Entrevista | Julio Ceballos Experto en Internacionalización, estrategia de mercado y negociación

“China no tiene ánimo revanchista ni vengativo”

“Vamos a tener que adoptar muchas de las dinámicas chinescas para poder competir eficazmente con ellos. Ellos son muchos, ambiciosos, en continua formación y dispuestos a enormes esfuerzos”

Julio Ceballos, ante el perfil de los rascacielos de Shanghái, en China

Julio Ceballos, ante el perfil de los rascacielos de Shanghái, en China / Cedida

Rafa López

Rafa López

Solemos decir que lo tenemos en chino cuando nos enfrentamos a un problema especialmente difícil, y que algo es un trabajo de chinos cuando la tarea es extremadamente laboriosa. De que las empresas occidentales no lo tengan en chino cuando intenten implantarse en el mercado del gigante asiático es el cometido de Julio Ceballos, experto en internacionalización, estrategia de mercado y negociación. El próximo 31 de mayo explicará en el Club Faro “Cómo habitar un mundo liderado por China” y aportará claves para entender el país que va camino de convertirse en la primera potencia mundial. De todo esto versa su libro “Observar el arroz crecer” (Ariel). Leerlo no supone un trabajo de chinos, es un ameno ensayo dividido en 88 breves capítulos. ¿Será porque el número 8 se asocia con la riqueza y la suerte en la cultura china?

–Decía Churchill que Rusia es “un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma”. ¿Tenemos en occidente el mismo desconocimiento sobre China? ¿Es un enigma para nosotros?

–La famosa cita de Churchill describe mejor a China que a Rusia, pues China es la “gran desconocida”. Efectivamente, China es un “planeta” con más de 5.000 años de Historia del que Occidente sabe muy poco y al que, durante siglos, ha tratado con una mezcla de desprecio, recelo y no poco paternalismo. Hoy, a las puertas de coliderar el mundo, ese desconocimiento nos pasa factura y genera temor. China, en cambio, nos conoce bastante mejor a nosotros.

–¿Cuál es el falso mito más extendido sobre China?

–Sin duda, el de que “made in China” equivale a baratijas de mala calidad. China tiene un programa espacial y, como fábrica del mundo, es capaz de producir artículos baratos de poco valor añadido, pero, también, lo más sofisticados. Otros dos grandes falsos mitos son el de que la muralla china se puede ver desde el espacio o que todos los chinos son iguales.

–Se ha dicho de China que cuando sus habitantes alcancen un cierto nivel de vida y haya una clase media dominante, el país exigirá democracia. ¿Lo cree así?

–Lo dudo. En sus 5.000 años de historia, China nunca ha conocido la democracia (tal y como la entiende Occidente); es decir, como un régimen participativo y liberal. China siempre ha sido gobernada de manera autocrática, meritocrática y tecnócrata, con un cuerpo de funcionarios jerárquico, bien engrasado y un poder fuerte en Pekín.

–China posee las mayores reservas de divisas y oro, con 3,43 billones de dólares. Casi triplica a Japón, el segundo país en la lista, y cuadruplica a Estados Unidos, que es el cuarto. ¿Qué lectura hace de este dato?

–Los chinos son comerciantes y negociantes natos. Durante siglos, fueron primera potencia mundial gracias a la dependencia comercial que muchas naciones tenían con la China Imperial, que no les imponía su modelo de gobierno pero sí les cobraba tributos a cambio de protección. El que China sea el mayor acreedor del planeta es una garantía de interdependencia que evita escaladas bélicas. No hay mejor chaleco antibalas.

–¿Existe la posibilidad real de que, mediante el yuan digital, China se independice del patrón dólar que domina el sistema global de pagos? ¿Qué consecuencias tendría esto para Europa?

–Desde mi punto de vista, es muy improbable que el yuan (digital o no) pueda sustituir al dólar como moneda-reserva, y los chinos lo saben. El único candidato a restarle algo de peso al dólar como moneda de referencia es el euro. Aunque es probable que a lo largo del siglo XXI el dólar pierda peso geomonetario, la importancia económica agregada de los EE UU, la apertura y transparencia de sus mercados financieros y su imperio de la ley respaldarán aún la dominancia global del dólar durante décadas.

Julio Ceballos

Julio Ceballos / Cedida

–¿Cree que Inditex, con Eugenio Bregolat al frente, tiene futuro en China, o acabará el grupo textil gallego desplazado por las marcas chinas?

–El mercado chino del fast fashion es el más competitivo, complejo, dinámico y exigente del planeta, pues los consumidores chinos están siempre dispuestos al cambio y son desleales, pero Inditex tiene un excelente reconocimiento de marca y el mejor ejecutivo posible al mando de sus operaciones en China. No hay dos marcas como Inditex en China ni dos directivos como Eugenio para ese mercado.

–Habla de los valores chinos de perseverancia, trabajo, esfuerzo, meritocracia… En cambio, en parte de Occidente se cuestiona la meritocracia y se plantea la semana de cuatro días laborables. ¿Es peligroso este contraste?

–Muy peligroso: es nuestra espada de Damocles. Insisto a lo largo del libro en la idea de que el mundo se achina, pero no porque los chinos nos vayan a imponer sus reglas, sino porque el mundo es global y vamos a tener que adoptar muchas de las dinámicas chinescas para poder competir eficazmente con ellos. Ellos son muchos, ambiciosos, en continua formación y dispuestos a enormes esfuerzos.

–¿Por qué dice que el gobierno chino piensa a más de 50 años vista? ¿En qué aspectos se percibe esa planificación a largo plazo?

–En todos los aspectos: cada chino de China (y son casi 1.500 millones) se sabe pertenecer a un plan compartido a largo plazo con un sólido propósito colectivo. Funcionan con planes quinquenales y piensan en ciclos de 200 años. Sus megaplanes “Made in China 2025”, “China Standards 2035” o la iniciativa de la “Nueva Ruta de la Seda” son buena muestra de ello. No hay ningún otro país en el mundo gobernado con la mirada puesta en el siglo XXII.

–¿Qué influencia ejerce en el rumbo del país la diáspora china, que en España integran 200.000 personas?

–Es más bien a la inversa: el país influye en su diáspora, pues China es mucho más que un estado. Ser chino es mucho más que tener un pasaporte de esa nacionalidad, es una forma de vivir y de ver el mundo. China es la única cultura de la Antigüedad que, tras más de 4.000 años, sobrevive hasta nuestros días. Cualquier chino –de primera, segunda o tercera generación–, viva donde viva, comparte ese sentido de identidad y pertenencia a una estirpe milenaria,a un legado histórico.

–Siendo los chinos tan pragmáticos en muchos aspectos, ¿por qué mantienen un idioma con 60.000 caracteres?

–En realidad, la mayoría de esos 60.000 caracteres están en completo desuso y cotidianamente apenas se emplean 5.000 o 6.000, pero incluso el aprendizaje de esos resulta complejo para el extranjero. Los chinos se hacen chinos aprendiendo su idioma, memorizando y dibujando sus caracteres. Su ADN cultural está codificado en esos ideogramas. Es una “Gran muralla invisible” que les protege y sigue resultándoles muy útil.

–¿Se portará China como una potencia colonial cuando domine el mundo?

–Ese es nuestro gran miedo, pero yo creo que no: considero que China no tiene ánimo revanchista ni vengativo. Quien hoy gobierna en Pekín se identifica con aquellos pueblos que fueron colonizados y denuncia el imperialismo que la propia China sufrió. En mi opinión, a lo que China aspira es a ser el mejor país en un mundo multipolar, a recuperar la posición geopolítica central que ya ocupó durante siglos y a que las normas que rigen el mundo no le vengan impuestas desde fuera.

–La mitad de todas las cámaras de vigilancia instaladas en el planeta están en China. Dice que uno puede moverse por el país con total tranquilidad, sin miedo a ser agredido. ¿Las cámaras han reducido de forma drástica los índices de delincuencia en China?

–Cuando yo llegué a China en 2006 apenas había cámaras de vigilancia y China ya era un país muy seguro en el que, excepto pequeños hurtos, faltas de tráfico y delitos domésticos, apenas había delincuencia. Hoy, con el sistema de vigilancia que se ha desplegado, el crimen es prácticamente nulo.

–En su libro habla de cómo en China se considera la vejez “una época venerable, honorable e incluso feliz”. ¿Ha influido esta idea en cómo afrontaron la pandemia de COVID?

–Sin duda y, aislándose del mundo durante casi tres años, han dado muestra de poner el derecho a la vida por encima de cualquier otra consideración. Sus medidas han sido duras y a menudo inflexibles, pero han logrado el objetivo: salir del COVID siendo uno de los países con menor mortalidad per cápita del mundo.

–¿Qué relevancia le otorga a los estallidos de protesta que se produjeron hacia el final de la política de “COVID cero”?

–Muy escasa. La imagen que han proyectado los medios occidentales de esas protestas –minúsculas en un país de 1.500 millones– estaba distorsionada y sobredimensionada. Una parte relevante de la población china, tras los duros confinamientos, estaba hastiada, frustrada y agotada, pero lo que los chinos realmente deseaban no eran reformas políticas sino poder volver a trabajar, comerciar y hacer negocio de manera normal.

–Dice que China es hoy el mayor y mejor laboratorio de inteligencia artificial (IA) del planeta. ¿Se desarrollará la IA en China sin los límites éticos y de protección de datos que ya se están considerando en el mundo occidental, especialmente en Europa?

–La cuestión es que los principios éticos, los límites definidos y los valores que codificarán la IA en China van a ser distintos de los que regulen esta en Occidente. Mientras la comunidad internacional no logre un consenso global en cómo regular y controlar la IA, corremos un peligro muy grave: que una tecnología que no somos capaces de controlar, entender ni limitar nos perjudique como especie.

–¿Cree que China tratará de recuperar Taiwán en los próximos años? ¿Influirá el resultado de la guerra en Ucrania en su decisión?

–Los intereses de China y Taiwán no son antagónicos. Taiwán es parte de China, los propios taiwaneses se reconocen chinos (lo que sucede es que no se ponen de acuerdo en aquello a lo que llaman “China”). La República Popular de China nunca renunciará a reintegrar en su territorio a una población que es cultural, histórica y étnicamente china e intentará por todos los medios que esa reunificación se produzca pacíficamente lo antes posible. EE UU, por su parte, presionará para que esa reunificación no perjudique su hegemonía militar y política en Asia Pacífico.

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