Entrevista | Javier Castroviejo Bolívar Biólogo
“La gestión privada es la más eficaz para la conservación de la biodiversidad”
“La llamada ley de Bienestar Animal es incumplible, siniestra, sectaria y con un rosario de desatinos. Se nota que está escrita por gente que no sabe qué son los animales domésticos ni distinguirlos de los silvestres”
—Usted estudió Biología en una España en la que mucho me temo que la mayoría de la población desconocía el significado de la palabra biólogo. ¿Por qué decidió cursar esos estudios?
—Pues por influencia de mi padre, que era un gran amante de la naturaleza. Y evidentemente, aquella España era un país carente de cualquier tipo de preocupación por la conservación del medio ambiente, lo cual se reflejaba en la popularidad de refranes como “¡Ave que vuela, a la cazuela!”. Quedaba mucho por hacer…
—Don José María, su padre, era también muy aficionado a la caza. Hoy en día con los cazadores pasa como con los toreros, que te dicen que aman al toro y nadie les cree.
—En los tiempos en que mi padre cazaba no había ningún tipo de restricciones y sin embargo no se apreciaban disminuciones significativas de especies. La biodiversidad en España era muy amplia. Ciertamente, la mayoría de los cazadores de aquella época no tenían sentido alguno de la conservación pero mi padre, sí, al punto de que avisaba de que no se debía disparar sobre ciertas especies, empezando por el lobo, al que siempre se refería como “mi amigo”.
—Sin embargo, ahora no falta gente que opine que hay que prohibir la caza, es más: cualquier tipo de caza y en toda circunstancia.
—Mire, yo soy de los que defienden la caza, y se lo voy a explicar, aunque le confieso que conozco a cazadores cuya manera de actuar no me gusta nada. Pero la especie humana lleva cazando desde que existe, y mientras que con esa actividad no se amenace la supervivencia de especies ¿quién se cree con el derecho a prohibirla? En España, y más en Galicia, el impacto de la caza sobre el sistema medioambiental es mínimo, minúsculo, casi diría que irrelevante comparado con los efectos de ciertos tipos de agricultura e industria que, esos sí, son los que verdaderamente amenazan la supervivencia de numerosísimas especies. Porque el impacto de una urbanización, o de los vertidos al mar, o de la canalización de los ríos, o de las presas…¡y ya no digamos el de los pesticidas! Eso sí que es grave. En cambio, matar un ciervo podrá ser un escándalo, sí, pero el impacto medioambiental es escasísimo en comparación con otros como los que le he citado.
—Intuyo que esos cazadores que no le gustan son los que incumplen las leyes vigentes.
—En cuanto a incumplimiento de las leyes, ¡ojalá fuesen los cazadores los únicos que las incumplen en España!. Porque tampoco lo hacen algunos banqueros, políticos, pescadores, abogados… Entonces ¿habría que eliminar esas y otras actividades profesionales porque en todas ellas hay individuos que incumplen las leyes? Sería absurdo ¿no? El mundo de la caza no es perfecto, como tampoco lo son el del fútbol, el del teatro, el del cine… Y sin embargo es un mundo que contiene tradiciones culturales importantísimas.
“El conflicto con el lobo ha sido provocado por ganaderos que no quieren cumplir unas directrices comunitarias que están basadas en criterios científicos. Ir contra ellas es como discutir la Ley de la Gravedad”
—Con respecto al “amigo” de su padre, el lobo, usted sabe que la prohibición de su caza ha provocado una fuerte polémica en comunidades autónomas como Galicia. Hasta da la impresión, seguramente errónea, de que no le ha gustado a casi nadie, y ya no digamos a los ganaderos.
—Para empezar, la llamada “ley del lobo” no es española, sino una directriz de la Unión Europea que dicta, con razones científicas, que el lobo debe ser especie protegida en todo el continente, lo cual, por supuesto, atañe también a nuestro país, porque a estas alturas el lobo ha sido exterminado en la mayor parte de España. Es pues una ordenanza de la UE, una legislación comunitaria que está por encima de la nacional, y que venía siendo sistemáticamente ignorada por la Administración española hasta que un colectivo muy modesto, la Asociación para la Defensa del Lobo, denunció no solo los sistemáticos incumplimientos sino que también avisó de las multas que podrían acarrear dichos incumplimientos. Porque, claro, resulta que España es el único país en el que los criterios científicos se someten a votación. ¿Cómo vas a someter a votación la Ley de la Gravedad?. Pues con el lobo debería pasar lo mismo, puesto que estamos ante una especie que juega un papel fundamental en el equilibrio medioambiental y del que científicamente se dice que debe estar está protegido. Y ante eso no caben asambleas ni votaciones. El conflicto con el lobo no es urbano ni rural, simplemente ha sido provocado por ganaderos que no quieren cumplir las leyes comunitarias aunque, eso sí, bien que se aprovechan de las subvenciones europeas. Y dicho esto no hay más que hablar. No queda otra que acatar las leyes. Por otra parte: ¿Acaso van a pagar las multas de la Unión Europea los ganaderos o el conselleiro de turno de la comunidad autónoma? No, no. Las pagaríamos nosotros, todos, porque saldría de nuestros impuestos.
—Me consta es que a usted no le gusta nada el proyecto de la Ley de Bienestar Animal. Lo ha llegado a calificar de grotesco y ridículo. ¿Qué razones le han inducido a tal oposición?
—¡Uf! De los desmanes de ese proyecto podríamos pasarnos horas hablando. ¿Por dónde quiere que empecemos?
—¿Por las mascotas comunes: gatos, perros…?
—Me parece bien, porque esta es una ley que se ceba en los débiles. Por ejemplo, de aplicarse, pongamos por caso que un matrimonio mayor que vive en el campo y tiene un gato pues resulta que está obligado a castrarlo porque, de no hacerlo, se va a encontrar con un multazo de tal calibre que es posible que hasta no lo pueda pagar. ¿Alguien de quienes redactaron este proyecto sabía de lo que estaba hablando? ¿De verdad que nadie se dio cuenta de este absurdo? ¿Acaso no saben que los gatos en el rural entran y salen cuando les da la gana de las fincas? Por cierto: ¿también habrá que castrar a los peces de los acuarios? ¿y a las tortugas?...
—Los de los perros también se quejan.
—Y tienen razón. Porque resulta que si tu perro está enfermo de muerte, no podrías sacrificarlo, debes dejarlo sufrir hasta que fallezca. ¡Qué curioso! Porque a los humanos puede aplicárseles la eutanasia, en cambio a los perros no. Por otra parte ¿por qué va a tener que hacer un cursillo un señor que lleva criando perros toda la vida? El hombre domesticó al perro hace 15 mil años y desde entonces, en general, ha cuidado bien de él . Claro que hay maltratadores de perros, pero también los hay de burros o de sapos o de niños. Y hay que perseguirlos y castigarlos. Pero una cosa es eso y otra criminalizar a todos los que tienen perros. Mire, esta es una ley incumplible, siniestra, un rosario de desatinos, y se nota que está escrita por gente que no sabe ni qué son los animales domésticos ni, mucho menos, distinguirlos de los silvestres. Y, encima, es que se trata de una ley sectaria, que persigue a un determinado grupo de la sociedad y lo persigue por algo que no puede ni sabe cómo cumplir, que queda a merced de un grupo de funcionarios que se meten en tu casa para ver si tu perro o tu gato son “legales” o “ilegales”. Y por si fuera poco, hace indignos a los animales porque obliga a castrarlos. ¿Qué saben ellos de los sentimientos, de los afectos, de los animales?
—¿Por qué dijo antes que se ceba en los débiles?
—Pues, entre otras cosas, porque yo me lo he leído entero y no se toca para nada a las empresas que experimentan con los animales. Ni tampoco hay alusión alguna al trato a los animales en los laboratorios, algo que, por cierto, es pero que muy serio.
—Va a entrar en vigor el año que viene.
—Pues habría que retirarlo, no es viable…y con esto España va a hacer el ridículo.
—Nadie se atreve ya a negar el cambio climático pero ¿es la única causa de, por ejemplo, los veranos tan calurosos que estamos pasando últimamente en Galicia?
-Siempre ha habido cambios climáticos, fueren más o menos acentuados, más cortos o más largos. Ahora mismo estamos en uno de esos períodos, lo que aún desconocemos es el alcance que va a tener. Pero la cuestión de fondo no es el cambio climático, sino el hecho de que por primera vez somos nosotros, los seres humanos, los principales culpables y responsables de esta crisis climática. ¿Hacia dónde vamos? ¿Hacia qué situación nos llevará? Eso nadie lo sabe con certeza pero, por si acaso, se incumplen sistemáticamente las normas que se han aprobado con el objetivo de aminorarlo y disminuir sus letales efectos.
"En cada incendio, es importante saber qué tipo de bosque arde. A partir de ahí, podemos empezar a hablar de las soluciones”
—Hasta hay quien achaca las olas de incendios al cambio climático. Pero ¿quién, por qué o qué quema el monte?
—En este tipo de asunto, lo primero que hay que hacer es preguntarse: ¿Qué tipo de bosque arde? Pues se lo voy responder: básicamente se trata de plantaciones de pinos y eucaliptos, a los que hay que añadir los montes plagados de matorrales, montes sucios, sin limpiar. ¿Alguien se acuerda de cuando el ICONA (antiguo Instituto de Conservación de la Naturaleza) se dedicó a plantar en España pinos y eucaliptos? Digo esto porque es importante saber en cada incendio qué tipo de bosque arde. A partir de ahí, podemos empezar a hablar de las soluciones.
—Que serían…
—Que pasarían, diría yo, en primer lugar, por gastar más y mejor el dinero en prevención. Digo lo de más y subrayo lo de mejor porque aquí se acostumbra a llamar prevención a obligar a los propietarios a hacer cortafuegos, pero eso vale de poco. El estado del monte, en nuestro país, es como el de una ciudad con las calles llenas de leña y bidones de gasolina. ¿Cómo no va a arder eso en cualquier momento? Pues si las ciudades no pueden estar así, los montes tampoco.
—¿Sobre qué bases se asentaría entonces un buen plan de prevención?
—Se basaría en un conjunto de medidas que van desde acabar con las plantaciones de eucaliptos multando muy duramente a quienes los plantan, hasta contratar gente, a parados si falta hiciere, para que trabajen en labores de limpieza del monte. Un monte limpio no arde o, por lo menos, si arde, arde poco.
—¿Qué Doñana se encontró usted cuando llego por primera vez y, en síntesis, cual es el estado actual de Doñana?
—El Doñana al que yo llegué por primera vez era un Doñana paradisíaco. El Doñana de hoy es uno de los espacios naturales más amenazados del planeta y, lo que es peor, cuya destrucción parece que ya no tiene retorno.
—Y ha dicho usted que la culpa la ha tenido la Administración, pública en este caso.
—Sí, y concretamente estriba en los incumplimientos legislativos que afectan directamente al parque nacional sobre la regeneración hidrológica de Doñana, de la que 23 años después, ni siquiera se han iniciado las actuaciones que obligan a restaurar las cuencas del Brazo de la Torre y del Guadiamar. A Doñana se le ha hecho un daño enorme y todo eso lo hizo la Administración pública.
—¿Le habría ido mejor con una gestión privada?
—Lo que si sé es que hoy en día si alguien quiere ver en España colonias de buitre negro o linces, va a las fincas privadas de Sierra Morena, no a los parques naturales. No va a Doñana. Desde luego, yo me quedo con la gestión privada, porque el sector privado es crucial para la conservación de la biodiversidad. Ha demostrado ser no solo más sensible sino también más eficaz. Pero, eso sí, debe contar con ayuda del sector público y más cuando la mayor parte de la propiedad de España está en manos privadas. Hay que hablar con ellos y ayudarles, y eso conlleva superar los celos que hay por parte del sector público.
—¿Qué valoración hace del funcionamiento de los parques nacionales en Galicia? El Illas Atlánticas, sin ir más lejos.
—A nivel de medios de comunicación, de imágenes, de videos, de excursiones…todo es una maravilla. Pero lo de si funcionan o no habría que preguntárselo a los araos, a los delfines, a las nutrias, a los cormoranes, a los paíños… O también a marineros veteranos que tuviesen ganas de hablar de aquellos tiempos de barcos cargados de sardinas, boquerones, espadines… Pero, claro, esto de los parques se ha convertido en un territorio burocrático, y a los burócratas no les gusta convivir con los paisanos, que son los que realmente saben de esto porque lo han cuidado ellos mismos durante muchos años. Pero ocurre que los paisanos son testigos muy molestos. ¡Qué pena que no puedan hacérsele entrevistas a los pulpos o a los delfines!
—¿Cuánto tiempo de vida le augura al rural gallego ?
—El éxodo del rural viene de lejos y se está acentuando. Cada ley nueva que sale va en este sentido. Una de las últimas, por ejemplo, la de prohibir los mastines a los pastores de ganado es una barbaridad. La tendencia, ya digo, es que la población rural se extinga sin remedio porque los nietos, por no decir los hijos, de las últimas generaciones de ganaderos o agricultores no vuelven ni volverán, entre otras razones porque no saben trabajar el campo. Y porque, al igual que ocurre con los pescadores, resultan molestos para los burócratas.
—Usted colaboró estrechamente con Félix Rodríguez De la Fuente. ¿Son aquellos documentales de “El hombre y la Tierra” el mejor legado de Félix a la concienciación medioambiental de la sociedad española?
—Más que de legado, yo hablaría de legados, porque son varios. Es evidente que sus documentales, emitidos por TVE, tuvieron mucha fuerza, mucha repercusión, e incluso cuando hoy vuelven a emitirse conservan esa fortaleza y esa frescura. Pero lo más profundo y lo mejor de Félix fueron las miles de conferencias que pronunció y que si las escuchas o las lees son de una actualidad que estremece. Félix era un hombre excepcional en su amor por la naturaleza, era enormemente trabajador, muy inteligente, lanzaba muy bien los mensajes y calaba a las personas. Además, era humilde en el sentido de que tenía muchísimo respeto por los científicos, sabía escucharlos, al punto de que los contenidos de sus mensajes siempre estaban basados en una estructura científica, adaptada magistralmente por él con discursos amenos y convincentes. Esos mensajes fueron muy importantes en la España de entonces y lo son en la de hoy. Otro de sus legados es la dignificación del papel del investigador de campo, que hasta entonces se veía como el clásico loco que va con una cesta cazando mariposas; Félix le dio a ese trabajo la dimensión que merecía, porque era y es esencial para entender la vida en la Tierra. Otra contribución suya fue que los españoles empezásemos a conocer espacios como la selva amazónica o la sabana africana gracias a él, contribuyendo así a que grandes naturalistas de nuestro país se expandieran por todo el mundo ganándose un gran prestigio internacional. Y por último también podemos citar el aspecto académico, que ese todavía no ha sido reconocido. Me consta que en su día fue propuesto para una cátedra de Ecologia, pero aquello no llegó a cuajar…
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