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Dos gallegos en el techo del mundo

Los hermanos Jesús y José Antonio Martínez Novás realizaron hace más de 25 años expediciones a ocho de las cumbres más altas del planeta en defensa del medioambiente y por la paz mundial. Jesús, que coronó el Everest en mayo de 1996, realiza actualmente trabajos verticales y es guía en incursiones en el Nepal. José Antonio es mentor de salud y preside una fundación de desarrollo sostenible

Jesús Martínez Novas en la cumbre del Everest en 1996.

El 23 de mayo de 1996 a las 13:30 horas el porriñés Jesús Martínez Novas alcanzaba la cumbre del Everest tras once horas de subida y tres intentos anteriores fallidos enfrentándose a vientos gélidos de una velocidad entre 120 y 180 kilómetros por hora. Ese día hacia buen tiempo, así que decidió recrearse con las vistas y esperar por un sherpa que coronaba la mítica montaña por décima vez y por un alpinista sueco con el que coincidió en la expedición a la que acudió acompañado por su hermano José Antonio, quien veinte días antes había tenido que abandonar al quedarse temporalmente ciego por un problema de aclimatación.

“Son muchos los recuerdos que me vienen a la mente, desde los problemas que mi hermano tuvo en la vista, la ayuda incondicional que le dimos a los sherpas para equipar la ruta, pero la que más destaca y que a menudo suelo recordar es el comportamiento de Ang Rita Sherpa, una persona de pocas palabra que siembre lo mirabas observando el entorno, el monte, a las otras personas, fueran montañeros o cocineros; estaba atento a las decisiones que los demás tomaban, estuvieran mal o bien para él; no hacía comentarios sobre ellas. ¡Era como si esperara a que el tiempo fuese el que juzgara!”, recuerda Jesús Martínez Novas, el tercer gallego en llegar a la cima del Everest. El primero en conquistarlo fue Jerónimo López, en 1988 y el segundo el lucense Ramón Blanco (1993).

Foto hecha por Jesús desde la cima del Everest en 1996

Casi 26 años después de su logro, Jesús pasa temporadas en Nepal ofreciendo servicios de programas guiados entre los que se encuentran expediciones para ascender al Everest, sin oxígeno artificial o embotellado, rutas de trekking para disfrutar de las vistas de las montañas del Himalaya y pruebas de Ultra-Trail donde los corredores ponen a prueba sus capacidades físicas y mentales. Combina sus estancias en Nepal con su trabajo como autónomo en Galicia haciendo trabajos verticales y con su proyecto de crear un albergue para peregrinos en Porriño, cuya apertura está prevista para principios de abril.

El temporal que engulló el campo tres

En su memoria de esa expedición a la montaña más alta del planeta no guarda ningún momento como el peor. “¿Los mejores? Todos, ya que incluso de los malos se aprenden buenas lecciones. En una ocasión el campo tres que teníamos montado a unos 7.200 metros, mientras estábamos en el 2 a espera de que el viento calmara, se pudo ver como salían volando objetos de la zona del campo 3, unos días después cuando el viento calmó subimos y no encontramos rastro del campo 3, ¡algo hicimos mal! Lo bueno es que se tiene la oportunidad de aprender de ello, para mí son buenos momentos”, relata.

Jesús en la cumbre del Everest

Su hermano José Antonio, que actualmente vive en A Cañiza y trabaja como mentor de salud, afirma que “el ascenso a la cumbre de Jesús fue un mito, no solo por alcanzarla sino por cómo la subió. “Fue sin material -los plumíferos que llevábamos habían volado y él iba vestido con prendas de goretex. Los sherpas estaban sorprendidos porque aparte de ir sin ayuda de oxígeno, siempre ascendemos solos desde el campo base, sin ayuda de sherpas de altura. Es lo que se llama escalada alpina”, explica.

El peligro de la comodidad

Respecto a los medios con que acudieron a la expedición, Jesús Martínez Novas considera que “todo es mejorable, pero fueron suficientes”. “Económicamente estábamos ajustados , algunos artículos del material técnico básico lo llevamos por duplicado, el alimento era el que podíamos conseguir en Nepal, suficiente para alimentarse. Con un buen presupuesto se pueden disfrutar de muchas cosas, entre ellas de comodidad, menos esfuerzo e incluso se consigue más tranquilidad; todo esto puede jugar en contra del éxito ya que favorece el relajarse y dejar de estar atento a todo lo que en el entorno ocurre. ¡Ang Rita siempre parecía estar atento!”, comenta.

José Antonio aclimatándose en los montes del entorno del Everest en 1996

La expedición de los hermanos Martínez Novas al Everest fue la primera de su proyecto “Galicia Desafío 8000” con el que pretendían escalar las 14 cumbres de 8.000 metros en un solo año. “Queríamos desmitificar la montaña, sobre todo los ocho miles, que son objeto de muchos egos, y demostrar que una persona que suba a una cumbre no es un superhombre, sino alguien normal y corriente que ha hecho un esfuerzo grade, se ha comprometido y tiene una ilusión. Otra cosa es que tenga la cabeza para aguantar las circunstancias”, explica José Antonio Martínez Novas.

Por la paz y el medio ambiente

Tras el Everest y acompañados por otros alpinistas gallegos, escalaron en once meses otros siete ocho miles de los que coronaron cuatro, dejando en cada uno de ellos banderas por la defensa del medio ambiente y la paz mundial, “objetivos que 25 años después siguen sin cumplirse, pero al menos conseguimos repercusión mediática a nivel internacional”, apunta José Antonio. Su intención inicial de conseguir ayuda económica de la Xunta para financiar las expediciones no se cumplió del todo. “Una expedición al Everest costaba por esos años unos 25 millones de pesetas; nosotros gastamos 25 millones en las ocho expediciones que hicimos un año entero. De esa cantidad, el 50% salió de nuestros bolsillos y el resto fueron aportaciones de la Xunta, Diputación Concello de Porriño y empresas de material de montaña”, comenta José Antonio.

Jesús Martínez Novas en una foto reciente haciendo trekking THR en Simikot, un pueblo al noroeste de Nepal.

Coronar las cumbres más altas de la Tierra siempre constituyó un desafío para los alpinistas, si bien ahora resulta algo alcanzable para personas menos expertas y se ha convertido en una atractiva oferta turística. Para Jesús Martínez Novas esa popularización de la montaña no le resta atractivo deportivo. “Para unos un reto puede ser ir en solitario en invierno, de igual forma que para otros es ser miembro de una expedición comercial. Somos seres y habitamos la Terra, no importa la situación social que cada uno pueda tener, todos dormimos, todos nos levantamos, todos vamos al baño, todos nos alimentamos y todos estamos de paso. Para mí todos tenemos derecho a disfrutar de la tierra y me parece bien que personas, incluso inexpertas, puedan disfrutar de la montaña y en este caso del Everest, a pesar de no compartir la forma en que muchos lo hacen. Lo que no comparto y critico con dureza es que no se tenga respeto por la tierra y por lo que en ella hay”.

Una mota de polvo en el cosmos

La experiencia de enfrentarse a la naturaleza tratando de trepar a sus picos más altos no les cambió significativamente la vida a los hermanos Martínez Novas. José Antonio, que siempre se quedó a unos cinco o diez metros de las cuatro cumbres de los ocho miles que escaló por decisión personal y como gesto de respeto a la montaña, considera que su experiencia le hizo más humilde. “Realmente la montaña te posiciona donde tienes que estar, somos una insignificancia en esta Tierra, una motita de polvo en el cosmos”, expresa.

“La montaña te posiciona donde tienes que estar. Somos una insignificancia en la Tierra, una mota de polvo en el cosmos”

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Jesús, por su parte, considera que el logro conseguido hace casi 26 años no modificó su vida. “Sigo igual, tratando de disfrutar de la vida esté trabajando, enfermo, con la familia o descansando”. De todas las montañas que escaló no se queda con ninguna en particular. “Cada experiencia es única e irrepetible, puede haber réplicas pero no es igual, me quedo con todas, tanto montañas como experiencias, incluso con un paseo por los montes de la zona o una simple salida a correr por el entorno”.

José Antonio Martínez Novas en su casa en A Cañiza. Alba Villar

Ambos hermanos siguen en contacto con la montaña. Jesús, además de las incursiones al Nepal, cada vez que tiene ocasión acude al monte “tanto dentro como fuera de nuestra frontera”. El fin de semana pasado, según relata, se fue con dos amigos a Trevinca, donde pasaron la noche en el circo del Lagunallo. Al descender, a la mañana siguiente, se encontraron con un matrimonio de la Baña cortando leña y le ayudaron en la tarea.

José Antonio también sigue acudiendo a la montaña, aunque ahora sin tarjeta federativa pues ya no escala grandes cumbres. Su labor profesional está muy relacionada con las experiencias vividas practicando montañismo “Como mentor de salud, transmito a la gente mi aprendizaje de vida, en el que la montaña ha supuesto un 50%”, comenta. Además es presidente de la Fundación Mundonatura, que promueve proyectos de desarrollo sostenible, y colabora con la empresa Nytia, que ha desarrollado un dispositivo para evitar la contaminación electromagnética.

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