El jesuita gallego que escucha a los presos en Tailandia

Miguel Garaizábal mantiene sus relaciones con sus familiares en la ciudad departamental y su vínculo con la diócesis de Mondoñedo-Ferrol. Conocido en las últimas semanas por sus intervenciones en programas de televisión sobre el caso de Daniel Sancho, lleva cuatro décadas de misionero

El jesuita Miguel Garaizábal

El jesuita Miguel Garaizábal / FDV

Salvador Rodríguez

Salvador Rodríguez

Se ha hecho famoso por sus participaciones televisivas en los programas que abordan el caso de Daniel Sancho, condenado en primera instancia a cadena perpetua por el asesinato y descuartizamiento en Tailandia de Edwin Arrieta (parece ser que su compañero sentimental, y digo parece porque en este turbio asunto las dudas se siembran y recolectan cada día como si fuesen lechugas). A Miguel Garaizábal acudió, desesperado, el padre del condenado, Rodolfo, hijo a su vez del también gran actor Sancho Gracia, alias Curro Jiménez, pues una de las actividades misioneras de Miguel Garaizábal es desde hace muchos años la de visitar y escuchar personalmente a los presos de habla hispana en las temibles cárceles tailandesas. No lo ha conseguido todavía con Daniel, pero hay que atribuirle la primicia de que el reo español sería condenado a la perpetua, días antes de que se hubiese hecho público el dictado de la sentencia: acertó de pleno. El tiempo dirá si también acierta en sus otros pronósticos: que al joven chef le será rebajada la pena y que, en dos o tres años, podrá ser trasladado a un centro penitenciario de España, del que, en poco tiempo, podrá disfrutar de sus primeros permisos provisionales en libertad. En fin, con la Justicia hemos topado.

Es de suponer que Miguel haya llegado a paradójicas conclusiones a raíz de este caso, porque lleva más de cuarenta años de misiones, desempeñando labores tan elogiosas como admirables, y no obstante, hasta hace unas semanas, resultaba un absoluto desconocido como, por otra parte, les ocurre a las decenas de hombres y mujeres españolas que sacrifican sus vidas, que lo dejan todo, para dedicarse en cuerpo y alma a ayudar a los demás, a veces jugándose la piel en situaciones y países tan lejanos cual intempestivos en los que la muerte acecha en la esquina menos pensada y en el día, o la noche, más inesperada.

En Galicia hemos conocido, además, que Miguel Garaizábal es “uno de los nuestros”. Nació en Ferrol en el año 1942, si bien su vida se ha desenvuelto desde muy joven lejos de su tierra natal. En la ciudad departamental ( “El Ferrol de Su Excelencia”, según la irónica e histórica respuesta que dio el pintor Urbano Lugrís inquerido por Franco) conserva una tía y varios familiares cercanos, a los que visita cuando tiene la oportunidad, es decir, muy poco, poquísimo. Eso sí, todavía figura inscrito entre los doce misioneros de la diócesis de Mondoñedo-Ferrol en el mundo.

"Llegué a Bangkok el 30 de agosto del 1966, y allí estoy desde entonces"

“Las primeras imágenes de Ferrol que me vienen al recuerdo son la vista sobre la ría y del arsenal desde el paseo de Herrera, a donde iba a jugar cuando era pequeño. Otra imagen son las procesiones de Semana Santa. Eran impresionantes e impactantes”, declara en una entrevista publicada por la citada diócesis, en la que también explica que “La verdad es que mi vocación misionera surgió como un flechazo. De pronto descubrí en mí el amor de Dios, una experiencia que quería transmitir a los demás. Busqué cómo, y me dijeron que los jesuitas eran misioneros. Entré en el noviciado de los jesuitas en Salamanca, a finales del 1959. Nuestra provincia tenía la misión de China y Brasil. Le dije al maestro de novicios que yo me ofrecía para ir a misiones. La principal razón era que yo quería darme totalmente a Dios. ¡Creo que también me motivaba un cierto espíritu aventurero! Más tarde pasaron algunos misioneros de China por el noviciado, y uno de ellos comentó que la Compañía de Jesús en Tailandia, que era parte de la provincia de China, necesitaba gente. Desde entonces me puse a escribir cartas cada año pidiendo a mis superiores que me enviaran a Tailandia. Y mi insistencia dio resultado. Al terminar Filosofía en Comillas, el Provincial me destinó a Tailandia. Llegué a Bangkok el 30 de agosto del 1966, y allí estoy desde entonces. Estudié Teología en la India, y recibí la ordenación sacerdotal en 5 de marzo de 1972 en Bangkok”.

Su primer destino después de la ordenación fue el de capellán de estudiantes universitarios en Bangkok, cargo que ejerció durante diecisiete años. También impartía ejercicios espirituales y ya empezaba a visitar a los presos de habla castellana en las cárceles. Durante ese tiempo fue superior de la comunidad de Xavier Hall and Bangkok, y también de la Compañía de Jesús en Tailandia (1984-1990). En 1994 fue destinado al centro de estudiantes The Seven Fountains, en Chiang Mai, para transformarlo en un Centro de Espiritualidad y casa de ejercicios.Más tarde fue párroco en la iglesia de Nuestra Señora de Lourdes, en Bangsaen, durante cuatro años, experiencia que califica de “inolvidable”.

En el 2012, fue enviado al seminario mayor de Lux Mundi como director espiritual, el único en Tailandia de la Conferencia Episcopal. Y desde 2021 volvió a ser nombrado superior de la Compañía de Jesús en Tailandia, donde continúa ejerciendo de director espiritual en el seminario mayor y, entre otras cosas más, de capellán de la comunidad católica latina de Bangkok y miembro de la Comisión Episcopal de Protección de Menores.

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