos seguirá toda su vida laboral en CC OO, combinando su actividad sindical durante 16 años con la representación política en el Concello de Mos como concejal del Partido Comunista de Galicia y con su puesto de trabajo en el astillero Vulcano (donde entró tras el cierre del proceso de ASCON), mientras que el segundo pasará más tarde a formar parte del sindicato CXTG y luego de la CIG, «siempre siguiendo a Camilo Nogueira», según explica Meira.

Las negociaciones con la empresa se suceden a la par que las movilizaciones, pero no se produce ningún avance significativo. «Hay una especie de acuerdo, pero trae consigo despidos y sancionados, y se paraliza, así que se decide acogerse a un laudo, el primero en el que interviene por primera vez como árbitro mediador un ministro de Trabajo, Rafael Calvo Ortega, quien dictamina seis despedidos y 42 sancionados».

Ya de vuelta al tajo en el astillero y ya elegidos como miembros del comité de empresa en unas elecciones en las que la USO prácticamente desaparece, Puxeiros y Meira van a tener que lidiar con el largo y tenso proceso de la reconversión naval. «ASCON estaba señalado por el gobierno para ser cerrado, primero lo intentó Adolfo Suárez en 1979, pero dio marcha atrás; entró Felipe González y tenía la imposición de la Unión Europa de reducir un porcentaje de tonelaje de construcción naval, así que buscan cerrar los más grandes, entre ellos ASCON y Astano (Vulcano no, aunque producía el triple que nosotros)».

Los expedientes de regulación

En septiembre de 1979 comienzan a producirse los primeros expedientes de regulación de empleo temporales, en principio de tres meses de duración, que se realizaban en turnos rotatorios del personal hasta que los decretos de reconversión abren la puerta a aligerar plantillas y 550 trabajadores se acogen a la vía de las prejubilaciones. «Al firmar esos expedientes conseguimos un tema sindical positivo que era una espina que teníamos clavada: recuperar a los despedidos en la huelga de 1972 porque ASCON era la única empresa del naval en la ría de Vigo que no había aceptado la amnistía laboral decretada por el gobierno. Eran once y admiten a tres, dos despedidos en el 72 y uno en el 78; el resto ya estaban recolocados en otros sitios o trabajando en sindicatos», apunta Puxeiros».

Entre 1979 y 1981 se van sucediendo los expedientes de regulación de empleo, que duran mientras no se agota el paro, y en los años posteriores se van decretando los llamados Fondos de Conversión de Empleo, que ponían a cero el contador de la cotización por desempleo.

Con la espada de Damocles del cierre anunciado y la intención de luchar por sus puestos de trabajo y la supervivencia del astillero, entre 1981 y marzo de 1984, cuando el gobierno decretó el cese de la producción de ASCON, los obreros trabajan parcialmente. Robert J. Slinin había abandonado el barco y le suceden un primer momento Felipe Font, que fallece en un accidente de avión en Barajas en 1983, y, después, Carlos Gómez Goé, apoyado por algunos de los técnicos del astillero, quien pese a su voluntad se estrella contra la gran debilidad de la empresa, con un accionariado ya muy reducido y una economía lamentable, tal y como recoge la publicación ‘Obra Viva’ editada en 2004 por la Unión Comarcal de CC OO en Vigo, que recoge la historia del conflicto de ASCON con motivo del vigésimo aniversario del cierre del astillero.

Protestas, encierros y reuniones

A lo largo de todos los años que duró el conflicto se sucedieron manifestaciones por distintas zonas de la ciudad de Vigo, encierros en sedes de partidos políticos, en organismos oficiales, en el ministerio de Trabajo en Madrid y hasta en la catedral de Santiago, concentraciones en solitario o junto a trabajadores de otros astilleros, reuniones con dirigentes locales, provinciales, de la Xunta y del gobierno central y protestas de distinto tipo. Se pretendía que las acciones decididas resultaran, en la medida de lo posible, originales, contundentes y demostrativas de la necesidad social de que el problema tuviese resolución.

Portada de FARO del 16 de abril de 1983.

Portada de FARO del 16 de abril de 1983. / FDV

«Se quemó un autobús en la Praza de España, se hizo una hoguera en la vía del tren en Ríos, se quemó un camión de basura en el túnel que bajaba a Ríos, estuvimos 21 días encerrados en al Concello de Vigo, sitiamos El Corte Inglés, detuvieron y encarcelaron a gente.... Teníamos que darle al ingenio para seguir manteniendo vivo el conflicto», comentan estos antiguos trabajadores del naval.

Secuestro del ‘Catamarán’

Tras haber intentado, sin éxito, asaltar el crucero turístico Sea Princess en su escala en Vigo, llega en enero de 1985 uno de los actos de protesta más emblemáticos: el secuestro del ‘Catamarán’, el barco en el que la empresa trasladaba al personal residente en Vigo al astillero de Meira. La puesta en escena consistió en la ocupación del puente del barco por unos encapuchados y un recorrido por los astilleros de la Ría reclamando la solidaridad de los trabajadores y de la población.

A lo largo de las horas que duró esta acción reivindicativa nutridos contingentes policiales aguardaban en los posibles puntos de desembarco en Vigo, mientras que buques de la Armada seguían al ‘Catamarán’ en su periplo. Manuel Meira lo vivió en Vigo: «Se le dijo a los pasajeros que se iba a ocupar el barco y que si querían podían bajarse (bajaron todos) y a la tripulación se le dijo que dieran una vuelta por la ría». Manuel Puxeiros estaba en esos momentos en una reunión en el ministerio en Madrid: «Me dijeron que eso del secuestro era muy grave y que los culpables podían enfrentarse a un consejo de guerra».

Encierros y tanquetas

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Encierro en la delegación de Hacienda de Vigo, en septiembre de 1984. / Cameselle

De todos los encierros que protagonizaron, Puxeiros recuerda como el más duro el que tuvo lugar en la delegación de Hacienda en Vigo : «Estuvimos tres días. Llegó a haber tanquetas, pero no intervinieron porque temían que se quemara el edificio. Nos tenían que dar un pago de doscientos millones de atrasos que nos debían y al final nos pagaron». «En la catedral de Santiago dormimos una noche. El deán nos decía: ‘Por el amor de Dios, no estropear nada’. A mí me entrevistó Encarna Sánchez para la radio», relata Puxeiros, que también rememora reuniones con el entonces presidente de la Xunta Gerardo Fernández Albor. «Salimos él y yo al balcón d el Parlamento a tratar de apaciguar a la gente que había rodeado el edificio del parlamento», comenta.

En los episodios que recuerdan estos sindicalistas se encuentran noticias que llenaron las páginas de los periódicos durante esos años, incluso después del cierre del astillero. Así fue cuando acudieron a un hipermercado en el barrio de Coia a hacerse con alimentos o cuando boicotearon un mitin de Alfonso Guerra, entonces vicepresidente del gobierno, en la ciudad en noviembre de 1985. El político se enfadó mucho con los trabajadores que interrumpieron su discurso a golpe de megáfono y grito de ‘ASCON, solución’ y les dirigió una reprimenda en las que les dijo que sus hijos llorarían por sus acciones, según relatan los presentes.

Proyectos fantásticos

En medio de negociaciones y reuniones con gobernantes en busca de una alternativa de futuro para el astillero no faltó alguna propuesta, cuando menos exótica, por parte de un grupo empresarial norteamericano que auguraba un maná en forma de proyecto para la creación de una base de reparación de plataformas petrolíferas. La idea, que venia acompañada de comedores, guarderías, escuelas, viviendas y economatos, conquistó la cabeza de algún dirigente político, pero no llegó a fraguar. Las instalaciones que ocupaban los astilleros de Meira y Ríos pasaron con los años a convertirse en las plantas de las empresas de construcción naval Rodman Polyships y Metalships.

La recolocación

En el fondo de todas las acciones de protesta llevadas a cabo por los trabajadores de ASCON se encontraban personas que llevaban viviendo meses sin percibir ni un céntimo. «Fueron años de miseria, de no tener para pagar la hipoteca, de inseguridad, de no saber qué futuro laboral nos esperaba», comentan estos líderes sindicales.

Y es que en el camino de movilizaciones y negociaciones se quedaron algunos que no soportaron la situación. El Fondo de Promoción de Empleo ofrecía dinero a quien quisiera probar suerte en otros sectores, pero la realidad laboral era realmente incierta para aquellos que solo tenían experiencia y formación en el campo de la construcción naval. Algunos consiguieron trabajo en otras actividades, otros fallecieron, alguno se quitó la vida, otros llenaron consultas de psiquiatras y psicólogos.

«Al final del proceso conseguimos que más del 90 por ciento de los que quedaran sin trabajo fueran recolocados en todos los astilleros de la ría de Vigo, excepto en Barreras, que era del INI, y en otras empresas, como una lavandería de Porriño que trabajaba para Povisa y en ese propio hospital. De casi dos mil trabajadores que éramos, en verano de 1987 solo quedábamos doce».

La historia protagonizada por el colectivo de trabajadores de ASCON se saldó con varios cientos de jubilados a lo largo de todo el proceso, otros cientos que pudieron regresar al sector naval recolocándose en astilleros como Santodomingo, Vulcano, Rodman Polyships, Paulino Freire e industrias auxiliares, otros, menos, acabarían en empresas ajenas al sector del metal; y por último, un grupo significativo optó por acogerse a la oferta de indemnizaciones y, en muchos casos, continuar con el paro.

El papel de la prensa

Portada de FARO del miércoles 15 de febrero de 1984.

Portada de FARO del miércoles 15 de febrero de 1984. / FDV

«Los periodistas jugaron un papel muy importante complicidad con nosotros, algunos se convirtieron en amigos y guardamos de ellos un recuerdo imborrable», manifiestan Puxeiros y Meira. «Sin los medios de comunicación no hubiéramos sido capaces de alargar el conflicto como lo alargamos ni de recolocar a la gente como la recolocamos en otras empresas», añaden mientras comienzan a enumerar nombres de periodistas y fotógrafos: «Los más especiales para mí fueron Luz María Durán y Antonio Ojea», destaca Puxeiros.

Apoyo de la ciudad

Del mismo modo, consideran que el apoyo ciudadano a las reivindicaciones de los trabajadores fue «de diez». «La solidaridad con nosotros era total y absoluta. La población nos soportó todos esos años y decían que teníamos razón. Es que las personas que trabajábamos en esos años en el naval éramos quince mil y si las multiplicas por cuatro, contando la familia de cada obrero, son sesenta mil personas. Eran otros tiempos, estrenábamos democracia, no sé si hoy sería igual».

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