Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

GALICIA: LA VÍA LÁCTEA DE LA SAUDADE (XXII)

¿Qué es Vigo para ti?

17

Imagen de la Ría al final del día desde Carril (Alcabre) Alfonso Armada

Fue una hermosa sorpresa en medio del desconcierto, el sudor frío y la bruma moral de la guerra de Bosnia. Los enviados especiales de El País solíamos quedar en Trieste para hacer intercambio de ordenador. Fue allí donde el compañero al que di el relevo me entregó una carta que hizo que la bella e inasequible Susana Fortes, antigua compañera en la facultad de Geografía e Historia en Compostela, se materializara después de años de no saber nada el uno del otro. Ahora publica Pontevedra. Tal como éramos. Recuerda que en 1970 el pintor Joe Brainard escribió “una pequeña pieza literaria con sus recuerdos de la ciudad de Nueva York, titulada I remember”. Algunos años más tarde “el poeta Harry Matthews le regaló el libro de Brainard a un conocido escritor francés amigo suyo llamado Georges Perec”. Fue en 1978 cuando Perec publicó su propia versión, Je me souviens, “uno de los mayores homenajes literarios a la ciudad de París y un icono de la literatura memorialista de todos los tiempos”. Susana Fortes hace lo propio con su ciudad natal. Me voy a tomar la libertad de probar suerte con mi letanía de me acuerdos e intercalar esas estampas con las respuestas a una encuesta de urgencia que hice entre amigos y conocidos con la pregunta ¿Qué es Vigo para ti?

“En Vigo me crie, en Vigo viví. Vigo es grande, Vigo es gordo. Demasiado para que me resulte agradable vivirlo desde dentro. Esa densidad sobrepasa el posible disfrute que me podrían producir sus comodidades. Prefiero más soledad, silencio, prefiero la naturaleza. Por eso me he alejado de Vigo”. Enrique Manuel Touriño Marcén (Vigo, 1957). Fotógrafo y voyeur.

Me acuerdo de la leña que mi padre traía en la furgoneta del varadero en una gran cesta de mimbre, y que los troncos venían con serraduras, líquenes, esquirlas de chapapote, hilos de estopa… y que ardía tan bien aquella madera que era fácil perderse en las lenguas de fuego como si fueran las mismas que se encendieron sobre la cabeza de los apóstoles y la Virgen. Me acuerdo de que mi hermano Miguel y yo nos quedábamos al acecho en el portal esperando que sonara el cláxon, y que era como si llegaran los Reyes Magos.

“Vigo es para mí un trozo de caos y naturaleza que se abre entre el cielo y el mar. Desordenada, sin centro ni articulación, pero por eso mismo con insospechados espacios de libertad, mezcla viva e indefinida de rural y urbano, rodeada de arenales y tendida junto a la hermosura de la ría, la naturaleza salvaje es su verdadera dueña y la sensación que provoca esa criatura orgánica que se va abriendo a hachazos su espacio entre el monte y el mar, es la de una fuerza indómita que comunica su energía vital a todo el que habita en ella”. Helena Cortés Gabaudan (Salamanca, 1962). Germanista y traductora.

Me acuerdo de ver desde la ventanilla del autobús del Colegio Montecastelo una inmensa marea de obreros de la naval y de la Citroën, vestidos de dril. La muchedumbre desbordaba la Puerta del Sol. Pensé que aquello debía ser la revolución, y sentí miedo.

 “Hábitat singular/ Aperta da amizade/ Socalcos do solpor/ Xesto aberto da cor/ Memoria do mar/ Xeografía da pedra/ Cidade rompente/ Illas vixías/ Texturas sonoras /Urdido táctil /Siluetas na beiramar/ Espazos para a creación/ Xogo da imaxinación/ Un traxecto que vai de Alcabre ao Calvario/ A incesante reinvención do desexo”. Menchu Lamas (Vigo, 1954). Pintora.

Me acuerdo del señor Comesaña, que hacía relucir como nadie el Chuvias de mi padre y el que mejor conocía las marcas para echar la liña en medio de la Ría y no parar de sacar fanecas.

 “Vigo é un corazón, pois contén a forza do amor pola vida, por iso nela aínda todo é posible e sempre será aínda posible. Como a vida, esta cidade ábrese paso, é irremediable. Cando digo Vigo, cando digo potencia de cidade que nos atravesa, refírome á súa subalternidade, ao que latexa por dentro. A cidade que non é escaparate, a que pode ocultarse, pero abrolla e medra nun golpe de luz. Aí está ese clamor pola supervivencia e polo rock and roll: nos arrabaldes que trazan labirintos dende Sárdoma ata a praia da Manquiña, que mesturan os vestixios do pasado co ímpeto do que vén. Vigo tamén é os cabalos de Oliveira. Cabalos e estaleiros. En definitiva, cidade indómita”. Oriana Méndez (Vigo, 1984). Poeta.

Me acuerdo de la tía Mili metiendo el brazo hasta el codo para remover la sangre y del sabor de las morcillas más dulces del mundo, y de que el cerdo, abierto en canal, se quedaba colgando de una viga en la bodega, y de que goteaba sangre por el hocico en un tazón blanco, como el vino de un Cristo de la familia.

“Vigo es mi punto de origen y mi destino. Vigo es la música que se oye cuando paseas solo por el Castro o por una playa de Alcabre en invierno. Vigo es una ciudad a la que le han robado muchísima personalidad, pero siempre será mi gran maestra”. Paulo Pascual, Modulador de Ondas. (Vigo, 1972). Músico.

Me acuerdo de que la clave secreta para que los volcanes que hacíamos con tierra en la casa de la abuela humearan bien era, mientras apalpábamos el cono, “¡ponte durita, ponte durita!”.

“Máis que dicir que é Vigo para min, contaríache por que estou a gusto en Vigo. Levo trinta e oito anos vivindo aquí e, aínda que tiven oportunidade de marchar, non o fixen. Poderíache dicir que aquí desenvolvín gratamente a miña vida laboral, que aquí criei os meus fillos, que me gusta a súa luz e o seu clima (mesmo cando chove… porque o aire limpo e a luz pequeneira que quedan despois duns días de chuvia son impagables). Que me encanta o Vigo industrial e mariñeiro, que é unha gozada saír do atasco da Gran Vía e achegarte en nadiña aos arredores para pasear tranquilamente pola “aldea”. Pero, sobre todo, Vigo é para min ese lugar onde me sinto cómoda, onde necesito volver para sentirme ao meu aire. Porque esta pequena cidade permite unha tranquila vida de barrio, pero deixa vivir… Vigo é unha aldea con semáforos, con xente chegada de moitos lugares, que non sinala. Non digo que non haxa clasismo. Sería unha ilusa se o fixese. Pero si permite vivir ao teu aire: na mesma praza está quen vai á última e quen loce o chándal do ano pasado. As relacións son permeables. Os grupos son diversos. E a cidade configúrase asentada na mestura. Mesmo diría, e así o comentan os meus fillos, que hai vocación de que así permaneza. O mellor”. Carmen Rodríguez (Imo, Dodro, 1957). Profesora de Secundaria/xubilada.

Me acuerdo de que en las largas y curvadas hojas de los agapantos que mi abuela Emilia había traído del monasterio do Bom Jesus do Monte, en Braga, los caracoles se confiaban y dormían, y que estaba tirado cazarlos, esmagarlos con la suela del zapato y dárselos a comer a las gallinas.

“¿Es posible el retorno? En El año que pasé en la bahía de nadie, el premio Nobel Peter Handke se refiere a Vigo como una ciudad escondida ‘detrás del espejo’. Vigo de finales de la década de los años ochenta, en el que viví mi adolescencia, un microclima socialmente convulso, culturalmente activo. La memoria conserva como un mosaico de teselas aquellas tardes veraniegas en la playa de Fuchiños, la algarabía de las intensas partidas de futbolín en el Alberdi, las clases de Tita Cal en el Rosalía, los entrenamientos en las pistas de atletismo de Balaídos con Manuel Rotea Villanueva, las primeras salidas nocturnas al Ruralex, las lecturas iniciáticas de libros como Pensar a tempestade, de Ramiro Fonte, o A dama que fala, de Rompente, mezcladas con las primeras incursiones en las obras de Musil, Borroughs, Paz o Jünger. También las exposiciones de Antón Patiño, Menchu Lamas, José Freixanes en la galería Abel Lepina, o las bestias involuntarias de Manuel Vilariño. Con el transcurso del tiempo y ya la distancia física que generó la huida de mi destino aquellas reminiscencias adquirieron características literarias. Ulises tardó veinte años en regresar. Yo, casi treinta. ¿Pero acaso es posible el regreso? Yo siempre mantuve la esperanza del retorno. Regresamos poco antes de la declaración del estado de Alarma, como el que busca un refugio ante la incertidumbre apocalíptica”. Xosé Luís García Canido (Canido, Vigo, 1967). Gestor cultural y periodista.

Me acuerdo de que con una caña desalojé de su nido a unas crías de golondrina y las metí en una jaula a ver si cantaban. Murieron todas. No es mi único crimen, pero sí uno de los peores.

“Vigo es mi infancia en el barrio, donde las puertas de cada casa se cerraban únicamente por la noche. Es mi adolescencia, volviendo a casa con mis compañeras tras las clases en el Instituto Femenino (hoy Santo Tomé), los últimos días de curso, parándonos a medio camino para refrescarnos en la fuente que había en Gran Vía. Es mi juventud, mis primeros amores... Vigo es mi historia, lo que he vivido, es el pasado. Una ciudad sin futuro”. Dolores Alonso (Vigo, 1959). Trabajadora al servicio del ciudadano.

Me acuerdo de que me creí a pie juntillas la razón que me dio mi tío Antonio, el pescador de truchas, para que Gol, nuestro foxterrier primo de Milú, no volviera aquella tarde del bosque. “Le mataron unos pastores alemanes”.

“Vigo es el mar que se asoma entre las calles mientras bajo al puerto, con su promesa de brisa que lame las penas. Es la silueta hermosa de las islas Cíes detrás de mi niña jugando en la playa. Es la tierra que me enseñó el significado de palabras tan hermosas como morriña, ledicia y acougar. Es la ciudad que me recibió hace más de veinte años sin pedirme pasaporte ni preguntar por qué ni hasta cuándo. Pero, al saborearla bien, pronto le susurré: Para siempre”. Amaia Mauleón (Madrid, 1977). Periodista.

Me acuerdo de un cerdo que no se pudo aprovechar porque enfermó. Le enterraron al pie de un ciruelo y nos dedicamos a saltar sobre la tierra cuando se embarazó. Aquel año las ciruelas fueron más sabrosas que nunca.

Bautizo de mi hermano Eduardo, con mi padre y su madrina, la tía Ana Alfonso Armada

“O que máis me impresionou sempre de Vigo é o seu corazón. Un corazón non radial, que non está no centro, senón en todas e cada unha das súas periferias. Porque Vigo é unha cidade pluricardíaca, forte, cunha banda sonora polifónica que emite un forte aturuxo metálico. E é que Vigo sobre todo é resistencia, algo que moi poucas cidades europeas atesouran. Adoita falarse de caos urbano para definila, pero probablemente sexa ese caos o que a ordena e o que a racionaliza nas partes e na totalidade. Se cadra por iso, Vigo é unha cidade emocional, unha urbe que non provoca indiferencia. E ao tempo, Vigo é beleza, é ría, é brétema que trae acougo ao verán e estrés ao inverno, estrés que asusta aos foráneos. Cidade insólita, Vigo. Pero se algo a define é esa palabra que o fútbol vigués puxo de moda: afouteza”. Fran Alonso (Vigo, 1963). Escritor e editor.

Me acuerdo de los guateques que organizaban mis primos mayores, donde escuché por primera vez, en sordina, a los Beatles, y cómo espiábamos los bailes lentos a través de la parte no esmerilada de las puertas del salón de la tía Clarita.

Primera Comunión, cuando la fe era inquebratable Alfonso Armada

“Vigo es una ciudad en perpetuo estado de buena esperanza, de alma ascensional, espíritu bullicioso y ánimo resiliente. A horcajadas entre lo rural y urbano y de tamaño justo para no perder la paciencia. Hay un Vigo de mi memoria adolescente, allá por los 60 y 70, que para muchos fue como El Dorado, al que llegaba el dinero en aluvión por los poros del mar y los bolsillos de los emigrantes, en que se podía aparcar hasta en doble fila; hay otro de mi madurez que parece más apaciguado, pero sigue en obras y se llena de ascensores para salvar sus cuestas. Un Vigo de exteriores y otro de interiores que aún no ha sido contado y ya no lo hará nadie tras la muerte de Karina y Telmo´s, paladines de la noche. Tal que haría cuento para niños la serie de Los Soprano”. Fernando Franco (Madrid, 1951). Periodista.

Me acuerdo del rapapolvo que le echó a la entrada del cine Odeón el que cortaba las entradas al desconocido que aceptó colarme para ver Chacal cuando era menor de edad. El hombre se enfadó tanto que rompió su entrada y se marchó. El portero se compadeció y me dejó entrar.

“Vigo es un punto en un mapa de escala 1:500.000. Para mí, que soy uno de los cientos de miles de micro puntos que a su vez viven en ese punto, Vigo es algo más grande y desde luego más complejo. Es una cuestión de puntos de vista. Vigo es, al igual que otras ciudades, un cúmulo de diversidades, un prisma de múltiples facetas, pero, ‘desde mi punto de vista’, hay una faceta que destaca sobre las demás: Su relación con el Mar La ciudad, sus habitantes, su industria, viven de cara al Mar. Vigo es una ciudad abierta al Océano, y por lo tanto al abismo… o no. Depende del punto de vista”. Ramón Trigo (Vigo, 1965). Artista plástico.

Me acuerdo de que en Montecastelo me llamaban hormiguita y dejaba que me pegaran. Era el más bajo da la clase. Cuando en quinto de bachillerato coincidí en el Instituto de Coia con Carlos Meijide le pedí que no se lo dijera a nadie.

“Difícil definir unha relación ca que foi a túa cidade e da que fuxiches renegando dela hai xa moitos anos. Contradictoria sería a palabra que a podería definir. É unha definición ambigua e suxetiva na que entran a infancia e a mocidade, a familia e os amigos, felices, coma non, pero tamén as desfeitas urbanísticas, o caos circulatorio, o ruido, a perda da identidade... A contradicción sentíaa tamén nos anos en que máis reneguei dela, notábame decindo con orgullo que era de Vigo cando pasaba máis aló do Padornelo. Sorpréndeme tamén que gosto de ir visitala, de ver os cambios que experimenta, de sentila máis habitable e de sentir, non sin medo, que pode ser o lugar onde aparte de empezar a miña vida tamén pode ser o lugar onde a remate”. Manuel Alonso Macías Jorreto (Vigo, 1958). Mestre.

Me acuerdo de que cuando estaba mediopensionista en el colegio del Opus solía ir a la capilla a leer libros de espiritualidad después de comer. Todavía sigo dándole vueltas a algo que un teólogo escribió: que Dios había puesto demasiadas dosis de placer en el acto sexual.

“Para min, Vigo é cheiro a follas de mirto, dos que medraban nos xardíns que había na rúa onde eu nacín, o pé da casa. Unha ríua donde xogaba á goma, á mariquitilla ou á pita coas miñas irmáns. Vigo é a chuvia baixando a mares pola Gran Vía cando voltaba do colexio, e as katiuskas co pé sudado. As veces, os zapatos de Chavalín tan mollados que cumpría que poñelos no forno eléctrico da cociña para secalos. Vigo é esa Gran Vía de bancos de pedra onde as rapazas de Cluny devecíamos por atopar ó noso amor, algunha tarde. Vigo é baixar, pola mañá, cara ó porto. Pola tarde, cara ó Castro. Visitar ós barcos que viñan de América, levar de estrea ós xoguetes dos Reis á Praza de España e baixar á Alameda facé-la foto do día da Palma. Vigo é o meu comezo no FARO de Colón e quixera que fora tamén o meu porto de acougo”. Magis Iglesias (Vigo, 1956). Xornalista.

Me acuerdo de que la funda de la almohada de mi hermano Miguel aparecía muchas mañanas llena de agujeros, y él decía que habían sido las arañas.

Final del día en Samil Alfonso Armada

 “¿Qué es Vigo para ti?, me pregunta Alfonso Armada y yo, como Martín Fierro, ‘pido a mi Dios que me asista en esta ocasión tan ruda’. ¿Qué digo yo a estas alturas? Nacida abierta a un mar que ya no ve y al que ya no mira (Ay ondas, que eu vin veer [...] que eu vin mirar), ahora Vigo cambia servicios básicos por contaminación lumínica, borra el último resto del plan Palacios (la Gran Vía) con un remedo de parque infantil poligonero y mantiene símbolos a mayor gloria de Francisco Franco, conocido en África como el Cerillita. Pido pues el comodín de la llamada para que Martín Codax y Jules Verne digan qué es Vigo para ellos, que yo ya no sé”. Julián Hernández, músico vigués nacido en Madrid en 1960.

Me acuerdo de que cuando el tío José estaba en tierra los sábados nos llevaba al cine de la Escuela Náutico Pesquera a ver películas subidas de tono que contribuyeron de forma decisiva a nuestra formación.

“Cidade creativa coma remuiño-colaxe onde nun vórtice han mesturar afectos e paisaxes. Recunchos urbanos, memoria da pedra como materia, ecoar insomne do océano, o chío das gaivotas e o murmurio do vento. Ondada atlántica onde agroman xuntos Lodeiro e mais Lugrís. As illas recortadas no horizonte. Sempre Guillermo Monroy no Pincho do Gato. Alcabre, San Paio de Navia, Samil. O latexo de versos insumisos. As brincadeiras do rock. As mensaxes da revolta. A presenza dos asteleiros. Audiovisual da alma urbana. A pegada da retranca. Recendo nocturno, escintileo da luz do sol e mais a nubosidade sempre variábel, os refachos da chuvia oblicua. A vibración do ensoñamento. A metamorfose na pulsión do novo. Vigo de vigor. O alento do futuro”. Antón Patiño (Monforte de Lemos, Lugo, 1957). Pintor.

Me acuerdo de la fábrica de hielo de Bouzas, y de los bloques que pasaban por una cinta transportadora sobre la Avenida de Beiramar que del vientre de Casa Mar caían directamente en la bodega de los barcos que iban a Terranova, el Gran Sol y más allá.

“Ubi bene, ibi patria. Con esta frase en latín se despidió de mí una de mis mejores amigas cuando decidí dejar mi país con 27 años para empezar una nueva vida en España. Me gustó esa idea de que mi patria estaría en donde me encontrase a gusto o la traducción literal del mensaje: Donde se está bien, allí está la patria. Me pareció algo positivo y optimista, para evitar hundirme en la nostalgia y tristeza por no estar con los míos. Luego me topé con el dicho español que significaba más o menos lo mismo: ‘No se es de donde se nace sino de donde se pace’. Recordé aquella despedida cuando después de casi 13 años de buena vida en Madrid decidimos mudarnos a Vigo, la ciudad natal de mi pareja por quien me había ido de Serbia. Pero al buscar un poco más la explicación de ese pensamiento, lo que encontré no era tan positivo como pensaba antes, ya que algunos la interpretaban como algo que se aplica a una persona indiferente y egoísta, para quien el propio bienestar está por encima de todos los sentimientos, e incluso el de la patria. Entonces, recurrí a Séneca y me tranquilicé con sus palabras: ‘No he nacido para un solo rincón; el mundo entero es mi patria’ (Séneca, Epístolas 28,4) y ‘Ninguna tierra es un exilio, sino otra patria’ (Séneca, De Remediis Fortunae, 8,1). Es lo que espero que sea Vigo para mí, otro lugar en el que me encontraré a gusto, con las personas con las que más quiero estar y con las que iría al finis terrae, si hiciera falta”. Ana Milutinovic (Veliko Gradiste, Serbia, 1980). Traductora e intérprete.

Me acuerdo del lenguaje perdido de las grúas, que un americano capaz de leer el pensamiento se lo puso como título a su primera novela y lo sentimos como si nos hubiera robado un trozo de memoria. 

Compartir el artículo

stats