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La mitosis Domínguez: breve historia de un apellido de moda

Desde aquel eslogan, un latigazo al edadismo, la familia ha trazado una brillante trayectoria en tres generaciones y marcas diferentes

FDV El diseñador, empresario y escritor gallego Adolfo Domínguez.

¿La arruga es bella? Cuando leí y oí por vez primera ese eslogan en los albores de los 80 y vi aquel fotón de Moncho Conde Corbal en la prensa de mayor tirada me pareció sencillamente magnífico, una idea sugestiva por lo chocante, rupturista, reivindicativa y sorprendente. No recuerdo ahora si Moncho había estado ya haciendo prácticas a mi lado en FARO o eso fue después, pero sí que nada tenía que ver con la moda cuando Adolfo le hizo venir de Madrid, donde estudiaba Periodismo, para sus primeras campañas. Y sonó, como un latigazo al edadismo, como un grito de guerra impreso en los más caros papeles, aquel lema: ¡La arruga es bella! En Vigo no podíamos imaginar que un tal Luis Carballo, a quien el diseñador confiaba su imagen de moda en sus comienzos, había dispuesto ese eslogan desde su agencia de publicidad ourensana, ni que en algún momento muy posterior se discutiría la autoría del mismo, ni que pronto Carballo se trasladaría con todos sus bártulos y tras vender todo lo que tenía en sus tierras de nacencia a Vigo, donde creía que su proyecto para la moda gallega entonces visionario, utópico y apenas conocido iba a tener mejor asiento.

Yo empecé a trabajar con Carballo en “Galicia Moda” al poco de que éste llegara a Vigo y fui testigo de cómo en su proyecto vinculante no quisieron entrar ni Adolfo ni Roberto Verino. Tanto uno como otro fueron por libre ante el proceso comunal de “Galicia Moda” en los albores de los 80 aunque los dos lo respetaron –no sé si aplaudieron- en su nacimiento. Adolfo ya lo dijo claramente hace mucho a la hoy profesora en Ciencias da Educación Cristina Varela para su tesis doctoral: él ya tenía entonces una senda propia y no ganaba nada metiéndose en un movimiento común. De Roberto no he oído opinión al respecto pero es razonable pensar que sintió algo parecido. Y lo hicieron muy bien por su cuenta. Parece que los dos contribuyeron años después al cisma, no forzosamente por quererlo, cuando crearon otra asociación para aglutinar firmas del sector que se sumaba a la ya existente coronada tras las bambalinas por Carballo, al que no le gustó nada el asunto. Sus razones tendrían.

Émulo de Tales de Mileto

Ya escribí alguna vez que al creador y comerciante ilustrado Adolfo Domínguez (émulo de Tales de Mileto) no tuve el placer de conocerle en vivo y en directo más que de paso, in illo tempore, en una entrevista que le hice en otro siglo para la TVG y en el coche que a ambos nos trasladaron de un lugar a otro. Luego he coincidido accidentalmente en espacios comunes y por la razón común de la moda, en algún tren, algún avión, algún acto aunque él como un icono y yo como un humilde traficante de sueños con la pluma o como un mercenario al servicio de la causa, según se lea. Pero sé de su vida y bastan dos palabras que me creo y con las que le retrato en lo que a moda se refiere:  Homo admirábilis, en la lengua de antiguo que a él le maravilla; homme admirable admirable man en las de sus años de formación en Francia e Inglaterra; home admirable en su lengua nativa.

Aquel Adolfo luchador y vocacional que aportaba a la moda un soplo intelectual es hoy un hombre voluntariamente retirado tras delegar en herederas cansado de tanta entrevista y dedicado a la lectura o al ejercicio literario, que no se sabe bien pero se le supone. En mi libro sobre la historia de la moda gallega, que es una historia de 40 años, ya vine a decir que Domínguez y Verino son personajes diferentes como las prendas que diseñan, como sus magnitudes industriales y no sé si los públicos a los que sirven, pero mantienen no pocos paralelismos. Los dos han tenido a París como espacio de formación anterior. Son devotos del trabajo, devoción que no va a menguar la cesión de bártulos a sus hijos, esa sucesión ya firmada.

La mitosis Domínguez

Y es que los dos declinaron ya en sus hijas las responsabilidades mayores de sus marcas pero tanto las de uno como la de otro no llegan solo por sus apellidos sino con una buena mochila de experiencias formativas, académicas… que justifican su designación, acreditan empresarialmente su derecho a la herencia y, en ambos casos, suponen el paso de la fundación masculina a manos femeninas. Ahí está Cristina Mariño, que empezó casi en el subsuelo de la paterna firma Verino y recorrió todos sus escalones tras estudiar Derecho. Ahí, Adriana, Valeria y Tiziana Domínguez, con educación selecta ya desde pequeñas: dos años en Inglaterra, dos en Suiza, dos en Alemania solo para hacer boca de lo que les vendría después. Al menos eso se cuenta.

Lo del apellido Domínguez fue como una mitosis, una repartición equitativa del material hereditario pero en moda. Adolfo fue siempre la voz e imagen pero detrás, en el capital y trabajo, estuvieron sus tres hermanos, Josefina, Francisco Javier y Jesús Domínguez, el cerebro financiero. Tras separarse por discrepancias, estos tres hermanos fundan Textil Lonia, que se ha convertido en un grupo poderoso en España con sede en Ourense y en alianza con las marcas Purificación García y Carolina Herrera. Aun más: si los tres hermanos que se separaron de Adolfo fundaron Textil Lonia, las hijas de Jesús Domínguez (y sobrinas del resto) montan Bimba y Lola, con base en Vigo-Mos. Otra rama de los Domínguez, la tercera generación desde que el abuelo abrió su tienda ourensana, salta con éxito al mercado.

Eso todo es lo que se ve y parece, los matices solo los tienen los Domínguez.

Fernando Franco: periodista, autor de “40 años de moda en Galicia” (editorial Guiverny).

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