Mujeres fuera de serie

La conductora de la innovación

Ana Paúl es una de las primeras mujeres directivas de la industria del automóvil en España. La directora de Innovación del CTAG trabajó antes en Seat y en el grupo Volkswagen en Alemania, donde fue la primera chica en el departamento de investigación electrónica. Apuesta por fomentar la igualdad desde la infancia para reducir la brecha que aún pervive en las carreras científico-técnicas

La ingeniera Ana Paúl, en las instalaciones del CTAG en Porriño

La ingeniera Ana Paúl, en las instalaciones del CTAG en Porriño / José Lores

Amaia Mauleón

Amaia Mauleón

Conducir es un placer para Ana Paúl. Recorrió por carretera la distancia desde su Valladolid natal a Barcelona. En coche se fue a Alemania para trabajar en Volkswagen y, después, arrancó de nuevo hacia Vigo, donde reside desde hace más de 20 años y asegura que ha encontrado su hogar definitivo.

Un placer y una profesión con la que se siente afortunada. Ana Paúl (Valladolid, 1970) es una de las primeras y escasísimas mujeres directivas en la industria del automóvil. Directora de Innovación del Centro Tecnológico de Automoción de Galicia (CTAG), a lo largo de su carrera ha conocido a fondo los entresijos de este sector tradicionalmente masculino y con su talento e inteligencia ha obviado estereotipos y demostrado que las mujeres, sin duda, tienen mucho que aportar en este mundo.

  • ¿Quién soy?

    “Una mujer trabajadora, ambiciosa, curiosa e inquieta. Con los años he apredido a ser más disfrutona”

Las cuatro ruedas fascinaron a Ana desde niña. La mayor de cinco hermanos (los otros cuatro, varones) no se conformó con mirar en la distancia el coche teledirigido que los Reyes trajeron a los chicos unas navidades. “Me pareció increíble aquel vehículo que se podía manejar con un mando a distancia y rápidamente me uní al juego con ellos”, recuerda.

“A los cinco hermanos nos educaron igual, no recuerdo diferencias conmigo por ser la única chica"

Ana estudió ingeniería y sus cinco hermanos la siguieron en la misma carrera. Un hecho curioso ya que no había antecedentes en su familia. “Mis padres no tienen estudios superiores; mi padre era funcionario en el Ministerio de Agricultura y mi madre, ama de casa”, cuenta. “A los cinco hermanos nos educaron igual, no recuerdo diferencias conmigo por ser la única chica, y tampoco trataron de influir en nuestras decisiones respecto a los estudios. Lo que sí insistieron siempre es en que teníamos que estudiar y ser independientes económicamente”, apunta la ingeniera.

La familia vivió en distintos pueblos de Castilla a los que se mudaban por el trabajo de su padre, pero cuando los niños crecieron se instalaron en Valladolid para facilitarles los estudios.

En el Museo de Aviación de Tallin en Estonia

En el Museo de Aviación de Tallin en Estonia

Ana era muy buena estudiante y le encantaban las ciencias y las matemáticas, aunque finalmente decidió estudiar Ingeniería Industrial. Coincidió con muy poquitas compañeras y, aunque la carrera fue dura, la finalizó con soltura. “Los primeros años era muy teórica y me desencantó la falta de prácticas. Cuando realicé el proyecto fin de carrera en una fábrica me di de bruces con la realidad ya que sentía que no sabía nada”, confiesa. “Hoy el planteamiento ha cambiado y hay una conexión con la industria mucho mayor desde el principio, aunque, por contra, se está perdiendo esa base teórica tan potente que también es necesaria”, advierte la ingeniera, que además es profesora en el máster de Ingeniería de Automoción de la Universidade de Vigo.

Con alumnos del Máster Ingeniería Automoción

Con alumnos del Máster de Ingeniería de Automoción

Paúl dio sus primeros pasos en el mundo laboral en un centro de automoción de Valladolid, participando en proyectos de I+D. “Éramos casi todos recién licenciados y súper motivados; no nos importaba trabajar incluso los sábados. Fue una época muy bonita en la que aprendí mucho”, cuenta.

Sin embargo, las inquietudes de la joven iban más allá de aquel espacio. Su sueño era trabajar algún día en Alemania ya que, afirma, “tenía idealizada esa imagen de la automoción alemana”. De hecho, estudió alemán para estar preparada cuando llegara el momento. Así, cuando le ofrecieron unirse al equipo de Seat, del Grupo Volkswagen, en la planta de Barcelona, no dudó en aceptar. Y, tal y como ella esperaba, al año siguiente le surgió la oportunidad de unirse al departamento de investigación electrónica del grupo en Wolfsburg, Alemania. Era la primera mujer que formaba parte de este grupo. Y corría ya el año 2001.

“Por primera vez me di cuenta de que mis compañeros no estaban habituados a hablar con una mujer sobre temas técnicos"

Ana asegura que ni durante la carrera ni en el tiempo que trabajó en España sintió nunca un trato diferente -ni mejor ni peor- por ser mujer. Sin embargo, en Alemania esa sensación cambió. “Por primera vez me di cuenta de que mis compañeros no estaban habituados a hablar con una mujer sobre temas técnicos y en las ferias presentaba un prototipo que había dirigido yo y la gente insistía en querer hablar con el responsable; era bastante indignante”, lamenta.

En Alemania presentando un proyecto con colegas alemanes

En Alemania presentando un proyecto con colegas alemanes

Durante el año que Ana trabajó en Alemania disfrutó de grandes experiencias y recorrió todo el país como la viajera infatigable y curiosa que es. Desmitificó muchas ideas aunque, advierte, “comprobé que son increíblemente buenos planificando los proyectos; lo hacen con tanto rigor y dedicando siempre los recursos precisos que suele salir todo bien. Los españoles somos más de improvisar y, al final, eso puede hacer que la calidad se resienta”. Sin embargo, también valora “la mayor creatividad que tenemos nosotros y esa capacidad de improvisar cuando surge un problema, algo que para ellos es súper complicado”.

La ingeniera Ana Paúl, en las intalaciones del CTAG en Porriño

La ingeniera Ana Paúl, en las instalaciones del CTAG en Porriño / JOSÉ LORES

En el año 2005 su vida daría un nuevo giro cuando la llamaron para formar parte del equipo directivo del incipiente Centro Tecnológico de Automoción de Galicia (CTAG). “Era un proyecto en el que estaba todo por construir, con vocación de crecer… Me pareció muy ilusionante y, además, Vigo es la otra gran potencia de la automoción y nos apetecía mucho instalarnos en una ciudad más accesible, así que, junto a mi marido, decidimos apostar por ello”. Y es que Ana comparte, ya desde su primer trabajo en Valladolid, su vida y su pasión por la automoción con un ingeniero.

Cuando llegaron al CTAG -la planta está ubicada en O Porriño- eran unas cincuenta personas (solo siete mujeres). Hoy son más de mil los que trabajan en este centro, que apostó desde el inicio por la incorporación de la electrónica y estructurar la innovación para realizar desarrollos de lo más variados para el sector. Actualmente un 26% de los trabajadores son mujeres y en la directiva, once. Ana confiesa que es muy crítica con la desigualdad en general y, por supuesto, también con la relacionada con el género. “En las organizaciones es fundamental plantear de forma natural que el talento femenino tiene mucho que aportar”, destaca.

La ingeniera Ana Paúl, en las intalaciones del CTAG en Porriño

La ingeniera Ana Paúl, en las instalaciones del CTAG en Porriño / JOSÉ LORES

En el CTAG participan en diversas investigaciones y proyectos europeos como “Women in manufacturing” donde se analizan los sesgos que se dan en el ámbito de la automoción y las formas de reforzar la presencia de las mujeres en el ámbito industrial. Ana lamenta que sigue habiendo muchas diferencias. “Es muy difícil recibir candidatos para un puesto en proporción; incluso tenemos la sensación de que vamos para atrás y en general bajan las matriculaciones en estas carreras”.

La ingeniera apunta a “las propias limitaciones que nos ponemos las mujeres, que somos más autoexigentes que los hombres”. Pero advierte que el problema hay que atajarlo antes. “Es indignante ver lo sexistas que siguen siendo los juguetes; si las niñas juegan solo con muñecas, les inculcamos que estas carreras científico-técnicas son muy difíciles y, además, no les mostramos referentes, es raro que finalmente se decidan por ellas”. 

“Es indignante ver lo sexistas que siguen siendo los juguetes"

Ella pone su granito de arena para tratar de cambiar la tendencia y a menudo se desplaza a institutos para ofrecer charlas y mostrar en primera persona, sobre todo a las alumnas, “que yo, una mujer, estoy detrás de prototipos, de desarrollos técnicos innovadores, que éste es un trabajo apasionante y, por supuesto, a animarlas, ya que ellas también podrán hacerlo”.

Ana transmite pasión por su trabajo. “Es muy enriquecedor ver los resultados de los proyectos colaborativos y comprobar su retorno a medio o largo plazo”, explica, al tiempo que cuenta cómo ha cambiado la manera de trabajar en los centros de innovación. “En automoción antes la investigación era a puerta cerrada; hoy en día es imposible tener todo el conocimiento dentro y para hacer algo de impacto hay que abrirse a los clientes e incluso estar muy atentos a los pequeños emprendedores y todas esas relaciones son muy enriquecedoras”.

La ingeniera Ana Paúl, en las instalaciones del CTAG en Porriño

La ingeniera Ana Paúl, en las instalaciones del CTAG en Porriño / JOSÉ LORES

Sobre la movilidad del futuro, la ingeniera advierte que “una cosa son los prototipos y la tecnología y otra lo que definitivamente se instala en el mercado. Por ejemplo, los coches autónomos no circulan aún porque no hay una reglamentación adecuada para ello; es decir, la tecnología existe pero tienen que darse las circunstancias adecuadas para ponerla en marcha”. Paúl augura que muchos desplazamientos se van a automatizar: “El transporte del futuro va a tener que ser limpio; habrá opciones de micromovilidad en las ciudades y ya existen muchos prototipos de coches voladores, aunque también se mantendrá la conducción tradicional para privilegiados, como una forma de ocio y disfrute”.

“Me encantan los coches deportivos. Era reticente al coche eléctrico y tengo que decir que cuando lo probé un tiempo para un proyecto cambié de idea"

Paúl se apunta a ese disfrute. “Me encantan los coches deportivos. Era reticente al coche eléctrico y tengo que decir que cuando lo probé un tiempo para un proyecto cambié de idea, me pareció una maravilla, aunque aún falta la infraestructura necesaria y que los precios mejoren”, apunta. El hidrógeno, asegura, “será, sin duda, la mejor alternativa”.

Pero las inquietudes de Ana no se limitan a la automoción. Ni mucho menos. La ingeniera es capaz de desacelerar el ritmo laboral y disfrutar de un sinfín de aficiones, desde la lectura, al cine, el teatro, los museos, los viajes, los paseos con su perra, el mar… Incluso estudia la carrera de Psicología a distancia. “He aprendido con los años a ser feliz y disfrutona; aprovecho cada momento y creo que es lo mejor que podemos hacer todos”, aconseja. 

Las pioneras: Bertha Benz, la pionera del automóvil

Bertha Benz

Bertha Benz

Bertha Benz (Alemania, 1849-1944) fue una pionera de la automoción. Bertha era una mujer atípica. Aprendió mecánica junto a su padre en el taller familiar. Con su herencia, financió la fábrica de automóviles fundada por su marido, Karl Benz. Tras años de duro trabajo, en 1886 obtuvieron la patente para su automóvil de tres ruedas con un motor de tracción trasera. Sin embargo, nadie quería comprar aquel artefacto y Karl sopesó la idea de abandonar la comercialización. Su socia y esposa, Bertha, estaba dispuesta a demostrar al mundo que el Benz-Patent Motorwagen iba a marcar el futuro del transporte. En agosto de 1888 junto a sus dos hijos recorrió a bordo del Benz la distancia entre Mannheim hasta Pforzheim, más de 100 kilómetros, una odisea por aquel entonces desconocida.

Al hacerlo, catapultó el invento del automóvil a la fama mundial, con lo que consiguió para la compañía las primeras ventas del vehículo.

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