“El verdadero descubrimiento fue sentarme en la bicicleta y ver que por fin podía pedalear y hacer una actividad física un poco intensa. En ese momento dije ‘esto es para mí’”. Pablo Paz descubrió hace un par de años que la hemiplejia lateral izquierda que padece como secuela de un ictus no era un obstáculo para hacer ejercicio y a día de hoy está completando una ruta de 5.000 kilómetros alrededor de la Península Ibérica en un triciclo adaptado de la asociación Discamino.
Remero de traineras y campeón de España en 1996 con Tirán, el moañés Pablo Paz sufrió un ictus en 2007, con 44 años, cuya consecuencia directa fue una hemiplejía lateral izquierda que le impide mover la mitad de su cuerpo. “Gracias a la rehabilitación y a moverme con ciertos médicos pude recuperar el habla, al principio farfullaba porque tenía atrofiada toda la musculatura del lado izquierdo de la cara”, relata.
Tras seis meses de rehabilitación en el hospital Povisa, con fisio y terapia ocupacional, acudió a otros especialistas para recuperar la mayor parte de la movilidad posible hasta que descubrió la piscina. “Nadar es genial, al estar ingrávido sientes que puedes hacer ejercicio de manera más sencilla”, comenta.
Hace un par de años se encontró en el mercado de Moaña, donde antes de sufrir el ictus trabajaba al frente de un puesto, con un compañero con el que había remado en las traineras. “Él llevaba cuatro años de piloto voluntario en Discamino (ayudando en los vehículos adaptados a personas con discapacidad) y me propuso ir un día a Vigo a probar con los triciclos. Le dije: ‘¿Pero tú has visto en el estado en que estoy?’ Insistió y fui a probar. Desde ese día estoy encantado de la vida”.
Tras hacer varias salidas con los usuarios de Discamino, proyecto nacido en 2009 con el objetivo de ayudar a peregrinar a Santiago de Compostela a personas con problemas de movilidad, a Pablo Paz le propone Javier Pitillas, alma máter de la entidad, participar en la ruta perimetral ibérica que partió el pasado 14 de julio de Vigo para realizar un recorrido de 5.000 kilómetros atravesando la costa de Portugal, Andalucía, el Levante español, Cataluña, Pirineos y la franja cantábrica para regresar a la ciudad olívica el próximo domingo 24 de septiembre.
Cuando hablamos con él para este reportaje, Pablo Paz se encuentra en el día 60 de la ruta. Acaba de hacer la etapa entre Colindres y Polanco, en Cantabria, pedaleando 63 kilómetros. “Las fuerzas no flaquean, cada día es un estímulo nuevo y un descubrimiento, debido a los paisajes por los que pasas y las situaciones que te encuentras”, dice.
De la experiencia que está viviendo, destaca cuando llegan a una ayuntamiento nuevo y ofrecen probar las bicicletas adaptadas a personas con discapacidad que se encuentran en los pabellones, albergues o residencias de Domus VI, colaborador del proyecto, en los que pernoctan. “Ver la cara de felicidad de los que usan por primera vez un triciclo adaptado o una handbike (bicicleta de mano) es para mí lo más gratificante. Sienten que por fin pueden realizar una actividad física, sentir el aire en la cara, moverse con la bici; es espectacular verlos porque es como si descubrieran que se les cambia la vida en unos minutos, solo por subirse a un aparatito de estos”.
A nivel personal, la ruta está suponiendo para Pablo Paz una experiencia de superación diaria acumulada a lo largo de dos meses. “Es muy ilusionante ver cómo aunque llegues hecho polvo de una etapa y tu cuerpo te diga que ya no puede más, al día siguiente te levantas y ya puedes, lo pasado quedó atrás y comienzas de nuevo” .
De todos los paisajes por los que ha pedaleado, se queda con los Pirineos, “de hecho me gustaría volverlo a hacer en plan recreo, es espectacular y muy emocionante el contacto directo con la naturaleza”.
Aunque pueda parecer que atravesar esa cordillera ha sido lo más duro de la ruta, Pablo Paz dice que le resulta más costosa la zona del Cantábrico. “Quizás sea porque el estado mental te cambia en esta recta final o porque cuando coges un día libre te cuesta reenganchar, pero nos está costando más hacer estas rampas del 10% que subir los Pirineos”.
El exremero y entrenador de traineras de Moaña suele ir de copiloto en un triciclo junto a uno de los voluntarios de Discamino, aunque a veces se intercambia el puesto y hace de piloto. “La forma de pedalear en estos vehículos es diferente a la que se requiere en las bicicletas de carreras, en estas es muy vertical, vas como si fueras sentado en una silla. En las de carreras vas más tumbado”.
Le acompañan en esta expedición otros dos usuarios de Discamino, Iván y Chema, ambos con menor movilidad que él, tres pilotos voluntarios, Bernardo, Javier y Fernando, quien se ha incorporado últimamente sustituyendo a otros voluntarios que se han ido turnando a lo largo de la ruta para compatibilizar esta aventura con sus puestos de trabajo, Iñaki, que se ocupa de llevar una de las dos furgonetas que conforman la parte de intendencia, además de reponer los ruedines y surtir de agua y barritas energéticas a los ciclistas, y Luis, el cocinero.
“El ambiente que hay entre nosotros es muy deportivo y dinámico”, comenta Pablo Paz, quien en cuanto tiene oportunidad no para de echar una mano sirviendo la mesa, moviendo sillas de ruedas de sus compañeros o prestando su ayuda para lo que sea necesario. “No vería justo ser un usuario pasivo viendo cómo están Iván y Chema, los dos en sillas de ruedas, cuando yo me puedo mover; considero que esperar sentado a que me sirvan es una falta de respeto a los voluntarios que nos están ayudando”, afirma.
El factor meteorológico parece haber jugado a favor de los participantes en esta aventura. “Tuvimos mucha suerte con el tiempo, por el Mediterráneo cuando había alertas de calor adelantábamos la salida, nos levantábamos a las 4 de la mañana y a las 5:30 ya estábamos dando pedales para evitar el calor castigador que comenzaba a las 11. No cogimos ninguna dana y solo nos llovió un poco un día”, explica.
Una vez que complete la ruta, dedicará unos días a descansar merecidamente en su casa. “Pero continuaré, siempre estaré con Discamino de una u otra forma”.
Echando la vista atrás a los años en que tenía menos movilidad y pensando en aquellos que pueden estar pasando por una situación similar, Pablo Paz les lanza una recomendación. “Diría que si se pueden mover, por poquito que sea, que lo intenten, que no se queden tirados en el sofá, aunque eso también depende de la situación y la mentalidad de cada persona, pero en general que muevan al cien por cien lo que puedan mover, y si hacen eso a lo mejor pueden ir moviendo más partes de su cuerpo que antes no podían o ni se imaginaban”, indica.
“El peligro es abandonarse, da igual lo que puedas mover, sea pierna o un brazo, explótalo al máximo"
“El peligro es abandonarse, da igual lo que puedas mover, sea pierna o un brazo, explótalo al máximo. Eso da pie a que puedas mover otros músculos, si tú te rindes ya no hay nada que hacer. Se trata de luchar, en cierto modo, contra ti mismo, autoconvencerse de que la solución no es quedarse en una cama tirado. Precisamente que el primer escollo no seas tú mismo, que tu mente no te limite, si puedes mover un dedo, lo mueves. Y que nadie te diga lo que tú puedes hacer, que es el lema de Discamino”, añade
“Quizá yo lo tenga más fácil porque vengo del deporte y reconozco que ser remero toda la vida me ha ayudado a superarme, sin duda, también entiendo que un trabajador de una fábrica o una oficina, que su vida siempre es del chollo para casa, ante situaciones así de discapacidad se abandonen, es comprensible, no tienen hábito, ni costumbre, ni mentalidad”.