Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Mujeres fuera de serie

Comprometida con el corazón y la palabra

Alicia Martínez del Burgo fundó en Vigo a mediados de los 80 la plataforma Madres en Acción, con la que logró pioneros avances en los derechos y la protección de mujeres y niños. Luchadora incansable también en su vida personal, la activista superó varias enfermedades graves y en los últimos años, aunque centrada especialmente en la literatura, continúa apoyando diversas causas sociales

7

La escritora y activista social Alicia M. del Burgo, en un parque de Vigo. ALBA VILLAR

Una caja con el título “Palabras para mi ausencia” tiene un lugar privilegiado en el estudio de Alicia Martínez del Burgo. La escritora y activista –que se ganó el respeto de los gallegos en los años 80 y 90 por su trabajo a favor de las mujeres y la infancia desde la plataforma Madres en Acción– la guarda como lo que es, su mayor tesoro: retazos de historias que nacieron a lo largo de toda su vida y que esperan a ser desarrolladas por su ágil pluma. Cuando toque. Cuando sea el momento de cada una de ellas. Porque Alicia no quiere que en su vida vuelva a haber páginas en blanco, las que dejó de escribir algunos años en los que la realidad fue especialmente cruel. Ahora desea seguir ayudando a la gente, como ha hecho desde que tiene uso de razón de muy distintas formas. También a través de la literatura.

Y es que desde muy pequeña Alicia se dio cuenta de que la vida acomodada que ella disfrutaba junto a su familia estaba muy alejada de los problemas que sufría mucha gente a su alrededor, a tan solo unas calles. Y, en lugar de mirar hacia otro lado y aprovechar su posición, la joven Alicia ya tomó una decisión vital: actuar.

  • ¿Quién soy?

    “Una mujer a la que escribir le ayuda a sanar las heridas de la memoria”

Hija de un juez militar, gobernador civil en la posguerra, y de madre procedente de una conocida familia navarra conservadora, Alicia nació casualmente en Melilla hace 78 años pero a los 4 meses ya estaba en el País Vasco, donde creció rodeada de los privilegios de la burguesía de la época.

“Desde pequeña era una niña que me hacía muchas preguntas, buscaba explicaciones para las injusticias, y quería que me dijeran la verdad, algo que en el colegio de monjas no sucedía”

decoration

La escritora y activista social Alicia M. del Burgo, en un parque de Vigo Marta G. Brea

Las primeras injusticias de las que Alicia fue testigo sucedían cerca de su hogar, a los cientos de emigrantes que llegaban a su tierra desde toda España en busca de una vida mejor y terminaban malviviendo en chabolas que crecían en un barrio marginal de Bilbao. Allí, en la pequeña escuela que crearon para ellos, se estrenó Alicia como voluntaria y se dio de bruces contra la dura realidad. También muy joven comenzó a escribir, ya que en las letras encontraba su refugio y la mejor forma de plasmar sus vivencias y denunciar las desigualdades.

Para sus padres era difícil entender sus inquietudes. “Querían que estudiara y, de hecho, comencé Derecho, pero me rebelé contra esa ‘titulitis’ que existía en las clases altas. Yo quería ser libre”, advierte.

Cuando tenía 22 años, su padre fue destinado a Almería y la familia hizo las maletas hacia el sur. Al poco de instalarse y con el arrojo que la define, Alicia decidió presentarse en el periódico local y pedir una oportunidad. Tanto sorprendió al entonces director que accedió y así fue como Alicia comenzó a colaborar en prensa y a conectar con el circuito cultural de la ciudad. “Aprendí muchísimo; fue mi verdadera universidad”, asegura.

En 1969 se casó con Jesús, un médico gallego que hacía las milicias en Almería. De nuevo Alicia volvió a renunciar a su vida fácil y se mudó junto a su marido a un pequeño pueblo de Ciudad Real donde él había encontrado trabajo, ya que necesitaba ahorrar para poder cursar la especialidad. “Allí había mucha miseria. Mi marido pasaba consulta en la humilde casa que nos cedieron, en una gasolinera, y hacía de todo, desde atender partos a sacar muelas, y yo era su ayudante. La gente apenas tenía para comer pero encontré muchísimo cariño”, agradece.

En ese tiempo, Alicia se quedó embarazada de su primer hijo y por una complicación tuvo que regresar a Almería. Tras un difícil tramo final del embarazo en el que estuvo a punto de perder a su hijo, nació Marcos, “el milagro”, como lo define su madre.

La pareja se trasladó al poco tiempo a Madrid, donde su marido iba finalmente a realizar la especialidad. Alicia estaba de nuevo embarazada y allí nació Paula. Aún estando sola al cuidado de sus dos hijos, las inquietudes políticas y sociales de Del Burgo seguían bullendo y la joven madre no se quedó parada. “En el edificio donde vivíamos conocí a varios militantes del PCE y yo, cargada de pañales, empecé a acudir a sus reuniones, a formar parte del grupo y a vivir muchas experiencias que me iban conformando”, relata.

De nuevo, por el trabajo de Jesús, tuvieron que hacer las maletas, esta vez a su destino definitivo: Vigo. “En realidad no solo nos trasladamos por el trabajo; mi marido me había engañado con otra mujer y quería escapar del lío. Me destrozó psicológicamente”, confiesa Alicia, con un poso que hace entrever el sufrimiento de esta mujer, pero libre ya de amargura. “La vida me ha dado golpes fuertes pero también me fue abriendo siempre ventanas”, concede la escritora. Tras una separación temporal, el nacimiento de su tercer hijo, Santiago, y múltiples desencuentros, Alicia finalmente se separó en 1981 y comenzó una nueva vida en Vigo donde, asegura, “logré encontrar mi hogar”.

Alicia siempre mantuvo activa su militancia política. En el PSOE formó parte de la ejecutiva, llevando el área de Cultura, y entre otras muchas actividades se enorgullece de haber organizado un pionero certamen de poesía en el centro penitenciario de Vigo, que culminó con la publicación del libro “Dalex”, poemas de catorce autores, todos ellos reclusos, una iniciativa que después replicarían otras cárceles españolas.

También en el amor a Alicia se le abrió una nueva ventana. En el partido conoció a Manolo, “el amor de mi vida”, con quien vivió 15 años de verdadera complicidad, la que nunca antes había conocido, hasta su inesperado fallecimiento. “Fue lo más duro a lo que me he enfrentado nunca”, confiesa la autora, que escribió para él sus “Cartas al mar de Finisterre”.

Junto a Manolo fundó, en 1985, el que sería el mayor proyecto social que puso en marcha Del Burgo, Madres en Acción: Plataforma de los Derechos del Menor. Sin contar apenas con ayudas institucionales y de forma totalmente altruista Alicia y su equipo lograron grandes avances en los derechos de las mujeres y los menores. Elaboraron estudios y programas, proyectos y proposiciones de ley. Realizaron también una intensa campaña de denuncia a hombres por el altísimo porcentaje de incumplimiento de sentencias sobre las pensiones de alimentos que existían y consiguieron que fuese considerado como un delito penal. “Elaboramos también un Proyecto de Ley de Protección de la Infancia, que fue documento de trabajo del Ministerio, y logramos que se crease en Vigo el primer Grupo de Policía de Menores (GRUME)”, destaca con orgullo.

“Conocí historias desgarradoras y mi mayor premio ha sido poder ayudar a salir de esa terrible cueva a mujeres y niños que tanto habían sufrido"

decoration

Alicia y su equipo –asesorados y respaldados por numerosos expertos de distintos ámbitos, desde abogados a psiquiatras– fueron también pioneros en visibilizar a las víctimas de la violencia de género y de abusos sexuales en la infancia, que hasta entonces se seguían escondiendo. “Conocí historias desgarradoras y mi mayor premio ha sido poder ayudar a salir de esa terrible cueva a mujeres y niños que tanto habían sufrido”, asegura. Y es que, la filosofía constante de esta mujer se basa en que “el mundo se transforma desde la denuncia pacífica pero constante, en la calle, en el puesto de trabajo, en las organizaciones sociales pero, sobre todo, desde la honestidad ejemplar”.

Del Burgo participó en numerosas ocasiones en el célebre programa televisivo “¿Quién sabe dónde?”, presentado por Paco Lobatón, a través del que se solucionaron numerosos casos. “El dinero de estas colaboraciones nos sirvió para costear el alquiler de nuestro primer local”, destaca.

Durante varios años organizaron también unas exitosas Jornadas sobre la Infancia que trajeron a Vigo a ponentes renombrados como el psicopedagogo Francesco Tonucci o el teólogo Miret Magdalena.

Del Burgo fue nombrada Secretaria de la Mujer en la UGT de Vigo y en 1987 fundó el Aula de Alfabetización Popular Clara Zetkin y organizó una serie de cursos para mujeres en oficios que siempre estuvieron reservados para los hombres.

En 1993, el Ministerio de Interior quiso recompensar a Alicia por toda esta labor y la presidenta aprovechó –haciendo gala del humor que la caracteriza– para agradecer “tan merecido reconocimiento” y recordar a las instituciones “el nulo apoyo que nos habían prestado en todos aquellos años de trabajo”, cuenta Alicia riendo al recordar la escena.

Y nunca dejó de escribir. La autora, dotada de una sensibilidad innata y una enorme capacidad de trabajo, fue capaz de compaginar la crianza de sus hijos con todo el trabajo social en el que estaba implicada y con la publicación de varios libros y colaboraciones habituales en periódicos y revistas.

Un infarto cerebral en 2002, que tuvo una réplica, golpeó a Alicia y a su ritmo de vida y aceleró el fin definitivo de Madres en Acción, pero fue un cáncer maxilofacial el que en 2008 supuso el mayor varapalo para la activista. “Tras la operación, me fui de exilio voluntario a la masía catalana de un amigo y durante mucho tiempo fui incapaz de escribir nada”, confiesa.

Pero se impuso de nuevo su espíritu luchador y hace seis años decidió regresar y abrir su caja de las palabras. Y desde entonces no ha parado de escribir. “Todos tenemos muchos kilómetros 0 a los que llegar y de los que partir”, considera. Tras publicar justo antes de la pandemia una biografía de la política alemana Clara Zetkin, sobre la que investigó durante casi 30 años, ha publicado las novelas “Kilómetro cero”, “Cartas al mar de Finisterre” y en estos momentos está en fase de corrección de “La paciente de los lunes” y planeando su próxima historia. Su compromiso social tampoco se ha apagado. Ni mucho menos, ya que coopera en una casa de acogida de enfermos psiquiátricos y es delegada en Galicia de la asociación ASIA de incontinencia, entre otras actividades.

Su familia, sus cinco nietos y sus numerosos amigos completan su rico universo. “Ahora vivo el presente con intensidad y no quiero perderme nada”, concluye con esa mirada risueña que conserva.nde fue presidenta de la Junta Internacional de Mujeres y falleció a los 76 años.

Las pioneras: Clara Zetkin, una vida dedicada a la defensa de las mujeres

Clara Zetkin (1857, Alemania– 1933, Moscú) fue una de las precursoras del feminismo, incansable en su lucha a favor de la paz e impulsora del Día Internacional de la Mujer.

Clara Zetkin

Estudió para maestra en Leipzig y allí conoció a su futuro marido, Osip Zetkin. Con 24 años, se unió al Partido Social Demócrata y fue exiliada a Suiza durante ocho años por pertenecer a este partido. En 1892 inició un diario llamado La Igualdad, considerado el primer órgano de mujeres socialistas en Alemania.

Ayudó a organizar la Primera Conferencia Internacional de Mujeres y allí propuso que el 8 de marzo se instituyera como el Día Internacional de la Mujer.

Junto a su amiga Rosa Luxemburg realizó actividades para detener la primera Guerra Mundial y en 1918 formó parte del primer Comité Central del Partido Comunista.

En 1920, fue elegida diputada y ejerció hasta 1933 en el Reichtag.

Cuando Hitler toma el poder, Clara se exilió a Rusia donde fue presidenta de la Junta Internacional de Mujeres y falleció a los 76 años. 

Compartir el artículo

stats