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Anna Turbau Fotógrafa

“La gente expresaba por primera vez su rabia”

“No fui consciente de que estaba documentando la historia de la Transición en Galicia hasta más tarde”

La fotógrafa Anna Turbau

Medio siglo después de documentar parte de la historia de la Transición en Galicia, Anna Turbau vive a caballo entre Barcelona y Calatañazor, un pequeño pueblo soriano de la España vaciada. 

– Vino a Galicia en 1974 a realizar un proyecto documental del poblado gitano de O Vao y se quedó hasta 1979, ¿qué le enganchó?

– Me quedé por cuestiones personales, de necesidad de espacio vital y por encontrarme muy bien con la realidad gallega en el sentido de que me ofrecía la oportunidad de meterme en temas muy interesantes. Y que era muy joven y esas cosas se podían hacer.

– Venía de trabajar en Barcelona en la clandestinidad y dice que se topó con una realidad durísima, ¿qué encontró en Galicia que no sucedería en Cataluña?

– Mi contacto con la clandestinidad fue que colaboraba con el cine independiente. Soy de una familia de la pequeña burguesía, que más o menos tenía de todo, dentro de lo mucho que se carecía en la época de Franco, y en Galicia me encontré con una situación durísima, sobre todo en el mundo rural, que yo desconocía totalmente. La historia que me habían contado de Galicia no tenía nada que ver con la realidad. Mi familia estaba marcada por el silencio de la postguerra y la Transición y desconocía muchas cosas.

“Me impactó la pobreza y la dignidad de las mujeres que estaban en el campo solas soportando el peso de mantener el país con su trabajo. Las llamo las damas de negro”

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– ¿Qué fue lo que más le impactó?

– La pobreza y la dignidad de las mujeres que estaban en el campo soportando el peso de ir manteniéndose y mantener el país con su trabajo.

– Y fue así como la mujer se convierte en protagonista de la mayoría de sus fotos.

– Yo no busqué el tema de las mujeres;_ellas me encontraron a mi. Por una razón muy sencilla: lo que había eran mujeres, muchas mujeres solas, vestidas de negro y en situaciones límite. Las llamo damas de negro porque eran casi invisibles, localizarlas (en el sentido de entrar en su realidad) era complicado, me siguen impresionando muchísimo.

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La fotógrafa catalana Anna Turbau nos muestra "A intimidade da imaxe"

– ¿Era consciente de que estaba documentando la historia de la Transición?

– En absoluto, lo mío fue estar en el lugar que tenía que estar por pura casualidad, o porque la vida tenía que ser así. No fui consciente hasta mucho tiempo después.

– ¿Puede decirse que era una activista comprometida que encontró en la fotografía una herramienta para plasmar su denuncia?

– Era completamente comprometida, muy peleona y muy loca porque era joven, estaba con mucha rabia en mi cuerpo y en mi mente porque me había dado cuenta de todo lo que me habían robado tanto a nivel familiar, de país y de mi persona, queriendo que fuera otra que yo no era. En ese aspecto soy y sigo siendo muy luchadora.

"El silencio de la dictadura me marcó para tener que entender las cosas no con palabras, sino con sentimientos”

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– Sus fotos transmiten sentimiento, conmueven, ¿cómo lo consigue?

– No lo sé. Pensándolo mucho e intentando reflexionar sobre eso durante años, creo que era por el tema del silencio, eso me marcó mucho para tener que entender las cosas no con palabras, sino con sentimientos. Era muy receptiva y a la vez comunicativa.

– ¿Cómo logra una extraña con una cámara que la gente le abra su intimidad?

– Trabajaba como colaboradora para Interviu, una revista estatal que publicaba temas desconocidos muy conflictivos, y la gente confiaba en mí porque por primera vez podía expresar sus sentimientos, su rabia, su lucha por lo suyo, y que eso se conociera en todo el país.

– ¿Cómo fue la represión policial que le hizo abandonar Galicia?

– Era la única mujer haciendo fotos en Galicia, no dependía de nadie, solo de mí misma o en todo caso de que a Interviu le interesara mi trabajo para publicar mis fotos y así poder yo comer. Me metía en un marrón tras otro, la policía ya me tenía muy fichada, me dieron varios avisos, unos leves y otros no tanto. Un determinado día mi compañero de piso, que también estaba metido en lo de las manifestaciones por la autopista, supimos que venían a por nosotros porque entraron los de la secreta en la casa, cogimos los trastos y nos fuimos. Para mí fue un momento muy duro, me hubiese quedado a vivir en Galicia, estaba buscando casa porque me sentía absolutamente feliz ahí. Pero no pudo ser, la vida a veces da vuelcos, a mí en cambio me ha dado otras cosas muy importantes, como tener a mi hijo, y no echo la vista atrás, ahí queda el trabajo que hice.

– ¿Cuál es su relación actual con Galicia?

– Nunca me marché del todo, he vuelto muchas veces por trabajo y siempre que me proponen ir por el tema de la exposición itinerante de mis fotografías, digo que sí. Tengo grandes amigos gallegos y cada vez que voy conozco más. Para mí es muy importante el tema de la memoria histórica de cada territorio, por eso mis fotografías están en el Consello da Cultura Galega, porque son un 50% mías, como autora, pero la otra mitad es de las personas que se dejaron fotografiar, que me han dejado entrar en sus casas. Y eso es historia de Galicia. Me apasiona el trabajo de documentación porque es guardar y conservar viva la memoria en un momento que está desapareciendo.

– ¿Por qué abandonó la fotografía como medio de trabajo principal al regresar a Barcelona en 1979?

– Por una razón muy sencilla:_tuve a mi hijo yo sola, estuve dos años sin trabajar para atenderlo y cuando decidí regresar se me hacía muy difícil la conciliación (en esos momentos no existía), así que lo dejé por un trabajo en TV3 como ayudante de realización hasta que mi cabeza dijo basta, con una depresión de caballo debido al bullying.

– También fue profesora en la Escuela de Fotografía Grisart de Barcelona ¿qué opina de fotoperiodismo actual?

– Estamos en un momento de crisis tan brutal que nadie sabe a dónde vamos ni cómo gestionar los avances tecnológicos. Una de las cosas positivas es la entrada de la mujer en el mundo del periodismo, pero las condiciones de trabajo son iguales o peores que las que tenía yo hace 50 años. En temas de libertad, creo que tenía yo más, porque me lo montaba por mi cuenta, que la que tienen ahora los que dependen de un medio para asegurar su supervivencia.

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La mirada de Anna Turbau a la Galicia de los 70

– Fue pionera en una profesión masculinizada, ¿sufrió discriminación?

– Lo del pico de Rubiales es poco para lo que viví. En TV3 había dos altos cargos que si tuviéramos las leyes que hay ahora estarían en la cárcel, lo digo y lo mantengo porque lo sufrí yo y otras mujeres. Ahora tenemos herramientas y tenemos que seguir en la dirección de mejorar huecos para erradicar el machismo de la sociedad. Me parece fascinante el movimiento en defensa de la mujer en el caso Rubiales, la lucha se ha iniciado fuerte y es el camino a seguir, todas las mujeres unidas.

– ¿Echa de menos el espíritu reivindicativo que fotografió durante la Transición?

– Echo en falta que todos vayamos a una en temas como las pensiones o la sanidad. Falta unidad, hay muchos pensamientos a la izquierda y está bien la diversidad de opiniones, pero hay conceptos muy claros por los que nos tendríamos que mover todos, da igual que seas joven o viejo, que vivas en Barcelona, Madrid o_Galicia.

– De Galicia le impactó el rural y 50 años después vive a caballo entre Barcelona y Calatañazor, un pueblo soriano en la España vaciada, ¿es un acto de resistencia?

– Lo de Calatañazor fue un enamoramiento de Lorenzo, mi pareja, y mío porque a él le gustaba mucho Soria y me propuso conocerlo, algo a lo que accedí ya solo por los poemas de Machado. Encontramos este pueblo que nos maravilló, pequeñito, con solo siete u ocho personas. No tiene nada que ver este rural con el que conocí en Galicia: el gallego era de resistencia, el soriano está casi desparecido, aunque son muy peleones, Castilla y León les ha ninguneado y se rebelan. Este país desconoce lo que está pasando en muchos sitios, como urbanitas nuestra actitud hacia el campo sería diferente si conociéramos esa realidad.

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