Gallegos a la vanguardia
“Espero presenciar que hay vida en otro planeta”
El astrofísico noiés Aarón Bello Arufe estudia las atmósferas de los exoplanetas en el Jet Propulsion Laboratory de la NASA
Nació el mismo año en el que el primer exoplaneta descubierto, Dimidio, abrió la puerta a la existencia de otros mundos fuera de nuestro sistema solar. El universo le llamó la atención desde niño y mientras exploraba el cielo nocturno con el telescopio que le regalaron sus padres no dejaba de preguntarse “si habría vida ahí fuera”. Hoy Aarón Bello Arufe (Noia, 1995) trabaja en uno de los centros de la NASA, el Jet Propulsion Laboratory (JPL) de Pasadena, y estudia las atmósferas de los planetas que orbitan alrededor de otras estrellas.
Titulado en Física por la Universidad de Santiago y la sueca de Umea, cursó el máster y se doctoró como astrofísico en la DTU de Dinamarca con becas de la Fundación Barrié y la Caixa y, durante esa etapa, también fue investigador visitante en Caltech (California), una de las mejores del mundo en su rama. Con este currículo y su capacidad para trabajar a la vez con datos de telescopios espaciales y terrestres, algo no muy frecuente, Aarón convenció a la NASA de que él era la persona que buscaban a finales de 2022 para una vacante en el grupo del doctor Renyu Hu.
“Estar aquí es un sueño cumplido. En el JPL se preparan las misiones de la NASA de exploración robótica del sistema solar como la del Curiosity en Marte o la que se lanzará en unas semanas a Júpiter. Es bastante impresionante y aún no me he acostumbrado a esa sensación”, reconoce.
Aarón trabaja con datos del telescopio James Webb, que ha “revolucionado” la astrofísica y, en concreto, el estudio de los exoplanetas. “Por primera vez en la historia de la humanidad, podemos saber si los planetas de fuera del sistema solar con un tamaño parecido al de la Tierra tienen atmósfera, que es una de las preguntas más básicas. Y después, si la hay, podemos investigar su composición”, destaca.
Para ello, miden el espectro de la luz que se filtra a través de la atmósfera cuando el exoplaneta pasa por delante de su estrella. Por ahora, la tecnología disponible solo les permite observar los que se encuentran más cerca, a varios años luz de distancia. Y el análisis de los datos de telescopio se desarrolla a lo largo de varias fases para garantizar que los resultados finales sean robustos. “De hecho, trabajamos, por lo menos, dos equipos diferentes que tienen que estar de acuerdo en las conclusiones”, apunta.
El estudio de los exoplanetas es una de las áreas más recientes de la astronomía –“Somos muchos investigadores jóvenes y esto también favorece que haya ideas más atrevidas y revolucionarias” – y uno de sus objetivos es encontrar un planeta con una atmósfera similar a la nuestra. “Y una vez que se consiga, el sueño sería estudiar si hay vida. Espero estar vivo para presenciarlo y, si es posible, contribuir a ello”, anhela.
“Es una época dorada para la búsqueda de vida extraterrestre porque, por primera vez, estamos creando instrumentos y telescopios que nos permitirán detectarla"
“Es una época dorada para la búsqueda de vida extraterrestre porque, por primera vez, estamos creando instrumentos y telescopios que nos permitirán detectarla. La pregunta del millón es si existe. Pero lo que sí sabemos, porque se ha descubierto recientemente, es que ya solo en nuestra galaxia hay miles de millones de planetas con un tamaño y temperatura similares a la Tierra. Y con las condiciones necesarias para tener agua líquida en la superficie, lo cual es un ingrediente necesario para la vida tal y como la conocemos”, explica.
Mientras contribuye con su investigación a alcanzar algún día ese objetivo, Aarón también tiene otra aspiración más alcanzable a corto plazo. “Ojalá lleguemos pronto de nuevo a la Luna. No había nacido cuando se logró por primera vez y me encantaría poder vivirlo. Y luego ya a Marte, pero eso ya sería más adelante”, confía Aarón, que hace unas semanas siguió con mucha atención el primer paseo privado por el espacio de la historia. “Ya son varias misiones las que han sido lanzadas por compañías como SpaceX y es muy interesante que la industria privada también contribuya al avance espacial”, comenta.
"Muchas de las tecnologías que desarrollamos se acaban aplicando en otros campos y beneficiando a toda la sociedad. cada dólar invertido se devuelve multiplicado en investigación, productos e inspiración para la siguiente generación"
La exploración de nuestro sistema solar y de los exoplanetas no solo amplía el conocimiento científico, sino que mejora nuestro día a día, lo que justifica las elevadas inversiones que requiere. “Muchas de las tecnologías que desarrollamos se acaban aplicando a otros campos y beneficiando a toda la sociedad. Cada dólar invertido en el Programa Apolo de la NASA para llegar a la Luna, por ejemplo, fue devuelto multiplicado a la humanidad, tanto en investigación como en productos y en inspiración para la siguiente generación de estudiantes”, subraya.
En el complejo del JPL, con un tamaño similar “al de un pequeño pueblo”, trabajan miles de ingenieros, astrofísicos, biólogos, químicos y expertos de otras ramas de conocimiento en un ambiente muy internacional y con grandes medidas de seguridad. “Hay lugares a los que no podemos acceder los que no tenemos la ciudadanía americana”, revela Aarón, que hace unas semanas tuvo la oportunidad de hacer de guía para sus padres y su hermano por las emblemáticas instalaciones de la NASA.
A día de hoy, no sabe por cuánto tiempo seguirá allí, pero sí tiene claro que su “objetivo profesional” es “seguir contribuyendo a estudiar la posibilidad de vida en el universo, ya sea en la NASA o en otro sitio”. Y su consejo para los niños gallegos que hoy escudriñan el cielo con las mismas inquietudes que él tenía a su edad es que no dejen de perseguir sus sueños: “Que trabajen por un objetivo, ya sea para un proyecto como el de trabajar aquí algún día o cualquier otra pasión que tengan”.
Al astrofísico noiés le gusta el clima californiano, aunque echa de menos la lluvia “y los paisajes gallegos, que no los hay en ningún lado”. Practica deporte y una de las mejores cosas de su trabajo es que también le permite disfrutar de otra de sus pasiones, viajar.
“Solemos ir a otros países para trabajar en observatorios astronómicos y hace unos meses estuve en el Mauna Kea de Hawái, uno de los más grandes de la Tierra”, comenta. Un viaje que acabó siendo, celebra, “una experiencia inolvidable”: “Nuestro objetivo era estudiar la actividad volcánica de un exoplaneta y en la última noche de trabajo el Kilauea entró en erupción y pude acercarme a ver la lava. Tuve mucha suerte porque no pasa todos los días. Fue una de mis mejores vivencias como astrofísico”.
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