Viejos amigos nuevos

Viejos amigos nuevos
A la mitad de la cerveza ya lo estoy pensando de nuevo. Sabes bien de lo qué hablo porque tú también lo has sentido. No hay nada de especial en esto. Ha pasado casi un año, así que toca ponerse al día. Esa parte de las preguntas obligadas, menos mal, cada vez dura menos. Muy pronto la conversación se dispara, ágil, desordenada, sin guion porque hemos quedado solo para vernos. Quedar para verse. Una de esas frases que decimos y decimos hasta que un día se queda girando en el oído, como una pelota a punto de encestarse. Ni él ni yo nos callamos, saltamos de un tema a otro, pero cayendo siempre en el lugar correcto. ¿Cómo lo hacemos?
Nostalgia post-navideña, me digo. Nada más que eso. Me gusta la gente, se me da hacer amigos. Encuentro personas curiosas, tipos a los que admiro, con los que discuto, me desahogo y también de los otros, claro; de los que veo porque toca o porque son adecuados para probar un restaurante, hacerse un viaje sin niños o porque todavía aguantan un concierto sin sentarse en la grada. Así es la vida adulta, pero hoy no hablamos de eso. Hoy me quedo atrapado en esos amigos a los que llamas solo para verlos. Y de pronto me doy cuenta de que a casi todos los conozco desde hace tanto tiempo o lo que es lo mismo: ¿cuánto hace ya que no hago viejos amigos nuevos?
Como de tantas cosas, quizá podamos culpar a la experiencia. Crecemos y perdemos capacidad de sorprendernos, la vida no es tan original como creíamos. Hace un par de años leí un artículo de Kiko Llaneras hablando de que los verdaderos amigos se hacen antes de los treinta porque uno tiene tiempo de aburrirse. A esa edad uno queda y luego piensa en cómo pasar la tarde. Habla y habla y al día siguiente queda de nuevo. Quizá Llaneras y sus cálculos se acerquen a una respuesta. En mi caso, después de los treinta, los amigos han aparecido en épocas de cambio, de esos cambios que nos da un buen meneo. Tal vez con los años no solo nos asusten los golpes, sino que nos volvamos egoístas y apostemos siempre por poner nuestros planes primero.
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