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El debate que se avecina: abolición o regulación de la prostitución

Manifestación ayer en Madrid para reclamar la abolición de la prostitución Fernando Sánchez - EP

A Leo Caldas. Con el corazón partido.

El PSOE ha retirado de la Ley de Garantías de la Libertad Sexual, conocida como ley de “Sólo sí es sí”, su proyecto de abolición de la prostitución, posponiendo su discusión y aprobación a otro proyecto de ley de libertad sexual. Ha hecho bien: de un lado permitió la aprobación de esa ley a la espera de un futuro consenso; y de otro da más tiempo a un debate sosegado que por el momento aún está verde.

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El Congreso aprueba la 'ley del solo sí es sí' ZML

En España se calcula que la prostitución mueve diariamente unos 10 millones de euros, un negocio en el que trabajan unas 100.000 prostitutas y en el que intervienen terceros locativos (quien aporta un alojamiento y lugar de trabajo. Ejemplo: puticlub de carretera), y otros terceros directamente explotadores, tales como las mafias de la trata y los proxenetas.

La clave de la reforma abolicionista está en la nueva redacción que se dé al artículo 187 del código penal. En su actual redacción dice “El que, empleando violencia, intimidación o engaño, o abusando de una situación de superioridad o de necesidad o vulnerabilidad de la víctima, determine a una persona mayor de edad a ejercer o a mantenerse en la prostitución, será castigado con las penas de prisión de dos a cinco años y multa de doce a veinticuatro meses”.

El artículo 187 configura al proxeneta entorno al concepto de explotación de la prostituta. La reforma pretende despojar el delito de ese elemento de explotación, para criminalizar al varón simple consumidor de servicios sexuales de pago. O incluso a la compañera de piso que facilita una habitación para los servicios sexuales.

Se trata de seguir la estela de otros países como Suecia, que ha dado nombre al ‘modelo sueco’: Se legisló 1999 y actualmente está vigente también en Noruega, Islandia, Francia, Irlanda, Irlanda del Norte y Canadá.

Desde 1999 Suecia trata la prostitución como una forma de violencia contra las mujeres. Penaliza a los hombres que las explotan comprando servicios sexuales con penas de un año de cárcel que se evita (la primera vez) con el pago de una multa, y deja a las prostitutas, la parte débil, en libertad.

Para los abolicionistas, el modelo sueco es un modelo de éxito. El Instituto de Estadística de Suecia estimó que menos de un millar de mujeres ejercen la prostitución callejera en un país de 9,4 millones de habitantes, frente a las más de 100.000 que hay en España. 

Este es el debate que ahora desembarca en España y que enfrenta a la abolición con la regulación. De entrada puede reconocérsele al abolicionismo una ventaja moral sobre los reguladores, pues para la generalidad nada es tan sinónimo de la desigualdad de la mujer como la prostitución.

Pero el asunto no va solo de moralidad, va de criminalizar al consumidor y así arrastrar a las prostitutas –ellas gustan denominarse trabajadoras sexuales- a mayores cotas de ilegalidad, sordidez y desprotección social.

Es un fenómeno parecido al que aqueja a los yonquis: no pueden comprar heroína en el Corte Inglés ni en Amazon. Tienen que hacerlo en clandestinidad y en garitos inmundos o a la tenue luz de una farola. Frente a ello, una minoría entre la que creo que me incluyo, pensamos que el sitio natural para adquirir caballo es la farmacia. Con todas las garantías sanitarias. Con todos los controles administrativos necesarios. Pero en las farmacias.

Este fenómeno es el que preocupa a los detractores del abolicionismo. Un informe de Médicos del Mundo que encuestó a 583 trabajadoras sexuales encontró que “La ley ha tenido un efecto perjudicial en la seguridad, la salud y las condiciones generales de vida de las trabajadoras sexuales (...) ha llevado a un mayor empobrecimiento, especialmente entre las personas que ya viven en condiciones precarias, a saber, las mujeres inmigrantes indocumentadas que trabajan en la calle... La ley ha empujado a las trabajadoras sexuales a operan en condiciones más riesgosas con implicaciones peligrosas para su salud”.

De manera que el asunto no se limita a la confrontación entre libertad de disposición del propio cuerpo, libertad de contratación entre adultos, por un lado, y lucha contra la explotación de las mujeres por el otro. La libertad de disposición del propio cuerpo, cierto, no es absoluta: nos está prohibido drogarnos; nos está prohibido vender un riñón por dinero, aunque dispongamos de un segundo sano: sería tráfico de órganos. Reconozcamos que la libertad de elección tampoco es absoluta. Ninguna joven finaliza sus estudios preuniversitarios y elije la prostitución descartando la arquitectura. Esa elección es ficción; sencillamente no formó parte de la existencia de ninguna prostituta.

Pero lo absolutamente cierto es que hay prostitutas adultas y libres que quieren seguir ejerciendo su profesión. Y que temen, con razón, que la criminalización de su profesión las abocará a la noche, a contratar en polígonos industriales desiertos; las alejará del escenario regulador: ser más iguales y no discriminadas, pagar impuestos, tener seguridad social, cotizar para la jubilación… Ellas sostienen que la profesión ha de ser regulada a la vez que se combate de verdad el proxenetismo y la trata.

¿Algun@ de ustedes cree que esas prostitutas no existen? ¡Vean cualquiera de las conferencias de Juno Mac* en YouTube!

Preparando esta colaboración con Estela navegué por diversos Blog activistas de prostitutas. En una de ellas, la periodista entrevistaba a las mujeres sobre diversas cuestiones atinentes a su seguridad en el ejercicio de la profesión.

Una explicaba así sus exigencias de contratación: “En primer lugar, tienen que escribirme un email, y no me valen los correos rollo telegrama. Los clientes habituales saben quién es nueva y quién no, e intentan aprovecharse de eso(…) No acepto mensajes del tipo: Hola, quedamos a las 5. Quiero follarte el culo durante dos horas, trae a tu amiga. Ni de broma. Me tienes que contar quién eres, exactamente, y te tendrás que identificar”.

Otra adoptaba este tipo de precauciones: “Por lo general solicito una referencia, les pido que me pasen el contacto de alguien del colectivo con quien ya hayan estado y que pueda hablar bien de ellos. Si los clientes son nuevos –me encantan los clientes nuevos–, les pido que me envíen su número de documento de identidad, un perfil de LinkedIn o algo con lo que demostrar quiénes son y su situación laboral. Muchas veces quedo con ellos en algún sitio público primero”

Juno Mac, escritora, conferenciante, activista y prostituta.

Ahora me pregunto, ¿qué cliente se identificará cuando comprar sexo conlleve una pena de un año de cárcel?

Y una jovencísima muchacha de 19 años, que llevaba 6 meses ejerciendo, contestó así a la pregunta de la periodista ¿Cómo haces la criba de tus clientes?: “Siempre les pido que me manden fotos suyas y yo se las envío a dos amigas en las que confío plenamente. También les pido que me pasen los enlaces a sus cuentas en redes sociales y si veo que no son muy activos o sospecho que son falsas, paso de ellos. Además, solo acepto transferencias y por adelantado. Es evidente que esta muchacha, en un futuro, quizás tenga que cobrar en efectivo… Luego el asunto no se resuelve con la supremacía moral del abolicionismo. Es un asunto complejo, con derivadas y con aristas. El debate está servido.

*Juno Mac es trabajadora sexual, activista, conferenciante y escritora; habla de la criminalización de la prostitución en este interesante vídeo: “The Laws That Sex Workers Really Want” .

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