Los viejos oficios: Félix de Martín, sombrerero

Sombreros a la medida

Para Félix de Martín pocas cosas hay que definan tanto la libertad creativa como los sombreros. Los suyos gozan de reputada fama dentro y fuera de Galicia. Maestro del ramo, ha revivido desde su taller de Ourense un oficio que le atrapó desde niño jugando entre hilos y telas

Si vemos películas o fotos de los años cuarenta o cincuenta vemos que todo el mundo llevaba sombrero. Si analizamos el siglo XIX, también. Y así sucesivamente retrocediendo en el tiempo. En realidad, a lo largo de toda la Historia se ha vestido la cabeza, tanto por necesidad –protegerse del sol, la lluvia y el frío– como signo de estatus social. En cada cultura han sido diferentes los usos y costumbres de este tocado, del que lo sabe todo Félix de Martín, persona y marca que desde Ourense está a la cabeza en el mundo de la sombrerería y sus afines.

Tras el sello está un artesano que empezó en 2006 a diseñar sus primeros modelos para un oficio que, asegura, le escogió a él y no al revés. Dice que su primera toma de contacto con la que más tarde sería su profesión fue jugando en el cuarto de costura familiar, con los retales de tela que allí quedaban. Sin él saberlo se estaba forjando un artesano que mezcla tradición, imaginación y talento a partes iguales.

Sombreros a la medida

Algunos de los sombreros hechos por Félix de Martín. / Iñaki Osorio

Si se lo piden, De Martín lo mismo confecciona un bombín que la gorra de Sherlock Holmes –deerstalker, en realidad una prenda original para la caza que popularizó Conan Doyle– que un tocado para las damas de la realeza. O para cualquier persona y ocasión, que es lo que hace. Porque este sombrerero ourensano/barbanzano afirma que lo que caracteriza el oficio es la libertad creativa partiendo de la tradición, que comienza en el taller con un cono como base. Después vienen los materiales, los aprestos naturales o el teñido a mano cuando es necesario. Más tarde el alisado, el conformado, los remates y adornos.

Maestro sombrerero, recomienda a sus alumnos que tengan conexión con todas las disciplinas artísticas posibles, “que vean cine, que vayan a exposiciones, que escuchen música, que hablen con otros artesanos porque todo les va a sumar. A mí precisamente, lo que me enganchó de este oficio fue que es muy libre creativamente hablando. Sabiendo la técnica, crea lo tuyo y no mires a los demás. Esto es lo que conecta a esta profesión con el arte”.

Félix dice que el sombrero marca y, aunque al principio a la persona le cueste mostrarlo, el que prueba un tocado en la cabeza, repite. Y esa relación suele ser duradera porque el sombrero, además de cómodo y de cumplir su función, es estéticamente hermoso. Para cada cara y para cada forma de vida, hay un sombrero. Con cualquier material y para cualquier finalidad. Se puede pintar, bordar y adornar con complementos de todo tipo. Es la alquimia puesta en la cabeza.

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