Mujeres fuera de serie

La autora sin ataduras

María Xosé Queizán es una de las escritoras más relevantes de Galicia. Sus obras, de todos los géneros, caminan de la mano del feminismo que ha defendido durante toda su vida. La también docente viguesa sigue, cercana a los 84, enarbolando la libertad, compromiso y alegría que la hacen única.

La escritora y feminista María Xosé Queizán, en la Gran Vía de Vigo

La escritora y feminista María Xosé Queizán, en la Gran Vía de Vigo / MARTA G. BREA

Amaia Mauleón

Amaia Mauleón

María Xosé Queizán conserva el optimismo, en forma de brillante sonrisa, con el que ha afrontado a lo largo de su vida los acontecimientos; los felices, por supuesto, pero también las batallas y adversidades con las que le ha tocado lidiar.

La escritora y feminista viguesa, que en febrero cumplirá 84 años, mantiene muy vivas las ganas de escribir, de leer, de bailar, de viajar, de disfrutar de su familia y amigos y de reivindicar. De decir siempre en voz alta lo que piensa y denunciar las injusticias que observa a su alrededor. Algo que ha hecho siempre y por lo que, ella misma advierte, muchos la consideran “una mujer incómoda”.

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MARTA CLAVERO

La personalidad de Queizán comenzaría a gestarse por un suceso que ocurrió unos meses antes de su nacimiento: la muerte de su padre en el frente. No llegó a conocer a José Queizán, un abogado culto y avanzado, defensor de la causa republicana, aunque sí pudo acercarse a él a través de la biblioteca que le dejó y con la que la pequeña María Xosé creció. “Me crié con ‘El Quijote’ y con numerosos clásicos, aunque en aquel momento no los entendiera”, relata.

  • ¿Quién soy?

    “Una mujer incómoda, ya que siempre digo lo que pienso”

La viguesa creció rodeada de mujeres cuando, al fallecer su padre, su madre se mudó a casa de sus abuelos, en la calle Urzáiz, donde también vivía su tía soltera, Marucha, “mi preferida”. “Mi abuelo murió cuando yo tenía 7 años, así que conviví especialmente con mi abuela, mi madre y mi tía, mujeres que me transmitieron mucha alegría, eran grandes cocineras y con muy buen gusto en el vestir y en el diseño en general”, describe.

Su madre le enseñó muy pequeña a leer “tal y como a ella le había enseñado mi padre: con los letreros y los nombres de las calles”

María Xosé recuerda a su madre, Concepción Vilas, como una mujer “tradicional, bellísima y amante de la diversión”, algo que influyó muy positivamente en la niña. “Mi madre era activa, divertida y muchas veces ella y mi tía me llevaban de paseo y a sus fiestas y yo bailaba sobre las mesas... Fue una infancia alegre en un ambiente liberal”, agradece. Su madre le enseñó muy pequeña a leer “tal y como a ella le había enseñado mi padre: con los letreros y los nombres de las calles”. Después tuvo un maestro republicano en casa hasta que se matriculó en el Colegio Cluny.

Cuando María Xosé cumplió 9 años iniciaría una nueva etapa al casarse su madre con Jacinto Pablo Losada. “Era un hombre un poco rígido que se portó bien conmigo y me enseñaba latín, pero yo era muy rebelde y él más tradicional”, cuenta. Por su trabajo como funcionario, se mudaron varios años fuera de Galicia, primero a Cáceres y después a Gijón, cambios que a la avispada Queizán, lejos de amedrentar, atrajeron enormemente. “Tengo muy buenos recuerdos tanto de Cáceres, donde iba al colegio en el mismo casco histórico de la ciudad y me gustaba mucho, como de Gijón, donde las mujeres eran diferentes a las gallegas, más bravas. Hice muchos amigos y conocí formas de vida diferentes. Esta etapa me dejó marca y fue beneficiosa para mí”, asegura. El matrimonio tuvo un hijo, hermanastro de María Xosé, “el ojito derecho de Jacinto, que era ya mayor y estaba deseando ser padre”, relata la escritora.

Tras este periplo, María Xosé regresó a Vigo, donde terminó el bachillerato.

Durante la adolescencia, la viguesa ya había comenzado a escribir poesía, pero asegura que fue hacia los 19 años, cuando se fue durante un año a París, para aprender el idioma, cuando comenzó a escribir de una manera más seria. De hecho, fue allí donde se fraguó su primera novela, “A orella no burato”. En París, María Xosé asegura que se quedó “deslumbrada”. “Me matriculé en la Alianza Francesa; vivía con una familia y enseñaba castellano a las hijas. El calor de las casas, el nivel de vida que tenían, la cultura que bullía, todo me impresionaba. Iba al cine todos los días, lo disfruté muchísimo”, recuerda.

A su regreso, decidió ir a la escuela de Periodismo de Madrid y publicó sus primeras columnas en El Pueblo Gallego. “Pero pronto me di cuenta de que en aquellos momentos los periódicos eran bastante pobres y que la literatura encajaba mejor en mi forma de contar el mundo”.

Con poco más de 20 años se casó con el también escritor Xosé Luis Méndez Ferrín y comenzó a estudiar Filología Hispánica, primero en el Colegio Universitario de Vigo y, después, en Santiago, ya que en aquellos años solo allí se podía especializar en la rama de Gallego-Portugués. Durante estos años dio a luz a sus dos hijos, Cristal y Roi, y cuando aún eran pequeños la pareja se rompió, por lo que fue una etapa compleja para la escritora, aunque contó con el apoyo de su madre en la crianza.

La escritora María Xosé Queizán en 1963 en Lugo cuando estaba casada con José Luis Méndez Ferrín

La escritora María Xosé Queizán en 1963 en Lugo cuando estaba casada con José Luis Méndez Ferrín / FDV

Antes de la ruptura, la pareja vivió una temporada en Lugo, donde ambos impartían clases y vivieron la actividad política clandestina, con la fundación de las Mocedades Galeguistas o la UPG.

Durante este tiempo, Queizán opositó y demostró una enorme capacidad de trabajo al compaginar la docencia con la escritura y la maternidad. “Me encantaba dar clases, tenía verdadera vocación”, asegura la escritora, que durante muchos años transmitió su amor por las letras a sus alumnos del Instituto de Coia.

Queizán ha escrito decenas de ensayos, siete novelas, varias piezas teatrales y poemarios y cientos de artículos en periódicos y revistas literarias. “La poesía es lo último que publiqué; al principio no me motivaba tanto, hasta que descubrí que podía hacer ensayo en la poesía como en ‘Metáfora da metáfora’”, describe.

María Xosé Queizán en su casa en Vigo

María Xosé Queizán en su casa en Vigo / MARTA G. BREA

La faceta feminista de Queizán es tan valiosa como la literaria. En realidad, ambas caminan de la mano. La autora viguesa fue una pionera en la reivindicación de la igualdad de las mujeres y participó en la fundación de la Asociación Galega da Muller. Su lucha aparece en libros como “Tolería para unha desmitificación”, “A muller en Galicia” ó “A semellanza”. “Siempre fui muy crítica porque veía la discriminación y opresión que sufrían muchas mujeres”, justifica.

Como editora destacó con la creación de la revista “A palabra silenciada”, formada solo por mujeres, que dirigió durante sus 30 años de existencia. “Fue un trabajo muy importante y pionero en el que recogimos toda la cultura de aquellos años; no tenía nada que ver con las revistas femeninas que había entonces y demostramos que había muchas mujeres que escribían en un momento en el que no era tan habitual que nos llamaran. Estoy segura de que se valorará como merece con el paso de los años ya que no hubo otra revista así. Cuando yo lo dejé, en 2013, pensé que alguien cogería el testigo… Si hubiera sabido que no iba a ser así quizás habría continuado”, considera.

Queizán opina que el feminismo actual está bastante confundido: “Se llama feminismo a algo que no lo es, por ejemplo con el tema de los trans, que nada tiene que ver con las reivindicaciones de las mujeres”.

María Xosé Queizán recibió en 1995 el máximo galardón de la Asociación de Escritores en Lingua Galega, Galega; fue la primera mujer, junto a Antía Cal, en recibir en 2018 el Premio Otero Pedrayo. Galega Distinguida en 1995 y otros muchos galardones. Sin embargo, la escritora siente que ha sido negada muchas veces por su decir siempre lo que piensa. “Hoy mi ‘Amor de tango’, de 1992 es un bestseller y no se apreció… Pero no me importa, ya que mi afición por transmitir es superior a todo lo demás y, por supuesto, superior al resentimiento”, asegura.

Amante de lo público, la escritora lo demuestra con los hechos. “Doné hace unos años toda mi biblioteca a Gaiás, solo conservo mis propios libros y los diccionarios”, cuenta mientras muestra las estanterías ligeras con un poquito de nostalgia. Por supuesto, sigue leyendo y escribiendo. “Echo de menos escribir columnas periodísticas”, apunta.

Cuida su mente, pero también su cuerpo: “Camino mucho, voy al gimnasio y a clases de baile”, ríe. Además, adora la vida social y lamenta que la pandemia la alejara, sin ella quererlo, de los encuentros. “Ahora salgo a cenar siempre que puedo; yo no quería quedarme encerrada en casa, pero al final si tus amigos lo hacen no te queda otra”.

También disfruta de sus tres nietos, los mellizos de 20 años -“con los que me encantaría hacer algún viaje”- y el pequeño de su hija Cristal, de 6 años. Y es que los viajes son la otra gran pasión de la escritora. “Recorrí toda Europa y ahora me encantaría conocer mejor América, pero cada vez es más difícil encontrar con quién hacerlo”. No le asusta viajar sola, pero lo que no aguanta, advierte, son los viajes organizados en grupo. Y es que María Xosé Queizán es sinónimo de libertad: “A mí me gusta vivir a mi aire”, concluye.

Las pioneras: Marguerite Yourcenar, la dama de las letras francesas

Marguerite Yourcenar

Marguerite Yourcenar

Novelista, ensayista, poeta, dramaturga y traductora, Marguerite Yourcenar (Bruselas, 1903-Maine, 1987) fue la primera mujer en entrar en la Academia Francesa.

Huérfana de madre, fue educada con esmero por su padre, quien fomentó en ella el interés por la literatura. Fue reconocida mundialmente por la publicación de la novela “Las memorias de Adriano” (1951) fama que se consolidó con otras novelas como “Opus Nigrum”. En 1980 fue galardonada con la Legión de Honor.

Fue pionera en la visibilización del colectivo LGTBI. En 1929 se atrevió a publicar “Alexis o el tratado del inútil combate”, su primera novela, una larga carta en la cual un hombre confiesa su homosexualidad a su esposa. Huyendo de la guerra europea, se trasladó a Estados Unidos con la traductora norteamericana Grace Frick, quien sería su pareja hasta la muerte de ésta en 1979.

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