Comisario de exposiciones y divulgador cultural, Miguel Ángel Cajigal (A Coruña, 1981), miembro del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS) y del Consejo Internacional de Museos (ICOM), empezó a ser conocido por el gran público a partir de la publicación de su primer libro, “Otra historia del Arte” , y por sus intervenciones, tan interesantes e instructivas cual llamativas, en varios canales de radio y televisión. En la misma línea, acaba de editar “Otra historia de la Arquitectura” (Ediciones B), que presentará mañana lunes en el Club FARO.
-¿Por qué ahora toca la arquitectura?
-Es que yo entiendo que no prestarle atención a la arquitectura nos convierte en una ciudadanía muy poco informada en una serie de cosas que nos afectan directamente. Por eso llegué a la conclusión de que merecía que se le dedicase un libro aparte. Yo considero, como ciudadano del siglo XXI, que si no nos acercamos a la arquitectura como un fenómeno histórico y a la par propio de nuestra sociedad, seremos mucho más manipulables, estaremos “a merced de no enterarnos de nada”, por decirlo de alguna manera… La arquitectura es algo que nos afecta a las personas mucho más de lo que solemos creer, y de ahí que debamos partir de unos principios generales para poder entenderla, que son precisamente los que expongo en “Otra historia de la Arquitectura”.
-También los subtítulos de sus libros llaman la atención. En el anterior fue “No pasa nada si no te gustan las Meninas” y, en éste, “Por qué tu casa es mejor que el Palacio de Versalles”. En literatura si dices que el Quijote no te gusta o confiesas que no te lo has leído te crucifican. Entonces intuyo que lo bueno no tiene necesariamente que gustar a todos…
-Efectivamente, las cosas que son objetivamente buenas no necesariamente son las más atractivas, ni las más seductoras, ni las que asimilamos con mayor facilidad. Es curioso que en la Educación se nos intente guiar en esa dirección, tal y como tú comentas que pasa con el Quijote. Porque que el Quijote es bueno, eso es objetivo, pero es que además de ello es una obra fundamental para la literatura, la lengua e incluso la historia de España. Pero eso no significa que nos tenga que gustar y, aún así, yo defiendo que no debemos tener reparo en opinar sobre aquellas cosas que nos gustan o no nos gustan, pero al mismo tiempo debemos ser conscientes de lo que decimos, esto es, de lo que sabemos y de lo que no sabemos. Este es precisamente mi campo de batalla: explicarle a la gente la diferencia entre lo que nos gusta y lo bueno. Que son cosas casi totalmente distintas, y no pasa nada. Y una vez que tienes claro lo que es bueno, puedes decidir si te gusta o no, pero ya lo harás con un mayor conocimiento de causa.
-¿Es el tiempo, el paso del tiempo, el mejor juez para valorar si una obra de arte (pintura, escultura, cine, arquitectura…) es buena o no? ¿O eso hay que matizarlo?
-Por lo que atañe a la arquitectura, hay un matiz importante, y es que el tiempo no es inocente. Hay grandes edificios del pasado que hemos perdido, y que se perdieron porque no interesaban, porque no se conservaron o porque cayeron en desuso. En el caso de la arquitectura esto es muy importante porque los edificios, cuando se dejan de utilizar, tienden a desaparecer, en tanto en cuanto la arquitectura está pensada para ser usada, de manera que cuando no lo es, se extingue, a no ser que se encuentre un cambio de uso. Claro que esto también es parcial: ¿Cuál es el uso del Palacio de Versalles? Casi ninguno. Pero, eso sí, es una atracción turística. Al final, Versalles sobrevive porque ha encontrado otro uso, puesto que, de lo contrario, probablemente se hubiese perdido como se han perdido miles de palacios. Es verdad que el tiempo pone cada cosa en su lugar, pero existe esa coletilla que hay que tener muy en cuenta: el tiempo no es objetivo y no funciona siempre igual. Por otro lado, hay otra trampa importante en esto del tiempo, y es que si solo utilizamos la decantación del tiempo como la manera de separar lo bueno de lo no tan bueno, careceremos de una herramienta para juzgar las obras del presente.
-A las pirámides de Egipto ¿por qué hay que valorarlas: por el mérito que tuvo diseñarlas y construirlas en aquellos tiempos o porque, efectivamente, son unos prodigios?
-Es una combinación de varias cosas. A las pirámides de Egipto los turistas las valoran por lo grandes que son, por su antigüedad y por lo costoso que debió resultar construirlas. Pero, en realidad, por lo que son más valiosas es porque representan el testimonio de una primera civilización que fue estructurada de una manera muy sofisticada, son un documento de esa civilización, el mejor que tenemos de la cultura y de la sociedad que las construyó, y eso es lo que las hace realmente valiosas, y no el que sean grandes o antiguas.
-Si tuviese que ejercer de juez acerca de si un determinado edificio antiguo puede/debe ser demolido o no. ¿Qué criterios aplicaría para tomar una decisión?
-El principal elemento que tenemos que utilizar para emitir un juicio es la utilidad del edificio. Es lo que decía antes: si caen en desuso, o bien hay que cambiarles de uso, o bien hay que asumir su desaparición. Y esto es algo que nos cuesta mucho porque, como dices, vivimos en un presente que tiene unas aspiraciones muy conservacionistas, nos gustaría que no se tocase nada (sobre todo cuando son iglesias o casas de un casco histórico) pero, paradójicamente, no solemos poner objeción alguna a que se derribe el edificio de una fábrica:_la arquitectura industrial está muy maltratada.
-El museo Gugengeheim de Bilbao es más visitado por el propio edificio, que por las exposiciones que allí acoge. Según su criterio, ¿el Gugengeheim cumple su función o no?
-Habría que preguntarles a quienes lo encargaron y a quienes lo diseñaron si realmente su objetivo era crear una gran sala de exposiciones o, simplemente, un edificio muy atractivo, espectacular, sorprendente. Yo tengo mis dudas. Para mí el Gugengeheim es un museo muy funcional, pero tengo la intuición de que fue diseñado, sobre todo, como gran atractivo turístico. Y eso es lo que semeja que trascenderá de él para la posteridad, y que en Bilbao dirán, de hecho ya se dice, que hubo un antes y un después del Gugengeheim.
-El de la Torre Eiffel es uno de los temas estrellas de su libro. La Eiffel fue concebida como arte efímero, pero ha pervivido. ¿Por qué?
- La Eiffel representa todo lo que a pie de calle la gente piensa sobre la gran arquitectura: un edificio caro, sin una utilidad clara y, por si fuera poco, que altera las proporciones que en su día tenía la ciudad de París. Y a pesar de todo eso, ¡menudo el éxito que ha tenido! Por lo tanto no fue un error conservarla.
-Si tuviera que elegir los tres edificios artísticamente más valiosos que tenemos en Galicia, ¿cuáles seleccionaría?
-¿Sólo tres? Bueno, para mí hay uno innegable, que es el de la catedral de Santiago, sin duda una de las más valiosas del mundo.
-¿Y los otros dos?
-La muralla de Lugo, que es única, y la Torre de Hércules, que es un monumento que hay que reivindicar no ya porque yo sea de A Coruña, que también, si no por que a veces olvidamos que acogemos uno de los escasos rascacielos de la civilización romana.
“El Teatro García Barbón (hoy Abanca) es un edificio espectacular y especialmente brillante”
-Los tres son Patrimonio Mundial de la Humanidad. Le concedo algunos más, a ser posible menos conocidos.
-Sí que hay otros edificios también muy valiosos en Galicia. A mí me fascina Santa Eulalia de Bóveda, un edificio tardo-romano, pequeño, discreto, modesto, pero valiosísimo y al que sin embargo muy poca gente conoce. También, si nos vamos a una arquitectura más reciente, tenemos edificios magníficos de la llamada arquitectura ecléctica en Vigo. El Teatro García Barbón, por citar uno de ellos, es un edificio espectacular y especialmente brillante.
-Dentro o fuera de Galicia, ¿qué edificio elegiría para vivir?
-La Casa E-1.027 de Eyleen Gray, en Roquebrune-Cap-Martin, al sur de Francia, cerca de Mónaco. Es una casa en la que de alguna manera Gray tradujo su pensamiento arquitectónico y se convirtió en uno de los modelos del movimiento moderno. A mí me encanta por todo: su ubicación al lado del mar, su comodidad, el mobiliario que ella misma diseñó…
-¿Cuál para pasar una noche romántica?
-El edificio Chrysler de Nueva York, y a ser posible con una habitación de muy arriba con vistas a toda la ciudad.
-¿Para que le visiten los amigos?
-Ahí reconozco que el Palacio de Versalles estaría muy bien. Tienes muchos espacios y, sobre todo, me gustan los jardines. Pero también podría ser una de esas casas inglesas de la campiña.
-¿Y para que los turistas lo admiren al contemplarlo?
-No tengo ninguna duda: el Taj Mahal. No conozco edificio en el mundo que tenga ese magnetismo de primera vista. Es muy difícil encontrar a alguien que vea el Taj Mahal y no se quede asombrado. Es la arquitectura perfecta en ese sentido.