Seis hijos en cuatro meses: familias a contracorriente

Madres y padres gallegos explican los motivos para seguir teniendo hijos en un contexto de nacimientos en mínimos históricos

Seis hijos en cuatro meses: familias a contracorriente

A. Chao

A. Chao

Esperar el momento perfecto. Pero ¿realmente existe? Parece que cada vez menos gallegos lo encuentran cuando se trata de aumentar la familia. Ni el perfecto ni el suficientemente bueno para ello. Las estadísticas hablan por sí solas. Desde que el INE guarda registro, la cifra de nacimientos anuales en España nunca había bajado de los 300.000. Hasta 2023. El área de Vigo, como contaba FARO hace unos días, marcó también un mínimo histórico.

Inestabilidad, dificultades para la conciliación... O, simplemente, no desearlo. Las razones que alejan de la maternidad o la paternidad parecen claras, entonces ¿qué motivos quedan para tener descendencia? Nadie mejor para responder a esta pregunta que seis familias que en los últimos meses han traído niños y niñas al mundo.

Oliver nació este 31 de enero. Es el tercer hijo de María Jesús Fuentes -Jechu, como todos la conocen- y Juan Villanueva, vecinos de Beade (Ourense). “Desde que nos conocimos sabíamos que queríamos ser padres jóvenes” y también que les gustaría tener una familia amplia, “por mí serían cinco”, bromea ella. En 2012 llegó Emma, cuando ellos tenían 22 y 20 años respectivamente. “Solo contábamos con nuestros trabajos y sí que éramos conscientes de la importancia de la estabilidad en el hogar” pero decidieron pelearla siendo uno más en la ecuación.

Cuatro años después nació la segunda bebé de la familia, Anna. Para lo que nadie estaba preparado era para lo que pasaría cuando la pequeña tenía tan solo nueve meses: un diagnóstico de cáncer. “Nos dijeron que era muy difícil que se recuperase, pero con la quimioterapia, el primer tumor remitió. Sin embargo, al poco tiempo tuvo una recaída y Anna murió el 10 de marzo de 2019, a los dos años y medio”, cuenta.

Sus ya maltrechos planes tras meses lidiando con el cáncer infantil terminaban de desmoronarse. “Prácticamente el mismo día que Anna murió monté un altar con algunos de sus recuerdos, pero desmonté todo lo demás. Regalamos la ropa, los muebles, los juguetes… No quería tener más hijos, el miedo a quedarme embarazada y que algo así pudiese pasar de nuevo era inmenso”, explica Jechu con un nudo en la garganta.

Y el miedo sigue ahí, desde cuando visita un hospital a cuando su hija mayor tiene alguna dolencia, “pero hemos aprendido a lidiar con esos temores para poder volver a vivir”. Así, hace casi dos años decidieron tener un tercer hijo. “Tardé casi un año en quedarme embarazada, y cuando recibimos la noticia fue la sensación más bonita que sentíamos en mucho tiempo”, describe la pareja, segura de que “Oliver ha venido para completar nuestra felicidad” y a recibir todo el amor que su familia está dispuesta a brindarle, sin condición.

María Jesús embarazada junto a Juan y Emma.

María Jesús embarazada junto a Juan y Emma. / Cedida

A nivel más individual, Jechu afirma que “me ha reconciliado conmigo misma, sabía que no había nada malo en nosotros, que no tuvimos culpa en lo que le pasó a Anna, pero un nuevo bebé ha ayudado a reafirmarme en que sí puedo”.

Aclara que, por supuesto, “un hijo jamás remplaza a otro, ni se tiene para tapar el dolor de la perdida. De hecho, siempre decimos que tenemos tres hijos” pero Oliver sí que significa recuperar los deseos familiares de dos jóvenes que, años atrás, vieron cómo la enfermedad cercenaba sus ilusiones.

Familia monoparental

Si Oliver llegase a conocer a Iago seguro que harían buenas migas, y sus madres también. Laura Ferro siempre había pensado en formar lo que se entiende por una familia normativa: mamá, papá e hijo. “Me quedé embarazada, pero mi pareja no reaccionó de la mejor manera. Luego sufrí un aborto a los tres meses, lo pasé muy mal y el apoyo tampoco fue el esperado”, asegura.

Fue entonces cuando decidió empezar el camino de la maternidad en solitario. Se vino de Irlanda y con 41 años tuvo a Iago, que ya ha cumplido 16 meses. Además de ser una familia monoparental, el pequeño convive con una enfermedad rara por la que tiene reconocida una discapacidad del 66%: “No puede ir a la guardería por lo menos hasta los tres años, tampoco lo puedo dejar con muchos cuidadores, no puede estar en el parque con otros niños…”.

Laura Ferro con su hijo Iago.

Laura Ferro con su hijo Iago. / Cedida

Esta circunstancia ha impedido que Laura pueda reincorporarse al trabajo, además de encontrarse en una situación burocrática a medio camino entre Irlanda y España que le permite solicitar ciertas ayudas, pero otras no.

Con todo, lo tiene claro, “la vida es una, y el momento o la persona perfecta no existe, así que quien desea verdaderamente tener un hijo debe ir a por ello.” De hecho, no descarta por completo ampliar la familia. 

La pieza que faltaba

Como consecuencia de la caída de nacimientos, las familias no dejan de adelgazar. Los niños nacidos en el 2024 apenas tendrán hermanos, quizá no conozcan primos y los padres de hoy tienen cada vez menos posibilidades de convertirse en abuelos.

De vez en cuando la tendencia, a escala individual, cambia de golpe. Es el caso de la familia de las hermanas Laura y Sonia Figueiredo, donde, de no haber ningún bebé, pasarán a tener dos recién nacidos en cuestión de semanas. “Sonia dio a luz el domingo 28 de enero y yo salgo de cuentas el 26 de febrero”, explica Laura. Sus suegros ya tenían una nieta “pero de nuestra parte son los primeros nietos y bisnietos” 

Seis hijos en cuatro meses: FAMILIAS A CONTRACORRIENTE

Laura y Sonia, aún embarazadas, con la recién estrenada bisabuela Fina, de 92 años. / Cedida

Relata cómo el instinto fue llegando poco a poco, “posiblemente hubiésemos sido padres antes, pero la pandemia nos frenó mucho. La idea de vivir el embarazo, el parto, la socialización en pleno 2020 y 2021 nos aterraba”. Fue justamente “el éxito de la vacunación, ir volviendo a la vida de antes” lo que les permitió dar el paso, “la decisión estaba tomada pero la situación sanitaria nos condicionaba”.

Conscientes de la dificultad que supone la conciliación -él periodista y ella única responsable de una clínica de fisioterapia- y con el foco puesto en una “crianza con apego” tomaron la decisión pese a que “por desgracia, tener hijos hoy, en este país, implica precarizar la vida y poner la trayectoria laboral en un segundo plano”. De hecho, aunque desearían que su hija “disfrutase del privilegio de tener un hermano”, ahora mismo “lo vemos ciencia ficción, pero ojalá encontremos la manera de lograr encajar el tetris de la vida y que Serea tenga un hermano o hermana”.

Situación similar a la de estas hermanas vivieron dos parejas de cuñados. Lucía y Adán se convertían en padres primerizos el pasado diciembre, con 28 y 35 años respectivamente. Con trabajo estable y la reforma de una casa terminada, “sentíamos que era la pieza para completar el puzle y con el tiempo tenemos pensado darle un hermano o hermana a Noel”, cuenta sin lugar a dudas Lucía. “Sabíamos que nuestra vida cambiaría sobre todo por las responsabilidades” y también reconocen que, aunque sus horarios laborales les dejan bastante margen, tendrán que recurrir a “las benditas abuelas”.

Lucía y Lorena, con sus hijos recién nacidos.

Lucía y Lorena, con sus hijos recién nacidos. / Fernando Casanova

Lorena y José recibían a su segundo hijo hace menos de tres meses. Les hubiera gustado que Asier (8 años) tuviese un hermano antes, pero precisamente el cambio de trabajo de ella hizo que lo postergasen. Finalmente se aferraron al convencimiento de que “siempre es buen momento, si te pones a pensar en cuándo te va bien, por una cosa u otra nunca das el paso y al final pasa el tiempo y te arrepientes”, concluye.

Micaela y Álex, con sus cinco pequeños.

Micaela y Álex, con sus cinco pequeños. / Rafa Vázquez

Multiplicando por cinco la media

Donde la mayoría se plantan en uno, quizá dos, Micaela Martínez y Álex Kursell subieron la apuesta a cinco, 4 niños y una niña de 8, 7, 5 y 2 años y el último, de tres meses. Este matrimonio instalado en Galicia desde hace 5 años, “una tierra maravillosa tener hijos”, siempre supo que quería tener familia numerosa y que, en la medida de lo posible, no se llevasen demasiados años. “Los hermanos mayores no tiene que ocuparse de criar a los pequeños, eso sería injusto, pero al estar próximos en edad sí que se arropan y ayudan”, en definitiva, actúan como hermanos.

Precisamente para esto, explica el matrimonio, querían tener varios hijos, “y que se tuviesen los unos a los otros”.

Fueron padres por primera vez a los 26 y 28 años, mientras opositaban, “tratamos de construir nuestra vida con la vista puesta en la familia que queríamos formar”. A pesar ser tan jóvenes consideran que “no renunciamos a nada verdaderamente importante, si nuestros amigos sin hijos ahora se van de viaje a Filipinas, nosotros nos vamos de fin de semana a Tui, si, pero la vida es muy larga, la infancia de los niños muy corta y esas otras cosas ya volverán si tienen que volver”.

Reconocen que la estabilidad laboral influye, ella ingeniera de montes con empleo público y el militar, pero creen también que es importante abandonar el individualismo y la idea de que darle todo a los hijos se centra en lo material “cuando a lo mejor le estás negado lo más valioso, que es un hermano”. También ponen en foco en las ventajas de vivir en una ciudad como Pontevedra, donde han conocido a otras familias numerosas, además de formar parte de la Asociación Galega de Familias Numerosas (Agafan)

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