Mujeres fuera de serie

La mujer que apunta al cielo

Ana Ulla, primera catedrática de Astrofísica de Vigo, compagina la investigación con la docencia y dedica además grandes esfuerzos a la divulgación de esta ciencia entre toda la población. La viguesa, que participó en la Misión Gaia de la ESA, mantiene muy viva la pasión por el cosmos y ahora está embarcada en un estudio sobre astrobiología

La astrofísica Ana Ulla, esta semana en el mirador del Parque do Castro de Vigo

La astrofísica Ana Ulla, esta semana en el mirador del Parque do Castro de Vigo / Alba Villar

Amaia Mauleón

Amaia Mauleón

Lo primero que le viene a uno a la cabeza cuando está frente a Ana Ulla (Vigo, 1965) es de dónde le vino la pasión por el cosmos. Y es que, aunque a casi todos los niños les atrae observar el cielo estrellado, lo que ya de pequeña sentía Ana era algo mucho más intenso.

Hija de un trabajador de Barreras y de un ama de casa, Ana, la del medio de cinco hermanos, se compró ella misma con 13 años un manual de astronomía y muchas noches salía de su casa, en la zona de Balaídos, -entonces poco urbanizado y con escasa contaminación lumínica- a sentarse en la oscuridad y aprender las constelaciones. 

La perseverancia unida a aquella pasión, que sigue muy viva, llevaron a Ana Ulla a ser quien es: una espléndida doctora en Ciencias Físicas con la especialidad de Astrofísica; primera catedrática de Astrofísica de la Universidad de Vigo y tercera de Galicia; miembro de la Sociedad Española de Astronomía y de la Unión Astronómica Internacional. Impulsora del Observatorio Astronómico de Forcarei y miembro del equipo internacional de la Agencia Espacial Europea (ESA) responsable de la Misión Gaia, que ha creado el primer mapa multidimensional de la Vía Láctea.

Esa es Ana. Pero también es madre, defensora de la igualdad de las mujeres en el campo científico y de la divulgación de la Ciencia, además de amante de la cultura en todas sus vertientes porque, advierte, “la ciencia y la cultura están totalmente unidas”.

  • ¿Quién soy?

    “Una apasionada del Universo y de las grandes respuestas que encierra. Rigurosa, inconformista y con mucha curiosidad por todo lo que me rodea”

Los padres de Ana, “trabajadores incansables de la posguerra”, animaron a cada uno de sus hijos a estudiar lo que ellos desearan y Ana valora mucho “el enorme esfuerzo que hicieron para cumplirlo”. A la viguesa -que inició sus estudios en el Colegio Andersen y prosiguió en el Instituto Coia 4- le encantaba estudiar. “Me interesaba todo, no solo las ciencias, también los idiomas, la música, la historia… Pero es cierto que en el colegio y en el instituto, donde tuve la suerte de tener profesores que nos hacían pensar y promovían el espíritu crítico, las matemáticas y la física y química me fascinaron”, cuenta.

Ana con sus padres en el monte de O Castro

Ana con sus padres en el monte de O Castro de Vigo / Cedida

A los 13 asegura que ya tenía claro que quería ser astrónoma o astrofísica. “Creía que en alguna parte tenían que estar las grandes respuestas y que ese lugar podía ser el Universo”, apunta.

Estudió Física dos años en la Universidad de Santiago y ya en tercero se mudó a Canarias, donde la especialidad de Astrofísica tenía gran fama. “En La Laguna estaba el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) y mi sueño era hacer prácticas allí. Mis padres hicieron un enorme esfuerzo de nuevo y yo estudiaba mucho para sacar todo adelante”, relata. La carrera, admite, era realmente difícil. “Empezamos bastantes chicas pero al segundo año ya quedamos menos”. Pero Ana no iba a abandonar su sueño. “Mi filosofía siempre ha sido: ante las dificultades, aumentar el esfuerzo”.

“Mi filosofía siempre ha sido: ante las dificultades, aumentar el esfuerzo”

En Tenerife, Ulla estudió mucho pero además disfrutó de una experiencia vital inolvidable, arropada por colegas vigueses de distintas generaciones como Roberto López, Ruth Carballo, Minia Manteiga y Begoña Vila. “Me gustó mucho la especialidad, que impartía un profesorado joven que estaba a la vez investigando y con el que tuvimos una relación muy cercana”, destaca.

En 1988 Ana finalizó la carrera y tenía claro que deseaba seguir por la senda de la investigación y hacer el doctorado. Solicitó tres becas diferentes y le concedieron las tres, por lo que pudo elegir la mejor de todas e instalarse en la Noruega, donde durante dos años desarrolló la primera parte de su doctorado en la Universidad de Tomsø. La segunda parte la realizó en el Laboratorio de Astrofísica Espacial y Física Fundamental (LAEFF), en Madrid, donde estuvo otros dos años.

Tras convertirse en doctora, la infatigable investigadora inició el postdoctorado en la Agencia Espacial Europea y, después, prosiguió en el Instituto Niels Bohr de Copenhague con una beca de la UE. “Fue otra etapa muy bonita; estaba encantada con la ciudad, con el movimiento cultural que bullía, e hice grandes amigos”, recuerda.

Ana con Minia Manteiga, Salvador Naya y Carlos Dafonte en la presentación del primer archivo del satélite Gaia

Ana con Minia Manteiga, Salvador Naya y Carlos Dafonte en la presentación del primer archivo del satélite Gaia / Cedida

En 1995, Ana regresó a Canarias con un contrato de investigación y dos años después surgió la oportunidad de regresar a Vigo. “Era el momento en el que se segregaron las universidades; en Vigo se implantó Ciencias del Mar y necesitaban profesores. Comenzaba a sentir morriña y decidí que era un buen momento para volver a casa”, recuerda.

Aunque a lo largo de aquellos años Ana había impartido clases ocasionalmente, su principal labor había sido la investigación por lo que, advierte, el cambio fue complicado. “No es sencillo transmitir los contenidos a los alumnos y por entonces no había ni siquiera cursos de formación de profesorado así que me tomé muy en serio la preparación”, asegura la astrofísica, que en estos momentos imparte Física en la Facultad de Biología de la Universidade de Vigo.

Como sucede a la mayor parte de las mujeres científicas, Ana también se vio obligada a posponer la maternidad hasta que logró una cierta estabilidad. Tenía 37 años cuando nació su hijo Manuel, al que crió restando horas a la investigación y al sueño, junto con su hermano Tomás y “con el apoyo del padre, aunque también trabajaba fuera de casa casi todo el día, abuelos y guarderías”, describe.

"En otros países a la mujer científica se la apoya mucho más en la conciliación”

Ana critica las enormes dificultades con que se topan las mujeres científicas para compaginar su carrera investigadora con la maternidad. “Muchas acaban abandonando porque no se les facilita nada y se pierden grandes talentos; en otros países como Noruega me encontré con un enorme apoyo a las mujeres, pero aquí aún nos queda mucho por avanzar y encontrar soluciones más eficientes para la conciliación”, advierte la científica, que lamenta la “injusticia” de que hoy en día las mujeres tengan que seguir demostrando y esforzándose el doble que los hombres en el terreno científico.

Ana con Minia Manteiga, Salvador Naya y Carlos Dafonte en la presentación del primer archivo del satélite Gaia

Ana en el observatorio de Forcarei / Cedida

La viguesa no solo logró compaginar la investigación con la docencia y la maternidad, sino que ha realizado a lo largo de estos años una importante labor divulgadora en el campo de la Astrofísica. Además de talleres y charlas, la investigadora es autora del libro infantil “Desde el jardín, las estrellas”, donde relata la amistad entre un niño y un lagarto al tiempo que introduce conceptos de la astronomía como las Lágrimas de San Lorenzo, las constelaciones o cómo hacer un telescopio de forma doméstica. “El conocimiento se debe democratizar lo máximo posible; yo incluso abriría los laboratorios a la gente para que conociera nuestra labor”, apunta.

Muchas de esas grandes respuestas que Ana buscaba en el Universo aún no están resueltas. “Me voy a ir sin saber muchas cosas ya que, cuando se contestan unas cuestiones, aparecen otras nuevas”, afirma. Entre ellas, la científica destaca dos: la posibilidad de que haya vida más allá de la Tierra y el origen y evolución del Universo. “Aunque solo sea por una cuestión de estadística estoy convencida de que tiene que haber formas de vida fuera de aquí: el sol tiene ocho planetas y miles de cuerpos menores, algunos de ellos susceptibles de albergar vida. En la Vía Láctea como mínimo hay cien mil millones de estrellas como el Sol y en el universo como mínimo hay cien mil millones de galaxias, con lo que si multiplicamos por cien mil millones de estrellas y cada estrella tiene como mínimo dos planetas, tendríamos unos veinte trillardos de planetas. ¿De verdad que no va a haber uno como la Tierra?”, se pregunta sonriente. “El problema es que hoy no tenemos capacidad para detectar los habitados, pero seguro que será lo siguiente que vamos a conseguir”, augura.

La astrofísica Ana Ulla, esta semana en el mirador del Parque do Castro de Vigo

La astrofísica Ana Ulla, esta semana en el mirador del Parque do Castro de Vigo / ALBA VILLAR

Pero que nadie imagine a Ana Ulla el día entero entre libros, cifras y telescopios. Todo lo que tenga que ver con la cultura también le apasiona, desde el cine a la literatura pasando por el ballet, y disfruta de su familia, de los paseos, de todos esos pequeños momentos que le brinda la vida. Ella no es de dejarse arrastrar por agujeros negros.

La última aventura en la que se ha embarcado es un estudio de astrobiología en el que analizan la capacidad de los tardígrados marinos -una especie microscópica capaz de sobrevivir a casi todo- para resistir en condiciones extremas. “Las conclusiones se podrían trasladar a la resistencia en otros cuerpos externos si hubiera condiciones de habitabilidad por ejemplo en las lunas del sistema solar. No sé adónde llegaremos, pero estoy aprendiendo muchas cosas y estoy muy ilusionada”, asegura. Y la mirada de Ana compite en brillo con esas estrellas que sigue observando cada noche. 

Las pioneras: Antonia Ferrín, la primera astrónoma gallega

Antonia Ferrín Moreiras

Antonia Ferrín

Antonia Ferrín Moreiras (Ourense, 1914-Santiago, 2009) era la tercera de cuatro hermanas de una familia humilde. A los 10 años ya cursaba bachillerato en ciencias y a los 16 se matriculó en Química en Santiago. Con solo 20, ya ejercía como profesora ayudante de Física y Matemáticas y era interina en el Departamento de Ciencias del Instituto Arcebispo Xelmírez de Santiago. En 1937 se abrió un expediente contra ella por sus ideas progresistas y fue apartada de la docencia, pero al terminar la Guerra Civil anularan la pena. Ese mismo año concluía sus estudios en Farmacia y en 1948 obtenía su tercer título en Ciencias Exactas. En 1940 conoció a Ramón María Aller, fundador del Observatorio Astronómico de la USC, quien la introdujo en la astronomía y colaboraron más de 20 años. En 1963 obtuvo su doctorado en Astronomía con la primera tesis defendida por una mujer en España.

Suscríbete para seguir leyendo