IA conversacional: prometedora y peligrosa

IA CONVERSACIONAL   PROMETEDORA  Y PELIGROSA

IA CONVERSACIONAL PROMETEDORA Y PELIGROSA / francisco yáñez

Francisco Yáñez

Francisco Yáñez

-Usuario: “¿Hay algo que no sabes hacer?”

-IA ChatGPT: “Por supuesto, hay muchas cosas que no sé hacer. No se trata de ser perfecto, sino de aprender y mejorar con el tiempo”

La Inteligencia Artificial Conversacional es la tecnología que hace posible que las máquinas sean capaces de comprender, procesar y responder al lenguaje humano. El concepto de “comprensión” es importante, pues es lo que separa esta tecnología de una automatización básica, y se consigue gracias a la combinación de NLP con Deep learning. NLP, o Procesamiento del Lenguaje Natural, es una rama de la informática que se ocupa de dar a las computadoras la capacidad de comprender información de la misma manera que los seres humanos, y ya está omnipresente en nuestro día a día cuando utilizamos asistentes digitales, como Siri o Alexa, cuando hablamos con chatbots de servicio al cliente, o cuando utilizamos sistemas GPS o manos libres operados por voz. Por otra parte, el Deep learning utiliza algoritmos para analizar infinidad de datos, al mismo tiempo que es capaz de aprender y generar resultados cada vez más precisos. Juntas, estas tecnologías permiten a las computadoras procesar el lenguaje humano y comprender su significado “completo”, es decir, no solo el significado teórico del mensaje, sino también la intención y el sentimiento del que habla o escribe.

¿Y por qué importa ahora tanto la IA conversacional? Por su gran potencial y desarrollo acelerado, que está sorprendiendo en los últimos meses a la comunidad científica. ChatGPT, una IA de la empresa de California OpenAI, ha sido entrenada con miles de millones de textos provenientes de la web, miles de libros y la propia Wikipedia, y permite mantener conversaciones naturales en varios idiomas y con resultados sorprendentes. Esta IA conversacional es capaz de explicar con detalle y dar respuesta a cualquier tema que le planteemos, y lo puede hacer por medio de textos, imágenes o incluso videos. No solo se trata de una herramienta de creación de contenido con infinita capacidad, es además un recurso instantáneo, personalizable y económico. Con el tiempo, puede igualar o superar las habilidades humanas en todas las facetas, lo que nos sumergirá en un mundo en el que no diferenciaremos si detrás de la creación de una película, un dibujo, un cómic o una novela, realmente hay una persona o simplemente una IA. El potencial de esta tecnología es enorme, y podría ayudar a transformar el ámbito educativo en los países más pobres y con menos recursos, gracias a la posibilidad de generar online “profesores de apoyo” personalizados y basados en inteligencia artificial conversacional. El acceso universal a la educación podría dejar de ser una utopía para convertirse en realidad. Actualmente esta tecnología ya la podemos encontrar en el comercio electrónico, ayudando a las marcas a crear canales de comunicación más “humanos” con los clientes; en la banca, para simplificar las gestiones de los clientes; en seguros, como un nuevo medio para vender productos y resolver reclamaciones, en el cuidado de la salud, para realizar informes preliminares sobre síntomas, responder a preguntas comunes de salud, reservar citas, realizar recordatorios de medicamentos, o escalar casos de emergencia.

Pero existe otra cara de la moneda, pues cuanto mayor es el poder de construir que emerge de una nueva tecnología, más aumenta también su capacidad de destruir. Con ChatGPT han surgido muchas dudas sobre la falta de referencias a las fuentes, el respeto a los derechos de la propiedad intelectual, o cómo se va a gratificar en el futuro la creatividad humana. Y no solo eso, la IA está amenazando como nunca el sistema de evaluación académica actual que está instaurado en todo el mundo. Tanto es así que, en Australia, las universidades han decidido volver al estilo convencional de hacer exámenes y tareas con lápiz y papel después de que varios estudiantes fueran sorprendidos haciendo trampas y usando herramientas de IA, tan avanzadas que incluso son capaces de evadir el software antiplagio. También en las escuelas públicas de Nueva York ha sido prohibido el software ChatGPT. Nada parece escapar de su poder, pues tiene una gran habilidad para mejorar la redacción de un texto, hacer un resumen de un libro, crear esquemas o índices, sintetizar un texto en un titular atractivo, sugerir preguntas para una entrevista, desarrollar una teoría que ayude a explicar algo complejo de forma sencilla, buscar fuentes relevantes sobre un tema, relacionar términos o conceptos entre sí para defender o rechazar hipótesis, crear una historia, escribir una poesía, crear una receta, y un largo etcétera. Es evidente que el uso masivo de herramientas de IA con un mal propósito por parte de los estudiantes puede convertirse en un terremoto en el mundo académico, sin embargo, ¿realmente se puede ganar esta batalla contra la IA? Posiblemente será más sencillo tapar el sol con un dedo. A mi juicio, sería más realista rediseñar el enfoque de las evaluaciones, y dar más peso a los trabajos de campo, debates o exposiciones orales de proyectos, potenciando el aprendizaje de las verdaderas habilidades que todo estudiante del siglo XXI va a necesitar: pensamiento crítico, creatividad, adaptabilidad y comunicación. Seguir evaluando a los estudiantes únicamente por su capacidad de memorización carece de sentido, pues en los trabajos del futuro el acceso a la información estará disponible online en cualquier lugar y momento.

Sin duda nos encontramos ante una nueva tecnología que posee una peculiar característica: es al mismo tiempo prometedora y peligrosa. Stephen Hawking, en su libro póstumo, comparó su irrupción con la del fuego, que fue incontrolable para los primeros humanos “hasta que inventamos el extintor”. El científico afirmaba que, si bien el impacto a corto plazo de la IA depende de quién la controla, el impacto a largo plazo depende de si se puede controlar o no. “El riesgo real con la IA no es la malicia, sino la competencia. Probablemente no eres un ser malvado por pisar hormigas que se comportan mal, pero si estás a cargo de un proyecto hidroeléctrico de energía verde y hay un hormiguero en la región inundable, lo inundarás”. Si no queremos poner a la humanidad en la posición de esas hormigas, tendremos que tomar claras decisiones estratégicas, culturales y morales. 

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