Galardonada con un Goya en 2005 por “Tapas” y nominada en tres ocasiones, Elvira Mínguez (Valladolid, 1965) es una de las actrices más destacadas del panorama cinematográfico actual. Ha trabajado a las órdenes de John Malkovich y Steven Soderbergh, entre otros, y recientemente ha cosechado éxito con su papel de Flora en la adaptación al audiovisual de “La Trilogía del Baztán”, de Dolores Redondo, y con la serie “Desaparecidos”. Mujer de gran inquietud intelectual, debuta en la literatura con su primera novela, “La sombra de la tierra” (Espasa), una suerte de western ambientado en la España profunda donde dos mujeres cuya existencia se basa en el odio luchan por el poder. El lunes 27, mañana, estará en Club FARO, en el Museo MARCO a partir de las 20 horas.
– La conocemos como actriz y ahora debuta como narradora, ¿por qué se decidió a escribir una novela y por qué ahora?
– No ha habido en ningún momento una decisión previa. He escrito muchísimo sobre los personajes que me ha tocado interpretar; para mí es una manera de completarlos que me ayuda a crear un marco donde si tengo que improvisar pueda hacerlo. Esta historia de la novela viene coleando desde el año 2006 cuando fui a un taller de literatura porque quería aprender a leer bien y me dijeron que tenía que escribir algo. Hice cuatro monólogos cortitos sobre los personajes y cuando lo leo me animan a seguir escribiendo. En eso aparece por casa una foto de mi bisabuela Atilana (una de las protagonistas de la novela), que no tiene nada que ver con la historia, una mujer de gesto muy duro y austero que hizo dos cosas que a mí me parecieron de personajazo: se tiró a un pozo y antes se ató la falda para que al sacarla no se le vieran las enaguas, y dejó las zapatillas al lado del brocal para que supieran dónde buscarla. Empecé a investigar sobre ella y justo al lado tenía una vecina que se llamaba Garibalda (la coprotagonista), que probablemente habría sido una bellísima persona, pero en mi imaginario ver esas dos mujeres con esos nombres –en referencia a Atila y a Garibaldi– me llevó a montarme mi historia, que enmarqué en 1896 porque en esa escalada hacia el poder que Atilana va haciendo encima de sus hijos me interesaba que el varón muriera en una guerra.
– Menciona en los agradecimientos a su profesora de un taller de literatura y a su terapeuta, ¿tuvo algo de terapia la creación literaria?
– Con mi terapeuta hablaba mucho de narrarnos a nosotros mismos, de la importancia que tiene el hecho de aprender a contar nuestra propia historia como una manera de evolucionar y de madurar. La referencia a la sombra ya en el título es indudable, es la sombra de June, a la hora de narrarnos en el fondo lo que estamos haciendo es sacar nuestros miedos en forma de imaginación.
– Y esos miedos se plasman en un historia de lucha por el poder, de odio, venganza y muerte en la que aborda temas como la pederastia, los malos tratos, el abuso sexual y la falta de afecto a los propios hijos, ¿el lado más oscuro del ser humano es más atractivo para hacer literatura?
– Lo es, la maldad es un tema muy atrayente. Cuando trato de explicarme la existencia de ciertos programas en televisión , el morbo que podemos sentir hacia algo, creo que es una manera de acercarnos y alejarnos como seres humanos, de ver lo que llegan a hacer algunos para decir “yo no sería capaz”. Con toda la cantidad de barbaridades y aberraciones que se han cometido históricamente en el nombre de muchas cosas, siempre me he planteado qué ocurre si nuestra motivación es el odio y basamos en él nuestra existencia, cómo afecta a las personas que están alrededor, qué sucede con esa existencia cuando falta el objeto odiado. La novela narra en realidad las consecuencias de unos hechos pasados. Somos pasado, presente y al mismo tiempo futuro.
– También menciona en el capítulo de agradecimientos a la escritor Dolores Redondo y al actor Rubén Ochandiano, ¿qué relación tiene con cada uno de ellos y qué función cumplieron en la creación de esta obra?
– Dolores y yo nos conocemos de cuando protagonicé “El guardián invisible”, la primera entrega de la trilogía de Baztán para Netflix. Tuvimos buen feeling desde el primer momento y hemos mantenido el contacto, así que cuando Planeta muestra interés por publicar mi novela, recurro a ella para que me guíe por un mundo que desconozco. Y Rubén Ochandiano es amigo mío desde que hicimos “Tapas”, tuvimos un flechazo, es como mi alter ego, si yo fuera hombre, sería él. Fue uno de los que primero leyó esta historia y me dio su feedback.
– ¿Por qué elige dos mujeres, una caciquesa y otra aspirante a serlo, para protagonizar su historia?
– Porque me apetecía mucho invertir el orden. Después de 25 años en este negociado del cine y la interpretación, los personajes que me han llegado siempre han sido potentes y fuertes, pero no dejan de ser mujeres con una carga de resignación, dolor y sacrificio, he tenido la impresión de que eran personajes incompletos, siempre pensaba qué pasa con esas características que habitualmente sí tienen los personajes masculinos: la capacidad de manipular, el odio, no querer a los hijos, el egoísmo extremo, una ambición desmesurada. Raros son los personajes femeninos que nos encontramos así, y si hay algo de eso son “las malas”, las que arruinan la vida de los hombres.
– La muerte parece como una anciana inquietante que pasa desapercibida para el resto de personajes.
– Tenía que estar presente en una historia que habla de las consecuencias del pasado, en tanto que la muerte es la gran consecuencia d e la vida. Como no sabemos cómo es – en “All that jazz” la hace un Jessica Lange joven, espectacular, con tules, Bergman en “El séptimo sello” la representa en esa escena tremenda de partida de ajedrez–, me la imaginé como una mujer de negocios que quiere lo suyo, interactúa, todo el mundo intuye quién puede ser pero nade quiere verla.
– Su obra recuerda a Delibes y a Lorca, ¿son dos de sus referentes?
– No lo son. Es verdad que reconozco algo de Bernarda Alba en Atilana. Y Delibes, por mucho que diga que no es un referente, yo soy de Valladolid y en el colegio se leía casi toda su obra completa. Supongo que está en mi inconsciente. Soy una lectora voraz y si hay una literatura que me gusta es la americana de los años 20 y 30. Veo más claros los referentes de William Faukner, en “Mientras agonizo”, de “El Camino del tabaco” de Erskine Caldwell, o de “Las uvas de la ira”, de John Steinbeck. Al escribir esta novela me parecía que estaba haciendo un western. De niña en el barrio de al lado me dejaban sentada en un cine de sesión continua y me tragaba todas las películas de Sergio Leone. Supongo que de ahí salieron aspectos de mi novela en cuanto a los espacios fronteras, la usurpación de derechos en las tierras, las leyes impuestas, las de honor y las implícitas.
– Debuta en la literatura en el momento en que se estrena en Telecinco una nueva temporada de la serie “Desaparecidos”, en la que interpreta a la representante de una asociación que busca personas desaparecidas y que cuenta con tres entregas en Amazon Prime.
– El grueso de la escritura coincidió con el rodaje de la segunda y tercera temporada, que terminamos de rodar en diciembre de 2021. ¡Pobres compañeros!
– ¿Se ve haciendo de protagonista de una adaptación de su novela al audiovisual?
– No y voz a decir por qué. Es verdad que hay algún novio y no tenemos un compromiso en firme, pero una de las condiciones que he puesto es que esta historia la tengo que dirigir yo. Me apetece; llevan tiempo tirándome trastos con lo de la dirección y nunca me he atrevido ni siquiera a pensarlo, pero con esto me siento lo suficientemente fuerte para hacerlo. Son 36 personajes, así que no podría permitirme el lujo de interpretar ninguno.
– ¿En el cine o en una serie?
– Depende de la dote con que venga el novio. Me gustaría mucho que fuera cine; si es serie, no más de cuatro capítulos.