Mujeres fuera de serie
La tejedora de grandes sueños
María Moreira se alzó en los años 80 como una de las grandes diseñadoras de moda de España y fue la primera que presentó sus colecciones en la Pasarela Cibeles. Los últimos años los ha dedicado a formar a mujeres de Cabo Verde con escasos recursos para empoderarlas y ofrecerles una nueva forma de vida

La diseñadora María Moreira, la semana pasada en su casa de Vilaza, Gondomar, con algunas de sus prendas. / ALBA VILLAR
María Moreira ha vuelto a sus raíces, a su casa de Vilaza, en Gondomar. Allí, en la aldea, asegura que se siente a gusto, tranquila, y acompañada. Desde el salón, con un gran ventanal que enmarca la belleza natural del entorno, la diseñadora comparte recuerdos de una trepidante vida e hila un relato repleto de éxitos, de aventuras, de trabajo… y también de muchas barreras e injusticias. María Moreira (1952) se alzó en los años 80 como una de las grandes diseñadoras de moda en España. Fue la primera mujer que presentó sus colecciones en la pasarela Cibeles de Madrid y sus prendas de punto traspasaron fronteras y lograron repercusión nacional e internacional.
Su espíritu emprendedor se fraguó en su casa, junto a su madre, con la que aprendió no solo a tejer sino también a soñar a lo grande. “Mi madre era una mujer muy polifacética y adelantada a su tiempo. Estudió Magisterio, aunque no pudo acabarlo, pero en casa no paraba; tejía, ponía inyecciones a la gente del pueblo, escribía cartas para los hijos emigrados que le pedían sus madres… Mientras mi padre pasaba mucho tiempo fuera ya que trabajaba como mayorista”, recuerda.
La creatividad de María con el punto pronto destacó y de manera autodidacta dio un vuelco a los diseños tradicionales que le enseñaba su madre con propuestas atrevidas que sorprendían y encantaban a sus amigas y conocidas. Tanto era así que cuando se casó “muy jovencita, con solo 18 años, el dinero que recaudamos en la boda y que normalmente se utilizaba para la entrada de un piso, yo me empeñé en destinarlo a montar una tienda de moda en Vigo donde vender los jerséis que hacía con la ayuda de mi madre, totalmente artesanales”, cuenta.
“Me indignaba tener que contar con la firma de mi marido para todo; las mujeres no podíamos tener ni siquiera un talonario ni pedir un crédito”
Sus primeros pasos como empresaria en aquella pequeña tienda ubicada en la calle Marqués de Valladares fueron difíciles. “Me indignaba tener que contar con la firma de mi marido para todo; las mujeres no podíamos tener ni siquiera un talonario ni pedir un crédito”, critica la diseñadora, que en aquellos momentos se dedicaba a crear mientras que su por entonces marido se encargaba de la parte financiera del negocio.
La boutique tuvo una gran acogida y para dar respuesta al aumento de encargos, Moreira fue contratando a otras mujeres que les ayudaran a elaborar las prendas. “El siguiente paso fue comprar una máquina tejedora, que nos permitió avanzar mucho más rápido”, apunta.

La diseñadora María Moreira, la semana pasada en su casa de Vilaza, Gondomar / ALBA VILLAR
El enorme interés que mostraron unos empresarios catalanes del textil por sus novedosas prendas animó a la diseñadora a viajar a Barcelona para aprender el proceso industrial. “Dejé a mi madre y a una dependienta al cargo de la tienda y yo me iba de lunes a viernes a Barcelona. Allí me encontré con un mundo totalmente nuevo y vibrante donde el textil estaba muy desarrollado y aprendí de todo: desde estampaciones a tintes, tejidos… Lo absorbía todo y no paraba de trabajar”, describe la modista, cuyos diseños se vendían muy bien en tierras catalanas y, además, comenzó a diseñar para otras marcas. “Llegué a diseñar hasta 16 colecciones en un año para distintas ciudades españolas; no paraba de trabajar pero estaba muy contenta”, recuerda.
Su fama fue creciendo y la invitaron a participar en los primeros certámenes de la pionera pasarela Moda del Mediterráneo, que inauguraban una nueva manera de concebir la moda como espectáculo y que contribuyó a que el nombre de la gallega traspasara fronteras.
En medio de esta vorágine, Moreira tuvo a su hija Andrea. Era el año 1976 y ella solo tenía 22 años. “Embarazada de 8 meses estaba en Londres trabajando pero, tras una cesárea bastante complicada, me vi obligada a parar durante casi un año para recuperarme”, relata.
Pero fue solo un receso; María no pretendía abandonar una carrera por la que sentía tanta pasión y, gracias al apoyo de su madre, en cuanto pudo se reincorporó al negocio. “Mi hija me recuerda siempre viajando, pero también sé que se sentía y siente orgullosa de mí”, agradece.
“Los empresarios de la moda muchas veces quisieron aprovecharse de mí, pero esto antes ni se contaba”
El mundo de la moda, advierte Moreira, “era en aquellos momentos tremendamente masculino y machista”. La mirada se le nubla cuando recuerda las muchas veces que se sintió acosada. “Los empresarios de la moda muchas veces quisieron aprovecharse; yo era una mujer joven, mona, y creían que tenían derecho a ello. Esto antes ni se contaba y, desde luego, ni se te ocurría denunciar”, lamenta. Asegura que llegó a dejar varias fábricas para las que trabajaba por este tipo de comportamientos que ella se negó a aceptar. “Me enfrenté a muchos de aquellos hombres que maltrataban de una forma terrible a las mujeres en las fábricas pero no servía de nada, así que me marchaba”.
Tampoco su matrimonio aguantó el éxito de una mujer emprendedora y la pareja se divorció tras 20 años.
Corrían los años 80 y la creación en todas sus vertientes vivía también en Vigo un momento de explosión y renovación; desde la literatura, con el Grupo Rompente, a las artes plásticas (Grupo Atlántica) pasando por la música (Siniestro Total, Resentidos) y por supuesto, la moda, donde Moreira lideraba el sector junto a otros grandes diseñadores como Gene Cabaleiro o Roberto Verino. Tras aquellos cinco años de aprendizaje en Cataluña, María retomó su propia firma, María Moreira, con más fuerza que nunca.
En 1985 la viguesa fue invitada a participar en la primera edición del Desfile de Creadores en Madrid –luego sería la Pasarela Cibeles–, lo que supuso un punto de inflexión en su carrera. Fue la única mujer y además la única que tenía sus talleres fuera de Madrid. “Vino a inaugurarla Carmen Romero, esposa del entonces presidente Felipe González, y fue la primera de varias ediciones en las que participé”, cuenta.
Esta presencia ayudó a la diseñadora a abrirse a mercados exteriores como el japonés, que mostró un gran interés por sus prendas de punto. “Yo apostaba por el diseño y la creatividad para dirigirme a una mujer independiente, que trabajaba fuera de casa, sofisticada, elegante y con personalidad, pero que tenía que sentirse cómoda”, describe.
En aquellos tiempos de éxito, Moreira montó una nueva tienda en López de Neira, mucho más grande y ambiciosa que la primera. “Mis colecciones fueron ampliándose e incluso diseñé vestidos de fiesta y novia”, destaca.

La diseñadora María Moreira, la semana pasada en su casa de Vilaza, Gondomar / ALBA VILLAR
Pedro Almodóvar, que ya empezaba a despuntar, se encontraba también entre sus adeptos. “Le conocí cuando aún él empezaba y no tenía un duro, así que le cedía prendas sin cobrarle y no me importaba porque me atraía ese entorno nuevo del cine”, recuerda la diseñadora. Así, colaboró con el cineasta en “Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón” o “La ley del deseo” –donde aparece una niña haciendo la primera comunión con el vestido que Moreira había diseñado para su hija– hasta “Mujeres al borde de un ataque de nervios”, donde ya Moreira se encargó al completo del vestuario de Carmen Maura.
A finales de los años 90 María seguía trabajando en Galicia pero a un ritmo mucho más tranquilo que aquellos años de locura. Obtuvo reconocimientos por su trabajo como el Premio Reconquista de la Ciudad de Vigo o el galardón a la Mejor Tienda que concedía la Revista Telva. “En 2001 regresé a Vilaza e instalé un taller en la parte de abajo de la casa, donde seguíamos preparando pequeñas colecciones”, relata.
Pero en el año 2013, y coincidiendo con la muerte de su madre, María sufrió una artritis reumatoide muy fuerte que le dejó casi paralizadas ambas manos. “Lo pasé muy mal y el médico me aconsejó cambiar de clima”.
Y se abrió una nueva ventana en la vida de María Moreira: Cabo Verde. La diseñadora, animada por su hija, decidió mudarse durante tres meses a las islas africanas, donde había disfrutado algunas vacaciones, y resultó que la terapia de baños de sol y mar le ayudó mucho en la recuperación. Pero aquella estancia le sirvió además para conocer de cerca el modo de vida de las mujeres de allí, sus enormes carencias y dificultades, y comenzó a idear una forma de ayudarlas. “Las caboverdianas estaban siempre ganchillando y hacían pequeños tapetes para sus casas; yo las observaba y me preguntaba por qué no podían aprender a hacer prendas contemporáneas, que pudieran vender y les sirviera para empoderarse. Empecé a formar a tres o cuatro en un bar, pero me daba cuenta de que para poder avanzar de verdad lo primero que necesitaban eran buenos materiales”, explica. Así, la diseñadora decidió cargar en un contenedor todo su taller, incluida la maquinaria, hilaturas, tejidos, botones, etc. y montar, ahora sí, una escuela para esas mujeres. En total, la diseñadora estuvo tres años dedicada en cuerpo y alma a esta escuela, en distintas islas, y el avance e ilusión que generó en las mujeres fue tan extraordinario que, incluso, realizaron interesantes desfiles con sus colecciones.

La diseñadora María Moreira, la semana pasada en su casa de Vilaza, Gondomar / ALBA VILLAR
La pandemia lo frenó todo y a ello se unió el infarto que la diseñadora sufrió hace un año y que hace escasas semanas tuvo una segunda réplica. Pero María lo cuenta sin lamentos, manteniendo la extraordinaria vitalidad y alegría de las que siempre hace gala. “Me sorprende a mí misma que, precisamente en este momento de mi vida en que estoy más tranquila, me pase esto, pero los médicos dicen que puede ser por el estrés acumulado años atrás”, explica.
María no se rinde y espera recuperarse pronto y retomar su proyecto en Cabo Verde. “Estoy deseando volver, no con la misma responsabilidad que al principio, pero me gustaría seguir detrás del proyecto y buscar nuevos apoyos para que siga creciendo. Es de lo más satisfactorio que he hecho en toda mi vida”, remata la creadora, una fuera de serie en cada puntada que da.

Jeanne Paquin
Jeanne Paquin (París, 1869-1936) fue la primera gran diseñadora y una de las iniciadoras del negocio de la moda moderna. Considerada la predecesora de Coco Chanel, jugó un papel esencial en el cambio de la silueta femenina de finales del siglo XIX al incorporar a los patrones unos plisados que facilitaban la movilidad de las piernas.
De niña trabajó con una modista local y fue costurera de la firma parisina “Maison Rouff”. Junto a su esposo, René Paquin, fundó su casa de modas, en la que tuvo a diversas royals como clientas. Tras la repentina muerte de su marido, Jeanne siguió adelante con la empresa con el apoyo de su hermano.
En 1914 mostró sus diseños en el Palace Theatre de Londres en el que fue el primer desfile de moda concebido como un espectáculo con música. También fue pionera en organizar giras en diferentes ciudades para mostrar sus creaciones.
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