salud&placer
Nos hemos separado (y 3)
Separarnos, comprometernos, cambiar de trabajo, coche o casa: son situaciones que, más o menos deseadas o no, suceden a lo largo de nuestras vidas; durante estas semanas hemos querido abordar el hecho de que las separaciones obviamente tienen peculiaridades, sobre todo con nuestro entorno, y también cómo afecta a hijos e hijas y la forma de comunicarlo. En “Nos hemos separado 2” os contábamos las peculiaridades desde los 0 a los 5 años, seguimos…
En este tramo de edad existe más conciencia, se dan cuenta de lo que puede suponer el cambio y sienten mucha confusión. La emoción de tristeza aparece independientemente de que sus madres/padres lo estén. Pueden existir en esta etapa sentimientos de desamparo, extrañan a la “parte” ausente y se desarrolla una especie de duelo donde pueden estar deprimidos y enfadados. La ira, en ocasiones, se puede dirigir a la parte que ellos consideran responsable de la ruptura. Os pongo un ejemplo: imaginad una pareja heterosexual con una hija en común en la que es el padre quien se va de casa y la hija convive con su madre; puede suceder que la hija piense que la madre “ha echado” al padre fuera de casa y se genere un enfado intenso contra la madre por este hecho.
También es habitual que fantaseen con la reconciliación.
A la hora de comunicarlo tenemos que meditarlo y prepararlo mejor que cuando tienen menos edad, insistir en las muestras de amor y afecto, y muy importante no bloquear sus miedos e incertidumbres, dejar que las exprese con total libertad.
Las emociones y la conciencia de lo que sucede va aumentando durante esta etapa; si existe enfado y rabieta, va a multiplicarse por 100 con respecto a la etapa anterior; van a tomar parte de forma más radical, y es probable que culpen a una de las partes de forma extrema y con la otra generen una alianza y apego excesivo; puede darse falta de autoestima y problemas de mala conducta y rebeldía. Como siempre, tened en cuenta que esto son generalidades y que, por suerte, no siempre es así, pero con este panorama hay que insistir en darle la oportunidad al niño para que exprese lo que siente y no bloquear o invalidar sus emociones, no cesar en los encuentros y en el tiempo que pasa con cada una de las partes, y sobre todo y muy importante: tratar de mantener hábitos, rutina y regularidad en su día a día. Os pongo un ejemplo facilito que seguro que os suena: sí de lunes a viernes el niño o niña come en casa de forma sana y variada, no llevarle al centro comercial a comer comida rápida porque es el plan que se me ocurre, tenemos que tener una continuidad.
En esta etapa, se pueden sumar las conductas de rebeldía ya clásicas de la adolescencia con una mezcla de sentimiento de pérdida de la infancia, debido a la responsabilidad que le puede suponer el cambio por la separación. En muchas ocasiones, ponemos a nuestros hijos e hijas en medio del conflicto y con cierta obligación y prisas por decidir dónde quieren vivir, qué tiempo pasar con cada uno etc…en algunos casos pueden tomar decisiones maduras y muy conscientes, pero normalmente supone un estrés adicional a la adaptación al cambio en sus vidas. Es fundamental discutir y dialogar de forma mucho más clara y abierta que en otras etapas, obviamente las cuestiones más íntimas y morbosas se dejan a un lado y se deja claro que esto no es cosa suya, pero sí cuestiones como las logísticas y económicas que sí le van a afectar; explicarles qué decisiones se han tomado, y que se han tenido y se tienen en cuenta sus opiniones, ayudarles a expresar sus necesidades, hacer una escucha activa y estar disponibles.
Uno de los errores más comunes en este periodo es mantenerlos al margen, “para que van a sufrir si ya sufrimos nosotros”. Vivan o no en la casa familiar, necesitan saber lo que está pasando; debemos aliviar su incertidumbre haciéndoles partícipes apelando a su madurez, y explicándoles y aclarándoles todas las dudas que tengan. En muchos casos, se presentan separaciones cuando los hijos e hijas están estudiando fuera de la ciudad y sufren por pensar en cómo será volver a “casa”, en si sus progenitores necesitan su ayuda, en cómo va a cambiar su situación económica etc. La recomendación más lógica y fundamental es: no “utilizar” a vuestros hijos adultos como confidentes, no les hagáis tomar parte de vuestros anhelos e inquietudes, desahogarse con ellos/as no es buena idea.
Como véis, es un tema amplio y no exento de peculiaridades; cada persona, cada familia es diferente, y así hay que tratarlo.
Gracias placeres, como siempre, por estar ahí con vuestro inmenso apoyo. Nos leemos y escuchamos en www.saludplacer.com.
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