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Cristina V. Miranda Escritora

“Mi generación no sabía qué era sororidad”

La autora gallega trata de dignificar la figura de las grupis, seguidoras de músicos indies a principios de este siglo, en su novela “La entusiasta”, recreando un ambiente que ella vivió muy de cerca

Cristina V. Miranda, poeta, comunicadora y escritora. | XOÁN ÁLVAREZ

Conocida en el terreno literario gallego por ser una de las nuevas voces de la poesía, Cristina V. Miranda debuta en la narrativa con su primera novela, “La entusiasta” (editorial Dos manos), donde retrata el Madrid de los primeros compases del siglo XXI, de la Malasaña más indie, de los festivales más emblemáticos y de los músicos más canallas a través de las vivencias de una chica de una aldea que se convierte en grupi buscando la salida a un duelo y se ve atrapada en un ambiente nocturno de cinismo, alcohol, drogas y sexo abusivo. Una escena que la autora santiaguesa y profesional de la comunicación de 39 años conoce muy de cerca y que “no son las memorias de una grupi”- aclara-, pese a haberlas escrito en primera persona bajo un pseudónimo. Nos atiende en Madrid, ciudad entre la que reside a caballo con Santiago.

¿Por qué escondió su identidad tras el pseudónimo Gala de Meira para escribir “La entusiasta”?

Por una parte, quería diferenciar mi obra poética de la narrativa y por otra, aunque pensaba que la novela no se iba a publicar ni nadie la leería, me sentía más libre para haberla hecho tan agresiva. Si pensara que saldría con mi nombre, tal vez me quedaría en la superficie y no le daría el calado, la trascendencia que le he dado. El anonimato me dio tranquilidad para escribir, pero me ha durado poco.

Aclárenos qué hay de ficción y qué de autobiográfico en lo que le sucede a la protagonista, una joven gallega que llega a Madrid desde una aldea en la primera década de los 2000 y se convierte en una grupi.

La historia es una ficción, por eso me recreé mucho en la suciedad, pero el ambiente es real: aparecen salas de música, grupos y festivales con sus nombres e incluso los conciertos que menciono se celebraron en la fecha y hora que digo. El personaje a través del que narro la historia también es ficticio, más allá de que a mí o a mis amigas nos hubieran podido pasar cosas parecidas. Era importante para mi narrarlo en primera persona para mantener la voz del momento, desde una inocencia que si hubiese optado por la tercera persona no hubiera podido mantener porque se me hubieran colado juicios de valor. La protagonista narra cosas abusivas que le pasan en 2007, 2008 y 2009, una época pre 15M y pre MeToo y las vive desde ese momento, no con los ojos que se puedan ver ahora.

¿Por qué escoger una grupi? ¿Usted lo fue?

Todos a los que nos gusta la música empezamos de cierta manera siendo grupis, muchos periodistas musicales también lo son. Podría considerar que sí lo fui, pero no con la obsesión que se relata en la novela. Me interesaba dignificar el concepto grupi, la figura de una persona que ama la música, aunque eso nos puede llevar a lo que se asocia de acostarse con los músicos y estar en el escenario de una manera física, carnal. Tenía cierta intención de dar voz a ese tipo de personajes que siempre se han conocido a través de las letras de las canciones hechas por hombres. Quería darle la voz a la chica que vivió esas experiencias.

En una entrevista hablaba de empoderarse desde la decadencia.

Esas son reflexiones a posteriori. El libro parte de mi voluntad de escribir sobre un duelo tras la perdida de un ser querido -la protagonista pierde a su hermano al principio de la novela- y de cómo su búsqueda del placer, de volver a estar bien, la puede llevar a lugares oscuros con mucha sensación de culpabilidad. Me llama la atención que lo que más ha trascendido de la novela es que va de una mujer que comete errores, como si a nosotras no nos estuviera permitido hacerlo mal, cuando llevamos escuchando canciones y leyendo libros de señores -Henry Miller o Bukowski, por citar los más conocidos- que hablan todo el tiempo de lo que hacen mal y hasta nos parecen supersexis. Sin embargo, la mujer parece que tiene que hacer siempre lo correcto, sometida a ese feminismo de tener que estar todo el rato a la altura, sin pestañear. Mi protagonista la caga, pero encuentra la salida en sus amigas, en el feminismo y en la sororidad, palabras que a principios del siglo XXI no utilizábamos. Mi intención no es juzgar ni dejar a los personajes masculinos peor que a los femeninos; narro lo que sucede manera muy naif. La critica viene después, cuando lo vemos con los ojos del ahora y reconocemos que había muchas situaciones de abuso, empezando por las letras de las canciones que nos parecían normales. En aquella época no existiría la polémica de si es correcto acostarse con una chica borracha. Si estabas borracha y alguien se acostaba contigo, la culpa era tuya. No había debate posible.

¿Es una novela generacional?

Es cierto que los medios están diciendo que es la novela de la generación indie, tan reciente y a la vez ya extinta porque con la aparición de las redes sociales desaparece. Vivimos nuestra juventud en esos años en que pasamos de ser analógicos a digitales, de diferenciar las tribus urbanas en función de los locales a los que íbamos, cómo nos vestíamos o cómo nos tratábamos a dar ese salto digital en que apareces en redes sociales e incluso puedes conectar a través de ellas con tus ídolos, ver qué hacen día a día, lo que hace que prácticamente cualquier persona se pueda convertir en estrella y al mismo tiempo nadie lo sea. Mi protagonista, como yo, absorbe de niña la cultura pop a través de las revistas y algún programa en la tele, canales que hacen que idealices a los grupos de música.

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