¿Quién no ha hecho pajaritas de papel, sombreros o barcos alguna vez en su vida? La papiroflexia era solo una afición para el vigués Diego Ante mientras estudiaba Ingeniería Técnica Industrial. Un compañero de clase le había enseñado a hacer un par de figuras, pero le picó el gusanillo y, a través de libros y web comenzó a hacer miniaturas y a aprender cómo conservarlas endureciendo el papel. Después creó la firma dedicada a complementos artesanales de mujer y hombre –pendientes, anillos, colgantes, gemelos, broches...– realizados en papel plegado y plata de ley con gran éxito. Tanto, que Joyas de Papel vende a todo el mundo.
En 2013 se incorporó su hermana Begoña y a partir de ahí la marca empezó a crecer aún más. La visión que cada uno tiene desde su distinta formación académica –Ingeniería y Bellas Artes–permite una unión que funciona a la perfección para crear las piezas.
Lo que más tiempo les llevó, dicen, fue el procedimiento para que las pequeñas obras –minigatos, minipajaritas, minibarcos…- quedasen lo suficientemente endurecidas y protegidas para el siguiente paso, es decir, para convertirse en pendientes o collares, aunque la investigación nunca cesa. Cada papel, además, es distinto; no es lo mismo un papel japonés que un papel metalizado o tintado, por ejemplo. Lo consiguen con cada materia prima nueva que llega a sus manos, diseñan joyas por encargo y lanzan dos colecciones al año.
El proceso es totalmente artesanal, manteniendo la filosofía del oficio: se dobla el papel, se dobla la plata y otros metales como si fuesen también papel. Aquí la corriente es la que mana del propio origami: habilidad manual, paciencia, destreza… y nada que se parezca a la prisa.
Este antiquísimo arte tuvo ilustres seguidores en España, como el propio Unamuno, gran aficionado al arte de plegar papel. En el retrato que le hizo el pintor Zuloaga en 1925, el escritor aparecía con varias figuritas de papel, entre ellas, una pajarita, a las que era tan aficionado. “La pajarita es, a no dudarlo, la forma arquitectónica, digámoslo así, que el papel pide y exige, la forma que del papel surge naturalmente, la perfección de la figura de papel, el perfecto ser papiráceo”, decía en su libro Amor y Pedagogía.
Diego y Begoña no solo han conseguido hacerse un importante hueco en el mercado a base de piezas únicas de artesanía plegada, sino que sus obras desfilan en pasarelas –la Cibeles es una de ellas–, han protagonizado anuncios, crearon un sello para Correos de curso legal y llegan a Europa y Estados Unidos, entre otros puntos. Sus piezas de papel, más duras que muchos minerales, pueden perfectamente pasar de generación en generación.
La última colección de Diego y Begoña se llama Fraga, y se inspira en motivos del bosque. Son piezas con varias capas de papel a modo de túneles para que creen el efecto de cajas de luz. Han puesto a la venta en tiendas tres modelos, especialmente de cara a la época navideña: ciervos, gorriones y flamencos. En breve esta serie estará disponible en su página web. Entre sus proyectos más inmediatos, cuentan con estar presentes en las ferias de A Coruña, Bilbao y Madrid.