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Diego Arroyo Presidente de la Sociedad Española de Diagnóstico Molecular

“Hemos cerrado los ojos a la pandemia”

El científico lamenta que el COVID no haya normalizado el uso de pruebas como los test rápidos y la PCR y se siga haciendo “un diagnóstico tradicional, sin realizar una prueba previa o complementaria al diagnóstico clínico”

Diego Arroyo, esta semana en Santiago, donde asistió al congreso de microbiología. / XOÁN ÁLVAREZ

Es probable que, ante una serie de síntomas comunes, usted haya recibido en urgencias o por parte de su médico de familia un diagnóstico indeterminado, del tipo “tiene usted un virus”, sin especificar cuál. Diego Arroyo, presidente de la Sociedad Española de Diagnóstico Molecular, cree que esto debería acabar, porque se dispone de la tecnología necesaria para precisar el diagnóstico y evitar errores que pueden llegar a ser fatales. Doctor en Bioquímica y Biología Molecular, Arroyo, que participó esta semana en el XXVI Congreso de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC) en Santiago, advierte sobre la necesidad de realizar test de diagnóstico para detectar precozmente patologías como la meningitis, que puede ser mortal, y sobre el aumento de la incidencia de enfermedades de transmisión sexual.

–Se esperaba que con la pandemia de COVID y la generalización de test de antígenos y PCR se acabarían los diagnósticos indefinidos.

–Yo pensaba que con la pandemia y la generalización de test de antígenos y PCR se iba a normalizar el uso de pruebas de diagnóstico, de una manera rápida y de forma previa al diagnóstico clínico del facultativo a ojo. Pero no es lo que ha pasado. Hemos vuelto a la situación anterior y se sigue haciendo un diagnóstico tradicional, sin realizar una prueba previa o complementaria al diagnóstico clínico. No he visto ningún cambio en actitud.

–Usted ha dicho forma irónica: “Si la COVID es tan leve, se deberían hacer más test. Así, cuando alguien tenga una neumonía y dé positivo de SARS-CoV-2, se le puede tranquilizar diciéndole: ‘Enhorabuena, sólo es COVID’.

–A nadie le gusta tener un diagnóstico de COVID si va acompañado de una neumonía. Por otro lado, tener un diagnóstico de COVID positivo, aunque tengas un curso leve de la enfermedad, te puede ayudar a evitar que lo transmitas a familiares y personas vulnerables que a lo mejor no lo van a cursar de forma leve. Pero no estamos en esa actitud, sino en la de “no hace falta hacer nada”, y en la de “será un resfriado, será una gripe...”. Bueno, ¿y si no lo es y voy a provocar una catástrofe familiar en personas mayores? O gente que trabaja en residencias o con pacientes oncológicos. Hay que diagnosticar, aunque la persona lo esté pasando como un cuadro catarral.

–Solo se hacen test a los casos sospechosos de COVID mayores de 65 años, y a veces ni siquiera a esos.

–Así es. Tenemos contactos que nos lo dicen: personas que tienen padres en tratamiento de cáncer, con un cuadro gripal, y no miran ni lo que tienen.

Diego Arroyo, esta semana en Santiago, donde asistió al congreso de microbiología. Xoán Álvarez

–Hemos visto noticias de casos de meningitis que no se han detectado a tiempo en urgencias o en atención primaria, con consecuencias fatales.

–Casi todas las enfermedades, en sus primeras etapas, cursan de una manera similar y leve. Una meningoencefalitis vírica, que suele ser más leve que las meningoencefalitis bacterianas, cursa de una manera parecida en las primeras etapas: dolor de cabeza, malestar... Se trata de averiguar qué le va a pasar a ese paciente en las próximas horas y días, para intentar prevenirlo. En una meningoencefalitis, sobre todo en bebés y niños, a veces los pacientes no pueden expresar su malestar, aunque hay síntomas como la rigidez de nuca que ayudan a detectarla. Para eso están las pruebas diagnósticas. Cuando un traumatólogo atiende a un paciente que ha recibido un golpe, lo primero que hace es preguntarle por el dolor, tocar en la zona. Lo siguiente es una radiografía, una resonancia... Parece que con el diagnóstico microbiológico hay una renuncia a hacer pruebas. La mayoría de las veces los médicos tienen buen ojo, pero alguna vez se les pasa algún caso y los resultados son catastróficos para los pacientes y sus familias.

–¿Hacer más pruebas diagnósticas evitaría administrar antibióticos cuando no es necesario?

–Claro. En las enfermedades respiratorias, muchas veces es difícil saber si el origen es bacteriano o vírico. Como todo el mundo sabe, los antibióticos no están indicados contra los virus. Contra los hongos no solamente no están indicados, sino que están contraindicados. Si no sabemos cuál es el patógeno, difícilmente podremos dar un tratamiento adecuado. Por otro lado, hay infecciones víricas y bacterianas que coexisten, sobre todo porque, a veces, las enfermedades víricas predisponen a los tejidos para una infección bacteriana secundaria. Al final, lo que tienes es información para tomar decisiones adecuadas. Si no tienes esa información, puedes tomar buenas decisiones, y los médicos suelen tomarlas la gran mayoría de las veces, pero no deberíamos renunciar a la información que proporcionan tanto los test rápidos como la PCR, cuyos resultados son objetivamente válidos.

–Usted lleva 30 años utilizando la PCR, técnica que se hizo popular con la pandemia de COVID. ¿Se siguen ampliando sus posibilidades diagnósticas?

–La PCR permite realizar infinidad de diagnósticos, no solamente microbiológicos, también genéticos, y en muchos ámbitos. Es una técnica con un impacto en la salud impresionante. Lo que ha sucedido es que se ha puesto en marcha una nueva regulación en la Unión Europea que afecta a los productos para el diagnóstico in vitro, que en lugar de favorecer que aparezcan nuevos elementos de diagnóstico, limitará mucho el número de test disponibles, de marcas, patógenos y dianas para ser detectadas. Va a suponer una restricción muy grande a nivel de disponibilidad de técnicas de diagnóstico. Hay potencial para detectar muchas más enfermedades, pero también una limitación normativa por parte de la UE.

–En los inicios de la pandemia de COVID dependimos de otros países, como Alemania, para obtener reactivos para la PCR. No parece que esta regulación que describe ayude ante otra futura crisis de salud pública.

–Absolutamente. Esta legislación va a impedir que surjan test de diagnóstico de forma rápida ante emergencias no necesariamente pandémicas ni tan graves como la del coronavirus, pero que precisen una respuesta rápida de diagnóstico que será muy difícil de proporcionar. Los patógenos surgen y evolucionan de una manera mucho más rápida que la capacidad de la industria para dar una respuesta. Si además le ponemos trabas administrativas y regulatorias, la capacidad de la industria se verá mucho más mermada. No sé qué va a pasar cuando surja un patógeno cuyo impacto para la salud sea importante y tengamos que desarrollar test de diagnóstico rápidamente. Estaremos atados de pies y manos.

–Ya ha advertido el director general de la Organización Mundial de la Salud que puede surgir una pandemia más mortífera que la del COVID.

–Es evidente que surgirá, tarde o temprano, otra pandemia. En ciencia, decir “tarde o temprano” significa el año que viene o dentro de mil años, no lo sabemos. Antes de la pandemia de coronavirus ya se hablaba en los congresos científicos de que podría haber una situación pandémica. En las condiciones que estamos viendo ahora, con una gran movilidad de personas y mercancías, y animales moviéndose de un continente a otro, las probabilidades de que surja y se expanda rápidamente son muy elevadas.

–El hongo Candida auris, descrito por primera vez en 2009, ¿está creciendo? ¿Supone una amenaza seria?

–El diagnóstico más fiable de Candida auris se hace por PCR. Es un patógeno con un impacto muy grave sobre la salud. Es el ejemplo típico de situación en la que hay que tener diagnóstico disponible y aplicarlo lo más rápido posible para el tratamiento, porque el paciente se te va de las manos en poco tiempo.

"Deberíamos desarrollar sistemas de diagnóstico múltiples para poder detectar simultáneamente todos los patógenos que pueden estar afectando a un paciente”

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–¿Se está haciendo?

–Se está haciendo para este patógeno, pero a lo mejor no hemos llegado a tiempo para otros patógenos potencialmente peligrosos para el ser humano. Deberíamos desarrollar sistemas de diagnóstico múltiples para poder detectar simultáneamente todos los patógenos que pueden estar afectando a un paciente de una enfermedad gastrointestinal, neurológica, de transmisión sexual o del tipo que sea, y poder conseguir que, en un único test, o en muy pocos test, diagnosticar a un paciente de forma integral. Confluye una necesidad social de disponer de muchos sistemas de diagnóstico y cada vez mejores con una dificultad regulatoria que nos lo pone más difícil a la industria para desarrollarlos.

–Vuelven a extenderse enfermedades de transmisión sexual que parecían olvidadas.

–Se están extendiendo porque hay una cierta percepción de que ha disminuido el riesgo. El VIH está muy bien controlado con los antirretrovirales, pero sigue habiendo infecciones y fallecidos. Hay otras enfermedades como la hepatitis C, cuyo nivel de percepción de riesgo ha disminuido. Las vacunas contra el papilomavirus permiten reducir los carcinomas invasores de cuello de útero. La percepción en la sociedad es que hay menos riesgo, y esto está dando pie a la aparición de patógenos que antes se consideraban confinados a una parte marginal de la población: gonorrea, sífilis... Nos los estamos encontrando en personas que tienen una vida sexual aparentemente normal, pero hay una cierta relajación de las medidas de prevención.

Diego Arroyo, esta semana en Santiago, donde asistió al congreso de microbiología. Xoán Álvarez

–¿Ha terminado la pandemia de COVID?

–Si me pregunta sobre virus que provocan neumonías bilaterales graves, con un 2% de letalidad, esa pandemia ha acabado. Si me pregunta si el virus no contagia y no está provocando fallecimientos a nadie, en esos términos la pandemia no ha acabado. Si pensamos en los efectos a medio y largo plazo, cardiovasculares, en el sistema inmune, en el potencial oncológico de la infección, los efectos renales y el COVID persistente, no sé si la pandemia ha acabado o no.

–Puede estar empezando...

–Exactamente.

–¿No sería necesario disponer de diagnósticos de COVID de cara al futuro, para estudiar esos posibles efectos a medio y largo plazo de este virus en la población?

–Hemos cerrado los ojos y nos hemos tapado los oídos a la pandemia. No tiene sentido asustarnos con lo que teníamos en 2020 y 2021. La pandemia, en esos términos, no existe. Pero en ciencia no se debe cerrar la puerta a los datos. La PCR es una técnica costosa y entiendo que no se pueden hacer cinco PCR al mes para ver cómo estamos. Pero los test de antígeno son muy económicos. Negarse a recoger datos, a entender en qué nivel epidemiológico estamos, es algo que no puedo entender.

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