Su última imagen con vida, en la que aparece armado con un fusil, ropa civil y casco de soldado, en el Palacio de la Moneda, es una de las más emblemáticas de la historia del Fotoperiodismo. Poco antes de que fuese realizada, había dirigido por radio sus últimas palabras en un célebre discurso que fue retomado por el cantautor Pablo Milanés para componer la canción “Yo pisaré las calles nuevamente”. Si en primera instancia se “decretó” que Salvador Allende había muerto a consecuencia del bombardeo sobre la Moneda, hogaño se puede confirmar que el presidente decidió quitarse la vida antes del comienzo del asalto de los militares golpistas.
Electo presidente, tras sucesivos intentos, el 4 de septiembre de 1970, Allende se convertía en el primer marxista del mundo occidental en ganar unas elecciones y acceder al cargo máximo de una República “burguesa”. Eso sí, su triunfo tuvo mucho que ver con el apoyo de la Democracia Cristiana, partido mayoritario en el Congreso, que acordó apoyarlo siempre y cuando el candidato socialista aceptara la firma de un Estatuto de Garantías Democráticas. Una vez suscrita esta condición, el 24 de octubre de 1970 el pleno del Congreso lo proclamó presidente.
Allende se había matriculado en 1926 en la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, en la que se licenció médico cirujano. Ejerció como como tal, y en la especialidad de anatomo-patólogía, en la Casa de Orates y en la Beneficencia Pública y, entre 1932 y 1936, lo hizo también en la Asistencia Pública de Valparaíso, así como en hospitales de la ciudad de Puerto Montt.
Nacido en el seno de una familia de raigambre socialista, nunca estuvo exento de unas inquietudes políticas que muy pronto convertiría en su principal vocación. Durante su época universitaria ya había sido presidente del Centro de Estudiantes de Medicina y de la Federación de Estudiantes de Chile y, en 1933, participó muy activamente en la fundación del Partido Socialista chileno, en el que militó el resto de su vida. En las elecciones parlamentarias de 1937 fue electo diputado, y entre el 15 de diciembre de 1941 y el 7 de abril de 1942, presidió el ministerio de Salubridad, Previsión y Asistencia Social.
Entre 1943 y 1944, como secretario general del Partido Socialista, se afanó en conformar una alianza permanente con el Partido Comunista de Chile, asunto planteado por primera vez en el seno del PSC, alcanzando un acuerdo que se plasmaría en la gestación del denominado Frente del Pueblo, germen de la futura Unidad Popular.
Candidato presidencial por primera vez en las elecciones de 1952, liderando el citado Frente del Pueblo, seis años después (1958), lo volvió a intentar con escasa repercusión encabezando la candidatura del Frente de Acción Popular (FRAP), una renovación de la anterior alianza de partidos de izquierda. En las elecciones presidenciales de 1964, se presentó nuevamente candidato apoyado por el FRAP. También fue derrotado, pero durante esa legislatura ejerció como presidente del Senado entre 1966 y 1969, período en el que impulsó la fundación de Unidad Popular (UP), alianza política que no solo reunió a toda la izquierda del país, sino también a las fuerzas de centro, en una coalición con la que al fin lograría su ansiado objetivo.
Durante su gobierno, intentó instaurar el socialismo por la vía democrática, creando la llamada Vía Chilena. En julio de 1971, el Congreso aprobó la Ley para la Nacionalización de la Gran Minería del cobre. En el aspecto económico, se instauró una política de acentuada redistribución del ingreso y de reactivación de la economía. La Ley de Reforma Agraria le permitió avanzar rápido en la expropiación de grandes latifundios. Dio los primeros pasos para construir el área de propiedad social de la economía, usando procedimientos legales que no cuestionaban la juridicidad del sistema vigente, aunque algunos los denominaron como “resquicios legales”…Sin embargo, el país acabó por sumirse desde mediados de 1972 en una profunda crisis económica, reflejada en el aumento de la inflación y en el estancamiento productivo, con consecuencias de desabastecimiento de bienes básicos en importantes sectores de la población.
La derecha y algunos sectores de la Democracia Cristiana, la alta burguesía y los grandes propietarios latifundistas consideraron la situación insoluble, por lo que decidieron, de forma más o menos abierta unos, y velada otros, recurrir al golpe de Estado militar.
Oculta su mirada tras sus inseparables anteojos negros, a saber en qué estaría pensando desde la sombra de sus lentes aquel 23 de agosto de 1973, el día en que el mismísimo Salvador Allende le respaldó pública y personalmente para que fuese nombrado comandante en jefe del Ejército chileno.
Ni dos meses transcurrirían cuando su cabeza se erigió en la más visible de una Junta Militar que tomó el poder derrocando al Gobierno democráticamente elegido, desencadenando desde el primer momento una criminal represión con el objetivo de eliminar a la oposición política y concentrando en su persona, ya líder supremo e indiscutible del nuevo régimen, la práctica totalidad de los poderes del Estado.
Sin, a diferencia de Franco, haber participado significativamente en primera línea de guerra alguna, a la funcionarial carrera militar de Augusto Pinochet bien se le pueden aplicar a la par los calificativos de rutilante y, sin embargo, mediocre. Pero también le cabe un tercero, sin duda el más rotundo: traidor.
A los 36 años de edad alcanzó el título de oficial del Estado Mayor y, en 1953, fue trasladado a la Escuela Militar donde se le designó comandante. En 1966, obtuvo el grado de coronel, y dos años después fue nombrado general de brigada y comandante en jefe de la VI División del Ejército. Desde 1971, formó parte del “corpus” del Estado Mayor.
Acuciado interior y exteriormente, en 1990 convocó unas elecciones en las que tuvo que ceder la presidencia al democristiano Patricio Aylwin. No obstante, conservó la jefatura de las Fuerzas Armadas hasta marzo de 1998, e ingresó en el Congreso como senador vitalicio.
Acuciado por la justicia internacional, cuando en octubre de 1998 viajó a Gran Bretaña para una intervención quirúrgica, debió hacer frente a una orden de detención que lo retuvo en Londres durante varios meses. En el proceso intervino el juez Baltasar Garzón, por la responsabilidad que tendría Pinochet en la muerte de ciudadanos españoles durante el período de la dictadura militar.
Volvió a Chile el 3 de marzo del 2000 y, pese a que intentó alejarse de la vida pública, se mantuvo en el centro de la actualidad por la infinidad de demandas presentadas en su contra por atropellos a los derechos humanos cometidos durante su gobierno: detenciones ilícitas, asesinatos y terrorismo de Estado, con el agravante de que muchos de esos delitos fueron ejecutados en el extranjero. Tras su muerte, acaecida el 10 de diciembre de 2006, fue velado en la Escuela Militar de Santiago, pero sin que se le rindieran honores de Estado.
En 2003, más de 35.000 personas testificaron en la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura, un organismo creado para investigar y recoger testimonios de todos los casos de abusos, torturas y asesinatos cometidos durante la dictadura chilena entre 1973 y 1990. Las conclusiones de la Comisión se publicaron en 2004 y se ampliaron con un segundo informe en 2011.
Según los últimos datos del Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH) de Chile, las víctimas de la dictadura encarnada por el general Pinochet superaron las 40.000 personas.