Gallegos extraordinarios

La diva latina que se parecía a Greta Garbo

Durante dos décadas, las de los 40 y 50, representó en sus papeles a la “femme fatale” del cine argentino mientras, en secreto, ocultaba su militancia izquierdista

Mecha Ortiz y Roberto Escalada en “Safo, historia de una pasión” (1943).

Mecha Ortiz y Roberto Escalada en “Safo, historia de una pasión” (1943). / Fdv

Salvador Rodríguez

Salvador Rodríguez

No sólo su evidente semejanza física, también ese halo de tristeza y fatalidad que se atisba en su mirada, casi siempre hermética y distante propiciaron, y mucho, que a Mecha Ortiz se la bautizase, en su época más gloriosa, como “la Greta Garbo argentina”. Fue toda una diva, sí, y su polifacético ámbito artístico abarcó desde el cine hasta la música, pasando por el teatro y, de postre, la televisión, a la que dedicó los últimos años de su estelar trayectoria, marcada por una tragedia familiar, y su verdadera, y nunca revelada, identidad ideológica. También escribió una autobiografía: “Mecha Ortiz por Mecha Ortiz”.

No podían adivinar tan rutilante porvenir sus progenitores, Vicente Varela Nimo y Josefa Domínguez Castro, ambos oriundos de San Pedro de Bugallido, parroquia del municipio coruñés de Negreira, quienes, recién casados, decidieron emigrar rumbo a Buenos Aires, ciudad en la que nacieron todos sus hijos, la propia Mecha y sus hermanos José y Amanda, según ha averiguado Lois Pérez Leira, avezado experto e investigador de las vidas y milagros de gallegos emigrados a América que, asimismo, haciéndose eco de anteriores pesquisas del escritor galleguista Arturo Cuadrado, sostiene que, de niña, Mecha incluso llegó a residir cuatro años en Galicia, concretamente en Santiago de Compostela, durante un regreso coyuntural de la familia que, sin embargo, acabaría por retornar a Buenos Aires, donde se establecería el resto de los días.

  • Mecha Ortiz

    Su verdadero nombre era María Mercedes Varela Nimo Domínguez Castro, (Buenos Aires, 24 de septiembre de 1900-20 de octubre de 1987)

    Actriz de cine, de teatro y cantante, fue una de las figuras más relevantes de la época de oro del cine argentino, consagrada en las décadas de 1940 y 1950

Mecha celebró nupcias, muy joven, con el productor agropecuario Julián Ortiz, emparentado con el que fuera presidente argentino Roberto Marcelino Ortiz, y de ese matrimonio nació su único hijo, Julián. Sin embargo, la adversidad marcó muy pronto la vida de la Ortiz cuando su esposo quedó totalmente impedido a raíz de un accidente (se cayó de un caballo) que le produjo daños irreversibles en la médula y el cerebro.

Sobreponiéndose al tremendo revés, Mecha volvió a la capital argentina y empezó a trabajar como empleada pública, pero no tardaría en retomar su verdadera vocación, postergada (todo parece indicarlo) por su precoz matrimonio. De manera que ingresó en el Conservatorio de Música y Declamación y se introdujo en el mundo del espectaculo si bien, señala Pérez Leira, “siempre guardó celosamente el secreto de su vida personal. Fabricó un personaje y no permitió que nada ni nadie interfiriera en su drama hogareño”. “Con su esposo internado en diferentes residencias, jamás hubo otro hombre en su vida. Se dedicó por entero a cuidarlo y a dar vida a la mujer casi distante que de a poco fue ganando un lugar en la pantalla nacional”, describe Pérez Leira. Mientras tanto, su hermano José se convirtió en guionista y director de teatro y su hermana, Amanda, también en actriz.

Y así tenemos a aquella niña bautizada como María Mercedes Varela Nimo Domínguez Castro iniciando su carrera, ya con el nombre artístico de Mecha Ortiz, en el mundo del teatro, en el que debutó en 1929 y al que se dedicó mayormente hasta la llegada de los primeros años 30 del siglo pasado, justo cuando el cine suscitaba sus primeros esplendores emocionales y gestaba el nacimiento de los mitos pioneros de su historia.

la diva latina que se parecía a greta garbo

Mecha en “María de los Ángeles” (1948). / salvador rodríguez

En 1936, rodó su primera película interpretando a un personaje llamado Mireya en “Los muchachos de antes no usaban gomina”, dirigida por Manuel Romero, junto a Florencio Parravicini, Irma Córdoba y Santiago Arrieta (años después, reencarnó este personaje en el filme “La Rubia Mireya” también dirigido por Manuel Romero). En 1938, protagonizó, junto a Niní Marshall y Tito Lusiardo, “Mujeres que trabajan”.

Participó, al cabo, en un total de 36 películas, destacando especialmente en títulos como “Margarita, Armando y su padre’ y “Joven, viuda y estanciera”.

 En 1943, Lumiton produjo, con dirección de Carlos Hugo Christensen, “Safo, historia de una pasión”, con Roberto Escalada, con quien también filmó “El canto del cisne”, del mismo director, películas por las que obtuvo el premio a la Mejor Actriz. Y protagonizó también filmes como “Cartas de amor”, “Pájaros de cristal” y “Bendita seas”, y actuó en papeles de repartos en largometrajes como “Deshonra”, con Tita Merello, y “El abuelo”, entre otras. Su consagración se produciría en las décadas de los 40 y 50, alternado el cine con elteatro, en el que fueron muy elogiadas sus interpretaciones en obras como “La señora Ana luce sus medallas”, “Un tranvía llamado Deseo”, “La cama” o “La esposa constante”. También se introdujo en la televisión desde finales de la década de 1950 en series como “Estrellita, esa pobre campesina”, en el programa especial “¡La señora Ana luce sus medallas!”, así como en episodios como “Rolando Rivas, taxista”, “Invitación a Jamaica”, “Aventura 77”, “Navidad en el año 2000” y “El organito,” obra de los legendarios hermanos Armando y Enrique Discépolo.

”Pertenecía a la alta sociedad, pero en secreto colaboraba con las finanzas del Partido Comunista”, afirma el periodista Polimeni

Además de lo de su esposo, Mecha tenía otro secreto, según revela el periodista argentino Carlos Polimeni: “Ella pertenecía a la alta sociedad, pero en secreto colaboraba con las finanzas del Partido Comunista”. Un apunte que resulta muy curioso en una mujer que, añade Polimeni, “corporizó durante dos décadas la femme fatale por excelencia del cine argentino, con una galería de personajes de mujeres con deseos sexuales explícitos y un proceder para saciarlos que hasta entonces parecía pertenecer en exclusividad al universo masculino. La gran mayoría de sus personajes fueron mujeres adultas que, en el ansia de satisfacer sus instintos, llevaban a los hombres a “la perdición”, para encontrar finalmente un castigo aleccionador”. No obstante, fuera de su trabajo público, prosigue Polimeni, “no se le conocieron romances ni otras relaciones, tal vez porque comprendió en su apogeo que la discreción aumenta el atractivo de las personas, como había entendido temprano que en el cine, un arte en que a veces importa más la mirada que aprender un guión de memoria, se puede sugerir mucho actuando poco”.

En 1976, realizó su última intervención cinematográfica en “Piedra libre’”, de Leopoldo Torre Nilsson, aunque todavía intervino en unas cuantas series de televisión más.Ya definitivamente retirada, falleció a los 86 años a consecuencia de una hemiplejia.

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