Dos payasos han muerto en Palestina. Desde Gaza, el director de la Stars Circus School, Majid Elmosalami, asegura que han asesinado a un alumno de la escuela. Sus palabras tiemblan. La atmósfera de destrucción traspasa la pantalla. Su voz vibra en una grabación de móvil. Majid contiene el rostro, estira el rictus y traslada buenos deseos en una escueta grabación que viaja a Galicia. El chico se llamaba Muhammad Ali Azia. El ejército israelí, asegura, está bombardeando las galerías en las que se refugian los jóvenes alumnos. Ya no saben cómo resistir, dónde esconderse… se apresura a traducir un intérprete con voz en off. Otro alumno de la escuela Rebel Circus School de Belén, la primera que la organización gallega “Pallasos en Rebeldía” abrió en el campo de refugiados Aida, en Belén, también ha muerto a manos del ejército. ¿Cuántas risas podría haber provocado ese clown a lo largo de su vida? ¿Cuántas carcajadas evitará su ausencia? Una sonrisa se entierra en Gaza, junto a los más de once mil muertos de una masacre entre cuyo recuento se incluyen 4.700 niños, en un territorio de altísima densidad de población, pero que representa en extensión menos de la mitad de la provincia de Pontevedra.
“Cada sonrisa que ha despertado cada espectáculo ha supuesto un valiente acto de resistencia”, destacaba el fundador y alma de “Pallasos en Rebeldía”, Iván Prado, tras el último recorrido circense por Nablus, Ramallah, Belén y Jerusalén promulgando la alegría como arma de protesta.
La Gala Solidaria “Cultura contra a barbarie” usó el arte para combatir la atrocidad de la guerra. Unas seiscientas personas fueron recibidas con una simulación de una frontera con Israel, militares incluidos. De forma permanente, los checkpoints están presentes en la vida del pueblo palestino. Un manifiesto reivindicativo abría un acto mecido por la voz solidaria de un elenco de artistas gallegos. La actriz Melania Cruz conducía a un emocionado auditorio, que abrazó primero a la artista palestina emigrada Najla Shami y se dejó persuadir por los mensajes de un punzante “Muerdo”, directo incluso a la yugular del actual gobierno español, de turno en la UE. Imposible no alumbrar, al abrigo de sus letras, recuerdos de aquellos universitarios con palestina al cuello en épocas de Intifada en los territorios ocupados. Sin maniqueísmos: las mismas jóvenes leímos horrorizadas el diario de Ana Frank, que atestiguaba lo vivido décadas atrás por los judíos. El horror no puede ser la respuesta al horror. Pero hoy el hospital Al Shifa, el más importante de la Franja de Gaza, ha sufrido un ataque, como si fuese una base militar. Escasean los alimentos. No hay combustible para las ambulancias.
Mientras, en el escenario, las piruetas de la increíble trapecista Rossina Castelli conseguían derribar un muro ficticio y, al mismo tiempo, adentrarse (casi) en conciencia del público contra el genocidio en Palestina. Mientras la artista Mercedes Peón utilizaba el más atávico e internacional lenguaje de la música desnuda para invitar a los asistentes a un viaje por el tiempo. Hasta convocar un aletargado sentimiento partisano, levitando como en la imagen del sarcófago de “La sonrisa etrusca”, en la que se detuvo José Luis Sampedro. La guerra truncó, en efecto, un concierto de Peón previsto en esa discorde geografía para estas fechas.
Un increíble mago Teto, (“Abracadabra, estoy como una cabra”) sumaba a sus facultades poco convencionales para transportar desde monedas a cartas, un nuevo talento: las sombras chinas y un mágico tacto con niñas como Celia.
Y es que, como en un truco de magia, a veces algo sacude tu vida para siempre. A Iván Prado le ocurrió en Lugo con Mohamed Safa, médico nacido en el territorio palestino de Cisjordania, ocupado por el estado de Israel desde 1967. Una conferencia suya sobre la guerra de Irak en 1995 fue una semilla rebelde. El revulsivo que ayudaría a germinar, allá por 2003 en una visita a Gaza “Pallasos en Rebeldía”, organización que ofrece ayuda humanitaria a través de las artes escénicas. Allí, las narices rojas son una misión educativa. Años más tarde el universo de Iris Serrano se expandió al descubrir un festiclown Palestina y realizar un viaje a Cisjordania que cambiaría su vida para siempre. Y, a dos latidos y cuatro manos, Iris escribió con Iván un libro con el que hilvanaron las historias que les acariciaron por dentro en una Palestina anterior a esta invasión israelí. Las ilustraciones viajaron al decorado, junto a los versos emocionados de “Palestina tiene nombre de mujer”. Los tres, de algún modo, se reunieron sobre el escenario. Mohamed Safa también se mostró a pecho descubierto. “Me gustaría ser un ciudadano libre en una Palestina libre”, proclamó antes de bajar del escenario. “Viva Palestina libre”, respondió en el auditorio.
Un nuevo sobresalto, a modo de despedida,llegó con el hit de “Grande Amore”, coreado desde los asientos centrales como arma dialéctica. “Esta pena que a veces teño/ Que non me deixa estar triste/ Nin me deixa estar contento”.
"Cuando la masacre se reescriba, la sociedad se preguntará que hacíamos mientras retransmitían un genocidio en directo”
Emoción y concienciación que lograron recaudar 6.000 euros con la fórmula de la taquilla inversa en una gala que aspira a gira y que contó con el respaldo de Culturactiva, el Concello de Pontevedra y la asociación Galiza por Palestina. “Pallasos en Rebeldía” ya tiene fechas en Lugo (13 de enero) y prevé actuaciones en A Coruña e Santiago.
Cuando la masacre de palestinos en la frontera de Gaza se escriba y, como en el holocausto para los judíos, remarque la complicidad de la sociedad occidental de la época, la sociedad se preguntará: “¿que hacíais mientras el genocidio se retransmitía en directo?” Quizás, a alguien del público esta gala le haya cambiado la vida. Aunque, como sigue la letra de “Grande Amore”: “Hai xente que nunca se ralla/ e que nunca vai rallarse”. También.