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En el chiringuito, entre mi rubia y la Rodicio

Bajo el sol y sobe la arena, en el chiringuito Vavá. / FARO

Escribo un jueves ante el mar de Cádiz, la fenicia, visigoda, bizantina, árabe, la civis federata de Julio César de la que partió Aníbal para la conquista de Italia. Acabo de marcar la página 42 de El zar olvidado, el libro de Ángela Rodicio que presentaré en Vigo el día 22 y trata los últimos momentos de la caída zarista. Aún no sé en que acabará pero no me extrañaría que el pueblo en armas que asaltó el Palacio de Invierno fuera en realidad a por las bodegas imperiales y luego se dio cuenta que cuatro bolcheviques les habían metido en un cambio de régimen; total, para llevarles a la dictadura del proletariado. Hace un día ideal para escribir, para casarse o separarse, un día neutro sin frío ni calor aunque el sol pelea por reaparecer tras las nubes. 

Estoy en Sancti_Petri, bajo cuyas aguas se halló la estatua de Hércules aunque me interesa más El Fogón de la Mariana que está sobre ellas. Dormí el lunes en Jerez y no pude comer en Las Banderillas de tanto guiri, no hay peor cosa que nosotros los guiris para degradar un ambiente, pero me compensó tropezar en la calle con el vigués Uxío Noceda, el que fue cantante en los 80 de Moncho e mai-los Sapoconchos, acompañado de un Julia gozosa con los que hicimos un cuarteto culinario bajo la luna tras visitar el Alcázar que fue almohade y luego nuestro, o sea de los reyes de Castilla con perdón de esos nacionalista de ideología más vieja que andar a pie. Dicen que el monumento al caballo jerezano de Navarro Santafé es la mejor escultura equina de España porque no han conocido los de Oliveira.

El martes paseé por ese zoco anglófilo y decadente que es Gibraltar, nada al lado de la feria de Redondela, con la hamburguesa como el high tech culinario. Solo se salvan los monos y los 52 kms de túneles que horadan la roca.  Dormí en Algeciras con una rubia, la misma que el día anterior e igual que la de hoy porque no estoy para mudas ni dispendios amorosos, y tuvimos de cálida anfitriona a Marisa Quintero y a su Martín Caballero, repetidor insaciable del Camino de Santiago a los que en Vigo les llevamos a comer al Capitán y ellos, en ese pueblo sureño, lo contrarrestaron reservando mesa en Los Remedios. ¡Ay, los Remedios! De lo mejor para comer pescado del mundo algecireño. Los daditos de atún Los Remedios son un introito culinario de orden superior, marinados al sésamo y mezclados con zumo de lima, aceite, las semillas del sésamo y la salsa de soja. O algo así. Las ortiguillas fritas, que son anémonas de mar a la sartén. Las almejas al mojo picón, dignas de dioses y, como plato principal, la gallineta frita llamada en la carta pollo a la suprema.

Ando de sol y playa entremezclado con lecturas bajo las sombrillas del chiringuito VaVá en este septiembre más de veraneantes resabiados que de cuerpos turgentes. Llevo una doble vida, entre mi rubia y la Rodicio cuyo libro tengo entre manos, pero ya llegué al sur cumplido de lecturas de verano. Uno de los últimos fue Peregrino, del guardia civil vigués con base en Cangas Ramón Otero, que estos días anda de cursillo de buceo submarino por estas aguas de Cádiz. Un libro de suspense con feminicidios varios en el Camino de Santiago, aprovechando la oportunidad de mujeres solitarias. En agosto di la puntilla a El Exilio español, un libro que compré en una librería de viejo y te traslada el sufrimiento de quienes perdieron la guerra civil y se vieron forzados al exilio. Antes,  Fusilados en las tapias del cementerio, de Santos Alcocer, que no trata como la mayoría del Madrid heroico de la República acosado por el sanguinario ejército de Franco, sino la crónica de quienes bajo los cascotes esperaban su llegada como del Mesías. ¡Uf, qué sol viene! ¡Deus está connosco!

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