Gaza, entre los crímenes de guerra y el genocidio

Los expertos dudan de que pueda equipararse la situación de la Franja gazatí con el exterminio de los tutsis en Ruanda o de los judíos a manos de los nazis: “No me atrevo a decir que se trate de eliminar al pueblo palestino”

Mujeres en Gaza lloran la muerte de sus familiares en Rafah.

Mujeres en Gaza lloran la muerte de sus familiares en Rafah. / EFE

La primera vez que el jurista Rafael Lemkin (Ozerisko, Polonia rusa, 1900) fijó su atención sobre la destrucción de grupos étnicos fue con 18 años, al saber del exterminio de los armenios a manos de los turcos, según indica Philippe Sands en su imprescindible “Calle Este-Oeste”. “Se asesinó a una nación y se dejó en libertad a los culpables”, escribió Lemkin sobre aquel primer genocidio moderno, todavía negado por los turcos. Años después, tras las masacres de judíos en Leópolis (Lviv), la muerte por inanición de millones de ucranianos por expreso deseo de Stalin o el exterminio de seis millones de judíos y la muerte de masa de polacos a manos de los nazis, Lemkin –él mismo judío– describió el delito de genocidio, por primera vez en la historia, en su libro “El poder del Eje en la Europa ocupada” (Nueva York, 1944). Lemkin, que participaría como abogado en los Juicios de Núremberg, delinea en ese libro los cinco requisitos que definen el delito de genocidio: el asesinato en masa de miembros de un determinado grupo; el daño grave, tanto físico como psíquico, a los miembros de un grupo; el sometimiento intencional de un grupo a condiciones de existencia que acarreen su destrucción física, total o parcial, bien por hambre o por condiciones insalubres; el impedimento de los nacimientos en el seno de un grupo, con la esterilización o la separación física de hombres y mujeres; y el traslado forzoso de niños de un grupo a otro grupo, borrando de esa forma su pasado.

Cabría añadir que no es posible hablar de genocidio sin una intencionalidad explicitada por parte de los perpetradores. Los cinco requisitos se incluyeron en la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio, impulsada por el propio Lemkin, y suscrita en 1948 y 1949 por 41 países –ahora son 133–, entre ellos el entonces recién creado Estado de Israel. Setenta y cinco años después, la Corte Internacional de Justicia, con sede en La Haya, exige a Israel que detenga su guerra contra Hamás en Gaza, al temer que está a punto de cometer un genocidio.

Pero, ¿realmente puede considerarse así? Hay un debate jurídico al respecto. Amnistía Internacional, por ejemplo, considera que “hay un riesgo real de genocidio, tanto por los ataques indiscriminados contra los palestinos como por la reiteración de crímenes de guerra”, como indica el abogado Gonzalo Olmos, coordinador en Asturias de la citada organización de defensa de los derechos humanos. “Hay indicios de matanzas indiscriminadas, tras hallarse fosas con cientos de cadáveres en zonas ocupadas por el Ejército israelí. También hay pruebas de trato inhumano y torturas a detenidos palestinos. Además, se les está privando de insumos básicos y se está restringiendo la entrada de ayuda humanitaria. Tampoco se les permite el acceso al agua. Todo ello está abocando a los gazatíes a la hambruna. Se está impidiendo además que los palestinos reciban atención sanitaria, generando una grave situación de insalubridad, que se está traduciendo en un aumento de casos de hepatitis o enfermedades gastrointestinales. Y se está hostigando y atacando a quienes tratan de mitigar toda esta situación, como la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina (UNRWA), que ha sufrido ya 200 muertes, u otras organizaciones no gubernamentales, como la del chef mierense José Andrés”, añadió Olmos.

Por lo que se refiere a la intencionalidad, Olmos indica que “la violencia verbal exhibida por ministros de Israel al inicio del conflicto, advirtiendo de que iban a cortar los suministros a Gaza y que estaban combatiendo a ‘animales humanos’, es un claro indicio de voluntad genocida, y la Corte Internacional de Justicia así lo considera”.

La jurista Francesca Albanese, relatora especial de la ONU sobre la situación de los derechos humanos en los territorios ocupados palestinos, declaró en una entrevista que “es muy probable que en Gaza se esté cometiendo genocidio”. De hecho, escribió un ilustrativo informe: “Anatomía de un genocidio”, como remarca el catedrático de Relaciones Internacionales Javier González Vega. El profesor de estudios sobre el Holocausto y el genocidio Raz Segal o el exfuncionario de la ONU Craig Mokhiber se han referido a la actuación de Israel como “un caso de genocidio de libro”. Javier González Vega no las tiene todas consigo. “Soy prudente. Para que se produzca un genocidio hacen falta varias cosas. Y una es la intención de cometer genocidio, exterminar a un grupo humano. Israel lo que pretende es exterminar a Hamás. El ataque a un campamento de desplazados en el que murieron 45 personas iba dirigido contra dos militantes de Hamás. El resto serían para Israel daños colaterales. No me atrevo a decir que trate de eliminar al pueblo palestino”, indica el catedrático avilesino. Lo que sí indica es que el proceso abierto en la Corte Internacional de Justicia podría demorarse mucho tiempo: “Ucrania denunció a Rusia hace dos años y no se ha detenido la guerra”

“Podríamos hablar de crímenes de guerra, quizá crímenes de lesa humanidad, de actos de limpieza étnica si se buscase el traslado forzoso de los palestinos, aunque todo son cábalas, porque no sabemos qué hará Israel el día después del final de la guerra, pero afirmar la existencia de actos de genocidio no se sostiene. Hay una tendencia a abusar del término genocidio. Se ha llegado a acusar de genocidio al Gobierno bolivariano de Venezuela. Es claramente un régimen autoritario, pero su actuación no puede compararse con actos de excepcional gravedad como la Shoá (exterminio de los judíos por los nazis) o la matanza de Ruanda de 1994, en la que el objetivo del Gobierno hutu era exterminar a los tutsis”, añade.

El catedrático se detiene además sobre un aspecto importante. “Se habla de 35.000 muertos, sin que se haya podido establecer fehacientemente, porque el Ministerio de Salud de Gaza, que es el que facilita esa cifra, está en manos de Hamás. Deberíamos conocer el dato exacto de víctimas, y saber cuáles de ellas son civiles y cuáles militantes de Hamás. El primer requisito es poder delimitar los objetivos civiles de los militares. Se omite que las víctimas civiles lo fueron en presencia de milicianos. Evaluar en caliente no es lo más adecuado”. Y recuerda que en otra época –en 2009 con la Comisión Goldstone– se pudo documentar el conflicto: “Eso es imposible ahora”. Los contendientes no dejan de cruzarse acusaciones y la verdad, como en todas las guerras, es la primera víctima.

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