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Ángel Martín Humorista y comunicador

“Enloquecer no estaba en mi lista de miedos”

Tras estar ingresado en un psiquiátrico por un brote psicótico “no me quedó otro remedio que darme por muerto y empezar a reconstruir desde cero mi personalidad”

Ángel Martín ofrece su testimonio sobre la locura en su libro “Por si las voces vuelven”.

Hace cinco años el cómico, presentador y streamer Ángel Martín sufrió un brote psicótico por el que tuvo que estar ingresado en un psiquiátrico durante dos semanas. Antes de eso había pilotado una nave espacial en un fascinante viaje por el universo, mantenía extensas conversaciones con su yo del futuro, hablaba telepáticamente con sus perros y hasta llegó a dialogar con la muerte. Con su alta hospitalaria inició un largo camino hacia la cordura que le obligó a resetear su cerebro e iniciarse desde cero. Lo cuenta sin tapujos en su libro “Por si las voces vuelven” (Planeta), que ya va por su décimo tercera edición.

– Sostiene que este libro lo ha escrito para usted pero que también es válido para ayudar a alguien que atraviese situaciones como las que ha vivido y para romper el estigma de las enfermedades mentales, ¿siete meses después de su publicación, en qué medida se han cumplido sus objetivos iniciales?

– Muy por encima de lo que yo esperaba. Cuando uno escribe lo hace con la esperanza de que le sirva a quien que esté pasando por la situación que él ha pasado, pero con lo que no cuenta es que alguien le mencione que le está sirviendo a gente que no está en esa situación, o tiene personas cercanas que viven algo semejante, o que les vale para detectar cosas que le parecían normales y no lo son tanto.

– Anxo Lugilde, el periodista que relató su experiencia con la depresión en “Mi vieja compañera”, afirmaba que antes de publicar su libro un amigo íntimo le advirtió que no podría volver a dedicarse al periodismo, ¿ha recibido consejos similares?

– Lo primero que había que preguntarse es si su amigo acertó o no. A mí nadie me dijo nada parecido, pero tampoco mencioné sobre qué estaba escribiendo ni me paré a pensar si eso podría perjudicarme o no; cuando se me mete en la cabeza que algo puede ser útil, lo hago sin tener en cuenta lo que pueda suceder. Es imposible saber lo que va a pasar y como el ser humano tiene tendencia a ponerse en el peor escaparate de las cosas, es absurdo hacer ese ejercicio

– Describe de forma directa y hasta humorística cómo vivía cuando oía voces, ¿resultó doloroso recrear esa experiencia o le sirvió de terapia?

– Doloroso no, es una nostalgia en ocasiones dura. Volver a bucear en ciertos episodios y tener que colocarte en aquella emoción para poder entender lo que podrá ayudarte cuando estés así hace que sea un poco más triste, pero es extremadamente terapéutico revivirlo con una intención positiva. Viajar al pasado para regodearte en lo mal que lo has pasado sería demoledor.

No me parecía raro hablar telepáticamente con los perros. Era algo real que no podía verbalizar. Los demás tenían que descifrar lo que yo había descubierto a su ritmo”

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– Ofrece un lado fascinante de la locura -describe la paz que sentía por las noches y que no volverá a sentir jamás-, ¿siente cierta nostalgia por esas sensaciones o teme volver a caer?

– No tengo temor de absolutamente nada. Después de cuarenta años viviendo con miedos instalados en mi vida que no han sucedido, lo que sí ha ocurrido no estaba en mi lista de temores, que era acabar en un psiquiátrico, con lo cual la lección que he aprendido es que lo que tenga que suceder va a suceder, no vas a poder prevenir absolutamente algunas cosas. Y la segunda lección que he aprendido es que cuando sucede algo de una magnitud tan grande, no te va a quedar más remedio que ponerte a solucionarlo. Gastar energía en pensar en lo que puede pasar de forma negativa es absurdo. Respecto a la nostalgia, es de cajón que sí la siento, pero no tiene que ver solo con la locura, sino con cualquier momento de tu vida en que hayas tenido sensaciones positivas.

– Afirma que no le preocupa saber qué originó ese brote – señala como posibles causas que un día el cerebro hace crac, cierta predisposición genética, la ingesta de drogas o que el vaso se va llenando por emociones mal gestionadas, ¿sabe qué hacer para que no se vuelva a repetir un episodio de locura?

– Tienes estrategias para intentar evitar que se repita, pero cuando no sabes los detonantes reales de algo no puedes prevenirlo, es imposible si no sabes exactamente qué te ha hecho romperte. Hay pistas, en el momento que empieces a aceptar como normal estar mal es probable que tu cerebro empiece a hacer una fricción entre lo que quiere y lo que estás haciendo; y entonces se rompe. Puedes prevenir que suceda tratando de estar bien con las decisiones que tomas, con las cosas que estás haciendo, con la gente que tienes en tu entorno, con el tipo de vida que haces.

– Dice que lo realmente duro de volverse loco es la recuperación de la cordura y que reconstruir el cerebro desde cero es un trabajo agotador que solo puede hacerse solo y en silencio, ¿cómo fue ese proceso?

– Agotador. No me quedó otro remedio que darme por muerto después de que me pasara algo así, toda la vida que llevaba construyendo durante cuarenta años se había roto y no tenía sentido recuperar absolutamente nada del pasado. Empecé desde cero a replantearme todas las cosas que iba a incluir en la actualización de mi personalidad. Es como volver a ser un crío, pero tratando de prestar atención a todas las emociones.

– ¿Qué es lo que más le ha ayudado a no tirar la toalla?

– Entender que es un batalla a vida o muerte, que lo haces o te quedas abajo para siempre.

– ¿Cómo era Ángel Martín antes de sufrir el brote psicótico y cómo es ahora?

– El cambio más grande es que el Ángel de antes no sabía escuchar. No hay mucha gente que sepa escuchar, lo confundimos con estar callados mientras el otro habla. En el momento en que aprendes a escuchar, el mundo empieza a ser otro totalmente distinto, probablemente empiezas a ser consecuente con tus decisiones y tu vida. Es un aprendizaje que jamás hubiera llegado si no hubiera pasado por algo así.

– ¿Cómo es posible que durante más de un mes oyendo esas voces nadie a su alrededor se diera cuenta de lo que estaba pasando? ¿Disimulaba?

– No disimulas porque para ti no está pasando nada raro. No finges que estás hablando telepáticamente con los perros, es real que te comunicas con ellos con tu mente. Simplemente no puedes verbalizar lo que estás viviendo porque una voz te lo pide, porque todo el mundo tiene que descifrar lo que tú has descubierto a su propio ritmo. Es imposible que nadie se dé cuenta a no ser que haya un evento que llame absolutamente la atención y la locura deje de ser interna para llamar la atención de los demás. En mi caso fue una publicación en redes sociales felicitando a mi chica por su éxito en una película en la que no había participado. Solo se dio cuenta ella.

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